Amor bajo el espino blanco (17 page)

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Authors: Ai Mi

Tags: #Drama, Romántico

BOOK: Amor bajo el espino blanco
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»De hecho, Daxiu compartía la esperanza de su padre. ¿Quién no querría casarse con alguien que disponía de raciones estatales y era funcionario? Por no hablar de que Mayor Tercero es guapo y tiene buen carácter. Daxiu a menudo iba a buscar a Mayor Tercero a su campamento, y se ofrecía a lavarle la colcha y a ayudarle con sus cosas, pero Mayor Tercero no se lo permitía, y tampoco se lo permitía a mi hermana. Mi hermana tenía que robarle la ropa de cama para llevársela a casa y lavarla.

—¿A tu hermana le gustaba Mayor Tercero?

—Ya lo creo. Le pidió a Yumin que hablara con él, pero Mayor Tercero dijo que no porque ya tenía novia. Mi hermana lloró unas cuantas veces y prometió no casarse nunca. Pero luego se juntó con Zhao Jinhai, y evidentemente no mantuvo su promesa. Se pasa el día muy alterada pensando en la boda.

—O sea, que cuando recortaste la foto estabas ayudando a tu hermana.

Fang pareció avergonzada y se rio.

—¿Cuánto hace que le gusta a mi hermana? Digamos que recorté la foto bastante tiempo después.

El corazón de Jingqiu comenzó a percutirle con fuerza. «A lo mejor Fang me leyó la mente y lo hizo por mí».

—Entonces, ¿por quién lo hiciste?

—No tiene objeto hacerlo por otra persona. Así que confieso que lo hice por mí —contestó Fang con sinceridad—. Pero no me sirvió de gran cosa. Solo pude separarlo de su novia, pero no pegarnos a él y a mí. Al parecer, Mayor Tercero conoce a su novia desde que eran pequeños. Los padres de ambos son funcionarios, ¿y qué somos nosotros en comparación? O sea, que si quieres saber mi opinión, solo te presta el dinero para ayudarte, no pretende nada más. Sigue mi consejo y coge el dinero, porque, si no lo coges tú, lo aceptará otro, ¿y por qué iba a quedárselo alguien como Cao Tres Palizas al Día para acabar gastándoselo en alcohol?

Jingqiu se sentía desdichada, y cuanto más defendía Fang la inocencia de Mayor Tercero, peor todavía. Creía que Mayor Tercero la había ayudado porque ella le gustaba y, aunque por orgullo lo había rechazado, se había sentido verdaderamente conmovida. Pero la historia de Daxiu la había dejado helada.

Mayor Tercero debía de haber abrazado a Daxiu. No tuvo ningún reparo en abrazarme, aun cuando nos conocíamos hacía muy poco, y, como conocía a Daxiu desde hacía mucho más tiempo, seguro que la había abrazado. Mayor Tercero la había mancillado, sobre todo en torno a la boca. Cuando se abrazaron había una capa de ropa entre ellos, y desde entonces ella se había lavado y también la ropa. Así pues, ¿había quedado purificada? Pero la lengua de Mayor Tercero se había introducido entre los labios y los dientes. El mero hecho de pensarlo le provocaba náuseas, y le entraban ganas de carraspear y escupir, pero lo único que hizo fue quedarse allí sentada, la cara cenicienta, sin decir palabra.

Fang intentó volver a poner el dinero entre las manos de Jingqiu.

—Cógelo. Dijiste que lo harías. Tienes que cumplir tu palabra.

Jingqiu se puso en pie de un salto como si la hubieran escaldado, y el dinero cayó al suelo. Se negó a recogerlo, y, aún inmóvil, replicó con tono distante:

—Consentí en aceptar tu dinero, no sus repugnantes billetes. Llévatelo contigo. No me hagas ir a Aldea Occidental mañana ex profeso, arriesgándome a perder mi trabajo.

