Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (47 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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Cuando llegó al final del pasillo, Behn-kihl-nahm giró hacia la derecha y se detuvo debajo del letrero colocado sobre la entrada de la Sala del Senado. Alzó la mirada hacia él durante unos momentos, y lo leyó con un suspiro silencioso en el corazón.

1,000
DÍAS SIN UN SOLO DISPARO

Recuerda que la paz

es cosa de todos.

Después Behn-kihl-nahm se volvió para mirar hacia atrás, y esperó a que los hombres de mantenimiento se reunieran con él. Cuando lo hicieron, Behn-kihl-nahm alzó una mano y señaló el letrero.

—Desconéctenlo —dijo—. Descuélguenlo y llévenselo.

Uno de los ingenieros alzó la cabeza hacia el letrero y lo contempló con los ojos entrecerrados.

—¿Quiere que lo guardemos en el almacén del Senado?

Behn-kihl-nahm meneó la cabeza.

—No. Sólo quiero que lo saquen de aquí, y enseguida. Ya no nos sirve de nada.

Después se alejó a toda prisa del sueño hecho añicos y fue hacia la cámara de audiencias del Consejo de Defensa. La reunión de emergencia para discutir la situación en el Cúmulo de Koornacht estaba aguardando su llegada para empezar.

14

El mensajero del Senado que se había presentado ante la puerta de la residencia presidencial estaba tan decidido a ser admitido como el androide de seguridad lo estaba a impedirle la entrada.

—Me da igual lo que digan tus protocolos; he venido aquí por orden del presidente en funciones del Consejo de Gobierno del Senado, y mis instrucciones no pueden ser más explícitas —estaba diciendo el mensajero cuando Leia salió del camino interior y fue hacia la puerta—. Debo entregar este mensaje, y sólo puedo entregárselo a la princesa en persona.

—Muy bien —dijo Leia—. Aquí estoy.

—Princesa... —dijo el mensajero, girando rápidamente sobre sus talones y bajando la cabeza en una leve inclinación—. Le pido disculpas por haber interrumpido...

—No es culpa suya —dijo Leia, pasando junto al androide de seguridad y alargando la mano hacia el grueso sobre adornado con la insignia real de color azul—. La programación de Dormilón no incluyó la posibilidad de una convocatoria. Al parecer alguien tendrá que ocuparse de remediar ese descuido.

El mensajero volvió a inclinar la cabeza.

—Le pido disculpas una vez más, princesa —dijo, y retrocedió un par de pasos antes de dar la vuelta y marcharse.

Leia echó a andar hacia la casa sin abrir el sobre. De los muchos departamentos —consejos, comités, comisiones y contratistas— que formaban la estructura complejamente organizada del Senado de la Nueva República, sólo uno disponía del poder de llamar a la presidenta para que compareciese ante él.

Ese poder pertenecía única y exclusivamente al Consejo de Gobierno.

Su nombre, que se remontaba a los días del gobierno provisional, ya no describía adecuadamente su papel. Una gran parte del poder y la responsabilidad del Consejo de Gobierno de la etapa de transición había sido transferido al Senado, el Ministerio General o el Departamento de la Flota. La Nueva República había renunciado a la eficiencia y la oligarquía para sustituirlas por la democracia y la burocracia..., y había obrado así voluntariamente y siendo muy consciente de lo que hacía. Una confederación de más de diez mil sistemas no podía ser gobernada justamente por un puñado de líderes que se hubieran elegido a sí mismos.

Pero un elemento de su antiguo poder que el Consejo de Gobierno había conservado llevaba aparejada una responsabilidad especial respecto a la presidencia. Los legisladores que redactaron la Carta no querían crear un ejecutivo demasiado fuerte que, al no estar sometido a ningún tipo de control, pudiera ser capaz de ir acumulando más y más poder con el paso del tiempo y acabara convirtiéndose en un dictador de hecho, ya que no de nombre. Nadie había olvidado la temible verdad de que el reinado de Palpatine no había empezado con un golpe de estado, sino con una larga acumulación de poder obtenido, en su mayor parte, a través de medios legítimos.

Como medida de seguridad para evitar que esa historia se repitiera, la Carta había preservado al Consejo de Gobierno bajo la forma de un súper comité compuesto por los presidentes de los distintos consejos del Senado.

Los fundadores le otorgaron el doble poder de anular la elección de un presidente y de iniciar el proceso de expulsión de un ocupante del cargo.

Ackbar había definido al Consejo de Gobierno como «el freno de velocidad de la nave del estado». Pero aunque se hablaba de él muy a menudo, el Consejo de Gobierno rara vez se reunía, y nunca había sido utilizado para el propósito que motivó su creación.

Hasta aquel momento...

El Consejo ya llevaba casi una hora reunido, al parecer discutiendo a puerta cerrada, cuando Leia fue acompañada al interior de la sala. Aunque se le proporcionó un asiento, Leia prefirió permanecer de pie en el angosto pozo de las cámaras a pesar de que eso sólo la situaba a la altura de los ojos de los siete senadores sentados a lo largo del arco del panel.

