Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras (22 page)

BOOK: Trilogía de la Flota Negra 2 Escudo de Mentiras
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Según la tarjeta de ayuda al viajero, el comunal también formaba parte de la historia de la región y era un recordatorio de días menos civilizados en los que los muros y las puertas protegían a los niños todavía no aparejados y demás objetos de valor de los tipos menos refinados que venían a Sodonna para encontrar trabajo en los muelles del río.

Luke y Akanah, que habían decidido seguir las reglas, fueron hacia el androide de seguridad de la puerta y preguntaron por Trobe Saar, Norika y los otros niños. La respuesta fue la misma en cada caso: «No puedo identificar al residente solicitado».

—Estoy pensando en adquirir algunas acciones de Jardines del Río —dijo Luke, improvisando otro plan en cuestión de segundos—. ¿Quién podría enseñarnos el recinto?

—Actualmente no hay acciones disponibles para la compra —dijo el androide de seguridad—. Cuando haya acciones disponibles, su número y el precio solicitado serán anunciados públicamente por Propiedades Indal de Sodonna.

Akanah dio un paso hacia adelante.

—Estoy haciendo algunas investigaciones sobre la historia de los comunales para los suscriptores de
Recorridos de Teyr
—dijo—. Me gustaría saber más cosas sobre la historia de este recinto, y me preguntaba si el administrador de las propiedades dispondría de unos minutos para hablar conmigo.

El androide volvió a remitirles a Propiedades Indal, y Luke y Akanah se batieron en retirada hacia el otro lado de la calle.

—Bueno, ya podemos despedirnos de la idea de entrar por la puerta principal —dijo Luke con un suspiro—. Odio a los androides de seguridad..., y lo peor de todo es que burlar su vigilancia resulta prácticamente imposible. Son demasiado tontos para que puedas engañarlos, y demasiado obtusos para que puedas convencerlos con buenas palabras.

—Hemos de entrar ahí.

—No están ahí, Akanah, y tú lo sabes. Ya hace quince años que se fueron de este sitio.

—Pero estuvieron ahí —replicó Akanah—, y el camino estará indicado de alguna manera.

Luke volvió la cabeza para contemplar el comunal por encima del hombro.

—Ya... Y supongo que no se les ocurrió pensar que nos evitarían muchos dolores de cabeza si dejaban su marca fuera del comunal, ¿verdad?

El muro del comunal tenía tres metros de altura y estaba hecho de un material tan liso que resultaba levemente resbaladizo. El muro se curvaba ligeramente hacia fuera, y terminaba en una hilera de fragmentos de piedra fractal cuyo propósito era tanto decorativo como funcional.

—Podría saltar el muro sin ninguna dificultad —dijo Luke—. No tendría ningún problema, ¿sabes?

—Bueno, pues yo sí lo tendría.

—Puedo cogerte en brazos y transportarte al otro lado.

—Deja que haga una lectura desde aquí antes de intentarlo.

Akanah avanzó lentamente junto al muro y fue deslizando sus dedos a lo largo de su superficie. Luke la siguió a unos cuantos pasos de distancia, intentando percibir alguna clase de interacción entre la joven y la pared y tratando de entender a través de qué abertura estaba mirando Akanah mientras buscaba algún rastro de la misteriosa escritura de los fallanassis.

Cuando doblaron la tercera esquina, Akanah dejó escapar un grito de sorpresa y dio un paso hacia atrás. Dos rápidas zancadas bastaron para que Luke estuviera junto a ella. Fue entonces cuando vio que el androide de seguridad estaba inmóvil delante de Akanah.

—Ésta es la única advertencia que recibirán —dijo el androide—. Se encuentran en una propiedad privada. Sus movimientos y su apariencia física han sido registrados por los sistemas de vigilancia. Su conducta sospechosa ha sido documentada. Salgan inmediatamente de esta área. Si no lo hacen, se les detendrá y se presentará una queja contra ustedes. Si vuelven a esta área, se presentará una queja contra ustedes. Este mensaje constituye un aviso legal y suficiente según lo especificado en el Artículo Dieciocho de los Estatutos Penales de la Alcaldía de Sodonna.

Akanah abrió la boca para protestar, pero Luke sabía que discutir no serviría de nada.

—Nos vamos —dijo, cogiéndola del brazo y tirando suavemente de ella.

Su promesa no produjo el más mínimo efecto, y el androide les siguió tozudamente hasta su deslizador de superficie y esperó hasta que se hubieron marchado antes de volver a montar guardia en la puerta del comunal.

—¿Te había dicho que odio a los androides de seguridad? —gruñó Luke—. No sé cómo te las vas a arreglar para inspeccionar el lado y medio de muro que falta... ¿Encontraste algo?

—Había un par de líneas de escritura al lado de la puerta principal —dijo Akanah—. Era un mensaje muy corto que identificaba este lugar como Kell Plath.

—¿Eso es todo?

—Eso es todo. Lo que necesitamos está dentro. —Akanah miró hacia atrás para averiguar si el androide podía verles desde la puerta principal de los Jardines del Río—. Para.

