—Cierto —asintió Mace Tyrell—. Es lo mismo que haría yo. Que el rey Balon acabe con los norteños mientras nosotros acabamos con Stannis.
—También hay que ocuparse de Lysa Arryn —dijo Lord Tywin, su rostro no dejaba traslucir sus sentimientos—. La viuda de Jon Arryn, hija de Hoster Tully, hermana de Catelyn Stark... cuyo esposo conspiraba con Stannis Baratheon en el momento de su muerte.
—Bah —replicó Mace Tyrell con tono desenfadado—, las mujeres no tienen agallas para la guerra. Que se quede donde está, no representa ningún problema para nosotros.
—Estoy de acuerdo —dijo Redwyne—. Lady Lysa no ha tomado partido en la guerra, ni ha cometido ningún acto manifiesto de traición.
—Me arrojó a una celda y me juzgó para matarme —señaló con cierto rencor Tyrion moviéndose en la silla—. No ha regresado a Desembarco del Rey para jurar lealtad a Joff, como se le ordenó. Mis señores, dadme los hombres necesarios y yo me encargaré de Lysa Arryn.
No había nada que le apeteciera más, excepto quizá estrangular a Cersei. En ocasiones todavía tenía pesadillas con las celdas bajo el cielo del Nido de Águilas y se despertaba empapado en un sudor frío.
La sonrisa de Mace Tyrell era jovial, pero Tyrion percibió el desprecio que subyacía.
—Será mejor que dejéis la guerra para los guerreros —dijo el señor de Altojardín—. Hombres mejores que vos han perdido grandes ejércitos en las Montañas de la Luna, o los han estrellado contra la Puerta de la Sangre. Ya conocemos vuestra valía, mi señor, no hace falta que sigáis tentando al destino.
Tyrion saltó de los cojines, rabioso, pero su padre intervino antes de que pudiera decir nada.
—Tengo preparadas otras misiones para Tyrion. Creo que tal vez Lord Petyr tenga la llave del Nido de Águilas.
—Desde luego —respondió Meñique—. La tengo aquí, entre las piernas. —Sus ojos color gris verdoso brillaban de malicia—. Mis señores, con vuestro permiso, tengo intención de viajar al Valle y conquistar a Lady Lysa Arryn. Una vez sea su consorte os entregaré el Valle de Arryn sin que se haya derramado ni una gota de sangre.
—¿Creéis que Lady Lysa os aceptará? —Lord Rowan no parecía muy seguro.
—Ya me ha aceptado unas cuantas veces, Lord Mathis, y hasta el momento no he tenido ninguna queja.
—Acostarse con un hombre no es lo mismo que casarse con él —dijo Cersei—. Hasta una estúpida como Lysa Arryn puede ver la diferencia.
—No me cabe duda. No sería posible que una hija de Aguasdulces se casara con alguien tan inferior a ella. —Meñique mostró las palmas de las manos—. Pero claro... un matrimonio entre la Señora del Nido de Águilas y el señor de Harrenhal no es tan inimaginable, ¿verdad?
Tyrion advirtió la mirada que se intercambiaron Paxter Redwyne y Mace Tyrell.
—Puede que dé resultado —dijo Lord Rowan—. Siempre y cuando estéis seguro de que esa mujer será leal al rey.
—Mis señores —intervino el Septon Supremo—, el otoño se cierne sobre nosotros, y todos los hombres de buen corazón están cansados de guerras. Si Lord Baelish puede devolver el Valle a la paz del rey sin más derramamiento de sangre, sin duda los dioses lo bendecirán.
—La clave está en si puede —dijo Lord Redwyne—. El hijo de Jon Arryn, Lord Robert, es ahora el señor del Nido de Águilas.
—No es más que un niño —señaló Meñique—. Me encargaré de que crezca como el más leal súbdito de Joffrey y como fiel amigo de todos nosotros.
Tyrion examinó atentamente al hombre esbelto de la barba puntiaguda y los irreverentes ojos gris verdoso.
