Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil (21 page)

BOOK: Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil
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   En julio de 1936 se inauguró un nuevo período para los anarquistas españoles cuyos objetivos simultáneos eran la destrucción del fascismo cuyos objetivos simultáneos eran la destrucción del fascismo y la transformación revolucionaria de la sociedad. Para algunas mujeres, este contexto acrecentaba la necesidad de acelerar la ruptura de las estructuras patriarcales, pero también eran conscientes de la conducta y la mentalidad claramente machistas de los hombres españoles, incluidos los anarquistas. En el apogeo del período revolucionario y en un artículo publicado en
Mujeres Libres
, Emma Goldman llamó la atención sobre este asunto:
   El hombre, dispuesto siempre a luchar heroicamente por su emancipación, está muy lejos de pensar lo mismo respecto a la del sexo opuesto... El gran triunfo de la Revolución [...] demuestra el alto valor revolucionario del obrero español... Pero la mayoría de los hombres españoles parecen no comprender el sentido de la verdadera emancipación, o, en otro caso, prefieren que su mujer continúe ignorándolo.
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   O como denunció con impaciencia Suceso Portales, una modista y dirigente de Mujeres Libres:
   Oímos diariamente hablar demasiado de la libertad de los oprimidos y de la noble causa de la “justicia social”. Pero no oímos nunca, salvo contadas ocasiones, que estos libertadores se refieran a la necesidad de declarar íntegramente libres a las mujeres.
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   Al contrario que AMA, que rechazaba todo programa de cambio revolucionario, y conforme a la estrategia política anarquista que defendía la revolución social inmediata, Mujeres Libres consideraba que la guerra era tanto una lucha antifascista como una oportunidad para realizar la revolución. Además, estas mujeres sentían que había llegado el momento de la liberación de las mujeres, el contexto oportuno para acabar con la “esclavitud” femenina, el “privilegio del sexo macho” y la “civilización unisexual” masculina que Suceso Portales había identificado como los rasgos imperantes en la sociedad. Mujeres Libres creía que la emancipación femenina era indispensable para el éxito de todo el proceso revolucionario; incapaz de aceptar que esto sucedería automáticamente como consecuencia de la revolución, impulsaba una lucha para implantar el cambio en el terreno de las relaciones personales y el desarrollo de la identidad social y personal de las mujeres. Defendía con firmeza las ideas de autodeterminación y autoemancipación y la promoción de las mujeres como una fuerza progresista y como agentes del cambio en el proceso revolucionario.
   El proceso de transformación social iniciado en julio de 1936 agudizó la conciencia feminista de estas anarquistas cuando observaron la disparidad existente entre los cambios sociales que se emprendían y una subordinación femenina que no había cambiado de forma significativa. Sus compañeros con mayor sensibilidad señalaron el fracaso en echar abajo los comportamientos sexistas tradicionales. Así, un editorial del periódico anarquista
Tierra y Libertad
demuestra claramente la continuidad de la subalternidad femenina a pesar de que la revolución ya estaba iniciada:
   El ejemplo está ahora vivo en todas partes; en la mayoría de los sindicatos de los pueblos ocurre que mientras los compañeros discuten o resuelven un asunto, las mujeres siguen ejerciendo, en el propio sindicato, y con el mismo espíritu servil que lo hacían antes en sus hogares, los trabajos “femeninos” de guisar, lavar, etcétera. Desde que comenzó la lucha hemos recorrido muchos pueblos de la España antifascista, y salvo en algunos sindicatos que han aceptado burguesitas más o menos guapas, más o menos mecanógrafas, sólo hemos visto mujeres humilladas en la misma esclavitud de siempre.
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   Como respuesta a esta flagrante contradicción, Mujeres Libres propuso el desarrollo de una estrategia destinada a la emancipación femenina tanto en el seno del movimiento anarquista como de la sociedad española. Pero también quedó frenada en sus propósitos porque, si bien la guerra proporcionaba un sentido de la inmediatez que alentaba el rápido crecimiento de una conciencia feminista, las dificultades bélicas impedían el desarrollo inequívoco de una clara plataforma de actuación anarcofeminista. Al igual que en el caso de AMA, las exigencias de la guerra acabaron difuminando sus demandas feministas y, en la práctica, obligaron a todas las organizaciones femeninas a ajustar sus actividades a la supervivencia y la lucha contra el fascismo. Su objetivo a largo plazo de lograr la emancipación femenina mediante un programa paulatino de actividades culturales y educativas tuvo que ser modificado cuando la organización se encontró en medio de una contienda que dio prioridad a la lucha antifascista y la revolución social.
