Amor bajo el espino blanco (40 page)

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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

BOOK: Amor bajo el espino blanco
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—Su padre es un funcionario de alto rango. Le organizó una nueva unidad de trabajo para él hace mucho tiempo. No es como nosotros, que no tenemos a nadie que mueva los hilos para ayudarnos y tendremos que pasarnos toda la vida trabajando aquí.

Jingqiu no sabía qué pensar. A Mayor Tercero le da miedo que me preocupe por su salud y me ha mentido, y ha huido para esperar la muerte solo. Pero todas las pruebas parecían refutar esa conclusión; el registro del hospital indicaba que le habían tratado un resfriado, y sus amigos de la segunda unidad confirmaban que hacía mucho tiempo que tenía el papeleo listo para su traslado a Anhui. Parecía poco probable que Mayor Tercero hubiera sobornado a toda esa gente para que mintiera. Al final, los únicos que habían dicho que sufría leucemia habían sido Fang y Mayor Tercero, y ella nunca había visto ninguna prueba concreta. Pero Jingqiu no comprendía por qué Mayor Tercero iba a mentirle. Lo había dicho para poder verla una última vez, pero solo le había confesado que tenía leucemia después de encontrarse, no antes.

Además, había otro problema que hasta ahora no se había permitido considerar, y que la agitaba en lo más profundo de sí: su vieja amiga se retrasaba. Normalmente era muy regular y solo se veía afectada por situaciones de mucha tensión, e incluso entonces le llegaba antes, no con retraso. Eso solo podía significar que estaba embarazada. Eso sabía, al menos, de las muchas historias de chicas que descubrían que estaban embarazadas porque su «vieja amiga» no había llegado.

Todas aquellas historias sin excepción acababan de manera trágica y, como se trataba de chicas a las que Jingqiu conocía personalmente, eso las hacía aún más terribles. Una muchacha de la Escuela Secundaria n.º 8, a la que todo el mundo llamaba Orquídea, comenzó a salir con un sinvergüenza que la dejó preñada. Al parecer, Orquídea lo intentó todo para librarse del bebé, entre otras cosas saltar desde cierta altura con una pértiga increíblemente pesada sobre los hombros. La criatura nació a su debido tiempo, pero quizá como resultado del salto o por el hecho de que había utilizado una especie de faja para apretarse la barriga en los últimos meses, el bebé nació con dos costillas hundidas. Su novio fue condenado a veinte años de cárcel por haberla dejado embarazada y por meterse en muchas peleas. El bebé se lo dieron a la madre del novio para que lo criara, y las dos familias pasaron por un sufrimiento atroz.

La historia de Orquídea tampoco era la más trágica, pues solo dañó su reputación, aparte de disminuir sus posibilidades de regresar a la ciudad; al menos el novio reconoció al niño, cosa que salvó la vida de Orquídea. Había otra chica llamada Gong que también se quedó embarazada. Su novio volvió a casa con unas hierbas que afirmaba podían librarla del bebé. Ella las hirvió en secreto y se bebió aquella amarga infusión, que acabó matándola. Fue una historia muy comentada en la Escuela Secundaria n.º 8; la familia de la chica quería que el novio lo pagara con su vida, y ambas partes airearon los trapos sucios hasta que la familia del chico tuvo que irse de la ciudad.

Jingqiu había oído que necesitabas un certificado de tu unidad de trabajo para abortar en el hospital, y quizá también un certificado de la unidad de trabajo del padre. Por eso Mayor Tercero había huido. Se ha largado y me ha dejado para que me las arregle como pueda. Sin embargo, por muchas vueltas que le diera, no creía que Mayor Tercero fuera esa clase de persona, pues siempre se había portado muy bien con ella y había sido muy considerado en todos los aspectos. ¿Cómo iba a dejarla en ese brete sin que le importara? Aunque sufriera leucemia, aquello no era excusa para dejar que se enfrentara al problema sola. Podría haber esperado a que solucionara ese asunto antes de desaparecer, ¿o no?

Solo había una explicación a su comportamiento: había querido acostarse con ella. Todo aquello lo había hecho solo para «triunfar» con ella. Cuanto más lo pensaba, más le parecía la única explicación al comportamiento de Mayor Tercero, que tanto se había esforzado para conseguir pasar la noche con ella en el hospital. Si realmente no quería que se preocupara por su enfermedad, no le habría dicho que tenía leucemia y se habría llevado el secreto a la tumba. ¿Por qué, en realidad, le reveló que sufría una enfermedad terminal? Solo podía ser para conseguir lo que quería. Sabía cuánto le amaba ella, y también que haría cualquier cosa por él si creía que iba a morir, incluyendo dejarle hacer eso.

El pecho le ardía, y no sabía qué hacer. Si estaba embarazada solo tenía dos opciones: una, acabar con sus problemas poniendo fin a su vida, pero su muerte solo sería un alivio para ella, no para su familia, que siempre sería objeto de habladurías. La segunda opción era que le practicaran un aborto en el hospital, pero eso mermaría mucho su bolsillo y su reputación, y tendría que vivir con esa vergüenza el resto de su vida. Ni siquiera contemplaba la posibilidad de tener a la criatura, sería demasiado injusto para el pobre niño, ¡porque una cosa sería vivir ella con esa vergüenza y otra, implicar a un inocente!

