Vacas, cerdos, guerras y brujas (21 page)

BOOK: Vacas, cerdos, guerras y brujas
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No hay ningún indicio en los evangelios de que Juan el Bautista pudiera haber sido detenido porque sus actividades fueran consideradas como amenaza a la ley y al orden. Está ausente toda la dimensión político-militar. En cambio, se nos dice que se produjo la detención de Juan el Bautista por sus críticas al matrimonio entre Herodes y Herodías, la mujer divorciada de uno de los hermanos de Herodes. La historia llega a atribuir la ejecución de Juan el Bautista no a motivos políticos, sino al deseo de venganza de Herodías.

Herodías mando a su hija Salomé que danzara para el rey Herodes. El rey quedó tan complacido con la actuación que promete a la bailarina todo lo que desee. Salomé anuncia que quiere la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja y Herodes accede. Se dice que Herodes tuvo remordimiento, como más tarde se dijo de Poncio Pilatos en la ejecución de Jesús. Examinando lo que Juan el Bautista hablaba a las multitudes en el desierto antes de ser detenido, la falta de referencias políticas y el remordimiento atribuido a Herodes parecen completamente fuera de lugar. Lo que Juan predicaba era una pura amenaza militar-mesiánica.

Viene el que es más fuerte que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene su bieldo para limpiar su era y allegar el trigo en su granero; mas la paja la quemará con su fuego inextinguible. ¿Estaba ciego Herodes Antipas a la conexión entre los oráculos del desierto y los bandidos-zelotes? Un rey cuyo reino habría de durar 43 años y que era el hijo de tirano asesino de bandidos Herodes el Grande no podía permanecer indiferente a los peligros que entrañaba el permitir que gente como Juan el Bautista atrajera grandes multitudes al desierto. Y, ¿cómo un oráculo cuyo mesías no estaba relacionado con la causa de los bandidos-zelotes podía atraer multitudes tan numerosas?

El lugar del bautista en la tradición militar-mesiánica se ha esclarecido como consecuencia del descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto. Estos documentos fueron descubiertos en una cueva cerca de las ruinas de una antigua comunidad precristiana llamada Quamran situada en la región donde Juan bautizó a Jesús. El mismo Quamran era una comuna religiosa dedicada, como Juan el Bautista, a "limpiar el sendero en el desierto". Según la rica y anteriormente desconocida literatura sagrada de la comuna, la historia de los judíos se encaminaba a un harmagedón en el que el imperio romano encontraría su ruina. Roma sería sustituida por un nuevo imperio con su capital en Jerusalén, gobernado por un mesías militar descendiente de una rama de la Casa de David, más poderoso que ningún César visto jamás en la tierra. Los judíos, "Hijos de la Luz", dirigidos por el "ungido de Israel", general invencible, comandante en jefe, iban a librar batalla contra los romanos, "Hijos de las Tinieblas". Sería una guerra de aniquilación.

Veintiocho mil guerreros judíos y 6.000 aurigas atacarían a los romanos.

"Emprenderían la persecución para exterminar al enemigo en una aniquilación eterna… hasta destruirlo todo". La victoria estaba garantizada por que "como tú nos has declarado desde antaño: de Jacob saldrá una estrella, de Israel surgirá un cetro" (la profecía en el Libro de los Números que se aplicaría más tarde a Bar Kochva). Israel vencería "porque en el pasado, has devorado mediante tus ungidos el mal como una antorcha encendida en una andana de grano… porque desde antaño has proclamado que el enemigo… caería por una espada no humana, y una espada no humana lo devorará."

Los quamranitas habían elaborado el orden de batalla hasta en sus últimos pormenores. Incluso disponían de un canto de victoria:

Levántate, ¡Oh Valiente!

Lleva a Tus cautivos, ¡Oh Hombre glorioso!