   Las finalidades inmediatas de la organización de mujeres anarquistas ligaban la creación de una “fuerza femenina consciente y responsable que actuaría como vanguardia de la revolución” a la emancipación de las distintas formas de subordinación que mantenía a las mujeres en una posición social inferior.
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La subordinación de género se identificaba con la servidumbre femenina de la “ignorancia” (falta de acceso a las actividades educativas, culturales y sociales), su subalternidad en una sociedad de predominio masculino y su discriminación como trabajadora.
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Esta definición de demandas concretas como mujeres iba siempre acompañada de su identificación con la causa anarquista. Sus estatutos, elaborados por una comisión constituida en la Primera Conferencia Nacional celebrada en Valencia en agosto de 1937, creaban un vínculo político evidente con el movimiento anarquista y sus diferentes organizaciones, la anarcosindicalista CNT, el grupo anarquista radical, la Federación Anarquista Ibérica (FAI) y la organización juvenil anarquista Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL):
   Para el logro de estos objetivos actuará como una organización política identificada con las finalidades generales de la CNT y la FAI ya que su aspiración de emancipación femenina tiene como objetivo supremo que la mujer pueda intervenir en la emancipación humana contribuyendo con los conocimientos adquiridos enriquecidos con sus características propias a la estructura del nuevo orden social.
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   El modo en que Mujeres Libres abordaba los problemas de género tenía un indiscutible contenido de clase. Se identificaba claramente con los objetivos del movimiento anarquista que trataba de instaurar una sociedad igualitaria revolucionaria. Aunque algunas de sus dirigentes eran de clase media baja, la dirección estaba constituida principalmente por mujeres de clase obrera, muchas de las cuales eran autodidactas. Este era el caso de las modistas Suceso Portales y Lola Iturbe, quien también escribía bajo el pseudónimo de Kiralina, y que desempeñaron un importante papel tanto en la organización femenina como en el movimiento libertario.
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Suceso Portales era una organizadora y oradora excelente. Tuvo un papel decisivo en la organización de Mujeres Libres en el centro de España y en 1938 era secretaria del Comité Provincial para España central y secretaria del Subcomité Nacional. Posteriormente, en el exilio, fue una de las que reorganizó Mujeres Libres y siguió publicando su revista durante el régimen de Franco. Lola Iturbe fue una activista extraordinariamente importante que tuvo una destacada participación en la publicación del periódico anarquista
Tierra y Libertad
, en el que introdujo la página femenina en diciembre de 1935. Más tarde, en el exilio, fue una de las primeras que escribió sobre el papel de las mujeres en la Guerra Civil.
   Mujeres Libres señaló que uno de los principales factores de la subordinación femenina era la nefasta situación de las mujeres trabajadoras. Pensaba que la independencia económica era básica para la emancipación femenina y asociaba la situación de las trabajadoras a la lucha de clases y a la opresión de la clase obrera bajo el sistema capitalista imperante. De este modo, sus objetivos estaban estrechamente ligados a un provecho social basado en el modelo anarquista de transformación revolucionario. Sostenía que, si bien la emancipación femenina no podía aislarse de una lucha social y de clases más amplia, el modelo anarquista de emancipación tampoco sería completo sin integrar una lucha para alcanzar la liberación de las mujeres.
   En realidad, Mujeres Libres fue muy original al elaborar una teoría que pudiera catalogarse como un anarcofeminismo de clase obrera. En efecto, planteó el problema de la doble militancia: feminista y política, una cuestión candente en las décadas posteriores que enfrentó al movimiento feminista de los años setenta. Desde luego, esta nueva postura de la doble militancia era problemática y sería erróneo pensar que sus 20.000 afiliadas apreciaran claramente sus repercusiones o asumieran plenamente la necesidad prioritaria de una lucha feminista. No obstante, en la organización hallamos un grado de conciencia feminista sorprendente.
   Mujeres libres no se identificaba con el término
feminista
. De acuerdo con otras mujeres anarquistas, lo asociaban al feminismo político burgués de clase media y lo rechazaban por sus limitaciones sociales.
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Con todo, es indudable que la teoría y la práctica de Mujeres Libres puede calificarse de anarcofeminismo porque la organización reconocía la especificidad de la opresión femenina y la necesidad de una lucha autónoma para superarla. Admitía explícitamente la existencia de un sistema patriarcal, la “civilización masculina” a la que se refería Suceso Portales,
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en el que las mujeres padecen una subordinación por mor de su sexo. Es todavía más significativo el hecho de que Mujeres Libres desarrollara una estrategia de resistencia fundada en la idea de la “doble lucha” y creara una organización femenina autónoma para llevarla a cabo.
