—¿Mañana vuelves a la granja? —Jingqiu asintió—. Entonces, ¿puedes quedarte esta noche?
Jingqiu volvió a asentir.
—Ya me lo parecía, así que le pedí a la enfermera Gao que me prestara su dormitorio. Puedes dormir allí.
La llevó a la tienda más grande del pueblo y compraron una toalla, un cepillo de dientes y un cuenco de plástico, como si ella fuera a mudarse de manera permanente. Luego fueron a comprar un poco de fruta y algo para picar. Ella no intentó frenarlo, sino que le dejó comprar hasta que quedó satisfecho.
—Primero llevaremos estas cosas al hospital —dijo Mayor Tercero después de haber acabado las compras— y luego iremos donde quieras. ¿Te gustaría ver una película?
Jingqiu negó con la cabeza: no quería ir a ninguna parte, solo quería estar con él. Se dio cuenta de que él iba muy abrigado. Debía de estar enfermo de verdad.
—¿No dices que alguien te ha prestado su habitación? ¿Por qué no vamos allí? Fuera hace frío.
—¿Quieres… ir a ver el espino?
Jingqiu volvió a negar con la cabeza.
—No, en esta época no florece y está muy lejos. En otra ocasión.
Él no contestó nada, y eso la sorprendió: a lo mejor sabía que no le quedaba mucho de estar en este mundo, o a lo mejor quería mantener su promesa. Comenzó a sentirse insegura y lo miró fijamente. Él le sostuvo la mirada.
—Tienes razón —dijo Mayor Tercero inclinando la cabeza a un lado—. Iremos en otra ocasión, cuando esté en flor.
Regresaron al hospital y la llevó a la habitación de la enfermera Gao. Era un cuarto muy pequeño del segundo piso, y había una cama individual cubierta con las sábanas blancas y las mantas del hospital.
—La enfermera Gao vive en el pueblo, así que solo utiliza esta habitación cuando tiene el turno de noche. Casi nunca duerme aquí y ayer cambió la ropa de cama, por lo que está limpia.
Solo había una silla en el cuarto, así que Jingqiu se sentó en la cama. Mayor Tercero limpió la fruta y puso a hervir agua antes de sentarse en la silla y pelar la fruta. Jingqiu vio que tenía una cicatriz de dos centímetros de largo en el dorso de la mano izquierda.
—¿Eso es de cuando te cortaste?
Él siguió su mirada.
—Mmm. ¿No te parece fea?
—No. Fuiste tan rápido, en un segundo…
—Fue al irme a curar el corte cuando en el hospital me dijeron que me hiciera un chequeo para… —Se interrumpió, comprendiendo que había hablado demasiado-… cambiarme la medicación. Esta cicatriz me distingue, y así siempre podrás encontrarme. ¿Tú tienes algún tipo de marca? Dímelo, así yo también podré encontrarte.
Encontrarme, ¿dónde?, quiso preguntar Jingqiu. Pero estaba demasiado asustada y se acordó de la escena que había soñado a menudo, en la que los dos se buscaban el uno al otro a través de un denso velo de niebla. Quería pronunciar su nombre, pero por alguna razón era incapaz. No lo veía, pero lo oía gritar: «Jingqiu, Jingqiu». Seguía el sonido de su voz hasta que lo distinguía por la espalda, envuelto en la niebla. Se le ocurrió que ese era el otro mundo.
Jingqiu llenó los pulmones de aire.
—Tengo una marca roja de nacimiento en la nuca. Me la tapa el pelo.
—¿Puedo verla?
Jingqiu se deshizo las trenzas y le señaló lugar. Él separó el pelo y se quedó mirando un rato. Jingqiu se volvió y vio que tenía los ojos inyectados en sangre.
—¿Qué ocurre? —preguntó ella, alterada.
