Criptozoico (26 page)

Read Criptozoico Online

Authors: Brian W. Aldiss

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Criptozoico
7.39Mb size Format: txt, pdf, ePub

—En efecto. Y digo también que cuando usted haya vivido uno o dos años con esta idea, como he vivido yo, no la encontrará más objetable que la idea de despedazar a los animales para cocinarlos y comerlos.

Gesticulando con impaciencia como si deseara expresar que esas argumentaciones no eran más que sofismas, Ann se volvió hacia Bush, cerca de ella. Bush estaba observando la concentrada atención con que la sombría e imprecisa multitud que los rodeaba seguía cada movimiento de ellos, y empezó a odiar cordialmente a su audiencia.

—¿Puedes aceptar todo esto, Eddie? ¿Puedes…?

—Sí. Sí que puedo aceptarlo…, quizá porque me siento parcialmente anestesiado por la belleza de los extraños efectos: las cataratas cayendo hacia arriba, las ordeñadoras inyectando la leche en las ubres de las vacas, una taza de café frío calentándose por sí sola hasta el punto de ebullición. Es como volverse de nuevo niño, cuando un tazón de leche recién hervida enfriándose y formando una capa en su superficie nos fascinaba. ¿En qué sentido una catarata es más mágica o más sujeta a las leyes naturales…, cuando sus aguas caen hacia arriba o hacia abajo? Lo que no acabo de entender, y usted podría explicárnoslo, profesor, es cuándo seremos capaces de aceptar nuestras sobrementes y ver las cosas por nosotros mismos con el tiempo fluyendo en dirección opuesta.
Verlo
, en lugar de hablar de ello…

Silverstone sacudió la cabeza.

—No creo que ese momento llegue…, para nosotros, la Generación Himalaya. Esperaba que llegara para mí, pero no ha ocurrido. Nuestros cerebros están demasiado lastrados con lo que podríamos llamar las inhibiciones del futuro. Pero la próxima generación, vuestros hijos, se verán libres de la sobremente, si les transmitimos el mensaje claramente y pronto.

Howes permanecía ceñudamente apartado de ellos, casi como si no escuchase. Pero en ese momento se volvió hacia el grupo y dijo:

—Se explica usted bien, Silverstone, pero no nos ha ofrecido la menor prueba concreta hasta el momento…

—Al contrario, he citado pruebas artísticas y científicas. Cuando hayamos derribado a nuestros enemigos, y los astrónomos puedan reanudar sus estudios, nos proporcionarán inmediatamente pruebas de que el efecto Doppler es de hecho una evidencia de que el universo se contrae. Muy pronto las pruebas lo rodearán… Ya lo rodean, pero usted no quiere tomar estas deprimentes rocas como una evidencia de que el fin del mundo está al alcance de la mano.

Howes sacudió la cabeza.

—¡No puedo creerlo! Supongamos que consigo enfrentarme con Gleason y lo mato. ¿Entonces vivirá de nuevo?

—¡Reflexione, hombre! ¡Esperemos que usted
haya conseguido
llegar hasta Gleason y lo haya matado! En 2093, él tiene su momento de poder…, pero sabemos que lo perderá, que los desórdenes económicos lo aniquilarán, y muy pronto nadie habrá oído hablar de él… Será un insignificante mayor patrullando en Mongolia. Y si usted regresa mentalmente… digamos al año 2000, su nombre no existirá ni siquiera como murmullo.

—Si lo he matado, ¿por qué no lo recuerdo?

