Vacas, cerdos, guerras y brujas (23 page)

BOOK: Vacas, cerdos, guerras y brujas
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Pablo fue acusado de instar a los judíos de las ciudades extranjeras a hacer caso omiso de las leyes del judaísmo y de tratar a judíos y no judíos como si no existiera diferencia alguna entre ellos, como si judíos y gentiles tuvieran el mismo derecho a las bendiciones de la redención mesiánica venidera. Si esta interpretación del culto de Jesús se hubiera difundido a Jerusalén, hubiera supuesto la ruina de Santiago y sus seguidores. Como señala Brandon:

"Desde el punto de vista judío, semejante interpretación no sólo era teológicamente escandalosa, sino que equivalía a una de las apostasías más vergonzosas, una apostasía que afectaba tanto a la raza como a la religión".

Los testimonios conservados de los dichos y hechos de Jesús no proporcionan ningún apoyo al intento de Pablo de desechar la distinción entre judíos y no judíos en las comunas de ultramar. En el Evangelio según Marcos, por ejemplo, una mujer griega siria cae a los pies de Jesús y le pide que expulse los demonios de su hija. Jesús rehúsa: "Deja que primero se sacien los hijos; que no está bien tomar el pan de los hijos y arrojarlo a los perrillos". La mujer griega le responde, diciendo: "También los perrillos, debajo de la mesa, comen las migajas de los niños", con lo que Jesús se ablanda y cura a la hija de la mujer. Aquí "hijos" sólo puede significar "hijos de Israel" y "perrillos"

"no judíos", especialmente, enemigos como los griegos sirios. Este tipo de incidentes y dichos se conservaron en Marcos y los otros evangelios por la misma razón por la que no se pudieron expurgar totalmente los restantes dichos y hechos de carácter vengativo y etnocéntrico. Había tradiciones orales vivas en las que se basaban los evangelios. Muchos testigos oculares como Santiago, Pedro y Juan todavía estaban en activo, testigos oculares que insistían en la autenticidad de los temas militar-mesiánicos y etnocéntricos.

Además, Marcos era judío de nacimiento y por lo tanto es probable que nunca estuviera del todo libre de cierto grado de ambivalencia sobre las distinciones étnicas en las que habían insistido antes los fundadores de la "iglesia" madre de Jerusalén.

Para proteger la comuna de Jerusalén, Santiago envió mensajeros rivales con la orden de preservar el significado judaico del cristianismo; y éstos estaban dispuestos a poner en peligro la labor proselitista de Pablo impugnando sus credenciales. Pablo era vulnerable a estos ataques puesto que admitía no haber visto nunca a Jesús salvo en una visión. Además, continuaba necesitando el apoyo de las sinagogas del extranjero. Así, en el año 59 d.C. pese a presagios y señales de oráculos, Pablo decidió volver a Jerusalén y poner las cosas en claro con sus acusadores.

Pablo compareció ante Santiago como una persona acusada ante un juez.

Santiago le amonestó, indicando que había miles de judíos en Jerusalén que creían en Jesús, pero todos ellos eran "celadores de la ley". Ordenó entonces a Pablo demostrar que era un judío fiel y que las acusaciones contra él eran infundadas, demostrando que "procede tú también guardando la ley". Pidió a Pablo que se sometiera a siete días de ritos de purificación en el templo de Jerusalén. Pablo aceptó estas peticiones, lo cual prueba que: 1) Santiago, el hermano del Señor, era el líder supremo del cristianismo en ese momento; 2) Santiago y los cristianos judíos todavía rendían culto en el templo, no formaban ninguna "iglesia" diferente; 3) los cristianos judíos creían que Jesús volvería para cumplir la alianza de David, convirtiendo a Jerusalén en el centro del Sacro Imperio Judío; 4) todos los creyentes en Jesús y Yahvé, penitentes y bautizados, serían redimidos, pero los cristianos judíos serían más redimidos que el resto.

Pero el intento de Pablo de reafirmar su fidelidad al ideal nacional judío se cortó en seco, indudablemente por traición. Un grupo de peregrinos de Asia le reconoció incitó a la multitud, le arrastró fuera del templo e intentó matarle a palos. Sólo la intervención oportuna del capitán romano de la guardia salvó a Pablo en esa ocasión. Los sumos sacerdotes le procesaron, y de nuevo se escapó de la muerte por muy poco. Se tramaron más complots contra él, pero finalmente logró escapar de Palestina apelando a su ciudadanía romana y exigiendo ser juzgado por los romanos, no por los judíos. Fue enviado a Roma donde permaneció bajo arresto domiciliario, pero lo que le sucedió después no se conoce con claridad. Probablemente fue martirizado en el año 64 d.C., cuando el emperador Nerón decidió culpar de un enorme fuego en Roma -que sus enemigos dijeron que él mismo había provocado para limpiar los barrios bajos cerca de su palacio- a una nueva secta sedienta de sangre, que había surgido entre los judío y cuyos miembros eran "enemigos de la humanidad".