El tono de su voz y el color de sus mejillas debían de ser terribles, pues Fang le devolvió una mirada llena de terror.

—¿Qué quieres decir con eso de repugnantes billetes?

Jingqiu no soportaba tener que contarle a Fang que Mayor Tercero la había abrazado, así que contestó:

—Si no lo puedes adivinar, no preguntes.

Fang se arrodilló para coger el dinero y balbuceó:

—Y ahora ¿qué? Me he gastado el dinero que me dio para el autobús y he fracasado. ¿Qué voy a decirle? Coge el dinero, hazlo por mí.

Jingqiu no quería meter a Fang en problemas.

—No te preocupes. Ve y dile que estoy trabajando en la fábrica de cartón pegando cajas. El salario es bueno y la tarea no muy dura, así que no necesito su dinero ni es problema suyo. Si le dices eso, no te culpará.

Fang meditó acerca de aquella excusa y estuvo de acuerdo.

—Se lo diré, pero tienes que ayudarme con los detalles, pues si no, no puedo. No se me da bien mentir, el corazón se me acelera y en un par de preguntas me descubren. ¿Te das cuenta? Mayor Tercero me dijo y me repitió que no te dijera de quién era el dinero, y sin embargo me lo has sonsacado enseguida.

Jingqiu ayudó a Fang a elaborar los detalles de la mentira, incluyendo las señas de la fábrica de cartón, hacia dónde estaba orientada la entrada principal, a lo que añadieron que se habían encontrado en la fábrica y que Jingqiu trabajaría allí todas las vacaciones.

—Y no hagas ningún trabajo peligroso, pues si te ocurre algo Mayor Tercero sabrá que le mentí —le suplicó Fang.

Tras haber despedido a Fang, Jingqiu decidió no gastar más dinero en otro billete de autobús, así que regresó andando mientras en su cabeza se agolpaban imágenes de Cao Daxiu. Nunca la había visto, pero una imagen clara flotaba ante sus ojos; a pesar de sus ropas ajadas, era una joven atractiva. Entonces se le apareció la imagen de Mayor Tercero abrazando a Daxiu en lo alto de una montaña. Mayor Tercero era amable con ella y le daba todo lo que quería; Mayor Tercero le había introducido la lengua en la boca y Daxiu no había hecho nada para impedírselo.

Llegó a casa con dolor de cabeza y se fue a acostar sin comer. Su madre se alarmó, pensando que aquel día había sido demasiado caluroso para trabajar. Le hizo un par de preguntas a Jingqiu, pero ante las secas respuestas de esta decidió no insistir.

Jingqiu estuvo durmiendo hasta que llegó Wang Changsheng para decir que el jefe quería que aquella noche todo el mundo hiciera horas extras.

—Si el barco se queda un día más, la fábrica mañana tendrá que pagar un día extra de salarios. Si esta noche trabajamos de seis a nueve, nos pagarán medio día de jornal por solo tres horas de trabajo.

En cuanto Jingqiu lo oyó, se entusiasmó tanto que dejó de dolerle la cabeza y se le pasó el hambre. Si aplicabas a la situación la teoría marxista que había aprendido en la escuela, se podía decir que era mejor concentrarse primero en la base económica. Le dio las gracias a Changsheng, engulló dos cuencos de arroz, agarró su pértiga y sus cestos de bambú y se fue a toda prisa a trabajar. Todos los trabajadores temporales se habían congregado junto al río, y algunos incluso habían traído a sus familias. ¿Quién no haría tres horas de trabajo por el salario de media jornada?

Aquella noche trabajaron más de tres horas; sin embargo, al final el jefe se ofreció a pagarles el salario de toda una jornada por las molestias. Pero ahora que el trabajo había terminado, al día siguiente ya no los necesitaba. Si surgía algo más, los llamaría.