—Nada. He tenido muchos sueños en los que todo está borroso y no puedo ver con claridad. Entonces veo por la espalda a alguien que se parece a ti, y le grito «Jingqiu, Jingqiu», pero cuando se vuelve resulta que no eres tú. —Sonrió—. Ahora sé cómo encontrarte, solo tengo que buscar tu marca de nacimiento. Me gusta el sonido de tu nombre. Es posible que tenga un pie en la tumba, pero cuando oigo tu nombre tengo la impresión de que puedo sacarlo. —Se quedó unos segundos en silencio y añadió—: Háblame de cuando eras pequeña, o de lo que has estado haciendo en la granja. Cualquier cosa, lo que sea, quiero oírlo todo.
Y entonces ella comenzó a contarle historias de cuando era pequeña y de su vida en la granja. También quiso que él le contara cosas de su vida, de su pueblo natal. Dedicaron el día a charlar, almorzaron en el comedor del hospital y cenaron en un restaurante. Ya anochecía cuando acabaron de comer, y todo el mundo se había ido a casa, así que pasearon por el pueblo de la mano. Era completamente de noche cuando regresaron a la habitación de la enfermera Gao. Él cogió unas cuantas botellas de agua caliente para que ella pudiera lavarse la cara y los pies.
Mayor Tercero salió de la habitación para que ella pudiera lavarse y fue a buscar una cuña, pues en esa planta no había retrete. Ella se sonrojó mucho al verla.
Unos minutos después Mayor Tercero regresó y cerró la puerta tras él.
—¿Por qué no te metes en la cama? Si te quedas ahí descalza te congelarás.
Desdobló la manta, la extendió encima de la cama, abrió una esquinita y le instó a que se metiera. Me quedaré con la ropa puesta y me sentaré en el extremo de la cama con la manta tapándome las piernas, se dijo Jingqiu.
Él acercó la silla a la cama y se sentó.
—¿Dónde vas a dormir esta noche? —preguntó Jingqiu.
—Volveré a la sala.
Jingqiu vaciló antes de preguntar:
—¿Y si esta noche no vuelves?
—Si quieres que me quede, lo haré.
Ella se quitó su jersey de lana y acto seguido se metió bajo la manta.
Él la arropó y comenzó a acariciarla por encima de la manta.
—Duerme, yo te cuidaré.
Se recostó en la silla y se cubrió con la guerrera.
Era la primera vez que Jingqiu pasaba la noche a solas con un chico, pero no estaba asustada. El presidente Mao tenía razón cuando dijo: «Los chinos no temen a la muerte por sí misma, ¿cómo va a asustarles una pequeña contrariedad?». Ella estaba dispuesta a todo, incluso a la muerte, por lo que nada podía asustarla ahora. Lo que dijera la gente era cosa de ellos. Que se les partiera la lengua hablando, no le importaba nada.
Sin embargo, había algo que ella temía preguntar: ¿de verdad sufría leucemia? Había pasado todo el día temiendo hacerle aquella pregunta. Jingqiu tenía los ojos cerrados pero no dormía, y la cabeza le daba vueltas. ¿Cuándo reuniría el valor para hacerle esa pregunta a Mayor Tercero?
Jingqiu abrió los ojos furtivamente para ver si él se había quedado dormido. En cuanto los abrió, vio que él la miraba con los ojos llenos de lágrimas. Mayor Tercero volvió rápidamente la cabeza y se secó los ojos con una toalla.
—Estaba… recordando una escena de
La chica del pelo blanco
, aquella en la que Yang Bailao contempla dormir a Xi’er y canta: «Xi’er, Xi’er, duermes, pero no sabes que estoy en deuda con tu padre…».
Se interrumpió. Jingqiu salió de debajo de la manta y lo abrazó.
—Dime, ¿tienes… leucemia? —susurró.
—¿Leucemia? ¿Quién te lo ha dicho?
—Fang.
—¿Ella… te lo dijo?
—Quiero que me digas si es cierto. Si me mientes me sentiré peor todavía. Dime la verdad, tengo que saberlo.
Él no dijo nada, pero al final asintió lentamente, y las lágrimas le resbalaron por la cara. Ella se las secó.
—No soy un hombre de verdad, ¿no crees? Dijiste que los hombres no lloran.
