—Mm, puede ser muy duro. No soporta las meteduras de pata. Me han dicho que va subiendo en el escalafón. Dijo que te estaban preparando para ser el sucesor de Illyan.
Miles alzó las cejas, sorprendido.
—Imposible. Ser dirigente de despacho requiere cualidades muy distintas a las de agente de campo. Una actitud diametralmente opuesta hacia las reglas, para empezar. No estoy… no estaba preparado ni de lejos para el trabajo de Illyan.
—Eso dijo Haroche. Parece que tu siguiente destino iba a ser como ayudante suyo. Cinco años en Domésticos, y habrías estado preparado para ocupar su puesto cuando Illyan se jubilara.
—Tonterías. Nada de Asuntos Domésticos. Si tuviera que mandar desde un despacho, Asuntos Galácticos o Komarr sí que tendrían sentido. Tengo cierta experiencia en eso.
—La falta de experiencia era precisamente lo que esperaban cubrir asignándote a Haroche. Illyan me dijo una vez que Haroche fue personalmente responsable, mientras era agente de Asuntos Domésticos, de desmontar no menos de cuatro serios complots contra la vida del Emperador. Sin incluir el incidente del
Yarrow
, que le valió su puesto de jefe. Tal vez Illyan esperaba que se te pegara algo de él.
—No necesito… —empezó a decir Miles, y cerró la boca.
—¿Qué es el caso del
Yarrow
? Y, si es tan importante, ¿por qué no he oído hablar de él? —preguntó Ivan.
—Un caso de libro de texto en el tema del antiterrorismo —contestó Galeni—. Illyan hace que todos sus nuevos analistas lo estudien.
—El caso es famoso dentro de SegImp —explicó Miles—. Sin embargo, pese a ser un éxito, es prácticamente desconocido fuera. Es la naturaleza del trabajo. Los éxitos son secretos y desagradecidos, los fracasos son escandalosos y sólo te procuran mala fama.
Mira mi carrera, por ejemplo
…
—Estuvo cerca —dijo Galeni—. Una facción hiperaislacionista alineada con el conde Vortrifrani planeó lanzar por medio de un salto suicida un viejo carguero llamado
Yarrow
justo contra la Residencia Imperial. Se habría llevado por delante la mayor parte del lugar incluso sin los explosivos que contenía. Los explosivos fueron su único error, el cabo suelto que guió hasta ellos al equipo de Haroche. Vortrifrani se apresuró a marcar las distancias, pero con ello perdió todo apoyo, y el Imperio se ha visto menos, ah, molesto por su presencia desde entonces.
Ivan parpadeó.
—La casa de mi madre no está lejos de la Residencia…
—Sí, uno se pregunta a cuánta gente de Vorbarr Sultana se habrían cargado si hubieran fallado su punto de salto.
—Millares —murmuró Miles.
—Tendré que acordarme de darle las gracias a Haroche, la próxima vez que lo vea —comentó Ivan, impresionado.
—Yo estaba fuera en esa época —suspiró Miles—. Como de costumbre. —Reprimió un irracional retortijón de envidia—. Nadie me dijo nada sobre este supuesto ascenso. ¿Cuándo… cuándo iban a darme esta vil sorpresita?
—Este mismo año, parece.
—Yo pensaba que había hecho que los Dendarii fueran demasiado valiosos para que SegImp soñara en hacer nada más conmigo.
—Hiciste un trabajo demasiado bueno.
—Jefe de SegImp a los treinta y cinco años. Ja. Gracias a Dios, me he librado de eso al menos. Bien. A Haroche no le haría ninguna gracia que le exigieran entrenar a un cachorrito Vor con el propósito expreso de ascenderlo por encima de su cabeza. Debió sentirse bastante aliviado.
—Supongo que sí —dijo Galeni, en tono de disculpa.
