Amor bajo el espino blanco (39 page)

Read Amor bajo el espino blanco Online

Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

BOOK: Amor bajo el espino blanco
11.04Mb size Format: txt, pdf, ePub

—Utiliza la mano…

Él apartó la mano como si se hubiera escaldado.

—No, me da miedo… luego no poder parar…

—¿Parar? ¿De hacer qué?

—De hacer lo que hacen los maridos y las esposas.

—Entonces hazlo.

Él negó con la cabeza.

—Algún día te casarás. Resérvate para tu… marido.

—No me casaré, solo me casaré contigo. Si te vas, me voy contigo. Haz lo que quieras. Si no, morirás sin haber sentido ese placer, y yo también.

Mayor Tercero utilizó la mano para explorarla. Jingqiu sentía su tacto como una sacudida eléctrica. Por allí donde pasaba su mano sentía un cosquilleo, incluso en el cuero cabelludo. Él utilizó la mano para juntarle los pechos, pero por mucho que lo intentaba no podía abarcarlos con una mano. Jingqiu se derretía, era como si algo se derramara ahí abajo.

—Espera, espera —dijo ella, aturullada—. Creo… creo que mi vieja amiga ha vuelto. Que no se ensucien las sábanas. —Pero cuando miró las sábanas no había señal alguna de sangre. Era un líquido transparente que parecía agua—. Me equivocaba. Además, ya me vino la semana pasada —se disculpó.

Jingqiu lo vio allí de pie, desnudo, los ojos clavados en su cuerpo desnudo. Podía verlo entero, y, se dijo, él también tenía que poder ver. Salió de debajo de las sábanas, todo el cuerpo le temblaba.

Él se le acercó, la abrazó y, procurando contener el aliento, dijo:

—Eres tan hermosa, tan perfecta, como una diosa griega. ¿Por qué no te gustan tus…? Son tan grandes, tan hermosos. —La apretó con fuerza—. Quiero llevarte a volar…

—Entonces llévame a volar.

Él suspiró y lentamente se puso encima de ella.

Capítulo 33

Al día siguiente, por la noche, Jingqiu volvió a la granja. Mayor Tercero insistió en acompañarla por la montaña hasta un lugar en el que se veía el edificio en forma de L de la granja, y allí se separaron a regañadientes.

Mayor Tercero dijo que aún estaba esperando los resultados de las últimas y concluyentes pruebas, y que se enfadaría mucho si no volvía a trabajar a la granja. Quedaron en verse de nuevo en la habitación de la enfermera Gao dos semanas después, cuando ella volviera a tener la noche libre, y si por entonces ya le habían dado el alta, regresaría. Mayor Tercero le dijo que le escribiría en cuanto tuviera los resultados que confirmaran que tenía leucemia, pero que si no recibía noticias era que el resultado de las pruebas había sido bueno.

Aquella noche Jingqiu fue a hablar con el señor Zheng y le pidió que no siguiera devolviendo sus cartas.

—Tengo un amigo que da clases en la escuela secundaria de Río Yanjia y me ha dicho que me envió algunas cartas a la granja, utilizando la dirección que usted me dio, y que todas habían sido devueltas al remitente. ¿Sabe qué puede haber ocurrido?

—La dirección es correcta —dijo el señor Zheng, perplejo—. ¿Por qué iban a devolverlas?

Es buen actor, se dijo Jingqiu.

—¿Quién entrega aquí las cartas?

—Las cartas llegan a la brigada de producción. Generalmente mi padre las trae cuando va a la brigada, y yo las traigo aquí cuando voy a visitarlo. Mi padre conoce los nombres de todos, así que él no las devolvería. ¿Crees que las he devuelto yo? Te juro por mi carné del partido que yo no las he devuelto.

Jingqiu ya no podía añadir gran cosa después de esa declaración, pero estaba segura de que no se atrevería a devolver más cartas.