Saquea, ¡Oh valeroso! ¡Pon Tu mano sobre el cuelo de Tus enemigos Y Tus pies sobre el montón de los muertos! ¡Colma la tierra de gloria Y a Tu herencia de bendición! ¡Una multitud de ganado en Tus pastos, Plata y oro y piedras preciosas en tus palacios! ¡Oh, Sión, regocíjate mucho! ¡Oh, Jerusalén, aparece entre gritos de alegría! ¡Oh, todas las ciudades de Judá, mostraos!

Abrid vuestras puertas para siempre. ¡Que entren los ricos de las naciones! ¡Y que sus reyes te sirvan, Y que todos tus opresores se dobleguen ante ti, ¡Y que muerdan el polvo a tus pies!

Sabemos que los quamranitas enviaron misioneros para que actuaran como vanguardia del Ungido. Se dice que éstos, al igual que Juan el Bautista, comían langostas y miel silvestre, y se vestían con pieles de animales. Su tarea, como la de éste, era conseguir el arrepentimiento de los hijos de Israel.

No se puede demostrar que practicaran el bautismo, pero los arqueólogos han descubierto en el mismo Quamran extensas instalaciones para baños rituales.

El ritual del bautismo de Juan muy bien pudo haberse introducido como forma abreviada de los ritos de purificación y abluciones más extensas realizados en los baños de la comuna y que de una u otra forma eran parte importante de las ideas judías sobre la purificación espiritual.

Creo que un punto que necesita especial énfasis aquí lo constituye el hecho de que ni siquiera se aluda a la existencia de esta literatura en los escritos de personas tales como Josefo o los autores de los evangelios cristianos. Sin estos manuscritos no sabríamos nada en absoluto sobre lo que hacían estos hombres santos combatientes, pues Quamran fue destruida por los romanos en el año 68 d.C. Los miembros de la comunidad sellaron su librería sagrada en vasijas y las escondieron en cuevas cercanas antes de que los "Hijos de las Tinieblas" atacaran y destruyeran la comuna. Dada la imposibilidad de que fueran falsificados durante los 2.000 años en que permaneció olvidada su existencia, los manuscritos constituyen en la actualidad una de las grandes fuentes de información sobre el judaísmo en el período inmediatamente anterior, coetáneo y posterior a la época de Jesús.

Los manuscritos de Quamran hacen sumamente difícil separar las enseñanzas de Juan el Bautista tal como se relatan en los evangelios de la corriente principal de la tradición militar-mesiánica judía. En el ambiente de la guerra de guerrillas prolongada y sangrienta con Roma, la metáfora del Bautista de la "paja quemada con fuego inextinguible" no puede oponerse lógicamente a la predicción de los quamranitas sobre una "antorcha encendida en una andana de grano". No pretendo saber qué es exactamente lo que se proponía Juan el Bautista, pero el contexto terrenal en el que deberíamos juzgar su conducta no puede ser el de una religión que todavía no había nacido. Sólo puedo pensar en sus dichos y hechos relatados en el contexto de una chusma polvorienta y agitada de campesinos, guerrilleros, evasores de impuestos y ladrones, metidos hasta las rodillas en el Jordán, consumidos por un odio insaciable contra los tiranos herodianos, los sacerdotes marionetas, los arrogantes gobernadores romanos y los soldados paganos que se tiraban pedos en los lugares sagrados.

Inmediatamente después de la captura del Bautista -probablemente mientras esperaba juicio en la prisión de Herodes Antipas- Jesús comenzó a predicar precisamente entre el mismo tipo de gentes y bajo las mismas condiciones de riesgo. La semejanza en el estilo de vida era tan grande que al menos dos de los primeros discípulos de Jesús -los hermanos Andrés y Simón Pedro (San Pedro)- fueron antiguos seguidores del Bautista. Herodes antipas encontró después tan poca diferencia entre Jesús y el Bautista que se dice que observó:

"Es Juan a quien decapité; ha resucitado de entre los muertos". Al principio Jesús realizó la mayor parte de su predicación en el interior del país, realizando milagros y atrayendo grandes multitudes. Probablemente siempre se adelantaba a la policía. Al igual que Juan el Bautista y los mensajeros mesiánicos mencionados por Josefo, Jesús emprendió una serie de enfrentamientos que sólo podían acabar con su detención o con una insurrección cataclísmica.

