Read The Coyote Under the Table/El Coyote Debajo de la Mesa Online
Authors: Joe Hayes
Para terminar le dio los huesos pequeños a la hormiguita: âTú eres chiquitita. Puedes meterte dentro de estos huesos y encontrar toda la comida que necesitas.
Los animales le agradecieron el solucionar la disputa. Luego el león se arrancó una uña de la pata: âToma esta uña âle dijo al muchachoâ. Si en algún momento te ves deseando ser león, di: “Si yo fuera león” y te volverás león.
âGracias âel muchacho le dijo al leónâ. Eso será muy útil. Pero, ¿cómo hago para volver a ser muchacho?
âDi: “Si yo fuera gente” âel león le dijo.
Luego el águila se quitó una pluma del ala y se la dio al muchacho: âSi quieres volverte águila, di: “Si yo fuera águila”. Serás águila.
La hormiga se rompió uno de los cuernitos de su cabeza: âSi quieres ser hormiga, di: “Si yo fuera hormiga.” Serás hormiga.
El muchacho les dio las gracias a los animales y los dejó para que aprovecharan su comida. Siguió su camino y, de pronto, vio a un grupo de hombres con cara de pocos amigos cabalgando hacia él. Llevaban los cinturones cargados de pistolas y espadas afiladas. SabÃa que se trataba de una gavilla de ladrones.
Al principio el muchacho pensó dar vuelta y echarse a correr. Pero si los ladrones lo veÃan, lo alcanzarÃan rápidos en sus caballos. Luego recordó los regalos que los animales le habÃan dado. Dijo: âSi yo fuera hormiga.
El muchacho se convirtió en hormiga chiquitita y los ladrones siguieron de largo sin siquiera verlo. Cuando se pensó a salvo de los ladrones, dijo: âSi yo fuera gente. âVolvió a ser muchacho.
Pero tocó la casualidad que uno de los ladrones volvió a ver hacia atrás por el camino. Vio al muchacho y levantó el grito. Todos corrieron hacia el muchacho en sus caballos. Al instante, el muchacho sacó la pluma del águila: âSi yo fuera águila âdijo. Y se volvió águila. Levantó el vuelo y se escapó de los ladrones.
Arriba y todavÃa más arriba voló el muchacho, más y más lejos viajó, hasta que vio un castillo en lo alto de una montaña. Era el castillo de un gigante y este gigante tenÃa encerrada allà a una princesa.
El muchacho bajó en espiral y se posó en el muro del castillo. Vio a la princesa en el jardÃn tejiendo con hilos de oro y plata. Bajó un árbol ahà cerca dormitaba el gigante.
El muchacho bajó volando y se sentó en una rama un poco arriba de la princesa. Cuando la princesa levantó la vista y lo vio, dijo: âGigante, mira la bella águila en el árbol. Atrápamela.
âDéjame dormir âmasculló el giganteâ. ¿Para qué quieres esa ave?
âLa quiero poner en una jaula âdijo la princesaâ. Después de todo, si me vas a tener presa aquà para siempre, lo menos que puedes hacer es dejarme tener una mascota.
âNiña simplona âgruñó el gigante. Pero agarró el águila y la puso en una jaula. Durante todo el dÃa la joven tuvo la jaula colgada a su lado mientras tejÃa. Habló con el ave. Le decÃa lo triste y solita que se sentÃa en el castillo del gigante.
âAl anochecer, la princesa llevó la jaula a su dormitorio en el castillo y la puso junto a la ventana. El gigante cerró la puerta y la atrancó, y la princesa se acostó a dormir. El muchacho pensó: “Ãste es el momento para salir de la jaula”. Dijo: âSi yo fuera hormiga, ây se volvió hormiga. Salió entre la barras de la jaula y bajó al piso. “Ahora revelo a la princesa quién realmente soy” pensó. Dijo: âSi yo fuera gente, ây recuperó su forma natural.
