Un caso de urgencia (39 page)

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Authors: Michael Crichton

Tags: #Thriller

BOOK: Un caso de urgencia
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El segundo argumento trata el aborto como una forma de control de la natalidad. Sus partidarios consideran el aborto como una de las formas más efectivas del control de la natalidad, y señalan su éxito en Japón, Hungría, Checoslovaquia y alguna otra parte. Para ellos no existe diferencia alguna entre prevenir la concepción y detener un proceso vital. En esencia, «lo que cuenta es la intención».

Los que no están de acuerdo trazan una línea entre prevención y corrección. Creen que una vez que ha tenido efecto la concepción, el feto tiene sus derechos y no puede matarse. Este punto de vista es defendido por muchos que ven con buenos ojos las medidas convencionales para el control de la natalidad. Para esas personas, el problema de lo que hay que hacer si falla el control —como sucede en un tanto por ciento de los casos— es confuso.

El tercer argumento considera los factores sociales y psiquiátricos. Tiene sus variantes.

La primera dice que la salud física y mental de la madre siempre tiene preferencia sobre el niño aún no nacido. La madre, y su familia ya existente, puede sufrir emocional y económicamente por el nacimiento de otro niño, y, por lo tanto, en tales casos debería evitarse ese nacimiento.

La segunda afirma que es inmoral y criminal traer al mundo un hijo que no se desea. En nuestra sociedad cada vez más compleja, la educación apropiada de un niño requiere mucho tiempo y dinero, y exige una serie de atenciones maternas y de soporte económico paterno. Si una familia no puede proporcionar eso, hacen un mal servicio al niño. El caso extremo es obviamente el de la madre soltera, que con frecuencia no está preparada para educar al niño, ni desde un punto de vista emocional ni económico.

El argumento en contra es algo vago. Se habla de las madres que, inconscientemente, desean concebir; hablan del deseo instintivo de la madre de procrear; vagas afirmaciones que dicen que «nunca nació un niño que no hubiera sido deseado». O contemplan los hechos desde un punto de vista posterior: una vez haya nacido el niño, la familia se adaptará a la nueva situación.

El cuarto argumento afirma que una mujer no debería, bajo ninguna circunstancia, traer un hijo al mundo si no lo desea. El aborto debería ser un derecho para toda mujer, como el derecho a votar. Éste es un argumento interesante, pero su eficacia queda contrarrestada por la actitud de muchas de sus defensoras, quienes a menudo adoptan la paranoica actitud de sostener que el mundo está dominado por hombres nada dispuestos a demostrar alguna clase de simpatía hacia el sexo opuesto.

Los que no están de acuerdo con este argumento señalan generalmente que una mujer moderna y emancipada no se queda embarazada si no lo desea. Hay una amplia variedad de métodos para controlar la natalidad y todos esos métodos están a su alcance, de ahí que el aborto no sea un sustituto del control de la natalidad. En caso de que éste falle o se dé un embarazo casual —tal como una violación—, difícilmente saben dar una solución.

El quinto argumento afirma que el aborto es seguro, fácil, simple y barato; así pues, no puede haber ninguna objeción práctica en cuanto a la terminación legal del embarazo.

El argumento en contra afirma que el aborto lleva consigo un riesgo de mortalidad, el cual, aunque sea pequeño, no deja de existir. Desgraciadamente para los que defienden esta opinión, en la actualidad se sabe que el aborto en un hospital es menos peligroso que el parto, en una proporción de un accidente entre seis a un accidente entre diez. Así pues, resulta más seguro abortar un niño que traerlo al mundo.

El sexto argumento es el más nuevo y el más ingenioso. Fue propuesto, en principio, por Barrett Hardin, y ataca el problema con una pregunta crucial: ¿Es el aborto un asesinato? Hardin dice que no. Dice que el embrión no se transforma en ser humano hasta después de haber nacido y de pasar por una serie de experiencias. Dice que el embrión no es otra cosa que la última consecuencia del DNA, encargado de transmitir la sustancia genética. Dice que esta transmisión no tiene ningún valor en sí; es como una maqueta. La maqueta de un edificio no tiene ningún valor; lo que lo tiene es el edificio de verdad. La maqueta puede destruirse con impunidad, porque fácilmente puede construirse otra, pero un edificio no puede destruirse sin una cuidadosa deliberación.

