Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil (19 page)

BOOK: Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil
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   El hecho de no haber logrado consolidar su posición explica el poco peso que tenía la AMA en los círculos oficiales; su órbita de actuación se redujo a actividades esporádicas de ayuda auxiliar. Su debilidad en el ámbito político se demuestra también porque no pudo reforzar su presencia ni desarrollar su máximo potencial en el seno de las organizaciones oficiales. Las mujeres antifascistas no tenían la suficiente fuerza como para obligar a las instituciones a superar sus reticencias y a aceptar la colaboración femenina. Esto pone en evidencia las limitaciones del concepto que la AMA tenía sobre la función social de la mujer en la lucha antifascista; al parecer, la AMA nunca puso en tela de juicio su asignación a un papel de apoyo auxiliar. Muy al contrario, una función de apoyo encajaba perfectamente en la estrategia de resistencia global de la organización, que concebía el cometido de las mujeres precisamente desde este punto de vista.
   La finalidad primordial de las organizaciones era luchar contra el fascismo y defender la república democrática auspiciada por el Frente Popular. Como afirmaba el Comité Vasco de Mujeres Antifascistas, “... las mujeres se alzaron para ofrecer sus brazos abiertos al Frente Popular”
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, al tiempo que la Segunda Conferencia de Mujeres Antifascistas celebrada en Valencia en octubre de 1937 declaraba su compromiso incondicional con el Frente Popular:
   Las mujeres antifascistas lucharán con todas sus energías para fortalecer el Frente Popular y han acordado invitar... a los partidos y organizaciones para canalizar sus aspiraciones y esfuerzos hacia un objetivo común: ganar la guerra, acatando las órdenes del gobierno con disciplina y entusiasmo.
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   Conforme a los principios comunistas, la AMA sostenía que la Guerra Civil no era el momento oportuno para impulsar un cambio revolucionario. Muy al contrario, rechazaba toda pretensión al respecto e insistía en que su meta principal era el antifascismo y la defensa de la República democrática. Optar entre la guerra antifascista y la revolución no representaba un dilema para la AMA, pues el cambio social radical no estaba en su programa político. Para sus militantes, el activismo antifascista era exclusivamente una defensa de la Segunda República:
   Luchamos contra el fascismo, por la defensa de las libertades democráticas que el mismo pueblo se dio... Las mujeres defendemos estas libertades porque son las únicas que garantizan nuestros derechos de mujeres, nuestro derecho a intervenir en la vida política y social del país, que la reacción nos negó siempre porque sabía que sólo podemos emplearlos en la defensa de nuestros intereses y los de nuestros hijos.
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   Por lo tanto, el fascismo era la clave de su existencia, la razón de ser que lo identificaba con los intereses generales de la humanidad contemplándolo como un medio para liberar a los pueblos oprimidos. De hecho, las mujeres antifascistas, al igual que otros grupos políticos, también calificaban la contienda de guerra de independencia. Con esto, la memoria popular colectiva y la mitología histórica hacían una asociación directa entre la guerra de independencia española de 1808-1814 contra Napoleón y la guerra contra el fascismo nacional e internacional que estaba teniendo lugar en España.
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   También proclamaba que la paz era uno de sus objetivos. Sin embargo, según Emilia Elías, secretaria general de la AMA, lo único que garantizaba una paz permanente era llevar a cabo una guerra triunfal que aniquilara el fascismo internacional.
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A lo largo de los años de Guerra Civil, el núcleo de su programa lo constituía la defensa del derecho a la libertad y la autodeterminación, a la justicia, a la cultura y la educación así como la reivindicación de la democracia política.
   De nuevo, el objetivo primordial común a las diversas organizaciones femeninas antifascistas era, sin lugar a dudas, la movilización de las mujeres españolas en la causa antifascista. Aunque también incluían en sus programas algunas demandas específicas de género y aludieron al hecho de que la lucha antifascista llevara implícita la defensa de “sus propios derechos específicos como mujeres”
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, estas demandas eran marginales y se hacían aún más accesorias a medida que aumentaban las dificultades de las fuerzas republicanas. Para intentar atraer a grandes masas de mujeres a su organización, la propaganda de la AMA insistía en la importancia que tenía el peligro del fascismo para ellas. Sin embargo, su planteamiento incorporaba el tradicional discurso de género y la identificación de la maternidad como el eje de la vida de una mujer. La lógica de la identidad de género impregnaba sus mensajes, que rara vez consideraban a las mujeres como seres racionales por derecho propio que podían rechazar el fascismo en tanto que individuos. Para las mujeres antifascistas, la percepción y el rechazo de éste quedaron mediatizados por la subjetividad femenina como madres o esposas. Así, el fascismo fue representado como una amenaza para el hogar y la familia y rara vez como un peligro que amenazaba los principios de los derechos humanos y de la libertad democrática.