—¿Por qué?

—He de volver.

—¿Y qué harás?

—Lo mismo que hice la noche en que nos conocimos —replicó Akanah—. ¿O acaso lo has olvidado?

—No he olvidado que nunca me has llegado a explicar cómo te las arreglaste para entrar en mi santuario sin que percibiera tu presencia.

—¿Vas a parar de una vez?

Luke frunció el ceño y detuvo el deslizador de superficie con un frenazo bastante brusco.

—Gracias —dijo Akanah, y abrió su puerta.

—¿No vas a darme ninguna explicación?

—No. No tengo ninguna intención de darte explicaciones.

—Eh, espera un momento —dijo Luke—. ¿Qué puedo hacer?

—No creo que haya que matar a nadie —replicó Akanah mientras salía del vehículo—. Haz lo que dijiste que harías, ¿de acuerdo? Limítate a esperar, e intenta no despertar las sospechas de cualquier androide que pueda haber en este barrio. Nuestra nave se encuentra prácticamente al otro lado del planeta, y convertirnos en un par de criminales fugitivos podría hacer que nos resultara bastante difícil volver a ella.

Luke la siguió con la mirada mientras Akanah se alejaba calle abajo, y se preguntó con cuántas mujeres distintas estaba viajando y si alguna vez llegaría a conocer todas sus historias.

Veinte minutos después, Luke percibió la presencia de Akanah. La joven ya estaba muy cerca.

—Vámonos —dijo Akanah mientras se sentaba en su asiento.

—¿Conseguiste entrar?

—Vámonos —repitió Akanah con insistencia.

Luke volvió la mirada hacia el otro extremo de la calle.

—¿Te sigue alguien?

—Logré entrar. Nadie me está siguiendo..., todavía. Y ahora, ¿podemos irnos?

El deslizador de superficie se puso en movimiento.

—¿Y?

—Lo encontré —dijo Akanah—. Ya no tenemos nada más que hacer aquí.

—¿Y qué piensas hacer esta vez? ¿Vas a decirme qué has descubierto, o te lo vas a callar?

—Te lo diré cuando estemos lejos de aquí, y cuando sepa que puedo hablarte sin que hacerlo suponga ningún peligro para mi gente.

—Ah... Entonces es en mí en quien no confías, ¿verdad?

—La escritura es un secreto que no debe ser conocido por quienes no pueden leerla —dijo Akanah—. Ya he violado un juramento hablándote de la escritura y revelándote su existencia. Contártelo aquí y ahora, cuando hay tantas formas de que un secreto pueda escapar, agrava ese delito añadiéndole un riesgo innecesario.

Luke frunció el ceño.

—¿Existe alguna razón por la que no podamos volver usando el Aerotrén?

—No —dijo Akanah, manteniendo los ojos clavados en su ventanilla—. No me vieron.

Parecía decidida a no hablar, pero había cosas que Luke necesitaba saber antes de que llegaran a la terminal.

—No has sido la única que ha tenido éxito —dijo—. Yo también he descubierto cierta información..., y estoy dispuesto a compartirla contigo ahora mismo.

—No lo hagas, por favor. Sea lo que sea puede esperar —dijo Akanah—. Ahora lo único que importa es salir de aquí lo antes posible.

—Saber adónde iremos a continuación también tiene cierta importancia, ¿no? —replicó Luke—. Verás, he estado pensando en qué medio usaron tus amigos para irse de Teyr.

—Eso no tiene ninguna importancia. Los fallanassis nunca dejamos ninguna huella que pueda ser seguida por alguien que no pertenezca a nuestro círculo.

—Piensa lo que quieras —dijo Luke—. Pero aun así, he averiguado algunas cosas bastante interesantes. Como la razón por la que vendieron el comunal, por ejemplo...

Akanah le lanzó una mirada llena de desdén.

—Eso no es ningún misterio: vendieron el comunal para poder pagar sus billetes. El comunal no les servía de nada a menos que lo convirtieran en dinero con el que adquirir cosas que sí pudieran llevarse consigo.

—Compraron una nave estelar, Akanah —dijo Luke, y agitó la tarjeta de ayuda al viajero delante de su cara—. No puedes juzgar las cosas por su tamaño, ¿sabes? Además de los mapas, las guías gastronómicas, las listas de atracciones y los anuncios, esta tarjeta dispone de una conexión inalámbrica con el Departamento de Comercio de Teyr y de una línea de información. Tus amigos tal vez se fueran hace mucho tiempo, pero en los archivos industriales sigue habiendo una empresa llamada Kell Plath..., y Kell Plath es propietaria de una nave espacial llamada
Estrella de la Mañana
.

—Debieron de invertir todos sus recursos en la compra de esa nave —dijo Akanah.

—Y un poquito más —murmuró Luke—. La
Estrella de la Mañana
es un transporte del modelo Koqus. Fue construido hace casi cincuenta años, desde luego, y es demasiado pequeño para poder competir con las grandes naves de Expo, pero aun así tuvo que costarles bastante dinero.

—¿Cuántos pasajeros puede transportar?