Los días siguientes, una vez hubo regresado a la granja, fueron un infierno para Jingqiu. Vivía en un constante estado de ansiedad. Por suerte, sin embargo, llegó su vieja amiga, y se sintió tan aliviada que se puso a llorar. Fue literalmente como ver a un viejo amigo después de mucho tiempo, y la incomodidad se convirtió en algo digno de celebración. Siempre y cuando no estuviera embarazada, todo lo demás se podía controlar.

Había dos razones por las que la gente decía que era terrible que a una joven le hicieran perder la virginidad con engaños: porque arruinaba su reputación y porque luego ya no podía casarse. Jingqiu ya no tenía que preocuparse por el embarazo, así que su único motivo de inquietud era si podría casarse o no. Pero si Mayor Tercero solo había buscado congraciarse con ella para conseguir lo que quería, no imaginaba que hubiera nadie en este mundo que la amara de verdad.

No culpaba a Mayor Tercero. Si yo hubiera sido digna de su amor, me habría amado; si no me amó es porque no soy digna. Pero, si no la amaba, ¿por qué había invertido tanto tiempo y esfuerzo en conseguirla? A lo mejor todos los hombres eran iguales, cuanto más difícil era conseguir a una mujer, más se esforzaban. Fingían interesarse por ti durante mucho tiempo, pero todo era porque aún no habían conseguido lo que querían.

Y luego estaba todo ese cuento de la «sopa de soja verde». Debía de haber fanfarroneado con sus compañeros de cuarto, diciéndoles que ella era la «sopa de soja verde» que utilizaba para enfriarse. Delante de ella lo llamaba «volar», y delante de sus amigos «apagar su fuego». La sola idea era repugnante.

Luego estaban las cartas. Mayor Tercero había dicho que le había escrito a la granja, pero el señor Zheng había prometido por su carné del partido que no las había devuelto. Al principio Jingqiu había sospechado que el señor Zheng le mentía, pero ahora se daba cuenta de que el que mentía era Mayor Tercero, y que no le había escrito.

Y…

No quería pensar más en ello, creía que todo tenía una explicación, que todo había sido un juego de principio a fin: sentarse juntos en el río por las noches, llorar, cortarse, aquellas escenas a cual más desesperada que la anterior, hasta que, cuando ya creía que no tenía esperanza de triunfar, se le ocurrió la idea de decirle que padecía leucemia.

Lo curioso era que ahora que lo había calado, que había visto quién era él en realidad, ya no le dolía el corazón y ya no la consumía el arrepentimiento. La sabiduría se alcanza a base de equivocaciones. El saber no llega de la nada; la gente recurre a sus experiencias para enseñarte qué debes hacer, pero no puedes aprenderlo todo así. La verdadera sabiduría solo procede de tu propia experiencia. Cuando la utilizas para impartirla a los demás, al principio no te escuchan, como le había pasado a Jingqiu, por lo que cada generación debe cometer sus propios errores.

Capítulo 34

Jingqiu todavía no llevaba seis meses en la granja cuando la llamaron de vuelta a Yichang para dar clases. Fue un golpe de fortuna nacido de un desastre, pero un desastre para otra persona, no para ella. Jingqiu se hizo cargo de la clase de 4 A de la escuela primaria adjunta a la Escuela Secundaria n.º 8, de la que antes era maestra una tal señora Wang. Era una maestra de las que nunca pierden los nervios, honesta en su trabajo, pero que simplemente no sabía dar clases, y muc ho menos impartir disciplina. Cada día resultaba ser una batalla y era incapaz de controlar su clase.

Hacía poco a la clase de la señora Wang le había tocado trabajar. Cada escuela tenía que recoger chatarra. La escuela tenía un trato con una fábrica que estaba al otro lado del río, a la que los alumnos podían ir a buscar tornillos y clavos en los cubos de basura y entregarlos a la comisión nacional de fundición del acero. Un día la señora Wang venía con sus alumnos de vuelta de la fábrica y estos comenzaron a romper la fila. Ella iba corriendo a un lado y a otro para mantener la disciplina, y no se dio cuenta de que algunos de los más traviesos habían desaparecido.

El río que había delante de la escuela se había secado casi por completo, y apenas corría una estrecha corriente de agua. La gente había construido un paso a través del barro para poder llegar a un pequeño bote que los llevaba al otro lado de lo que quedaba de río. A cada lado del paseo, el barro se había secado por zonas, y las grandes grietas revelaban solo una parte del espeso lodo que había bajo la superficie. Un muchacho llamado Ceng, uno de los más traviesos de la clase de la señora Wang, se escapó del aula y se fue a jugar al barro. Iba solo, se aventuró demasiado lejos y comenzó a hundirse en el cieno, y cuanto más se agitaba, más se hundía.