«¿Señor de Harrenhal, un título vacío? Y una mierda, padre. Aunque jamás en la vida pusiera el pie en el castillo, ya la condición posibilita este compromiso, y eso lo ha sabido desde el principio.»
—No nos faltan enemigos —dijo Kevan Lannister—. Si podemos mantener el Nido de Águilas al margen de la guerra, mejor que mejor. Estoy deseando ver los logros de Lord Petyr.
Tyrion sabía por experiencia que Ser Kevan era la vanguardia de su hermano en el Consejo. Jamás tenía una idea que a Lord Tywin no se le hubiera ocurrido antes.
«Todo esto estaba ya acordado de antemano —dedujo—, y la discusión no es más que una puesta en escena.»
Las ovejas balaban sus asentimientos, sin saber con cuánta destreza las habían esquilado, de manera que a Tyrion le correspondía poner objeciones.
—¿Cómo pagará la corona sus deudas sin Lord Petyr? Él es nuestro mago de las monedas y no hay nadie capaz de sustituirlo.
—Mi menudo amigo es demasiado bondadoso —dijo Meñique sonriendo—. Como solía decir el rey Robert, yo lo único que hago es contar calderilla. Cualquier comerciante avispado lo haría igual de bien... Y un Lannister, bendecido con el toque dorado de Roca Casterly, sin duda me superará con creces.
—¿Un Lannister? —Aquello dio mala espina a Tyrion.
—Creo que estás muy bien dotado para esa tarea. —Los ojos con motas doradas de Lord Tywin estaban clavados en los dispares de su hijo.
—¡Sin duda! —apoyó Ser Kevan con entusiasmo—. No me cabe duda de que serás un consejero de la moneda excepcional, Tyrion.
—Si Lysa Arryn os acepta como esposo —dijo Lord Tywin girándose hacia Meñique— y vuelve a la paz del rey, restituiremos a Lord Robert el honor de Guardián del Este. ¿Cuándo podríais poneros en marcha?
—Mañana al amanecer, si los vientos son propicios. Hay una galera de Braavos anclada al otro lado de la cadena, los botes la están cargando. La
Rey Pescadilla
. Pediré un camarote a su capitán.
—Os perderéis la boda del rey —señaló Mace Tyrell.
—Las mareas y las novias no esperan a nadie, mi señor. —Petyr Baelish se encogió de hombros—. Una vez comiencen las tormentas otoñales el viaje será mucho más peligroso. Si me ahogo, mi encanto como prometido potencial se verá seriamente mermado.
—Cierto —dijo Lord Tyrell con una risita—. Será mejor que no os demoréis.
—Que los dioses os proporcionen vientos favorables —le deseó el Septon Supremo—. Todo Desembarco del Rey rezará para que vuestra misión tenga éxito.
—¿Podemos volver al tema de la alianza con Greyjoy? —preguntó Lord Redwyne dándose golpecitos en la nariz—. En mi opinión tiene muchos aspectos favorables. Los barcos de Greyjoy, una vez sumados a mi flota, nos darían fuerza naval suficiente para atacar Rocadragón y poner fin a las pretensiones de Stannis Baratheon.
—Por el momento los barcos del rey Balon están ocupados —dijo Lord Tywin con educación—. Igual que nosotros. Greyjoy exige la mitad del reino como pago por su alianza, pero ¿qué hará para ganársela? ¿Luchar contra los Stark? Eso ya lo está haciendo. ¿Por qué vamos a pagar a cambio de algo que nos ha entregado sin ningún coste? En mi opinión, con respecto a nuestro señor del Pyke, lo mejor que podemos hacer es... no hacer nada. Tiempo al tiempo, se nos presentará una opción mejor. Una que no exija que el rey ceda la mitad de su reino.
Tyrion miró a su padre con atención. Recordó las importantes cartas que Lord Tywin había estado escribiendo la noche en que Tyrion le exigió Roca Casterly. «¿Qué me dijo en aquella ocasión? Que unas batallas se ganan con lanzas y espadas, y otras con plumas y cuervos.» Se preguntó cuál sería la «opción mejor», y qué precio tendría.