—Ja —comentó Miles, sombrío. Tras un momento, añadió—: Por cierto, Duv. Confío en que es obvio que lo que os he dicho es información privada. La versión oficial, para el cuartel general de SegImp y todo el mundo, es que recibí una licencia médica sin perjuicios.
—Eso dijo Illyan, cuando Haroche lo preguntó. Mantuvo la boca bien cerrada. Pero se notaba que tenía que haber algo más.
Ivan se excusó. Miles contempló meditabundo su taza de té. Ahora sí que podría dormir, pensó. De hecho, no había nada que deseara más. Ivan regresó demasiado pronto, y depositó una maleta junto a la mesa de la cocina.
—¿Qué es eso? —preguntó Miles, receloso.
—Mis cosas —dijo Ivan—. Para un par de días.
—¡No vas a mudarte aquí!
—¿Qué pasa, no tienes suficiente espacio? En esta casa hay más habitaciones que en un hotel, Miles.
Miles se desplomó otra vez; otra discusión que no iba a ganar.
—Es una idea para mi futura carrera.
Vorkosigan, alojamiento y comodidad
.
—¿Habitaciones baratas? —Ivan alzó una ceja.
—Demonios, no. Les cobraré una fortuna. —Hizo una pausa—. ¿Y cuándo tienes previsto marcharte?
—No lo haré hasta que no traigas a alguien. Hasta que te arreglen la cabeza, sin duda necesitarás un conductor, como mínimo. He visto tu volador en el garaje, por cierto. En el taller para unos ajustes, y un cuerno. Y alguien que te prepare la comida y te vigile y te vea comértela. Y alguien que limpie por ti.
—No ensucio tanto…
—Y limpie lo de los demás —continuó Ivan, implacable—. Este sitio necesita personal, Miles.
—Igual que cualquier otro museo, ¿eh? No sé.
—Si estás diciendo que no sabes si quieres, te equivocas. No tienes otra opción. Si estás diciendo que no sabes cómo contratarlo… ¿quieres que mi madre lo haga por ti?
—Er… creo que prefiero elegir a mi propio personal. Ella haría que todo fuera demasiado recto y adecuado, por usar una vieja frase del sargento Bothari.
—Eso es. Hazlo, o se lo encargaré a ella. ¿Qué te parece la amenaza?
—Efectiva.
—Muy bien, pues.
—¿No crees que podría apañármelas con una sola persona? Para que lo haga todo: conducir, cocinar…
Ivan arrugó la cara.
—… perseguirte y obligarte a tomar tu medicina? Ya puestos, necesitas un Baba para que te encuentre esposa. ¿Por qué no empiezas por un conductor y un cocinero, y sigues a partir de ahí?
Miles hizo una mueca, cansado.
—Mira —dijo Ivan—. Eres un puñetero Lord Vor en Vorbarr Sultana. Nosotros poseemos esta ciudad. ¡Así que vive como uno! ¡Diviértete un poco para variar!
—¿Has perdido el seso, Ivan?
—No eres un invitado en la Residencia Vorkosigan, Miles. Eres su único heredero, o lo fuiste hasta que apareció Mark, y él tiene su propia fortuna privada. ¡Al menos amplía tus posibilidades! Te has vuelto muy obtuso, trabajando para Illyan. ¡Es como si apenas tuvieras vida últimamente!
Es verdad. Naismith tenía toda la vida
. Pero ahora Naismith estaba muerto… asesinado por aquella granada en Jackson's Whole después de todo, aunque comprender ese hecho le hubiera llevado todo un año.
Miles había leído sobre imitantes, gemelos que nacían unidos de manera inseparable. A veces, de forma horrible, uno moría primero, y dejaba al otro unido a un cadáver durante horas o días, hasta que moría también. Lord Vorkosigan y el almirante Naismith: gemelos unidos en un solo cuerpo.
No quiero seguir pensando en esto. No quiero pensar en nada
.
—Vamos… a dormir, Ivan. Es tarde, ¿no?
—Bastante.