La euforia por el dinero ganado se diluyó al instante ante la noticia de que al día siguiente no tendrían empleo, y Jingqiu se quedó abatida. Mañana tendría que volver a la casa de la directora Li, y quién sabe si encontraría trabajo. Se encaminaba ya de vuelta a casa, desanimada y arrastrando los pies, cuando el jefe se le acercó corriendo y le dijo que hacía falta gente para pintar, si estaba interesada. Podía comenzar por la mañana en la unidad de reparaciones de la fábrica.

Jingqiu no se lo podía creer. El jefe se lo preguntó una vez más, hasta que Jingqiu finalmente le dijo:

—¿En serio? Creía que era una broma.

—¿Una broma? Hablo en serio. Si lo quieres, hay un trabajo. No te arrugas ante el trabajo duro, y confío en ti. Además, pintar exige atención en los detalles, y es mejor que lo haga una mujer.

Jingqiu estaba exultante de alegría. ¡Así que eso era lo que significaba el dicho: «La suerte que ninguna puerta puede contener»! Al día siguiente iría a pintar a la unidad de reparaciones. La gente decía que la pintura era tóxica, pero el trabajo era fácil, y cobrabas diez céntimos más al día. ¿Qué más daba si era tóxica o no?

El destino de aquel verano estaba de su lado. Para su sorpresa, la mentira que le había contado a Mayor Tercero se había hecho realidad, y ahora trabajaría en la fábrica de cartón durante dos semanas, pegando cajas. Dicen que si mientes te alcanza un rayo, y sin embargo ella no solo había salido ilesa, sino que había conseguido un trabajo en la fábrica. Quizá era porque solo había sido una «mentirijilla».

Ahora trabajaría en las máquinas con los trabajadores fijos. Le dieron una gorra blanca y le dijeron que se recogiera el pelo hacia atrás con una cinta de cuero del taller, de modo que no se enganchara al pelo con las máquinas. A los trabajadores fijos les entregaban unos mandiles blancos que les otorgaban un aspecto de obreros de fábrica textil, pero los temporeros trabajaban sin mandil, por lo que era evidente quién tenía trabajo fijo y quién era un simple temporero.

Jingqiu se moría de ganas de coger un mandil a hurtadillas y probárselo: era una auténtica maravilla tener trabajo. La tarea resultaba sencilla, lo único que tenía que hacer era colocar dos trozos de cartón planos y uno ondulado en una máquina, a continuación aplicar el pegamento y apretar las tres piezas hasta formar una sola lámina. Luego estas se utilizaban para hacer cajas. La única técnica que tenía que aprender era alinear las esquinas cuando metía el cartón en la máquina, pues de lo contrario se doblarían y tendrían que tirarla.

Jingqiu era una persona meticulosa y siempre se esforzaba por hacerlo bien, y además aprendía deprisa. Los demás trabajadores de la máquina la apreciaban porque era rápida y fiable, y nunca aflojaba. Algunos dejaban que Jingqiu se encargara de todo mientras ellos se escabullían por la puerta trasera para curiosear en los grandes almacenes que había al lado. Todos los días finalizaban su cuota temprano y, una vez el inspector había comprobado su trabajo, podían irse a la sala común para descansar hasta que se les permitía volver a casa.

En una ocasión la fábrica distribuyó peras, un kilo y medio a los trabajadores fijos y un kilo a los temporeros. Al final de la jornada, Jingqiu llevó las peras a casa y se las ofreció a su familia como si fuera un mago que las hubiera creado de la nada. Le dijo a su hermana que comiera. La hermana no cabía en sí de gozo. Cogió las peras y se fue a lavarlas para que cada uno pudiera comer una. Jingqiu rechazó la suya, pues dijo que ya había comido en la fábrica.

—Es lo que tienen las peras; si abusas, te hartas enseguida.

Jingqiu contempló a su hermana mientras mordisqueaba una pera. Al cabo de media hora todavía no había terminado. A Jingqiu le dolía el corazón, y en silencio se hizo una promesa: «Cuando gane dinero, compraré un gran cesto de peras para que mi hermana pueda comer tantas como quiera, tantas que nunca más querrá volver a probar ninguna».