   Este discurso que identificaba al colectivo de mujeres como madres, seguía las líneas habituales de propaganda que todos los sectores políticos anteriores a la Guerra Civil les destinaban. Esta opción de la organización de mujeres antifascistas se podría entender como una táctica de propaganda temporal para atraer la máxima cantidad de mujeres a la causa antifascista ya que este mensaje apelaba a sus sentimientos maternales y a un cometido social al que estaban acostumbradas. Puesto que la identificación de género estaba fijada en gran medida a través de la maternidad, tal vez no resulte sorprendente que las organizaciones femeninas también propagaran la maternidad social como expresión política antifascista. También es cierto que la sociedad española de la época era reacia a las ideas feministas y a sus exigencias específicas. No obstante, la insistencia en estos valores no se puede atribuir a una mera tentativa estratégica temporal para hacer que las mujeres fueran más receptivas a su causa ya que la mayoría de las mujeres antifascistas no ponían en duda los modelos de género tradicionales. Antes bien, las estrategias revelan que las organizaciones carecían de una reflexión crítica sobre la situación de las mujeres y apenas ponían en tela de juicio los valores patriarcales.
   De vez en cuando, los programas de la AMA abordaban demandas como el derecho de las mujeres al saber a fin de librarlas de la esclavitud de la ignorancia. De hecho, uno de sus ámbitos significativos de actuación fue la educación y formación cultural de las mujeres. También figuraron de forma esporádica las exigencias de liberación de la “maternidad opresiva” e incorporación a la vida pública y social.
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Sin embargo, en contraste con estas referencias esporádicas a los problemas específicos de género, estas organizaciones adoptaron una política mucho más consecuente y coherente respecto al antifascismo; incluso la defensa de los derechos de las mujeres solía expresarse en función de los derechos maternales, en tanto que el feminismo venía a identificarse con la lucha antifascista. Astrea Barrios, antifascista vasca, escribió que el “feminismo auténtico” que proponía la AMA era el que estimulaba a una chica a coser ropa para los milicianos, elevar la moral de los heridos o sustituir en el trabajo a sus camaradas varones para que pudieran ir al frente.
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La AMA no definía el feminismo como una lucha por los derechos de las mujeres, la igualdad o la emancipación, sino como una lucha contra el fascismo. Las demandas propias de las mujeres se perdieron en esta visión del feminismo. Las reivindicaciones típicas de éste, como la igualdad política y los derechos sociales, obtuvieron poco respaldo en los programas de estas organizaciones. Sólo un pequeño número de mujeres antifascistas comprometidas dieron la máxima prioridad a los problemas específicos de género. Este fue el caso de la abogada socialista Matilde Huici, que criticó enérgicamente la situación social de las mujeres en España afirmando que, a excepción del derecho al voto, apenas había cambiado desde 1931, durante los años de la Segunda República. Huici denunciaba amargamente la franca discriminación que ejercían todos los partidos políticos y los sindicatos contra las mujeres, y más concretamente las casadas, en su flagrante perpetuación del privilegio masculino:
   Los cargos públicos, especialmente los más importantes, con rarísima, casi única excepción, siguieron siendo desempeñados por varones; y la mujer casada, por más que alegara los preceptos constitucionales, se veía desatendida, obstaculizada, en cuanto deseaba actuar sin contar con el marido.
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   Tal como señaló Huici, la supremacía masculina aún estaba asentada en la sociedad española. Todavía tenían que ponerse en práctica de forma efectiva las medidas legislativas que aseguraban la igualdad, como el Derecho sobre la Igualdad de las Mujeres promulgado en febrero de 1937. Además de denunciar la desigualdad política de las mujeres, Huici fue una excepción en el seno de la AMA ya que intentó abordar las cuestiones de la educación sexual, el control de la natalidad y el aborto. A pesar de que en el programa de la agrupación figuraba la necesidad de aliviar a las mujeres de la “maternidad opresiva”, solamente Huici incluyó estos temas en su informe sobre la situación de las mujeres, y aun así no consiguió que se debatiera en la Segunda Conferencia de la AMA de octubre de 1937. Este compromiso público con las reivindicaciones feministas no era, desde luego, habitual; pocas mujeres se molestaban en insistir en que se abordaran estas cuestiones, sobre todo si no tenían una relación inmediata con el esfuerzo bélico.