Demasiado tarde para Pablo, el estallido de la guerra total en Palestina alteró drásticamente el contexto político de su abortada misión. Hacia el año 70 d.C., la "iglesia" madre cristiana judía de Jerusalén ya no dominaba a las comunidades cristianas de ultramar. Cesó de ser una fuerza significativa, si es que se puede decir en algún sentido que sobrevivió a la caída de Jerusalén. La prolongada revolución de los años 68-73 envenenó profundamente las relaciones entre los judíos de ultramar y los romanos. También catapultó a las mismas personas responsables de la derrota de los judíos hacia el control del imperio. En el 71 d.C. Vespasiano y su hijo Tito presidieron un impresionante desfile triunfal -conmemorado en el Arco de Tito de Roma- durante el cual fueron conducidos por las calles los prisioneros y el botín judío mientras que el último comandante bandido-zelote de Jerusalén, Simón ben Gioras, era estrangulado en el Foro. Después, Vespasiano trató con dureza a los judíos del imperio, restringiendo sus libertades y desviando los impuestos de su templo al tesoro de Saturno. Durante el resto de este primer siglo después de Cristo el antisemitismo se convirtió en un rasgo establecido de las letras y la vida romana; los judíos responderían con una actitud de ardiente desafío y nuevas insurrecciones, y éstas provocaron represiones intensificadas que acabarían en el segundo harmagedón de Bar Kochva en el año 135 d.C.

Brandon infiere del énfasis puesto por Marcos en la destrucción del templo de Jerusalén como un castigo de los asesinos de Jesús, que este evangelio, el primero que se compuso y el modelo para los demás se escribió en Roma después de la caída de Jerusalén. Como dice Brandon, probablemente se escribió como respuesta a la celebración de la gran victoria del año 71 d.C.

Las condiciones adecuadas para la difusión del culto de un mesías pacífico estaban por fin presentes en toda su fuerza. Los cristianos judíos se unieron entonces sin reservas a los conversos gentiles para convencer a los romanos de que su mesías difería de los mesías bandidos-zelotes que habían provocado la guerra y que continuaban creando problemas; los cristianos, a diferencia de los judíos, eran pacifistas inofensivos sin ambiciones seculares. El reino cristiano de Dios no era de este mundo; la salvación cristiana se encontraba en la vida eterna más allá de la sepultura; el mesías cristiano había muerto para traer la vida eterna a toda la humanidad; su enseñanza no planteaba ninguna amenaza a los romanos, sólo a los judíos; los romanos fueron absueltos de toda culpa en la muerte de Jesús; los judíos solos le habían matado; Poncio Pilatos fue un mero espectador que nada pudo hacer para impedirlo.

El secreto del mesías pacífico se asentaba en los campos de batalla y en las repercusiones de dos harmagedones terrenales. El culto del mesías pacífico tal como le conocemos no hubiera prosperado si el curso del al batalla se hubiera vuelto contra los "Hijos de las Tinieblas".

La fuente principal de conversos a esta nueva religión, si no en número, sí en influencia, continuó siendo los judíos urbanos dispersos por todo el Mediterráneo oriental. En contra de la leyenda, el cristianismo no hizo ningún progreso entre las grandes masas de campesinos y esclavos que constituían la mayor parte de la población del imperio. Como señala el historiador Salo W.Baron, paganus, la palabra latina para "campesino" se convirtió para los cristianos en sinónimo de "gentil". El cristianismo era sobre todo la religión de grupos étnicos de ciudadanos desplazados. "En las ciudades en las que los judíos sumaban a menudo un tercio o más de la población, esta, por así decirlo, nueva variedad de judaísmo avanzaba triunfalmente".

La persecución romana provocó muchas más víctimas entre los judíos que continuaban siendo judíos que entre los judíos que se convirtieron al cristianismo. La época de la persecución imperial total de los cristianos no comenzó con Nerón, sino mucho más tarde, después del año 150 d.C. En aquella época, las iglesias cristianas se habían convertido de nuevo en amenaza política a la ley y el orden romanos, ya que se habían concentrado en los centros urbanos, se habían infiltrado en la clase alta romana, mantenían programas de bienestar social eficientes y estaban construyendo una corporación internacional, fiscalmente independiente, dirigida por administradores cualificados. Se habían convertido en un "Estado dentro de un Estado".

No voy a tratar de desarrollar la cadena de acontecimientos mundanos que finalmente llevaron al establecimiento del cristianismo como religión del imperio romano. Pero al menos hay que señalar esto: Cuando el emperador Constantino tomó esta iniciativa trascendental, el cristianismo ya no era el culto del mesías pacífico. La conversión de Constantino ocurrió en el año 311 d.C., cuando dirigía un pequeño ejército a través de los Alpes. Mientras se acercaba a Roma tuvo una visión de la cruz sobre el sol, y en la cruz vio las palabras IN HOC SIGNO VINCES: "Con este signo vencerás". Jesús se le apareció a Constantino y le mandó blasonar su estandarte militar con la cruz.