Pasaba los días preparando comida para los estudiantes, y cuando tenía tiempo trabajaba en el campo. Por las noches, cuando se iba a la cama, cerraba los ojos y pensaba en el día y la noche que había pasado con Mayor Tercero, sobre todo la noche. Oleadas de emoción recorrían su cuerpo. De vez en cuando se tocaba, pero no sentía nada. Qué raro, ¿cómo era que cuando lo había hecho Mayor Tercero había sentido como descargas eléctricas? Anhelaba volar con él, planearían juntos mientras todavía pudieran.

Había oído decir que lo que los chicos y las chicas hacían juntos transformaba la forma de tu cuerpo, tu manera de andar e incluso la de orinar. «Las muchachas mean como fuentes, y las mujeres como cascadas». Pero nadie le había explicado nunca cómo transformaba exactamente tu cuerpo ni tampoco cómo cambiaba tu manera de caminar. A ella no le parecía que sus andares hubieran cambiado, aunque sí estaba un tanto nerviosa, y temía constantemente que la gente detectara un cambio en su paso.

La semana transcurrió lentamente, ya que el domingo por la noche la señorita Zhao, que la víspera se había tomado un día de fiesta e ido a casa, aún no había vuelto a la granja. Al cabo de dos días llegó una carta en la que decía que había sufrido un aborto y que tendría que descansar un mes en casa. Jingqiu se quedó atónita ante esa noticia. Si la señorita Zhao no regresaba hasta dentro de un mes, entonces ella tampoco podría volver a Yichang la semana siguiente. Solo estaban ellas dos a cargo de la comida, y una tenía que quedarse.

Jingqiu hervía de ansiedad y corrió a ver al señor Zheng.

—Le prometí a mi madre que iría el fin de semana que viene y si no voy se preocupará muchísimo.

—La señorita Zhao está en la ciudad, y tu madre se habrá enterado; sabe que eso significa que tienes que quedarte en la granja. No se preocupará. La escuela enviará a alguien para sustituir a la señorita Zhao. Si esperas una semana o dos te daré un par de días libres más. Ahora eres la única que prepara la comida, por lo que el trabajo será un poco duro, pero nos estarás ayudando a todos.

Jingqiu se sentía tan triste que apenas podía hablar. No tenía ni idea de cómo iba a hacérselo saber a Mayor Tercero. Por suerte no había recibido ninguna carta suya, lo que significaba que todavía no había un diagnóstico definitivo. Tendría que tener paciencia unos días más y confiar en que Mayor Tercero lo comprendiera.

Al cabo de unos días, la escuela mandó a la señorita Li a la granja y Jingqiu le suplicó al señor Zheng que le permitiera volver a casa. Este había planeado que Jingqiu se quedara otra semana para poder enseñarle a la señorita Li cómo iba todo, pero Jingqiu se negó de plano. El señor Zheng nunca la había visto negarse a cumplir una orden, y eso no le gustó, pero en última instancia no tenía más opción que dejarla ir.

Ya llevaba una semana de retraso respecto de la fecha en que habían quedado, pero Jingqiu estaba segura de que Mayor Tercero la esperaría. El sábado por la mañana se puso en marcha muy temprano y caminó hasta Río Yanjia, donde cogió el primer autobús hasta el hospital del condado. Fue directamente a la sala de Mayor Tercero, pero él no estaba, y todos los demás enfermos de la sala eran nuevos y nunca habían oído hablar de Sun Jianxin.

Jingqiu fue a la habitación de la enfermera Gao, pero ella tampoco se encontraba allí. Anduvo buscándola, pero era su día libre. Rogó y suplicó que le dijeran dónde vivía la enfermera Gao y fue corriendo a su casa, pero tampoco la encontró. Esperó hasta bien entrada la tarde a que la enfermera Gao regresara por fin de casa de su suegra. Jingqiu le dijo que era amiga de Sun Jianxin y que quería averiguar dónde estaba.

—Ah, ¿tú eres Jingqiu? ¿Así que cuando el otro día Sun me pidió prestada la habitación era para ti? —Jingqiu asintió—. Sun se fue del hospital hace días. Dejó una nota para ti, pero la tengo en mi habitación del hospital. Podemos ir a buscarla.