En el centro estaba Doman Beruss, con la pirámide de cristal y el martillo de orden al alcance de su mano. Behn-kihl-nahm estaba sentado a su izquierda, pero no miró a Leia.

—Señora presidenta... Princesa Leia, según la rotación normal le habría tocado presidir esta reunión al senador Praget —dijo Beruss—. Sin embargo, y debido a las presentes circunstancias, el Consejo de Gobierno ha decidido adelantar la rotación al siguiente asiento designado para así evitar cualquier posible conflicto de procedimiento. ¿Tiene alguna objeción a que yo presida esta reunión?

«Así que ésa era la razón del retraso», pensó Leia.

—No tengo ninguna objeción.

—Muy bien —dijo Beruss—. Presidenta Leia Organa Solo, se la ha hecho comparecer ante el Consejo de Gobierno para discutir una petición de expulsión del cargo presentada contra usted.

»Un miembro debidamente constituido de este consejo ha presentado artículos solicitando un voto de falta de confianza y basándose en los siguientes motivos: uno, haber sobrepasado los límites de la autoridad que le confiere la Carta. Dos, haber puesto en peligro temerariamente la paz y las vidas de ciudadanos de la Nueva República. Tres, haber emitido órdenes ilegales para iniciar hostilidades contra un estado soberano. Cuatro, incompetencia para desempeñar adecuadamente los deberes de su cargo.

«¿Comprende cuáles son sus derechos y obligaciones en lo tocante a una petición de expulsión del cargo? Si es así, tenga la bondad de explicarlos usando los términos que le parezcan más adecuados.

—Tengo derecho a oír una especificación de la causa que ha motivado la acción. Tengo derecho a presentar cualesquiera testigos y pruebas que elija en defensa de mis acciones y de mi desempeño de la presidencia —dijo Leia—. Tengo la obligación de responder de manera completa y veraz todas las preguntas que se me puedan llegar a formular, así como la obligación de comparecer ante el pleno del Senado en el caso de que los miembros de este Consejo de Gobierno voten apoyar la petición.

—Muy bien —dijo Beruss—. El senador Praget ha presentado la petición, y se encargará de exponer los artículos específicos que la componen.

Eso sorprendió bastante a Leia, quien había esperado que la queja procediera de Borsk Fey'lya.

—Senador... —dijo con una leve inclinación de cabeza.

Krall Praget la contempló en silencio durante unos momentos antes de empezar a hablar, y su mirada la midió, la juzgó y acabó decidiendo hacer caso omiso de su presencia. Durante todo el tiempo que duró su presentación, Praget mantuvo los ojos vueltos hacia el extremo derecho de la mesa, dirigiéndose a Beruss y los otros miembros del Consejo de Gobierno e ignorando a Leia.

Praget habló durante poco menos de una hora y después devolvió el uso de la palabra al senador Beruss sin hacer ni una sola pregunta a Leia, quien no supo decidir si Praget había llegado a la conclusión de que no era probable que consiguiera que se traicionase a sí misma, o si creía que su caso era tan sólido que no creía necesario hacer preguntas.

El senador Rattagagech, en cambio, tenía una larga serie de preguntas muy concretas que hacer, pero su tono fue mucho menos acusatorio que el de la exposición hecha por Praget, o incluso que sus miradas. El elomin estaba intentando reconstruir los cálculos que habían motivado las decisiones de Leia de una manera tan meticulosamente detallada que incluso Praget acabó perdiendo la paciencia.

—O la princesa Leia sabe por qué está siendo sometida a este proceso de investigación, o no lo sabe —dijo Praget—. Relevancia, señor presidente, relevancia... Tenga la bondad de explicar al senador que si sus preguntas no son relevantes, entonces debe dejar de hacerlas. La petición ha sido presentada basándose en acciones y resultados, no en motivos o intenciones.

Rattagagech se encogió sobre sí mismo, visiblemente sorprendido.

—Senador Praget, su cuarta acusación, la de incompetencia, exige una concienzuda evaluación de la capacidad de juicio de la presidenta... —empezó a decir en cuanto se hubo recuperado un poco.

—Solicito permiso para enmendar la petición —le interrumpió Praget.

Beruss asintió.

—Como desee.

—Anulo y retiro el cuarto artículo, eliminándolo en su totalidad de la petición —dijo Praget, y después miró a Rattagagech—. Y ahora, ¿ha terminado?

—A la vista de la enmienda, señor presidente, no tengo más preguntas que hacer a la princesa Leia —respondió el elomin, empleando un tono entre displicente e irritado.

—Muy bien —dijo Beruss—. Senador Fey'lya...

Desde que entró en la sala, Leia había estado esperando que el verdadero ataque a gran escala y el golpe mortífero llegaran de Borsk Fey'lya. El obvio deseo de ceder la palabra al bothano de que había dado muestras Praget sólo había servido para confirmar sus expectativas. Pero Fey'lya cambió bruscamente de dirección, y lo que Leia esperaba ver que ocurriera cayó al suelo convertido en una nubécula de polvo.