La lógica de su creciente popularidad condujo a Jesús a hazañas cada vez más peligrosas. Muy pronto, él y sus discípulos iniciaron la actividad misionera en Jerusalén, la capital prometida del futuro Sacro Imperio Judío. Invocando deliberadamente el simbolismo mesiánico del Libro de Zacarías, Jesús cruzó las puertas montado en un asno (o posiblemente en una jaca). Los catequistas afirman que hizo esto porque significaba la intención de "hablar de la paz a los paganos". Esto es ignorar el significado tremendamente militar-mesiánico de los vaticinios de Zacarías. Pues tras de aparecer el mesías de Zacarías, humildemente y montado en un asno, los hijos de Sión "devoran y someten"… y "serán en el combate como valientes que pisotean a sus enemigos en el lodo de las calles… porque el Señor está con ellos y serán confundidos quienes cabalgan caballos."

La figura humilde sobre el asno no era un mesías pacífico. Era el mesías de una pequeña nación y su príncipe de la guerra aparentemente inofensivo, un descendiente de David, quien también se alzó de la aparente debilidad para confundir y someter a los jinetes y aurigas enemigos. Los paganos tendrían la paz, pero sería la paz del largamente esperado Sacro Imperio Judío. Así es al menos cómo las muchedumbres que se alineaban en el camino interpretaron lo que estaba sucediendo, ya que gritaban al pasar Jesús: "¡Hossana! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Bendito el reino, que viene de nuestro Padre David!"

No había nada especialmente pacífico en lo que Jesús y sus discípulos realizaron después de haber entrado en la ciudad. Al elegir invadir Jerusalén justo antes del inicio de la Pascua, se aseguraban la protección de los millares de peregrinos que llegaban del campo y de todo el Mediterráneo durante las fiestas. Bandidos-zelotes, campesinos, jornaleros, mendigos y otros grupos potencialmente volubles, todos confluían en masa al mismo tiempo en la ciudad. Durante el día Jesús estaba rodeado en todas partes, por muchedumbres tumultuosas y extáticas. Al atardecer se retiraba a las casas de sus amigos, ocultando su paradero a todos salvo al núcleo íntimo de los discípulos.

Jesús y sus discípulos nada hicieron para diferenciarse de los miembros de un movimiento militar-mesiánico incipiente. Incluso provocaron al menos una confrontación violenta. Asaltaron violentamente el patio del gran templo y atacaron físicamente a los mercaderes autorizados que cambiaban dinero de modo que los peregrinos extranjeros pudieran comprar animales sacrificiales.

El mismo Jesús utilizó un látigo durante este incidente.

Los evangelios relatan cómo Caifás, el Sumo Sacerdote, "acordó" prender a Jesús. Dado que Caifás había sido testigo del ataque violento contra los cambistas, no podía tener duda alguna sobre la legalidad de encarcelar a Jesús. Lo que Caifás tenía que planear era cómo detener a Jesús sin provocar a toda la gente que creía que él era el mesías. Las masas eran sumamente peligrosas en aquellos días antes de la invención de los fusiles y los gases lacrimógenos, especialmente si la gente creía tener un líder invencible. Así, Caifás dio órdenes a la policía para que prendieran a Jesús, pero "no durante la fiesta, no sea que se arme un alboroto en el pueblo".

Ciertamente, la muchedumbre que rodeaba a Jesús no había tenido tiempo de adoptar un estilo de vida no violento. Incluso sus discípulos más íntimos evidentemente no estaban preparados para "poner la otra mejilla". Al menos dos de ellos tenían apodos que sugieren su vinculación con activistas combatientes. Uno era Simón, llamado "El Zelote", y el otro era Judas, llamado "Iscariote". Hay una curiosa semajanza entre Iscariote y sicarri, la palabra que utiliza Josefo para identificar a los homicidas hombres del puñal.