Bajo este nuevo estandarte, los soldados de Constantino alcanzaron una victoria decisiva. Reconquistaron el imperio y con ello garantizaron que la cruz del mesías pacífico presidiría la muerte de incalculables millones de soldados cristianos y de sus enemigos hasta la época actual.

Escobas y aquelarres

Así como los «grandes hombres» nos ayudaron a comprender el significado práctico de los mesías, ahora que sabemos algo de los mesías podremos comprender mejor el significado práctico de las brujas. Pero una vez más debo advertir que la relación no será evidente. Debemos considerar algunas cuestiones preliminares antes de poder trazar la conexión.

Se estima que 500.000 personas fueron declaradas culpables de brujería y murieron quemadas en Europa entre los siglos XV y XVII. Sus crímenes: un pacto con el diablo; viajes por el aire hasta largas distancias montadas en escobas; reunión ilegal en aquelarres, adoración al diablo; besar al diablo bajo la cola; copulación con íncubos (diablos masculinos dotados de penes fríos como el hielo); copulación con súcubos (diablos femeninos). A menudo se agregaban otras acusaciones más mundanas: matar la vaca del vecino; provocar granizadas; destruir cosechas; robar y comer niños.

Pero más de una bruja fue ejecutada sólo por el crimen de volar por el aire para asistir a un aquelarre.

Quiero distinguir dos enigmas diferentes en la brujería. En primer lugar se plantea el problema de por qué alguien debería creer que las brujas volaban por el aire en escobas. Y después se plantea el problema, en gran medida diferente, de por qué esta noción llegaría a ser tan popular durante los siglos XV y XVII. Creo que podemos encontrar soluciones prácticas y mundanas para estos dos enigmas. Para empezar, vamos a centrarnos en la explicación de por qué y cómo las brujas volaban hasta los aquelarres.

Pese a la existencia de un gran número de «confesiones», poco se conoce en realidad sobre historiales de brujas autorreconocidas. Algunos historiadores han mantenido que todo el extraño complejo —el pacto con el diablo, el vuelo en escobas y el aquelarre— fue invención de los quemadores de brujas más que de las brujas quemadas. Pero como veremos, al menos algunas de las acusadas tenían durante la instrucción del proceso un sentido de ser brujas, y creían fervientemente que podían volar por el aire y tener relaciones sexuales con los diablos. La dificultad con las «confesiones» estriba en que se obtenían habitualmente mediante tortura. Esta se aplicaba rutinariamente hasta que la bruja confesaba haber hecho un pacto con el diablo y volado hasta un aquelarre. Continuaba hasta que la bruja revelaba el nombre de las demás personas presentes en el aquelarre. Si una bruja intentaba retractarse de una confesión, se la torturaba, incluso con más intensidad, hasta que confirmaba la confesión original. Esto dejaba a una persona acusada de brujería ante la elección de morir de una vez por todas en la hoguera o volver repetidas veces a la cámara de tortura. La mayor parte de la gente optaba por la hoguera.

Como recompensa por su actitud de cooperación, las brujas arrepentidas podían esperar ser estranguladas antes de que se encendiera el fuego.

Voy a describir un caso típico entre los centenares documentados por el historiador de la brujería europea, Charles Henry Lea. Ocurrió en el año 1601 en Offenburg, ciudad situada en lo que más tarde se llamaría Alemania Occidental. Dos mujeres vagabundas habían confesado bajo tortura ser brujas.

Cuando se les instó a identificar a las otras personas que habían visto en el aquelarre, mencionaron el nombre de la esposa del panadero, Else Gwinner.

Else Gwínner fue conducida ante los examinadores el 31 de octubre de 1601, y negó resueltamente cualquier conocimiento de brujería. Le instaron a evitar sufrimientos innecesarios, pero persistía en su negativa. Le ataron las manos a la espalda y la levantaron del suelo con una cuerda atada a sus muñecas, un sistema conocido como la estrapada. Empezó a gritar, diciendo que confesaría, y pidió que la bajaran. Una vez en el suelo, todo lo que ella dijo fue «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen». La volvieron a aplicar la tortura pero sólo consiguieron dejarla inconsciente. La trasladaron a la prisión y la volvieron a torturar el 7 de noviembre, levantándola tres veces mediante la estrapada, con pesos cada vez mayores atados a su cuerpo. Tras el tercer levantamiento gritó que no podía aguantarlo. La bajaron y confesó que había gozado del «amor de un demonio». Los examinadores no quedaron satisfechos; deseaban saber más cosas. La elevaron de nuevo con los pesos más pesados, exhortándola a confesar la verdad. Cuando la dejaron en el suelo, Else insistió en que «sus confesiones eran mentiras para evitar el sufrimientos y que la verdad es que era inocente». Entretanto los examinadores habían detenido a la hija de Else, Agathe. Condujeron a Agathe a una celda y la golpearon hasta que confesó que ella y su madre eran brujas y que habían provocado la pérdida de las cosechas para elevar el precio del pan.

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