Jingqiu estaba abrumada por la emoción, y los recuerdos de aquella noche se agolpaban en sus pensamientos.

Una nota de Mayor Tercero. No estaba en un sobre, sino doblada en forma de paloma. Tuvo un mal presentimiento.

Siento haberte mentido, es la primera vez y será la última que lo haga. No tengo leucemia, me lo inventé para poder verte una última vez antes de irme.

Últimamente mi padre no se encuentra muy bien y quiere que vuelva a casa a cuidarlo, así que en secreto ha dispuesto mi traslado. Debería haber regresado hace mucho, pero quería verte y esperé a tener una oportunidad. Gracias al cielo conseguí verte una última vez y pasar contigo un día y una noche maravillosos. Ahora puedo irme sin pesar.

Una vez le prometí a tu madre que esperaría durante trece meses, y también te prometí que esperaría hasta que cumplieras los veinticinco. Parece ser que no puedo mantener estas promesas. El amor entre un hombre y una mujer no puede resistir la orden de un superior. Échame a mí la culpa si quieres, porque la tengo.

El hombre que tiene el mismo nombre que yo puede protegerte de futuras tempestades, hará cualquier cosa por ti. Confío en que sea una buena persona. Si permites que envejezca a tu lado me sentiré feliz por ambos.

Aquella carta fue como un golpe en la cabeza con una porra. Jingqiu era incapaz de moverse, no entendía lo que le estaba diciendo Mayor Tercero. Deben de haberle confirmado que padecía leucemia y no quiere disgustarme. Me miente para que le olvide, para que pase página y lleve una vida feliz.

—¿Sabes lo que le ocurría a Sun?

—¿No lo sabes? Tuvo un resfriado muy fuerte.

—¿Y por qué me dijeron que tenía… leucemia? —preguntó con prudencia Jingqiu.

—¿Leucemia? —La sorpresa de la enfermera Gao confirmó a todas luces que no le mentía—. Jamás lo oí decir. De haberla tenido, no habría venido a este hospital tan pequeño, desde luego. Aquí no tenemos gran cosa, y cualquiera que tenga algo un poco grave es trasladado a otra clínica.

—¿Cuándo se fue?

La enfermera Gao se lo pensó un momento.

—Debió de ser hace dos semanas. Yo tenía el turno de día, y lo cambio cada semana, o sea que, sí, debió de ser hace dos semanas.

—¿Volvió el pasado fin de semana?

—No lo sé, pero me ha devuelto las llaves de mi habitación.

Parecía que la había esperado aquel fin de semana. «¿Escribió la carta porque no me presenté? ¿Reaccionó de forma exagerada? Pero Mayor Tercero no es de los que dan mucha importancia a que faltes a una cita».

Jingqiu no sabía por qué seguía allí sentada, aquello no iba a traer a Mayor Tercero de vuelta. Se le ocurrió ir a buscarlo a la segunda unidad, pero cuando le preguntó a la enfermera Gao la hora, descubrió que era demasiado tarde y que ya no había autobuses a Río Yanjia. Lo único que podía hacer era darle las gracias a la enfermera Gao y coger el autobús de vuelta a Yichang.

Cuando llegó a casa, no tuvo un momento de calma. Lo peor era que no sabía qué estaba pasando en realidad. Nunca había estado tan deprimida y le costaba hablar con la gente.

Oficialmente tenía tres días libres, pero lo primero que hizo el lunes por la mañana fue poner rumbo a la granja. La excusa que le dio a su madre fue que la señorita Li, la recién llegada, no sabía preparar la comida, y que más le valía volver antes de lo convenido. Pero se apeó del autobús en Yiling y regresó al hospital. Se fue directamente a la sala donde había estado Mayor Tercero. Naturalmente, no lo encontró allí, pero solo quería asegurarse.

A continuación se dirigió al departamento de pacientes hospitalizados para ver si podían decirle el motivo de la estancia de Mayor Tercero en el hospital, pero allí le dijeron que hablara con la doctora Xie. Cuando llegó a la consulta de la doctora Xie se encontró con dos doctoras de mediana edad que hablaban de hacer calceta. Cuando Jingqiu dijo que quería hablar con la doctora Xie, le pidieron que esperara un momento fuera.