   La teoría de la “doble lucha” se construyó sobre un discurso social y de género paralelos que asociaba la lucha por la liberación de la mujer a una teoría del cambio social revolucionario basado en un modelo anarquista de sistema social alternativo. De este modo, las mujeres tenían que comprometerse en una lucha paralela de doble militancia: una revolucionaria, fundada en la eliminación de la explotación social y económica y la destrucción del Estado, y otra feminista, que cuestionara la supremacía masculina y acabara con las estructuras patriarcales. De hecho, la postura teórica que adoptó Mujeres Libres definía de forma clara los problemas de género y exigía una revisión de las relaciones de poder entre los sexos. Y no sólo eso, la organización sostenía también que únicamente si las mujeres, por sí mismas, tomaban la iniciativa tanto a nivel colectivo como individual, se corregirían las relaciones patriarcales y la desigualdad entre los sexos. La solución a la subordinación femenina y la eliminación de las fuentes de la discriminación de género sólo podrían alcanzarse gracias a la iniciativa y al compromiso de las mujeres en la lucha social y feminista. En sus escritos previos a la guerra, Lucía Sánchez Saornil había subrayado que, en su opinión, la lucha por la emancipación de la mujer era un problema masculino. Sin embargo, la reeducación de sus compañeros no constaba en el programa de las mujeres anarquistas durante los años de la guerra.
   Mujeres Libres planteaba la emancipación femenina de un modo sorprendentemente parecido al de las feministas de hoy día, ya que no se limitaba a exigir derechos sociales y políticos, ni la igualdad laboral ni la económica. Es significativo que uno de los factores decisivos que contemplaba en la elaboración de un proyecto de emancipación para la mujer era el desarrollo de su independencia psicológica. Para estas mujeres, la libertad comprendía también la libertad psicológica, la promoción de la identidad femenina, la autonomía personal y la autoestima. Esta libertad interna que debían adquirir sólo podría lograrse mediante la iniciativa individual y la lucha:
   El hombre revolucionario que hoy lucha por su libertad, solo, combate contra el mundo exterior. Contra un mundo que se opone a sus anhelos de libertad, igualdad y justicia social. La mujer revolucionaria, en cambio, ha de luchar en dos terrenos: primero por su libertad exterior, en cuya lucha tiene al hombre de aliado por los mismos ideales, por idéntica causa; pero, además, la mujer ha de luchar por la propia libertad interior, de la que el hombre disfruta ya desde hace siglos. Y en esta lucha, la mujer está sola.
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   En realidad, se aleccionaba a las mujeres para que no confiaran en que los hombres las fueran a apoyar para lograr su autonomía. En un artículo sobre la doble lucha femenina publicado en
Mujeres Libres
, una militante advertía que el más considerado y bienintencionado de los hombres era misógino e impedía el desarrollo del potencial femenino: “Tiene tanta vanidad oculta que, sin darse cuenta, y bajo las apariencias de amor y amistad, a menudo obra en contra de la liberación de la mujer”
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. En el peor de los casos, el sexismo flagrante y la defensa de los intereses masculinos impedía el auténtico compromiso para impulsar la emancipación femenina. En el debate sobre la mujer celebrado justo un año antes, el conocido activista Mariano Vázquez había admitido con franqueza que no era de esperar que los hombres, anarquistas incluidos, abandonaran sus privilegios y renunciaran a su hegemonía. Lo expresaba así:
   ¿No les sorprende, verdad, que un burgués no quiera abandonar su posición, ni siquiera igualarse con sus trabajadores? No, lo consideramos justo. Sabemos que es más agradable dar órdenes que obedecer... Entre un hombre y una mujer ocurre lo mismo. El varón se siente más satisfecho teniendo una sirviente que le haga la comida, le lave la ropa... Esta es la realidad. Y a la vista de esto, pedir que los hombres cedan [sus privilegios] es como soñar.
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   En vista de la oposición masculina, Mujeres Libres era muy consciente de que para alcanzar la liberación femenina era necesaria una lucha específica, aunque también era evidente que las mujeres no iban a emprender una “guerra” contra los hombres, pues, a largo plazo, los intereses masculinos y femeninos no eran incompatibles.
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Esta conciencia insólita de la necesidad de luchar individualmente para vencer los obstáculos al propio desarrollo y a la autoconfianza, se puede atribuir, sin duda, al anarquismo individualista. Lo que es interesante es ver cómo se aprovechó Mujeres Libres de las diferentes tendencias del anarquismo español para desarrollar una estrategia global encaminada a la emancipación femenina. Porque conjuntamente con esta actitud más individualista, adoptada por pensadoras anarquistas de la talla de Federica Montseny —aunque fuera de un contexto de género— Mujeres Libres defendía también una estrategia colectiva paralela para liberar a las mujeres de las ataduras de la subordinación.
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