Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil (23 page)

BOOK: Rojas: Las mujeres republicanas en la Guerra Civil
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   La respuesta masiva más importante que obtuvieron todas las organizaciones femeninas fue en el ámbito de la educación y la formación profesional, las cuales correspondían a una necesidad básica de las mujeres españolas. No obstante, no hay que dar por sentado que la mayoría de quienes asistían a estas actividades asimilara y se identificara con la postura teórica de la organización. En realidad, ni siquiera todas las dirigentes de Mujeres Libres adoptaron una actitud decididamente feminista; una de las fundadoras, Mercedes Compaposada, dio en agosto de 1938 una opinión muy convencional sobre los objetivos de la organización:
   Nuestro organismo está creado y mantenido con el fin de hacer mujeres aptas para el hogar y para la vida pública. Mejor dicho, para la sociedad del futuro. Está en un error quien se imagine que esto es una entidad feminista. No. Es simplemente un centro de capacitación de la mujer en todos los terrenos: cultural, económico, social... A nuestro entender en esta preparación reside la auténtica redención de mujeres en España y en el Mundo.
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   Al igual que las asociaciones femeninas antifascistas, Mujeres Libres estaba condicionada por los límites culturales de su época. Como veremos posteriormente, a medida que avanzaba la guerra, crecía el consenso político entre las distintas organizaciones femeninas que dirigían sus actividades para impulsar la alfabetización, la educación y la formación profesional. En muchos casos, las diversas organizaciones utilizaban el mismo vocabulario; por ejemplo, el término capacitación se usaba habitualmente para designar la formación, la educación y la preparación social que desarrollaría plenamente el potencial femenino.
   Aunque Mujeres Libres incluía en su programa un abanico más amplio de cuestiones feministas que las organizaciones femeninas antifascistas, y a pesar de su postura indudablemente más coherentes, las mujeres anarquistas no tomaron en consideración problemas tales como la división sexual del trabajo y el hecho de que la responsabilidad del cuidado de los hijos recayera solamente en ellas. Y no obstante la postura teórica innovadora de sus dirigentes más radicales, la mayor parte de las militantes todavía se inclinaba a exaltar la maternidad como la tarea principal de las mujeres. De hecho, la postura de Lucía Sánchez Saornil en el sentido de considerar que la maternidad era sencillamente una de las muchas opciones que tienen las mujeres, tal vez se pueda atribuir más a su propia experiencia vital, en tanto que lesbianas, que a su desafío anarquista al discurso de la domesticidad.
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Además, es sorprendente que, teniendo en cuenta que el aborto se había legalizado en Cataluña en diciembre de 1936 a iniciativa del anarquista Félix Martí Ibánez, director general del Ministerio de Salud y Asistencia Social de la Generalitat,
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Mujeres Libres nunca introdujo abiertamente el tema del aborto ni trató temas como la planificación familiar o el control de la natalidad. Sus campañas educativas relacionadas con esas cuestiones se limitaban a la preparación para la maternidad, el cuidado de los niños y algunos conocimientos elementales de anatomía.
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   La historia oral proporciona un importante caudal de documentación para llegar a comprender mejor las vivencias de las mujeres. Sin embargo, debe situarse en el contexto y considerarse a la luz del condicionamiento cultural de la sociedad de hoy día. El filtro del tiempo y los modelos culturales influyen a menudo en la memoria de la experiencia histórica. Esto también es cierto por lo que se refiere a la reconstrucción de la memoria histórica de las propias protagonistas de Mujeres Libres. A principios de los años setenta, mucho antes del desarrollo de un movimiento feminista en la España postfranquista, los recuerdos de las mujeres hacían más hincapié en la definición política anarquista de Mujeres Libres al tiempo que alegaban que apenas tenía intereses de signo feminista. Sin embargo, en unas entrevistas más recientes con algunas familiares, éstas contemplaban su experiencia y la evolución de su organización desde el eje del feminismo. De hecho, resulta muy significativo que, en unas entrevistas de los primeros años setenta, algún miembro de Mujeres Libres insinuara de forma implícita y con cierta desaprobación que Lucía Sánchez Saornil era lesbiana, en tanto que en un reciente documental de video este hecho se reconocía abiertamente.
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   A pesar del desfase entre la postura teórica feminista de Mujeres Libres y su práctica cotidiana, la movilización femenina realizada bajo los auspicios de la organización constituyó un paso decisivo para el aumento de la conciencia feminista, de la propia identidad y el amor propio para las muchas miles de mujeres trabajadoras que participaban en sus actividades. A un nivel muy básico, y por primera vez, las campañas de alfabetización y educativas proporcionaron a esas mujeres una oportunidad colectiva para desarrollar su propia capacidad y su propio potencial.