Miles durmió hasta media mañana. Para su desazón, cuando recorrió el laberinto de la casa hasta la cocina, encontró a Ivan allí sentado, tomando café, con los platos del desayuno apilados en el fregadero.
—¿No tienes que ir a trabajar? —preguntó Miles, sirviéndose en una taza los posos de la cafetera.
—Tengo unos días de permiso —le informó Ivan.
—¿Cuántos?
—Tantos como necesite.
Tantos como necesitara, claro, para comprobar que Miles iba a comportarse adecuadamente. Miles reflexionó. Si contrataba aquel personal no deseado, Ivan, relevado de su vigilancia, se marcharía a su propio apartamento… que, por cierto, no tenía personal, sólo un discreto servicio de limpieza. Entonces Miles podría largar al personal… es decir, despedirlo de nuevo, con buenas recomendaciones y una bonificación. Sí. Funcionaría.
—¿Se lo has comunicado ya a tus padres? —preguntó Ivan.
—No. Todavía no.
—Deberías hacerlo. Antes de que les llegue alguna versión deformada por otra fuente.
—Así que debería. No… no es fácil. —Miró a Ivan—. ¿No crees que tú podrías…?
—¡Por supuesto que no! —exclamó Ivan, horrorizado. Tras un momento de silencio, añadió un comedido—: Bueno… si de verdad no puedes… Pero preferiría no hacerlo.
—Yo… lo pensaré.
Miles sirvió los restos del verdoso café en su taza. Volvió escaleras arriba y se vistió con una camisa campestre amplia y suelta y pantalones oscuros que encontró en el fondo del armario. Se los había puesto por última vez hacía tres años. Al menos no le quedaban justos. Aprovechando que Ivan no estaba cerca, sacó todos sus uniformes barrayareses e hizo con ellos una pelota que tiró en una habitación de invitados del fondo del pasillo para no tener que verlos cada vez que abriera la puerta del armario. Tras una larga vacilación, exilió del mismo modo sus uniformes de mercenario Dendarii. Pocas prendas quedaron colgando, solitarias y tristes.
Se sentó ante la comuconsola de su habitación. Un mensaje a sus padres, ah, Dios. Y debería enviar también uno a Elli Quinn. ¿Tendría alguna vez la oportunidad de hacer las paces con ella? ¿Cara a cara, cuerpo a cuerpo? Era algo tremendamente complejo de tratar en un mensaje de comuconsola: sólo su delgado fantasma electrónico, pronunciar palabras mal elegidas o mal interpretadas, semanas de desfase. Y todos sus mensajes a los Dendarii eran controlados por los censores de SegImp.
No puedo enfrentarme a esto ahora. Lo haré más tarde. Pronto. Lo prometo
.
Dirigió entonces su pensamiento hacia el menos peliagudo problema del servicio de la Residencia Vorkosigan. ¿Cuál era el presupuesto para este proyecto? La media paga de su baja médica como teniente apenas cubriría el salario y la manutención de un criado a tiempo completo, incluso aunque ofreciera una habitación gratis en el lote, no al menos del tipo que normalmente contrataba la aristocracia de la capital: estaría compitiendo con otras sesenta casas de los condes del distrito en ese mercado de trabajo, un puñado de lores menores, y el tipo de nuevos ricos industriales no-Vor que actualmente se llevaban un preocupante porcentaje de damas Vor elegibles para que presidieran sus hogares al estilo al cual aspiraban.
Miles introdujo un código en la comuconsola. El rostro agradable y sonriente del encargado de negocios de los Vorkosigan, Tsipis, apareció con sorprendente prontitud sobre la placa vid después de que la llamada de Miles alcanzara su despacho en Hassadar.
—¡Buenos días, Lord Vorkosigan! No tenía conocimiento de que hubiera regresado de su servicio fuera del planeta. ¿En qué puedo servirle?