—Presidenta Organa Solo, lamento que le hayamos robado tanto tiempo en unos momentos tan críticos —dijo Fey'lya, sonriendo educadamente—. Sólo tengo una pregunta que hacerle esta mañana. Si le fuera posible volver a tomar cualquiera de las decisiones que ha tomado durante los últimos días, y sin disponer de más conocimientos de los qué tenía a su disposición cuando las tomó por primera vez, ¿cambiaría alguna de esas decisiones?

Leia parpadeó, muy sorprendida; a efectos prácticos, era como si Fey'lya acabara de quitarse la chaqueta y la hubiera extendido sobre un charco para que Leia pudiera cruzarlo. Praget se quedó boquiabierto, y después sufrió un ataque de tos.

—No, senador —dijo Leia, no pudiendo ver ninguna trampa en la pregunta de Fey'lya—. Creo que obramos correctamente al exigir a los yevethanos que se retirasen, y que consulté con el Consejo de Defensa de la manera adecuada antes de hacerlo. Creo que obramos correctamente al tratar de poner en vigor el ultimátum mediante un bloqueo, y que consulté con el Comandante Supremo de la manera adecuada antes de hacerlo. Creo que obramos correctamente al responder a la emboscada yevethana inmediatamente y con las fuerzas disponibles, y que el general Ábaht actuó dentro de los límites de su autoridad al hacerlo. El desenlace de la batalla no fue el que deseábamos, pero eso no se debió a razones que tuviéramos motivos para prever.

Praget acogió sus últimas palabras con un resoplido despectivo, pero Fey'lya aceptó su respuesta con una inclinación de cabeza.

—Gracias, princesa. ¿Presidente Beruss?

El equilibrio de la discusión fue breve y carente de consecuencias, y el Consejo de Gobierno votó con Leia todavía presente en la sala. La votación arrojó un resultado de dos votos contra cinco, y Rattagagech fue el único consejero que se unió a Praget.

—La petición no ha prosperado —dijo Beruss—. Siendo éste el único asunto que debía exponerse ante el Consejo de Gobierno, se levanta la sesión.

Praget fue directamente hacia Fey'lya con las mandíbulas apretadas y un brillo amenazador en los ojos. Leia, flotando sobre una nube de alivio, fue hacia el pasillo. Behn-kihl-nahm la alcanzó antes de que hubiera llegado a él, y los dos se alejaron de la sala juntos.

—Pensaba que sería Fey'lya —dijo Leia.

—Y será Fey'lya —dijo Behn-kihl-nahm—. Krall Praget se le adelantó.

—¿Por qué?

—Porque habías violado su territorio —dijo Behn-kihl-nahm—. No consultaste con Praget antes de actuar, y los datos de inteligencia en los que te basaste para tomar tu decisión no llegaron a través de él.

—¿Y por qué Fey'lya no le apoyó? ¿Alguien se olvidó de traer la soga para el ahorcamiento?

—Fey'lya no le apoyó porque había actuado demasiado pronto, y porque sabía que la petición no sería aprobada ni siquiera contando con su voto —dijo Behn-kihl-nahm—. El desenlace ya había sido decidido mucho antes de que te hicieran comparecer ante ellos.

—¿Cómo?

—Por el resultado de la votación para decidir quién presidiría la reunión. Cuando Fey'lya vio que Praget no podría dirigir la sesión, comprendió que éste no iba a ser su día.

—¿Y violaría el secreto de los procedimientos decirme quién sacó a relucir ese tema?

La sombra de una sonrisa delatora tiró de las comisuras de los labios de Behn-kihl-nahm.

—Me temo que no puedo revelar su identidad.

La sonrisa con que Leia respondió a la de Behn-kihl-nahm estaba llena de afecto.

—Fuera quien fuese, Bennie, te ruego que le des las gracias en mi nombre.

—Estoy seguro de que él no lo consideraría necesario. Estoy seguro de que diría que estaba actuando en bien de la Nueva República.

—Dale las gracias de todas maneras —dijo Leia—. Bien, ¿y qué pasará ahora?

—Dispones de un poco de tiempo —dijo Behn-kihl-nahm—. Pero no de tanto como te gustaría o, probablemente, no de tanto como se necesita. Cuando el aire está saturado de miedo, basta con una semilla alrededor de la cual pueda empezar a solidificarse. Esto sólo es el comienzo de los desafíos, Leia. Y si todo sigue igual, puede que la próxima vez no sobrevivas.

El reproductorio del virrey Nil Spaar, que había sido expandido recientemente, se hallaba situado en el nivel superior de los aposentos palaciegos y ya ocupaba dieciséis alcobas. Salvo una de ellas, todas contenían un receptáculo de nacimiento, flexible y fértil, o un nido en fase de maduración, hinchado y fecundo.

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