   En realidad, no debe sorprender que las organizaciones femeninas antifascistas hubieran prestado poca atención a los problemas específicos de las mujeres. La AMA se había creado bajo la tutela del partido comunista español, que había prestado poca atención a un programa feminista.
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En la medida en que prestó interés a las mujeres, se centraba en los asuntos relacionados con el trabajo, como la discriminación salarial y el permiso de maternidad, y otorgó poco relieve a la clásica tesis marxista de que su incorporación al trabajo remunerado representaba la base de su futura emancipación.
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La especificidad de la emancipación femenina era un tema que no se trataba; al contrario, se suponía que la misma sobrevendría automáticamente con la derrota del capitalismo. Con esta visión reduccionista, se instaba a las mujeres a no emprender ningún combate específico a favor de su emancipación, sino a concentrarse en la lucha política global. A pesar de las advertencias ocasionales de Pasionaria, la comunista española que mejor exponía estos asuntos, los comunistas ortodoxos descuidaban notoriamente los problemas de las mujeres y defendían la subordinación total de cualquier demanda femenina a la lucha del partido.
   Durante la Guerra Civil, y de conformidad con las directrices políticas de la Unión Soviética y de la Tercera Internacional desde 1935, la postura política del Partido Comunista de España (PCE) estaba muy clara: defender la república democrática, concentrarse en el esfuerzo bélico y oponerse a todo intento de introducir un proceso de cambio revolucionario. Ese mayor interés por las mujeres se centró en la necesidad del partido de incorporarlas al mismo —el partido comunista catalán (PSUC) era especialmente activo en este aspecto— así como de aumentar la movilización femenina mediante su integración en alguna de las organizaciones antifascistas aliadas. Las secciones femeninas de los partidos comunistas se concentraban en la labor asistencial, la educación y la formación profesional, la movilización contra la Quinta Columna (saboteadores, partidarios fascistas y espías) y la educación política de las mujeres a fin de adiestrarlas para sustituir a los cuadros del partido cuando quiera que las circunstancias pudieran exigirlo.
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   En contraste con el Partido Comunista, la AMA tenía un método más amplio y menos político. Su programa se presentaba en términos de justicia, paz y defensa de la cultura y la libertad y centraba su atención en el antifascismo, aunque, en gran medida, aceptaba los supuestos tradicionales sobre el rol de las mujeres en la contienda. Las conclusiones de la importante Conferencia de Mujeres Antifascistas, celebrada en Valencia en octubre de 1937, se centraban en un programa para la mejora de la condición femenina, sobre todo en lo que respecta a sus exigencias por su integración inmediata en la fuerza laboral, la igualdad salarial “cuando fueran tan productivas como los hombres” y la instauración de una infraestructura de cantinas, guarderías e instalaciones colectivas para el cuidado de los niños, a disposición de las madres trabajadoras.
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Sin embargo, estos programas se encaminaban principalmente hacia el esfuerzo bélico y la integración de las mujeres en la producción de guerra. Dicho de otro modo, aunque era evidente que tales exigencias iban a beneficiar su situación global, el razonamiento que había detrás no era feminista sino, más bien, parte de la estrategia general para movilizar el potencial femenino en aras de la resistencia antifascista. Teniendo en cuenta el aumento del reclutamiento militar, la utilización de las mujeres en la fuerza de trabajo era decisiva para mantener el ritmo de producción necesaria para la economía bélica. Una vez más, el compromiso antifascista tenía prioridad sobre cualquier exigencia de género.
   Para defender a las mujeres o hacer campaña en favor de una mejora de su situación social, no es necesario poseer una conciencia feminista. No obstante, sin ser tan obvio, la realización de tales exigencias y la dinámica real de integración femenina en este movimiento social masivo les llevó a desarrollar no sólo una conciencia política sino también como mujeres. Aunque las exigencias específicas de género estaban subordinadas a la lucha global para eliminar el fascismo, las dificultades halladas, las responsabilidades afrontadas y la creciente percepción de sus propias aptitudes, condujo a un incremento gradual de concienciación de signo más feminista no expresada aún claramente pero, no obstante, presente entre un sector cada vez más amplio de mujeres.

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