El muchacho movió la cama de la princesa y ella abrió los ojos. Se alarmó cuando lo vio y gritó. El muchacho oyó las pisadas fuertes del gigante acercarse por el corredor. Dijo rápido: âSi yo fuera hormiga. âSubió corriendo la pared y volvió a meterse en la jaula. Dijo: âSi yo fuera águila. âPuso la cabeza bajo un ala como si durmiera.
â¿Por qué gritaste? âpreguntó el gigante mientras abrÃa la puerta.
La princesa habÃa visto al muchacho convertirse en hormiga y luego en águila. SabÃa que debÃa ser amigo e inventó un cuento para decir al gigante: âCasi estaba dormida y tuve un sueño terrible âle dijoâ. Soñé que el ejército de mi padre llegaba aquà y te mataba. Grité dormida y me desperté.
El gigante se rió. âEl ejército de tu padre nunca va a hacerme daño âfanfarroneó.
âPor supuesto que no âdijo la princesaâ. Tú eres tan poderoso. Nada del mundo te puede lastimar. Dime, gigante, ¿qué es el secreto de tu poder?
El pecho del gigante se hinchó con orgullo: âEl secreto de mi poder es algo muy sencillo. Pero el mundo está lleno de tontos. Nunca lo van a descubrir. Está escondido dentro de un huevo que tiene la cáscara con manchas. El huevo está dentro de una paloma blanca y la paloma está en la barriga de un oso negro que vive en un valle verdoso lejos, lejos de aquÃ. âEl gigante se rió a carcajadasâ. Lo único que alguien tendrÃa que hacer serÃa estrellar el huevo contra mi frente y yo quedarÃa con la fuerza de un hombre cualquiera.
âPero nadie va a descubrir el secreto, ¿verdad? âdijo la princesa.
El gigante bramó: â¡Nunca! âY regresó riendo a su habitación.
Pero el muchacho lo habÃa oÃdo todo. El próximo dÃa, cuando la jaula estaba colgada del árbol en el jardÃn y el gigante dormÃa en la sombra, el muchacho dijo: âSi yo fuera hormiga. âSalió de la jaula y corrió a la rama. Dijo: âSi yo fuera águila. âSe fue volando sobre el muro del castillo.
â¡Ay, no! âgritó la princesa âSe me escapó el águila. âPero el gigante ni siquiera abrió los ojos.
El muchacho voló y voló hasta que se le cansaron tanto las alas que apenas si las podÃa mover. Al fin, vio un valle verde allá a lo lejos.
Cuando voló sobre el valle vio un gran oso negro vagando por las arboledas y maleza. Al parecer, nadie vivÃa en el valle, pero en el valle próximo, al este, el muchacho vio una casita.
Aterrizó cerca de la casa. Dijo: âSi yo fuera gente. âLuego fue a la casa y pidió posada por la noche. La gente de la casa era buena y le dio licencia para dormir en la cuadra. Lo invitaron a sentarse a comer con ellos.
Mientras cenaban, el muchacho les preguntó cómo se ganaban la vida en ese valle. Ellos le dijeron: âTenemos un rebaño de ovejas.
â¿Quién cuida las ovejas? âel muchacho preguntó.
âNuestra hija las lleva a pastar por la mañana, y las vuelve a casa al final del dÃa.
âMañana yo llevo las ovejas a pastar, para pagarles su bondad.
El hombre dijo que estarÃa bien, pero previno al muchacho de no llevar las ovejas al valle más al oeste: âUn oso feroz vive en ese valle. Ni nos atrevemos a entrar allÃ.
A la mañana siguiente, el muchacho sacó a las ovejas del corral y se fue valle arriba. Cuando regresó por la tarde, trajo a las ovejas gordas y contentas, pero él parecÃa exhausto. Cenó unos cuantos bocados y luego se tambaleó a la cuadra para dormir, no sin antes decirle a la gente que volverÃa a cuidar las ovejas el próximo dÃa.
La mujer le dijo a su marido: â¿A dónde habrá llevado las ovejas que vienen tan fuertes? ¿Y qué supones que lo haya cansado tanto?