—Dije… que los hombres no lloran delante de desconocidos. Yo no soy una desconocida.
—No me da miedo morir, es solo que… no quiero. Quiero estar contigo, siempre.
—Estaremos juntos, no te dejaré solo. Iré contigo. Tanto da en qué mundo nos encontremos, estaremos siempre juntos. No hay de qué tener miedo.
—¿Qué estás diciendo? No digas tonterías. Estaba demasiado asustado para decirte la verdad porque me preocupaba que me salieras con una bobada como esta. No quiero que vengas conmigo. Si vives, yo no moriré. Pero, si mueres, entonces estaré muerto de verdad. ¿Lo entiendes? ¿Me has oído? Quiero que vivas, que vivas por los dos. Tienes que ayudarme a vivir. Utilizaré tus ojos para ver el mundo, utilizaré tu corazón para sentirlo. Quiero que… te cases, que tengas hijos. Viviremos en tus hijos y ellos tendrán hijos, y así viviremos para siempre.
—¿Tendremos hijos?
—Tú los tendrás, y, si los tienes, también los tendré yo. Vivirás mucho, mucho tiempo, te casarás, serás madre, abuela, tendrás hijos y nietos. Y luego, dentro de muchos años, les hablarás de mí. No hace falta que les digas mi nombre, solo que soy alguien a quien amaste una vez, con eso es suficiente. Pensar en ese día es lo que me da fuerzas para enfrentarme al presente. Solo voy a otra parte donde te estaré observando mientras vives feliz…
Él habló y habló hasta que se dio cuenta de que ella no le prestaba mucha atención.
—Deprisa, métete debajo de las mantas o cogerás un resfriado.
Jingqiu dijo:
—¿Por qué no vienes tú también bajo las mantas?
Mayor Tercero se lo pensó un momento antes de quedarse en ropa interior y meterse bajo las mantas. Extendió un brazo y ella apoyó la cabeza. Los dos temblaban.
—Jamás me imaginé que conseguiría dormir contigo. Nunca pensé que tendría esa oportunidad. —Se colocó de lado y la abrazó con fuerza—. Ojalá pudiéramos hacerlo cada día.
—Ojalá.
—¿Puedes dormir si te abrazo así? —Jingqiu asintió—. Entonces duerme, que tengas dulces sueños.
Ella intentó dormir, pero no pudo. Enterró la cabeza en su axila y, utilizando la mano, «leyó» la cara de Mayor Tercero.
—¿Te gustaría ver cómo es un hombre? —preguntó él de repente—. Quiero decir, si te gustaría ver qué aspecto tengo.
—¿Alguna vez se lo has enseñado a alguien? —Él negó con la cabeza—. ¿Alguna vez has visto una mujer?
Él volvió a negar con la cabeza.
—Puede que muera sin haber experimentado ese placer —dijo. Comenzó a quitarse la ropa debajo de las mantas—. No te asustes, no te haré nada. Solo quiero cumplir… un deseo.
Fue arrojando cada prenda de ropa sobre las mantas, y entonces cogió la mano de Jingqiu y se la puso en el pecho.
—Utiliza la mano para mirar. —Le sujetó la mano y se la pasó por el pecho—. No estoy demasiado delgado, ¿verdad? —A continuación la colocó sobre su estómago y la soltó—. Mira tú misma.
Jingqiu tenía miedo de mover la mano porque sabía que un poco más abajo estaba la cosa del hombre. Solo había visto las de niños muy pequeños, a los que no les daba vergüenza hacer pipí en público. También había visto la cosa de un hombre en un gráfico de acupuntura, pero no se había atrevido a mirarlo muy detenidamente.
Él le cogió la mano y la bajó muy lentamente hasta que le tocó el vello.
—¿Los hombres también tienen pelo ahí? —preguntó Jingqiu, escandalizada. En el gráfico de acupuntura ahí no había pelo, era una zona perfectamente lisa.
—¿Creías que solo las chicas tenían pelo ahí? —dijo él riendo.
—¿Cómo sabes que las chicas también tienen pelo ahí? —preguntó ella, aún más escandalizada.