Pasaron dos días hasta que recuperaron el cuerpo del muchacho, cerca del paso improvisado. Cuando el padre de Ceng vio la cara y la boca de su hijo manchados de barro, la cólera y la amargura se apoderaron de él. Le echó toda la culpa a la señora Wang, diciendo que, si la maestra hubiera sido más competente, su hijo nunca se habría escapado y no le habría sucedido esta calamidad. El padre de Ceng convenció a sus amigos y parientes de que cada día hostigaran a la señora Wang, exigiendo que lo pagara con su vida. La escuela no tuvo más remedio que mandar a la señora Wang al campo para que permaneciera escondida una temporada. Nadie se atrevía a encargarse de su clase, así que se la asignaron a Jingqiu.

Jingqiu sabía que si se negaba a encargarse de aquella clase, la escuela no le daría ninguna otra. Así que regresó a Yichang y se hizo cargo del aula 4 A de la señora Wang. El padre de Ceng no tenía ninguna queja de Jingqiu, así que no le causó problemas, y, en cuanto a los demás padres, se mostraron agradecidos de que su clase por fin tuviera una nueva profesora.

Jingqiu se entregó en cuerpo y alma a su trabajo, preparando y dando clases, visitando a los padres, hablando con los alumnos; todos los días acababa de trabajar muy tarde. También volvió a practicar el voleibol y montó un equipo femenino en la escuela primaria. A veces incluso organizaba alguna salida, para gran alegría de los alumnos, y rápidamente se convirtió en la clase que mejor se portaba de las de su nivel.

Durante el día Jingqiu tenía muy poco tiempo para pensar en Mayor Tercero. Pero por las noches, cuando todo estaba en silencio y soledad, y se metía en la cama y recordaba el pasado, las dudas se colaban en su mente. ¿De verdad Mayor Tercero era un sinvergüenza? ¿No estaría en algún hospital, en su lecho de muerte?

De repente se le ocurrió que no había probado en el hospital del ejército de Yichang, al que Mayor Tercero la había llevado cuando se cortó con el cuchillo. A lo mejor era allí donde le habían diagnosticado la leucemia. Cuanto más lo pensaba, más desasosegada estaba. Le pediría al doctor Cheng que se lo averiguara.

El doctor Cheng le dijo que ese hospital no formaba parte del sistema sanitario de Yichang y que quedaba bajo la jurisdicción directa del gobierno central. Lo habían construido como parte de la llamada del presidente Mao a educar a la gente para «prepararse para la guerra y luchar contra los desastres naturales» y para protegerse del estallido de la tercera guerra mundial, y solo admitían a cuadros de rango superior. Seguía siendo difícil que allí trataran a una persona normal.

El doctor Cheng invirtió mucha energía intentando averiguar el estado de salud de Sun, y descubrió en su historial médico que, al parecer, Sun Jianxin mostraba señales de una leve disminución de las plaquetas de la sangre, pero eso no era leucemia.

Jingqiu abandonó toda esperanza. Había protagonizado la misma historia que se llevaba repitiendo miles de años. No era la primera chica a la que engañaban, y no sería la última. De hecho, comenzaba a creer que no era de Mayor Tercero de quien había estado siempre enamorada, sino del doctor Cheng. Solo se había enamorado de Mayor Tercero porque se parecía tanto al doctor Cheng en muchos aspectos, pero en lo fundamental eran completamente distintos.

El equipo de producción de la isla de Jiangxin se había especializado en cultivar brotes de soja, por lo que las familias de allí basaban su dieta en ese alimento. Jingqiu a menudo había pensado que Mayor Tercero y el doctor Cheng eran como dos brotes de soja que crecían del mismo tallo blanco y crujiente: uno era negro y podrido, y el otro seguía teniendo un saludable tono amarillo. Lo que los diferenciaba era su actitud a la hora de «triunfar». El doctor Cheng llevaba casado muchos años, pero era tan fiel y leal a su mujer como siempre. Por el contrario, Mayor Tercero, en cuanto había «triunfado» con ella, había cambiado de melodía.

Comenzó a ir a casa de la señora Jiang más a menudo solo para oír la voz del doctor Cheng, para ser testigo de su honesta devoción a su esposa. El doctor Cheng era, muy posiblemente, el único hombre de la isla de Jiangxin que llevaba a tirar el agua sucia con que su esposa y su suegra se lavaban los pies. En verano, todo el mundo utilizaba unas grandes tinas de madera para recoger agua y lavarse. No había ninguna mujer en la isla que fuera capaz de levantar las tinas, y tenían que vaciarlas con un cazo. Pero el doctor Cheng siempre vaciaba la tina él mismo.

Jingqiu jamás pensó que aquello comprometiera al doctor Cheng, al contrario, lo consideraba un hombre estupendo. Lo que la conmovía especialmente era su amor a sus dos hijos. Durante las noches de verano a menudo se podía ver al doctor Cheng llevar a su hijo mayor al río a nadar mientras que la señora Jiang permanecía sentada en la orilla con el pequeño, mirando. Cuando no salían a nadar, el doctor Cheng jugaba con sus hijos en la cama, y dejaba que lo montaran a caballo.

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