—¡Piense por sí mismo, capitán! Hasta ahora, usted creía tener una buena memoria, pero no una facultad precognitiva. Ahora puede ver que lo cierto es lo contrario, y parece haber una razón lógica para ello. Más allá de la división himalaya de la que hemos hablado, la vida humana se organizará hacia el olvido; una mala memoria será una ventaja; creo que admitirá usted que la habilidad de leer claramente en el futuro será algo muy útil en cualquier circunstancia…

Como si intentara conseguir el apoyo de los otros, Howes los miró y dijo:

—Observen cómo el profesor se engaña a sí mismo como profeta, ofreciendo grandes cosas a su pueblo…

—¡Falso, completamente falso, capitán! —dijo Silverstone—. Veo que tan sólo estamos al final de una gran era en la que la gente ha visto la verdad. Por alguna razón, nosotros y aquellos que vendrán detrás de nosotros hasta la Edad de Piedra serán completamente incapaces de verla. Yo… ¡Yo soy simplemente el último hombre en recordar la verdad, mío es el especial terror de saber que seré rechazado y perseguido hasta que haya olvidado lo que todos los demás ya han olvidado, que voy a verme reducido a aceptar la falsa teoría de la mente de Wenlock, y malgastar toda mi juventud creyendo parcialmente al pobre viejo Freud y a sus partidarios!

Por un momento el profesor pareció efectivamente una figura trágica. Estaba abrumado por la magnitud de lo que decía, y era incapaz de agregar nada. Lo más original de su aspecto de pájaro burlón quedaba allí en evidencia.

Ann y Bush intentaron reconfortarlo. Howes aprovechó la oportunidad para hablar con Borrow.

—Cada vez está más oscuro… Deberíamos irnos de este maldito paraje. Si tengo que soportar mucho más esos acertijos y esos fantasmas contemplándonos…, ¡me voy a convertir en un caso clínico de locura! ¿Qué es lo que piensa usted de todo esto, Borrow? Sé que comenzó a creerlo, pero últimamente ha estado un poco silencioso… Pienso que quizás haya cambiado de idea.

—No exactamente… Creo que acepto lo que dice Norman, aunque obviamente se necesite toda una vida para aceptarlo por completo. Mi planteamiento es ‘por qué’. ¿
Por qué
esta sobremente cayó sobre el auténtico cerebro como un par de gafas oscuras y lo ocultó todo? ¿Por qué?

—¡Ja! Silverstone no ha conseguido explicar eso… ¡Silverstone!

Ambos se volvieron hacia Norman Silverstone. Tras él, el gran círculo de sombras que habían considerado como viajeros mentales del pasado permanecía estático, incontables imágenes superpuestas de una insensata fotografía. Pero delante de ellas…

Bush había captado un ligero movimiento que no pertenecía a los fantasmas; una figura emergía de la esquina de una de las paquidérmicas rocas…. La reconoció. Terriblemente incongruente en el criptozoico, si la incongruencia aún existía, el hombre se distinguía sobre el macizo rocoso llevando todavía la chaqueta de seda gris y el sombrero alto color gamuza claro que utilizaba como disfraz en el palacio de Buckingham. Era Grazley; Bush pudo identificarlo inmediatamente…

Grazley, el hábil asesino, estaba de nuevo en lo suyo; la gruesa boca contraída, apuntaba con una pistola. Bush conservaba aún en su mano la pistola que había tomado de la mochila de Howes, para el caso de que se presentara algún problema. Y la levantó en un gesto automático.

—¡Al suelo! —gritó. Y disparó.

Aun mientras lo hacía, comprendió que era demasiado tarde. El aire tras su mejilla izquierda adquirió brevemente una tonalidad lívida mientras el rayo láser pulsaba de la pistola de Grazley.

Había fallado su blanco. Disparó nuevamente contra Grazley. El asesino se estaba desvaneciendo, viajando mentalmente, a buen resguardo bajo los efectos del CSD. La pulsación de luz de Bush le quemó el hombro izquierdo, Grazley giró lentamente y cayó, sin cambiar su actitud rígida; pero antes de tocar el suelo se había desvanecido, probablemente arrastrado inconscientemente como una nave a la deriva a través de los eones del viaje mental, deslizándose cuesta abajo por la pendiente de la entropía a través de los inanimados geocronos del criptozoico hacia la disolución de la Tierra.

Apartando a Grazley de su mente, Bush se volvió hacia el grupo para ver a Silverstone, agonizante en brazos de Ann. Su chaqueta humeaba aún, y una chamuscada mancha se extendía sobre su pecho. No había esperanzas para él.

Howes desvariaba como un poseso.