Éste es el rápido y supersimplificado resumen de su argumento. Hardin se educó como antropólogo y como biólogo, y su punto de vista es único. Es interesante, porque considera
cuándo
se es un ser humano y
qué
es un ser humano. Volviendo a la analogía que hace con una maqueta y un edificio, la maqueta especifica tamaño, forma y estructura en general, pero no determina si el edificio se erigirá en Nueva York o en Tokio; si será en un barrio desierto, o en otro edificado; si será utilizado de una forma útil, o si será abandonado e inutilizado. Hardin define a un ser humano no sólo como un animal que camina sobre sus patas traseras y tiene un gran cerebro y un pulgar opuesto a los demás dedos; para completar la definición es necesario también un cuidado maternal suficiente y una educación, necesarios para hacer a una persona bien adaptada y que funcione como unidad dentro de un grupo social.

El argumento en contra afirma que Hardin considera que el DNA es una «copia» de transmisión, cuando, de hecho, es un esquema único. Todos los niños de un mismo padre y de una misma madre no son idénticos; por lo tanto el DNA no puede ser una copia repetible.

A esto, Hardin replica que nosotros —aunque sea por casualidad— seleccionamos sólo algunas de las combinaciones de los espermas y los óvulos, y permitimos que éstos alcancen su maduración. Hace notar que la mayoría de las mujeres tienen treinta mil óvulos en sus ovarios, y que sólo unos pocos llegan a término. Los otros son destruidos de igual forma que si hubieran sido abortados. Y, añade, cualquiera de ellos podría haber llegado a ser un Beethoven.

El argumento de Hardin es todavía nuevo y sorprende a muchos. Pero sin duda es el primero de muchos nuevos argumentos a favor y en contra del aborto, que proporcionará una base científica mayor para la discusión. Suyo es el comentario del hombre moderno que debe justificar su moralidad sobre las bases del mecanismo molecular que actúa dentro de una sola célula de su cuerpo.

Hay otros argumentos, pero en su mayor parte son evasivos y vagos. Existen argumentos económicos, que tratan del coste que representa convertir los hospitales en casas de abortos; hay argumentos sobre el libertinaje, argumentos similares a los que surgieron en ocasión a la introducción de los métodos anticonceptivos. Existen también los reflejos del pensamiento liberal, que defiende que todo lo que sea en favor de la libertad es un progreso, y los que dicen que entre las clases bajas no debería favorecerse la natalidad. No es oportuno discutir esos puntos de vista. Generalmente son defendidos por personas irreflexivas y fanáticas.

APÉNDICE
VII
Moral médica

Hoy en día, en la medicina existen cuatro grandes cuestiones morales relacionadas con la práctica y la conducta del médico. Una de ellas es el aborto; otra es la eutanasia, la muerte provocada de un paciente que tiene una enfermedad incurable. La tercera se refiere a la responsabilidad social del médico de tener a su cuidado tantas personas como le sea posible. Y la cuarta se relaciona con la certificación de las defunciones.

Es interesante recordar que todos estos problemas son nuevos. Son producto de nuestras contradicciones legales, morales y tecnológicas, que han salido a la luz durante la última década, aproximadamente.

La eutanasia no fue en otros tiempos ningún problema grave. Cuando los médicos disponían de muy poca ayuda técnica, sin aparatos de respiración artificial, por ejemplo, y cuando el equilibrio de los electrolitos era algo desconocido, los pacientes con enfermedades mortales tenían tendencia a morir rápidamente. Ahora, en cambio, la medicina se encara con el hecho de que una persona puede ser mantenida viva por un período indefinido de tiempo, aunque no vaya a curarse nunca. Así pues, los médicos deben decidir el tratamiento y el tiempo que éste debe durar. Y es un problema, porque los médicos han tenido siempre el sentimiento, por tradición, de que sus pacientes deben ser mantenidos vivos el máximo de tiempo posible, utilizando todos los medios de que dispongan. Actualmente se discute la moralidad, incluso la humanidad, de tal procedimiento.

He aquí el caso: cuando un paciente se encara con una enfermedad incurable tiene el derecho de rehusar la terapéutica que le permitiría seguir viviendo. Si un paciente se encara con semanas y meses de dolores que han de llevarle forzosamente a la muerte, tiene el derecho de pedir una muerte más fácil y menos cruel. Aunque un paciente se haya puesto en manos de un médico, todavía conserva su posibilidad de decidir sobre la vida y la muerte.