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Mujeres Libres surtió a los institutos femeninos y agrupaciones locales de un espacio donde las trabajadoras podían reunirse y aumentar sus conocimientos y la confianza en sí mismas de forma colectivo.
   El enérgico enfrentamiento de la organización con los hombres anarquistas le permitió intensificar la expresión de su personalidad y defender sus intereses colectivos al tiempo que se hacían más conscientes de su problemática específica y de su lucha como mujeres. La conciencia feminista que sustentaba explícitamente la teoría de la doble lucha, les proporcionó un nuevo marco teórico en el que reflejar su experiencia vital. La actitud dinámica de algunas de las dirigentes de la organización, junto con la declaración expresa de la necesidad de una doble militancia y una lucha paralela social y feminista, representó una etapa importante en el proceso de desarrollo teórico de un movimiento feminista obrero en España.
   Aunque la presión de la guerra y los acontecimientos políticos a lo largo de los meses produjo un cierto decaimiento de su tesis feminista, lo que, en efecto, puede percibirse en el tono y el contenido de su revista
Mujeres Libres
, el objetivo definitivo de la emancipación femenina y social seguía siendo inmutable. El reconocimiento de un proceso de transformación social que exigía una atención específica a las mujeres y su visión de la Guerra Civil desde la óptica de género se tradujeron en una distinta vivencia femenina de la lucha antifascista.
Marxistas disidentes: el secretariado femenino del POUM

 

   El Secretariado Femenino del partido marxista disidente, Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), tenía una identidad política definida y desarrollaba su programa sobre las mujeres en estrecho vínculo con el partido. A pesar de la atención que el bloque obrero y campesino, Bloc Obrer I Camperol (BOC
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, uno de los partidos cofundadores del POUM
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) había venido prestando tradicionalmente a las mujeres, el Secretariado Femenino no fue creado hasta septiembre de 1936, un año después de la constitución del POUM. Según María Teresa Andrade, secretaria general del Secretariado Femenino, fue Pilar Santiago, miembro del comité ejecutivo de la organización juvenil Juventudes Comunistas Ibéricas, quien convocó la reunión para crear la organización femenina. El Comité del Secretariado estaba formado por Andrade, Santiago, Olga Nin, Isabel Gironella y otros dos miembros sin identificar.
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El tema de la subordinación femenina tenía poca importancia en el partido; toda la atención estaba centrada en el trabajo político que pudiera ayudar a reclutar más afiliadas para el POUM. Una de las pocas inclusiones femeninas en su programa fue el panel del trabajo político de las mujeres en el orden del día del Segundo Congreso del POUM, programado para febrero de 1936 pero que nunca llegó a celebrarse. Incluso se designó a un hombre (Narcis Molins i Fàbregas) para que formara parte del equipo y elaborara la propuesta junto a María Teresa Andrade, Josefa Albiol y Pilar Santiago.
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   A diferencia de Mujeres Libres, que reclamaba una categoría institucional independiente, y de las organizaciones femeninas antifascistas de influencia comunista, que, al menos en términos formales, eran transpolíticas, el Secretariado Femenino del POUM (SFPOUM) constituía un organismo oficial del partido. Aunque disfrutaba de un cierto grado de autonomía y trataba de evitar la interferencia masculina en sus reuniones,
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el Secretariado Femenino seguía siendo una sección dependiente del POUM. En realidad, la organización femenina estaba estrechamente controlada por el partido, puesto que las componentes de los comités locales del Secretariado eran designadas por sus comités locales y el Comité Central era nombrado por el Comité Ejecutivo del POUM.
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   La militancia del POUM era bastante pequeña, formada por unos pocos cientos de afiliados,
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aglutinados en agrupaciones de cerca de treinta localidades situadas principalmente en Cataluña. El corto espacio de tiempo transcurrido entre la creación del POUM en septiembre de 1935 y su práctica desaparición de la escena política después los acontecimientos de mayo de 1937, obstaculizaron el crecimiento del partido,
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y, como consecuencia de ello, el grupo femenino se resintió. Además, la Primera Conferencia del Secretariado Femenino, celebrada en marzo de 1937, anunció que como resultado de una completa desorganización y una total ineficacia no se había podido reclutar una cantidad significativa de mujeres. Entonces, la conferencia propuso la reestructuración del Secretariado que, sin embargo, nunca se realizó debido a la represión y la eliminación progresiva del POUM durante las semanas que siguieron a lo que se ha dado en llamar la guerra civil dentro de la Guerra, en mayo de 1937.