â¿Quién sabe? âel hombre respondió. Y luego le dijo a la hija: âSigue al muchacho mañana para ver a dónde va y qué hace.
Asà que a la otra mañana, cuando el muchacho llevó las ovejas valle arriba, la muchacha lo siguió. Vio que tan pronto se perdÃa de vista la casa, viraba el rebaño hacia el oeste y lo llevaba al valle prohibido.
Observó desde detrás de una mata y vio que las ovejas comenzaron a pastar contentas la hierba rica. Luego la muchacha vio que un oso negro salÃa del matorral y corrÃa hacia el rebaño. De repente, el muchacho se convirtió en león y corrió al encuentro del oso. El oso y el león lucharon todo el dÃa, hasta que al fin los dos se desplomaron rendidos al suelo, sin siquiera poder moverse.
El oso se volvió hacia el león y dijo: âSi yo tuviera un planchón de hielo en que revolcarme, me levantarÃa y te romperÃa en mil pedazos.
El león repuso: âSi yo tuviera un sorbo de vino dulce y un beso de una doncella, me levantarÃa y te romperÃa en dos mil pedazos.
Al fin, el oso regresó pesadamente al matorral y el león volvió a ser muchacho y se encaminó a casa con el rebaño.
Aquella noche, la muchacha contó lo que habÃa visto y oÃdo. Su padre le dijo: âMañana, sigue al muchacho otra vez. Lleva una copa y un frasco de vino dulce.
A la mañana siguiente, la muchacha volvió a seguir al muchacho hasta el valle. Pronto apareció el oso y el muchacho se convirtió en león. Pasaron el dÃa peleando hasta tumbarse agotados al suelo.
âSi yo tuviera un planchón de hielo en que revolcarme â rugió el osoâ, me levantarÃa y te romperÃa en mil pedazos.
âSi yo tuviera un sorbo de vino dulce y un beso de una doncella âdijo el leónâ, me levantarÃa y te romperÃa en dos mil pedazos.
La muchacha corrió de su escondite. Llenó la copa de vino y sostuvo la cabeza del león en su regazo mientras le daba de beber. Luego, agachó la cabeza y le dio un beso.
El león se levantó de un salto y lanzó un zarpazo al oso. La panza del oso se abrió y de ella salió disparada una paloma blanca que se fue volando.
Al instante el león se volvió águila y dio caza a la paloma. Cuando el águila atrapó la paloma, un huevo le cayó, dando en el regazo de la muchacha. Ella alzó la mano con el huevo y el águila se precipitó para arrebatárselo de los dedos y partió volando.
El muchacho regresó volando al castillo del gigante. Llegó a la mañana siguiente y vio que la princesa tejÃa en el jardÃn. Como de costumbre, el gigante dormitaba bajo el árbol.
El muchacho bajó volando y se posó en una rama. âMira, gigante âdijo la princesaâ. Mi águila ha regresado.
âNo me molestes âmasculló el giganteâ. ¿No ves que estoy dormido?
Asà que el muchacho bajó hasta el suelo. Dijo: âSi yo fuera gente. âLuego el muchacho le dio el huevo a la princesa. Ella corrió al gigante y estrelló el huevo contra su frente.
El gigante se levantó de un salto, pero ya habÃa comenzado a achicarse. Su pelo comenzó a encanecerse y su piel a arrugarse. Se convirtió en viejecito.
El muchacho tomó las llaves del cinturón del viejo y liberó a la princesa. Ella querÃa que la acompañara al palacio de su padre, pero el plan del muchacho era otro.
Regresó volando al valle donde la buena gente tenÃa sus ovejas. Se casó con la muchacha que lo habÃa ayudado a vencer al oso feroz. Vivieron felices por muchos años y nunca volvió a convertirse en león, ni en águila, ni tampoco en hormiguita, hasta cuando ya era viejo, viejo. Entonces lo hacÃa para hacer reÃr a sus nietos.
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