Jingqiu las oyó discutir por un patrón bastante sencillo, así que entró y les dijo por encima cómo había que hacerlo. Las dos mujeres cerraron la puerta, sacaron las agujas y la lana, y le pidieron a Jingqiu que se lo enseñara y a continuación se lo anotara en un papel. Las doctoras discutieron un poco más, se aseguraron de haberlo comprendido y una de ellas, que resultó ser la doctora Xie, le preguntó al final a Jingqiu qué podía hacer por ella.

—Solo quería saber por qué trajeron a Sun Jianxin al hospital.

Le explicó que temía que Mayor Tercero sufriera una enfermedad terminal y, para no hacerla sufrir, hubiera huido. Si ese era el caso, se iría con él y lo cuidaría durante los meses siguientes.

Las dos doctoras suspiraron y dejaron escapar un grito ahogado. Le dijeron que era muy valiente.

—No me acuerdo, pero lo comprobaré —dijo la doctora Xie y revolvió unos papeles que había dentro de un archivador grande. Sacó un cuaderno y lo hojeó—. Tenía un resfriado fuerte. La inyección, el medicamento y el suero que le pusimos son los que se utilizan para curar resfriados.

Jingqiu se fue del hospital con sus emociones hechas un lío. Le alegraba que solo hubiera sido un resfriado, pero que hubiera desaparecido dejando solo aquella nota la desconcertaba profundamente.

En cuanto se bajó del autobús en Río Yanjia, sin pensar se vio corriendo hacia la escuela secundaria en busca de Fang. Le dio igual que estuviera en plena clase, se quedó al otro lado de la ventana del aula e hizo gestos con la mano hasta que la maestra salió a ver qué ocurría. Jingqiu le dijo que buscaba a la señorita Zhang Fang y la profesora se fue, echando humo, a buscar a Fang.

—¿Qué te trae por aquí? —dijo Fang, bastante sorprendida.

—¿Por qué dijiste que era tu hermano el que estaba en el hospital aquel día cuando era evidente que se trataba de… él?

—Todos lo llamamos hermano…

—La enfermedad que aquel día me dijiste que sufría, ¿cómo es que en el hospital dicen que no la tiene? ¿Quién te contó que sufría leucemia?

Fang titubeó antes de responder.

—Lo dijo él mismo, yo no te mentí.

—Lo han trasladado a Anhui, ¿lo sabías?

—Algo había oído. ¿Y qué? ¿Quieres ir a Anhui a buscarlo?

—No tengo su dirección. ¿Y tú?

—¿Por qué iba a tenerla? —farfulló Fang—. Si no te la dio a ti, ¿por qué iba a dármela a mí? No sé qué vergonzoso secreto hay entre vosotros.

—No hay ningún secreto vergonzoso, solo me preocupaba que sufriera esa enfermedad y me lo ocultara. Y ahora ha huido a Anhui. —Jingqiu le suplicó a Fang—. ¿Sabes dónde está destinada la segunda unidad? ¿Podrías ir conmigo? Yo quiero ir, pero me da miedo que intente evitarme.

—Todavía tengo clase. Te diré dónde está, pero tendrás que ir sola. Está cerca, te daré las señas.

Jingqiu caminó en la dirección que Fang le había señalado y la encontró sin dificultad. Se hallaba apenas a medio kilómetro de Río Yanjia, por lo que no era de extrañar que Mayor Tercero pasara la hora de comer vagando por los alrededores de Río Yanjia. Les preguntó a los hombres que trabajaban por allí dónde estaba Sun Jianxin, y estos le dijeron que ya se había ido a Anhui.

Other books

Kiss & Hell by Dakota Cassidy
The Lost Herondale by Cassandra Clare, Robin Wasserman
In Dreams by J. Sterling
Midnight come again by Dana Stabenow
Star Soldier by Vaughn Heppner
Reap the Wind by Karen Chance
The Darkest Part by Trisha Wolfe