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   Algunas de las mujeres del POUM poseían un cierto grado de conciencia feminista. En su periódico,
Emancipación
, denunciaban la supremacía masculina y el sexismo de los militantes comunistas en términos beligerantes y comparaban el comportamiento sexista con el nazismo:
   En la casi mayoría de los casos el hombre, aun llamándose comunista o revolucionario... hace posible en sus hogares lo que el nazismo ha impuesto en Alemania. Que la mujer desaparezca de la vida social, cultural y política y quede relegada al simple deber de bestia productora de material humano para la guerra.
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   A los militantes varones del partido les dieron un toque de atención para que se percataran de su comportamiento sexista y reaccionario, pero a pesar de estas críticas ocasionales a la dominación masculina, las mujeres marxistas disidentes no reconocieron la especificidad de la subordinación femenina ni vieron la necesidad de entablar una lucha para alcanzar su emancipación.
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Su visión de las mujeres se expresaba en términos políticos. No consideraban que los intereses masculinos y femeninos fueran incompatibles y, conforme al planteamiento marxista tradicional, la emancipación de ambos sexos estaba vinculada a la implantación de un régimen comunista igualitario. El Secretariado Femenino del POUM publicó un panfleto en 1937,
La mujer ante la revolución
, en el que expresaba claramente su lealtad al partido y la identificación de la lucha proletaria con la defensa de sus intereses como mujeres:
   El problema de la mujer, hay que repetirlo hasta la saciedad, es sólo una parte de la lucha de la clase trabajadora. Por esto ingresamos en el partido que más firmemente lucha por los intereses del proletariado y, como consecuencia, por nuestros intereses específicos.
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   Es posible que la creciente persecución política del POUM después de la victoria de los comunistas ortodoxos en mayo de 1937, haya obstaculizado el esfuerzo de los marxistas disidentes por exponer en su programa una definición de género más clara. Sin embargo, algunos de los elementos más destacados de la organización femenina, como su secretaria general, la periodista María Teresa Andrade, siempre habían rechazado toda dimensión feminista específica en el diseño y la estrategia de la organización.
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   Otro factor que explica el carácter accesorio de las cuestiones de género es que el SFPOUM no se creó en respuesta a una iniciativa femenina para instituir una organización que defendiera los intereses específicos de las mujeres. Antes bien, lo creó el partido como vehículo político para canalizar las iniciativas femeninas y atraer más mujeres a su programa político marxista: “El Secretariado Femenino es la organización femenina de masas y a partir de ahí se pueden atraer numerosas militantes al Partido”
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. Además, muchas de las mujeres más notables del Secretariado Femenino se habían metido en política a través de sus familias y relaciones personales y por eso carecían de la experiencia de una militancia política autónoma de género. Este era el caso, por ejemplo, de María Teresa Andrade, Olga Nin, Antonia Adroher, Teresa Rebull, Luisa Gorkin y María Manonellas; al parecer, la expresión más importante del Secretariado sobre política femenina,
La mujer ante la revolución
, la escribió Katia Landau, la compañera de Kurt Landau, ex secretario de Trotsky.
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La hegemonía masculina en el partido y la presión de los activistas sobre su familia inmediata hizo que esas mujeres tuvieran aún más dificultades para desarrollar una estrategia más independiente y feminista.
   El Secretariado Femenino carecía de una identidad de género porque se había concebido como un vehículo para la transmisión de la política del POUM a las mujeres y su captación para la organización obrera. La conciencia feminista se difundió bajo esta presión política y más aún cuando el POUM recomendó que todas las militantes del partido pertenecieran al Secretariado Femenino.
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Indudablemente, esto impidió que quienes habían desarrollado una conciencia de género más aguda fomentaran un planteamiento más colectivo de los problemas femeninos.
   El SFPOUM se creó para atraer más mujeres al partido
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y para educarlas “en los principios marxistas, los únicos que pueden conducir al triunfo del proletariado”
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. Su programa daba una prioridad evidente a la preparación política de las mujeres para que desempeñaran su papel en la lucha revolucionaria. La organización femenina dio a su programa un claro contenido de clase y, a diferencia del comunismo ortodoxo, se identificaba plenamente con el punto de vista marxista disidente que contemplaba la guerra como una lucha antifascista y revolucionaria al mismo tiempo. La propaganda política, la preparación revolucionaria y la formación teórica marxista de las mujeres eran los objetivos inmediatos. Tanto el partido como el Secretariado Femenino consideraban que la revolución era la meta a largo plazo.

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