—¡Seré fusilado por esto! ¡Idiotas! ¡Bush, es culpa suya, usted me quitó la pistola…! ¿Cómo podía velar correctamente por Silverstone? ¿Y qué haremos ahora? ¡Pensar que Grazley ha llegado hasta aquí…! En cierto modo, era un lugar lógico donde mirar… ¡Silverstone debió haberlo previsto…, firmó su propia sentencia de muerte!

—¡Fue usted quien dejó a Grazley con vida en el Palacio…! ¡Usted es el único culpable, Howes! —dijo Bush, de pie, mirando al caído Silverstone y reflexionando sobre el maravilloso hombre que había sido; maravilloso y desconocido.

Los ojos del profesor estaban muy abiertos, y ya había dejado de respirar, aunque Ann aún continuaba apretándolo impotente contra su hombro. Borrow tiró de la manga de Bush.

—Eddie, tenemos otro visitante…

—¿Eh…? —Bush levantó la vista, remiso; no deseaba enfrentarse con nada más.

La Dama Oscura estaba cobrando presencia cerca de ellos; venía desde la masa multitudinaria y se quedó junto a Borrow. Levantó la mano en un gesto imperioso y muy pronto adquirió sustancia. De pronto era tan real y sólida como ellos. La mirada que centró en Bush era a la vez amorosa e inquisitiva, tanto que él se sintió avergonzado de esa intimidad.

—¿Podéis materializaros en nuestro continuum? —preguntó Bush—. Entonces, ¿por qué no detuvisteis a Grazley? Sois miles aquí… Si podíais, ¿por qué no intervinisteis?

Haciendo un gesto hacia el inerte cuerpo de Silverstone, ella habló:

—Nos hemos reunido aquí para asistir al nacimiento de un gran hombre.

8 CAMINANTES DEL CRIPTOZOICO

De cerca era una mujer hermosa. Bush estimó que no tendría más de veinticinco años, con una piel morena sin imperfecciones, ojos grisazulados claros, y un cabello negro como la medianoche. Su figura y su porte eran buenos, con sus magníficas y largas piernas bien exhibidas por su corta falda-túnica. Pero era su dominante presencia lo que más particularmente los tenía impresionados, incluso subyugados…

Mientras Bush la contemplaba, ella le tomó la mano y le sonrió.

—Nos conocemos desde hace mucho tiempo, Eddie Bush. Mi nombre es Wygelia Say. Sólo para esta ocasión, el nacimiento de Norman Silverstone, tenemos permiso de la Autoridad Central para hablar contigo y con tus amigos.

Aunque hablaba en inglés, no era muy fácil entender lo que decía, debido a lo curioso de su entonación.

Desarmado como estaba, Bush no pudo evitar preguntarle:

—¿Por qué habéis dejado morir a Silverstone si pudisteis intervenir? Teníais que saber que su asesino estaba llegando…

—Pensamos de un modo distinto del tuyo, amigo mío. Hay la intervención humana, pero también existe el destino.

—¡Pero era necesario!

—Vosotros cuatro poseéis ahora su idea. ¿Debo deciros lo que ha ocurrido en lo que pensáis que es vuestro futuro? Habéis vuelto a 2093, como lo llamáis… Nosotros utilizamos un sistema distinto de fechas… Y habéis anunciado el nacimiento de Silverstone. Todo el mundo está trastornado. Wenlock escapa con vuestra ayuda. Os apoderáis de una estación radiodifusora y empezáis a contarle a la gente la verdad. Empiezan las revoluciones…

Howes llegó abriéndose camino furiosamente para interrumpir a Wygelia.

—¡No se saldrá de ésta hablando, jovencita! Si usted ha dejado a Silverstone… —la frase quedó inconclusa en boca de Howes, y lentamente fue dibujándose una expresión de asombro en su rostro. Wygelia había levantado una mano haciendo un signo hacia él. Pronunció unas pocas palabras que crearon ecos en el cerebro de Bush.

—¿Qué has dicho?