—¿Una Koqus? Quizá sesenta, dependiendo de cómo esté distribuido el espacio de carga.

Akanah asintió.

—Habría bastado.

—No pareces excesivamente sorprendida —dijo Luke, enarcando una ceja—. Yo me he llevado una gran sorpresa, desde luego. Creía que estábamos tratando de seguir la pista de unos refugiados, no de una pandilla de grandes accionistas.

—El que hayamos elegido vivir de la manera más sencilla posible no quiere decir que carezcamos de recursos —dijo Akanah—. Cuando eres pobre no tienes ningún poder, Luke... Los fallanassis son tan antiguos como los Jedi, y hemos sabido esconder muy bien nuestros recursos y desarrollarlos lo mejor posible.

—Bueno, pero entonces... Oh, Akanah, ¿por qué te dejaron abandonada en Carrales? —preguntó Luke—. Puedo comprender que no quisieran correr el riesgo de llevar su nave hasta allí para recogerte, pero ¿por qué no podían pagarte un billete?

—Olvidas que Carratos quedó bajo el control del Imperio poco después de que me enviaran allí —dijo Akanah—. Cualquier persona que quisiera salir del planeta tenía que pagar unas tasas de salida en el espaciopuerto..., y las tasas eran muy elevadas porque querían evitar que la gente huyera del planeta.

—¿Y qué razón había para que no pudieran enviarte el dinero de las tasas?

—No estoy segura de que no llegaran a enviármelo —dijo Akanah, y una tenue neblina de lágrimas empezó a velar sus ojos—. No puedo asegurarlo, pero... Bueno, es posible que lo enviaran y que Talsava se lo quedara.

—¿Tu madre adoptiva?

—Mi guardiana. Nunca fue nada más que eso. —Akanah intentó sonreír, pero el resultado estuvo bastante falto de convicción—. Una mañana... Bueno, una mañana desperté y Talsava se había ido.

—¿Se había ido?

La amargura se adueñó de la voz de la joven.

—Sus ropas, sus escasos objetos de valor, todas las posesiones personales lo bastante pequeñas para que pudieran caber dentro de una bolsa de viaje y esfumarse en la noche... Todo había desaparecido. Nunca volví a verla. Me dejó abandonada allí para que me las arreglara como pudiera... Yo sólo tenía quince años, y Talsava me dejó abandonada en una ciudad portuaria que haría que tu Mos Eisley pareciese un remanso de paz en comparación.

Luke pensó en todas las sospechas que se habían estado ocultando detrás de sus preguntas, y se sintió bastante avergonzado de sí mismo.

—Encontraremos a tu gente —dijo con tranquila firmeza mientras el Aerotrén del Abismo aparecía delante de ellos—. Cuando volvamos a la
Babosa del Fango
, podré acceder a los archivos de tráfico del Registro de Naves de la Nueva República. Deberíamos poder averiguar dónde ha estado la
Estrella de la Mañana
, y cuándo. Estoy seguro de que podremos averiguar dónde se encuentra ahora.

—Eso no será necesario —dijo Akanah. Después alargó el brazo y puso su mano sobre la suya, como si fuera ella la que estuviera intentando tranquilizar a Luke—. Atzerri. Tenemos que ir a Atzerri. Y ya sé que tal vez no sea así, pero rezo para que nuestra búsqueda termine allí.

7

Cuatro horas después de que la
Babosa del Fango
hubiera despegado de Teyr, Luke estaba sentado delante de los paneles de pilotaje y examinaba el tráfico que iba abandonando el planeta por detrás de ellos.

La tarjeta de ayuda al viajero le había informado de que no existía ninguna línea espacial comercial que prestara un servicio regular directo entre Teyr y la lejana Atzerri. Luke se había concentrado en los navíos particulares, sintonizando y archivando los perfiles de identificación enviados por sus transductores a medida que pasaban junto a las boyas del Control de Vuelo interno.

Zumbido Estelar, NR80-440330, propietario Joa Pqis, registrado en Vobos, Tammuzan...

Cabalgando hacia la Ruina, NR27-382992, propietario Fracca, registrado en Orron III...

Juguete de Amanda II, NR18-950319, propietario Horizontes Ilimitados, S.A., registrado en Kalla...

—¿Qué estás buscando? —acabó preguntándole Akanah—. Nadie me vio entrar en el comunal, y mientras estuvimos en Teyr nadie nos creó el más mínimo problema.

—Es una mera precaución —dijo Luke sin apartar la mirada del lector de códigos—. El mero hecho de que nadie nos preguntara qué hacíamos allí no tiene por qué significar que nuestra presencia en Teyr haya pasado totalmente desapercibida.

—¿Crees que alguien puede haber estado vigilándonos? ¿Qué quieres decir exactamente con eso, Luke?

—Esos hombres de Lucazec, Akanah... Bueno, fuera cual fuese la persona para la que estaban trabajando, está claro que lo que sabes les interesaba tanto como tú misma. No sé qué piensan que pueden hacer contigo, pero resulta obvio que quieren llegar hasta los fallanassis.

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