Y en algunos manuscritos del latín clásico Judas se llama en realidad Zelotes.

Otros dos discípulos tenían apodos militares: Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo. Se llamaban "Boanergés", que Marcos traduce del arameo como "hijos del Trueno" y que también podía significar "los feroces", "los coléricos". Los hijos de Zebedeo merecían su reputación. En un momento de la narración evangélica quieren destruir una aldea samaritana entera porque la gente no había acogido a Jesús.

Los evangelios también indican que algunos discípulos llevaban espadas y estaban dispuestos a oponer resistencia a la detención. Justo antes de ser detenido, Jesús dijo, "el que no tenga espada, que venda su manto y se compre una". Esto movió a los discípulos a mostrarle dos espadas, lo que indica que al menos dos de ellos no sólo estaban armados habitualmente, sino que habían ocultado sus espadas bajo las ropas… como los hombres del puñal.

Los cuatro evangelios registran el hecho de que los discípulos opusieron resistencia armada en el momento del prendimiento de Jesús. Después de la cena de Pascua, Jesús y su círculo íntimo se retiró a un huerto en Getsemaní donde se dispuso a pasar la noche. El sumo Sacerdote y sus hombres, conducidos por Judas Iscariote se abalanzaron sobre ellos mientras Jesús rezaba y el resto dormía. Los discípulos sacaron sus espadas y se produjo una breve lucha en al que uno de los policías del templo perdió una oreja. Tan pronto como la policía prendió a Jesús, los discípulos dejaron de combatir y huyeron en la noche. Según Mateo, Jesús dijo a uno de sus discípulos que envainara su espada, una orden que el discípulo obedeció pero que evidentemente no estaba preparado para escuchar, puesto que inmediatamente desertó.

En la narración evangélica, el precio dado a Judas se asemeja a la denuncia de Juan el Bautista contra Herodías. Si Judas era de veras Zelotes, un bandidozelote, podía haber traicionado a Jesús por razones tácticas o estratégicas, pero nunca simplemente por dinero. (Una teoría consisten en que Jesús no era bastante combatiente.) Al identificar la motivación de Judas como pura codicia, los evangelios pueden haber repetido sencillamente el tipo de distorsión que Josefo y los romanos empleaban automáticamente con respecto a todos los bandidos-zelotes. Pero los bandidos zelotes se mostraban dispuestos a matar sin ser pagados: esto al menos debería desprenderse de los sucesos descritos en el capítulo anterior. ¿Por qué huyeron todos los discípulos, y por qué Simón Pedro negó tres veces a Jesús antes de que amaneciera? Porque como judíos compartían con Caifás la conciencia de estilo de vida de sus antepasados y entendían que el mesías tenía que ser un príncipe militar invencible y capaz de realizar prodigios.

Todo esto lleva a una conclusión: la conciencia de estilo de vida compartida por Jesús y su círculo íntimo de discípulos no era la de un mesías pacífico.

Aunque los evangelios pretenden negar claramente la capacidad de Jesús de realizar actos políticos violentos, conservan lo que parece ser una corriente subyacente de dichos y hechos contradictorios que vinculan a Juan el Bautista y a Jesús con la tradición militar-mesiánica y los implican en la guerra de guerrillas. La razón de esto está en que en el tiempo en que se escribió el primer evangelio, los dichos y hechos no pacíficos que los testigos oculares y las fuentes apostólicas irrecusables habían atribuido a Jesús eran muy conocidos entre los fieles. Los escritores de los evangelios cambiaron el equilibrio de la conciencia de estilo de vida del culto a Jesús en la dirección de un mesías pacífico, pero no podían borrar del todo la tradición militarmesiánica. A este respecto la ambigüedad de los evangelios se demuestra mejor disponiendo algunos de los enunciados más pacíficos de Jesús en una columna y las negaciones inesperadas en otra:

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