—Es sólo una frase especial…, un conjuro, como será llamado unos pocos siglos después de vuestra época. Una versión degenerada de ella será incorporada a la disciplina Wenlock en pocos años más; paralizará las áreas motrices del cerebro de David Howes durante algunos minutos, aunque el tiempo le parecerá a él apenas una fracción de segundo —se volvió calmada y graciosamente, y sonrió a Borrow y Ann, antes de presentarse a ellos.

Mientras tanto, la escena estaba cambiando. Las sombras crepusculares avanzaban cautelosamente, y al mismo tiempo, la multitud de viajeros mentales del pasado se estaba congregando para observar el nacimiento de Silverstone…, aunque a Bush, aún preso de su sobremente, le parecía que se estaban yendo, que dejaban el desolado paisaje ocupado únicamente por sus propias pasmosas estructuras.

Bush se apartó ligeramente de los demás con el deseo de reflexionar por sí mismo. Mientras tanto, la gran multitud se dispersaba. La escena quedó vacía, y de pronto era como si hubiese perdido su dimensión y su significado.

Hasta que Ann lo llamó y fue a reunirse con el grupo. Ann y Borrow parecían decididamente más animados; Wygelia les estaba levantando la moral y evidentemente les había dicho algo que les había infundido valor. Incluso Howes, ya recuperado de su trance, parecía más feliz de lo que había demostrado durante largo tiempo.

—Wygelia es un encanto —dijo Ann, sujetando el brazo de Bush—. Me dijo que, para que pudiéramos comprenderla, ¡ha estado entrenándose durante años en hablar al revés! ¡Ahora sí creo realmente que todo lo que nos dijo Norman Silverstone era una verdad evangélica!

Cuatro hombres del pasado se habían materializado junto a Wygelia, todos vestidos con un uniforme parecido. Llevaban unas parihuelas en las que colocaron reverentemente el cuerpo de Silverstone, y aguardaban junto a él una señal de Wygelia.

—Aún habéis hecho otro viaje después de regresar a 2093 —le dijo a Bush—. No, lo he mezclado todo… Perdóname, todavía me resulta difícil plantear las cosas tal como vosotros las veis. Aún tenéis que hacer otro viaje antes de regresar a 2093. ¡Sí! Debido a que nuestro nacimiento y muerte significan algo diferente a lo que significan para vosotros, las ceremonias relativas a ellos varían a cada lado de lo que nuestro amigo Silverstone llamaba correctamente la Generación Himalaya. Deseamos que vengáis con nosotros y asistáis, como sus primeros compañeros, al nacimiento de su cuerpo…, lo que vosotros consideráis como su funeral, aunque para nosotros sea una ocasión de regocijo —captó un asomo de protesta en ellos y añadió rápidamente—. Y al mismo tiempo, aclararé cualquier pregunta que me hagáis. Puedo responder a algunas que Silverstone no hubiera podido responder.

—Nos encantará ir —dijo Bush.

—¿Vais a llevarlo a vuestro mundo…, al pasado? —preguntó Borrow.

Ella sacudió la cabeza.

—No es posible; y aunque lo fuera, no sería permisible. En cualquier caso, tenemos el lugar de nacimiento más adecuado para Silverstone.

Se prepararon para inyectarse el CSD, pero Wygelia barrió con un gesto la idea. La disciplina Wenlock necesitaba de aquellas ayudas materiales; en sus días ellos poseían disciplinas más efectivas, ante las que la de Wenlock no era más que un recuerdo degenerado.

Les habló, haciendo un curioso signo sobre ellos, y se encontraron todos unidos, derivando, viajando mentalmente, extendiendo sus mentes a su mandato, avanzando rápidamente hacia lo que antes habían conocido como el comienzo del mundo.

Other books

Imaginary Toys by Julian Mitchell
Dante Alighieri by Paget Toynbee
The Instruments of Control by Schaefer, Craig
The Bleeding Man by Craig Strete
Haunted Objects: Stories of Ghosts on Your Shelf by Balzano, Christopher, Weisberg, Tim
The Deep Green Sea by Robert Olen Butler
The Healer by Sharon Sala