Por desgracia, el trabajo en la fábrica de cartón apenas duró dos semanas. Hasta que no le dijeron que no hacía falta que volviera al día siguiente, no comprendió cabalmente que no era más que un trabajo temporal. Se acordó de una frase leída en uno de los libros de poesía clásica que le había prestado Mayor Tercero: «En sueños no me veo como una invitada, / un momento de felicidad robada».

Así que una vez más volvió a la casa de la directora Li a esperar un trabajo, y volvió a temer que este no llegara. Todo aquello resultaba agotador. Mayor Tercero no era más que una remota preocupación, comparado con su nerviosismo y fatiga.

Capítulo 16

En otoño, cuando volvieron a comenzar las clases, Jingqiu estaba muy ocupada, no con sus estudios, sino con otras cosas. Aquel curso, aparte de seguir en el equipo de voleibol femenino, también se entrenaba con el equipo de tenis de mesa para una inminente competición. Normalmente, existía el acuerdo de que los estudiantes solo podían formar parte de un equipo, para que cada uno pudiera concentrarse en un deporte. Pero las circunstancias de Jingqiu eran especiales: los dos entrenadores, el señor Wang del equipo de tenis de mesa y el señor Quan del de voleibol, habían negociado para que pudiera jugar con ambos.

El señor Wang consideraba que Jingqiu era una parte vital del equipo, no solo porque era la mejor en toda la Escuela Secundaria n.º 8, sino por otra razón que se podría denominar histórica.

Jingqiu había comenzado a jugar en el equipo de tenis de mesa al principio de la secundaria. Un año, se había celebrado una competición en la ciudad, en la que Jingqiu había quedado la cuarta. En las semifinales se había enfrentado a otra estudiante de su equipo, Liu Shiqiao, con la que a menudo hacía pareja en los entrenamientos. Jingqiu mantenía la pala vertical, en posición de ataque, mientras que Shiqiao la mantenía horizontal, en posición defensiva. El entrenador sabía que Shiqiao acometía la pelota con seguridad, pero carecía de ferocidad en sus ataques, de instinto asesino, se podría decir, algo que no le faltaba a Jingqiu, que golpeaba la pelota y servía como si tuviera ese instinto en la sangre. De manera que el entrenador había enseñado a Shiqiao a cansar a su oponente mediante un proceso de desgaste, debilitándolo lentamente en lugar de buscar un golpe decisivo. Entonces, cuando su adversario por fin perdía la paciencia, eran sus propios errores quienes lo remataban. Como las dos estaban en el mismo equipo, Jingqiu conocía los puntos fuertes y débiles de Shiqiao, por no hablar de las tácticas del entrenador, de manera que había perfeccionado su manera de enfrentarse a ella. Generalmente, durante los entrenamientos era Jingqiu quien ganaba.

La competición estaba en la fase de eliminatorias. En la segunda ronda Jingqiu había quedado emparejada con una jugadora de la academia deportiva de la ciudad. Era como una pequeña
troupe
teatral enfrentada a una compañía de ópera, con lo que Wang le dijo que no se hiciera ilusiones, y que simplemente fuera a por ella y procurara que no le diera una paliza. Su oponente no debía llevarse la gloria en los tres juegos. Wang ni siquiera se quedó a ver el partido, pues le parecía un desperdicio de energías. Ni siquiera el árbitro se preocupaba de hacer bien su trabajo.

Pero quién iba a decir que, debido quizá a una falta casi total de expectativas por parte de los que la rodeaban, Jingqiu fuera realmente a por el partido. Atacó a su oponente por la derecha y por la izquierda. Quizá su osadía en el ataque dejó desarmada a su contrincante. O quizá, como sus métodos no eran especialmente «operísticos», la chica no supo cómo reaccionar. Con un revés aquí y una derecha allá, Jingqiu acabó eliminando a la muchacha de la academia deportiva.

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