—Deberíamos tratar ya el tema de la boda —dijo Ser Kevan.
El Septon Supremo habló de los preparativos que se estaban llevando a cabo en el Gran Sept de Baelor, y Cersei detalló los planes que tenía para el banquete. Habría un millar de comensales en el salón del trono, pero también muchísimos más en los patios. Los intermedios y los exteriores se cubrirían con tiendas de seda, y habría mesas con comida y barriles de cerveza para todos los que no cupieran en el interior.
—Alteza, ahora que habláis del número de invitados —intervino el Gran Maestre Pycelle—, nos ha llegado un cuervo de Lanza del Sol. En estos momentos, trescientos dornienses cabalgan en dirección a Desembarco del Rey y esperan llegar antes de la boda.
—¿Cómo es eso? —preguntó Mace Tyrell en tono seco—. No han solicitado permiso para cruzar mis tierras.
Tyrion advirtió que se le había enrojecido el grueso cuello. Los de Dorne y los de Altojardín no se habían tenido nunca en gran estima. A lo largo de los siglos se habían enfrentado en guerras infinitas por asuntos fronterizos, e incluso en tiempos de paz tenían escaramuzas en las montañas. La enemistad se había aplacado un poco después de que Dorne pasara a formar parte de los Siete Reinos... Hasta que el príncipe de Dorne al que llamaban Víbora Roja dejó tullido en un torneo al joven heredero de Altojardín.
«Esto puede ser espinoso», pensó el enano, a la expectativa del enfoque que le iba a dar su padre.
—El príncipe Doran viene invitado por mi hijo —dijo Lord Tywin con calma—, no sólo para acompañarnos en la celebración, sino también para reclamar su asiento en este Consejo, así como la justicia que Robert le negó por el asesinato de su hermana Elia y los hijos de ésta.
Tyrion observó los rostros de los señores Tyrell, Redwyne y Rowan, preguntándose si alguno de los tres tendría el valor de decir: «Pero, Lord Tywin, ¿no fuisteis vos mismo quien entregó los cadáveres a Robert, por cierto, envueltos en capas Lannister?». Ninguno de los tres lo hizo, pero sus rostros los delataban. «A Redwyne le importa un pimiento —pensó—, pero Rowan parece a punto de vomitar.»
—Cuando el rey esté casado con vuestra Margaery, y Myrcella con el príncipe Trystane, seremos una misma casa —recordó Ser Kevan a Mace Tyrell—. Las enemistades del pasado deben quedar ahí, en el pasado, ¿no creéis, mi señor?
—Estamos hablando de la boda de mi hija...
—Y de la de mi nieto —lo interrumpió Lord Tywin con firmeza—. Estaréis de acuerdo en que aquí no tienen cabida viejas rencillas.
—No tengo nada pendiente con Doran Martell —insistió Lord Tyrell, aunque de muy mala gana—. Si quiere cruzar el Dominio en paz, sólo tiene que pedirme permiso.
«Eso no te lo crees ni tú —pensó Tyrion—. Subirá la Sendahueso, girará al este cerca de Refugio Estival, y vendrá por el camino real.»
—Trescientos dornienses no tienen por qué alterar nuestros planes —dijo Cersei—. Podemos dar de comer a los soldados en el patio, meteremos unos cuantos bancos más en la sala del trono para los señores menores y los caballeros de noble cuna, y le buscaremos un puesto de honor al príncipe Doran en el estrado.
«Más vale que no sea a mi lado», leyó Tyrion en los ojos de Mace Tyrell. Pero la única réplica del señor de Altojardín fue un gesto de asentimiento brusco.
—Vamos a pasar a un tema mucho más grato —dijo Lord Tywin—. Hay que dividir los frutos de la victoria.
—¿Habrá algo más dulce? —preguntó Meñique, que ya había devorado su porción de fruta, Harrenhal.