La responsabilidad social, en sus términos modernos —responsabilidad en cuanto a una comunidad y no en cuanto al individuo—, es algo bastante nuevo en la medicina. Antiguamente, los pacientes indigentes eran tratados por médicos con buena voluntad, o no eran tratados en absoluto. Hay un sentimiento creciente de que el cuidado médico es un derecho y no un privilegio. Hay también un número creciente de pacientes que antiguamente hubieran sido asistidos por caridad, y que ahora se ven sostenidos por los seguros o por un servicio sanitario estatal. El médico se ve obligado en la actualidad a reconsiderar su papel, no en términos de estos pacientes, que no pueden pagar su colaboración, sino en términos de todas las personas que forman la comunidad; relacionándolo con la importancia, cada vez mayor, de la medicina preventiva.

La muerte es un problema con una sola solución: el trasplante de órganos. A medida que los cirujanos se vuelven más hábiles en trasplantar partes de un cadáver a un ser vivo, la cuestión del momento en que un hombre muere se ha hecho crucial, porque el trasplante de los órganos debe realizarse con la máxima rapidez. Las antiguas indicaciones de la muerte, tales como la ausencia de pulso y de respiración, han sido sustituidas ahora por el electrocardiograma o el electroencefalograma, pero la cuestión está todavía por resolver, y quizá pasen muchos años antes de que se solucione.

Existe otro problema relacionado con la moral médica que afecta al vínculo existente entre el médico y los laboratorios farmacéuticos. Existe una lucha entre cuatro fuentes: el paciente, el médico, el gobierno y el fabricante de medicinas. Es una lucha todavía por resolver.

MICHAEL CRICHTON (Chicago, Illinois, 23 de octubre de 1942 - Los Ángeles, California, 4 de noviembre de 2008) fue un médico, escritor y cineasta estadounidense, considerado el iniciador del estilo narrativo llamado
tecno-thriller
.

Se han vendido más de 150 millones de copias literarias de sus obras, la mayoría best-sellers, que han sido traducidas a más de treinta idiomas y de las cuales doce se han llevado al cine, a destacar
Devoradores de cadáveres
(1973),
Parque Jurásico
(1990) o
Twister
(1996).

Quizá principalmente conocido por ser el padre de
Parque Jurásico
, lo es también de la prestigiosa serie de televisión,
ER
(
Urgencias
). Es la única persona que ha tenido: el libro número uno (
Acoso
), la película número uno (
Parque Jurásico
) y la serie de televisión número uno (
Urgencias
-
ER
), en el mismo instante.

Notas

[1]
«Crepitante» significa que cruje y está lleno de aire. Es lo normal.
<<

[2]
Planck suena como
Plank
que significa «tabla» o «tablón».
(N. de la T.)
<<

[3]
Sirve para comprobar la cantidad de hemoglobina, o proporción de glóbulos rojos en la sangre.
<<

[4]
Eso es muy usual en medicina. Por ejemplo, un paciente presenta leucocitosis —excesivo número de glóbulos blancos— y dolores en la parte baja del abdomen. El diagnóstico obvio es apendicitis. El cirujano opera y ve que el apéndice es normal. Pero hizo bien, dada la evidencia.
<<

[5]
Un interno o residente es un doctor en medicina que no tiene todavía licencia para la práctica, porque está aún formándose.
<<

[6]
Antiguamente, la región más violenta de Boston era Scollay Square, pero fue destruida hace cinco años para construir edificios del gobierno. Algunos lo consideraron una mejora, otros un retroceso.
<<

[7]
Esta frecuencia de casos significa que todos los médicos y cirujanos saben muchas historias extrañas. A un cirujano le gusta explicar que cuando él estaba de servicio en la planta de accidentes —en el servicio de urgencias del City—, llevaron a dos víctimas de un accidente de automóvil. Uno de los hombres había perdido una pierna y una rodilla. El otro tenía el pecho aplastado, y estaba tan mal que no podía apreciarse la gravedad de la lesión a causa de la hemorragia. Sin embargo, al mirarlo por rayos X, vieron que el pie y la rodilla del primer individuo se encontraban incrustados en el pecho del segundo.
<<

[8]
La afluencia de la sangre a las partes más bajas del cuerpo, después de la muerte, ayuda con frecuencia a establecer la posición del cuerpo.
<<

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