Al parecer, tampoco tenía aún noticia de la licencia médica de Miles, quien se sentía demasiado cansado para explicar siquiera la versión de los acontecimientos modificada para el público.
—Sí —dijo simplemente—. Llegué hace pocas semanas. Esto… parece que voy a estar aquí abajo más tiempo de lo que pensaba. ¿De qué fondos puedo disponer? ¿Dejó mi padre alguna instrucción?
—De todos —dijo Tsipis.
—¿Cómo dice? No comprendo.
—Todas las cuentas y fondos se hicieron conjuntos con usted, justo antes de que el conde y la condesa se marcharan a Sergyar. Por si acaso. Es usted el albacea de su padre, ¿sabe?
—Sí, pero… —No pensaba que Sergyar fuera una frontera tan salvaje—. Um… ¿qué puedo hacer?
—Es mucho más fácil decir lo que no puede hacer. No puede vender las propiedades vinculadas, es decir, la residencia de Hassadar y la Residencia Vorkosigan. Es libre de comprar cuanto se le antoje, por supuesto, o de vender cualquier cosa que su abuelo le dejara sólo a su nombre.
—Entonces… ¿puedo permitirme un conductor a tiempo completo?
—Oh, cielos, sí, podría permitirse personal para atender la Residencia Vorkosigan al completo. Los fondos están ahí, aumentando.
—¿No se necesitan para el Palacio del Virrey de Sergyar?
—La condesa Vorkosigan ha recurrido a cierta cantidad de sus recursos privados, al parecer para financiar algún proyecto de redecoración, pero su padre sólo mantiene a sus veinte hombres de armas en este momento. Todo lo demás en Sergyar procede del presupuesto imperial.
—Oh.
Tsipis sonrió.
—¿Se propone volver a abrir la Residencia Vorkosigan, mi señor? Eso sería espléndido. Fue un espectáculo tan hermoso, el año pasado en Feria de Invierno, cuando cené allí…
—No… de momento.
Tsipis dejó de sonreír.
—Ah —murmuró, decepcionado. Entonces una expresión de tardía comprensión asomó a su rostro—. Mi señor… ¿necesita usted dinero?
—Er… sí. Eso era lo que tenía en mente. Para, ejem, contratar a un conductor, tal vez a un cocinero, pagar facturas, comprar cosas… una pequeña cantidad para ir tirando, ya sabe.
Su paga de SegImp, acumulada durante sus largas ausencias, siempre había sido más que suficiente. Se preguntó qué más pedirle a Tsipis.
—Por supuesto. ¿Cómo le gustaría? ¿Un ingreso semanal en su cuenta del Servicio, tal vez?
—No… me gustaría una cuenta nueva. Separada. Sólo… a mi nombre como Lord Vorkosigan.
—Excelente idea. Su padre tiene siempre mucho cuidado en mantener inequívocamente separados sus fondos personales e imperiales. Y no es que ni el más osado Auditor Imperial se haya atrevido jamás a meter las narices, por supuesto. Habría quedado como un tonto después, cuando se revelaran los números.
Tsipis tecleó en su comuconsola, y miró de reojo una lectura de datos.
—Supongamos que transfiero todos los fondos de la Casa acumulados a una nueva cuenta, como previsión de capital. Y luego le envío la habitual paga semanal.
—Bien.
—Si necesita algo más, llámeme inmediatamente.
—Claro.
—Le enviaré su nueva cuenta por correo dentro de una hora.
—Gracias —Miles extendió la mano para cortar la comunicación; luego añadió—: ¿A cuánto asciende?
—Cinco mil marcos.
—Oh, bien.
—Y ochenta mil marcos para empezar —añadió Tsipis.
Miles hizo un rápido cálculo mental.
—¿Este lugar se estaba chupando cinco mil marcos a la semana?
—Oh, mucho más que eso, con los soldados y la cuenta personal de la condesa. Y sin incluir reparaciones importantes, que tienen un presupuesto aparte.