Cada señor tenía sus exigencias: este castillo y aquella aldea, parcelas de tierras, un río, un bosque, la custodia de ciertos niños que habían perdido a sus padres en la batalla. Por fortuna los frutos eran abundantes, y había huérfanos y castillos para todos. Varys tenía listas. Cuarenta y siete señores menores y seiscientos diecinueve caballeros habían perdido la vida bajo el amparo del corazón llameante de Stannis y su Señor de la Luz, junto con varios miles de soldados de baja cuna. Como todos eran traidores, sus herederos fueron desposeídos, y sus tierras y castillos pasaron a manos de los que se habían mostrado leales.
Altojardín se llevó lo más granado de la cosecha. Tyrion observó el amplio vientre de Mace Tyrell. «Este hombre tiene un apetito insaciable», pensó. Tyrell exigió las tierras y castillos de Lord Alester Florent, su propio vasallo, que había tenido el mal criterio de apoyar primero a Renly y luego a Stannis. Lord Tywin satisfizo su demanda de buena gana. La fortaleza de Aguasclaras, junto con todas sus tierras y rentas, pasaron a manos del segundo hijo de Lord Tyrell, Ser Garlan, que se convirtió en un gran señor en un abrir y cerrar de ojos. Por supuesto, su hermano mayor heredaría el propio Altojardín.
Se otorgaron parcelas de menor importancia a Lord Rowan y se reservaron otras para Lord Tarly, Lady Oakheart, Lord Hightower y otras personalidades ausentes de la sala. Lord Redwyne sólo pidió una exención de treinta años de los impuestos que Meñique y sus agentes vinícolas habían cargado sobre las mejores cosechas del Rejo. Cuando le fue concedida, se declaró satisfecho y sugirió que mandaran a buscar un barril de vino dorado del Rejo, para brindar por el buen rey Joffrey y su sabia y benévola Mano. Aquello fue lo que colmó la paciencia de Cersei.
—Lo que Joff necesita son espadas, no brindis —restalló—. Su reino sigue plagado de aspirantes a usurpadores y falsos reyes.
—No por mucho tiempo, no por mucho tiempo —dijo Varys con voz melosa.
—Quedan unos cuantos puntos más, mis señores. —Ser Kevan consultó sus notas—. Ser Addam ha encontrado algunos cristales de la corona del Septon Supremo. Ya es seguro que los ladrones los arrancaron y fundieron el oro.
—Nuestro Padre, en las alturas —dijo el Septon con tono devoto—, sabe quiénes son los culpables y los juzgará por ello.
—No me cabe duda —dijo Lord Tywin—. Pero aun así tenéis que lucir una corona en la boda del rey. Cersei, convoca a tus orfebres, hay que hacer una nueva. —No aguardó la respuesta de su hija, sino que se volvió hacia Varys—. ¿Tenéis informes?
—Se ha divisado un kraken cerca de los Dedos —dijo sacándose un pergamino de la manga. Dejó escapar una risita—. No un Greyjoy, no, un kraken de verdad. Atacó un ballenero de Ibb y lo hundió. Hay combates en los Peldaños de Piedra, y parece probable que empiece una nueva guerra entre Tyrosh y Lys. Ambos bandos buscan aliarse con Myr. Marineros procedentes del mar de Jade informan de que un dragón de tres cabezas ha anidado en Qarth, y es el asombro de la ciudad...
—No me interesan los krakens ni los dragones, tengan las cabezas que tengan —interrumpió Lord Tywin—. ¿Por casualidad han encontrado vuestros informadores alguna pista del hijo de mi hermano?
—Por desgracia —dijo Varys, que parecía a punto de echarse a llorar—, nuestro amado Tyrek, ese pobre y valiente joven, ha desaparecido.
—Tywin —intervino Ser Kevan antes de que Lord Tywin tuviera ocasión de poner de manifiesto su evidente insatisfacción—, algunos capas doradas que desertaron durante la batalla han vuelto a los barracones, creen que pueden reincorporarse. Ser Addam quiere saber qué debe hacer con ellos.
—Su cobardía puso en peligro la vida de Joff —saltó Cersei al instante—. Quiero que los ajusticien.