—Todo el mundo lo sabe, sale en los libros. —Él le llevó la mano hacia su cosa, dura y caliente.
—¿Tiene fiebre? ¿Por qué está hinchado?
Él soltó un gemido.
—No… no te asustes, estoy bien. Solo significa que aún tardaré un poco en morir. Agárralo, le gusta, aprieta fuerte…
Jingqiu apretó fuerte, pero tenía las manos demasiado pequeñas y no podía cogerlo todo. Apretó suavemente. Se movió y Mayor Tercero sufrió una sacudida.
—No parece que le guste que lo coja, todo el rato intenta escaparse…
—Le gusta, y no es que intente escaparse, es que… salta. ¿Te acuerdas de aquella vez junto al río cuando nadábamos? Te vi en traje de baño y esto… hizo lo mismo que ahora. Me daba miedo que lo vieras, así que me metí en el agua.
Todo comenzaba a encajar.
—¿Y aquella vez que me llevaste al otro lado del río? ¿También estaba haciendo esto? —Mayor Tercero cerró los ojos y asintió—. Pero aquel día no iba en bañador, ¿por qué iba a…?
Mayor Tercero se echó a reír y de repente la abrazó, la besó por toda la cara en un arrebato de pasión.
—Solo tengo que frotarme contra ti, verte, pensar en ti, y se pone así. Agárralo, agárralo fuerte, no te asustes.
Jingqiu seguía sin comprender qué tenía que hacer. Notaba cómo se ponía caliente en su mano, cómo palpitaba. Quizá apretaba demasiado fuerte. Estaba a punto de aflojar la mano cuando él se la agarró y no se lo permitió. Jingqiu lo abrazó con el otro brazo y notó su espalda empapada en sudor.
—¿Te encuentras bien? ¿Quieres que vaya a buscar al médico?
Él negó con la cabeza. Al cabo de unos segundos contestó en voz baja:
—Estoy bien, estoy de primera. Acabo de subir al cielo, y eres tú quien me ha hecho volar. Cuando estamos juntos, me siento como si volara. Quiero llevarte conmigo, pero me han cortado las alas y no podré estar contigo mucho tiempo. —Cogió la toalla y le secó la mano—. ¿Te parece desagradable? No te asustes, no es suciedad. Es… lo que sirve para hacer bebés.
Jingqiu utilizó una funda de almohadón para secarle la espalda y el cuerpo. A continuación, como había hecho antes, Jingqiu extendió el brazo y le dejó apoyar la cabeza sobre el pecho. Él se acurrucó y se quedó así, agotado. Hasta el pelo tenía empapado en sudor. «Ese vuelo debe de haberle agotado». Con una pena en el corazón se dio cuenta de que se dormía en sus brazos. Escuchó su respiración suave y regular, y ella también se durmió.
Se despertó un rato más tarde y se encontró con que Mayor Tercero ardía como un horno sobre su pecho. Era bonito dormir juntos, pero ahora estaba muy acalorada. Los calzones largos de lana le picaban por todo el cuerpo y el sujetador deportivo le apretaba de manera incómoda. Su madre siempre le había dicho que se aflojara el sujetador antes de acostarse, pues decía que si lo llevaba demasiado apretado podías tener cáncer. Quería quitarse el sujetador y los calzones largos y las bragas, pero le daba miedo despertarlo.
Mientras ella vacilaba, él abrió los ojos.
—¿No duermes?
—Dormía, pero me muero de calor. Quiero quitarme la ropa. —Se la sacó toda—. ¿Quieres mirarme? ¿No has dicho antes que nunca habías visto a una mujer y que a lo mejor te morías sin haber experimentado ese placer? Te enseñaré mi…
—No hace falta, solo divagaba. Cuando estás muerto tanto da…
—¿No quieres mirarme?
—¿Cómo no voy a querer? Me muero de ganas, cada día, cada momento. Es solo que…
Tal como él había hecho, colocó todas las prendas, una por una, encima de la colcha, y a continuación le cogió las manos y las puso sobre sus pechos.