Read Ponga un vasco en su vida Online
Authors: Óscar Terol,Susana Terol,Iñaki Terol,Kike Díaz de Rada
Tags: #Humor
La base de la alimentación y de la cocina de las Santas Escrituras está formada por cuatro elementos muy claros: el
agua
, el
aceite
, el
trigo
y el
vino
. Con esta materia prima hacían la mayoría de sus platos, luego estaban los considerados platos fuertes, que sobre todo eran el novillo, el cordero y los peces en general. Nosotros pensarnos que no hay que abusar de la proteína animal y en el Antiguo Testamento se ponían morados. Por ejemplo, era motivo de fiesta el día en que Yahvé ordenaba sacrificar un cordero para hacer una celebración. Sólo con ver la pieza asándose en aquellos fuegos de leña en pleno monte a más de un comensal se le caía la baba… por dios. Unas costillitas de asado con un poco de sal y… Por cierto, ¿se sazonaban los guisos en aquellos tiempos?
Mencionamos aparte este condimentador natural de las comidas por el tratamiento tan especial que tiene en los textos sagrados. Escuchamos hablar por primera vez de la sal cuando la mujer de Lot, al huir con éste de su ciudad, se da la vuelta para ver cómo arden Sodoma y Gomorra. «Su mujer miró hacia atrás y se volvió poste de sal» (Génesis 19, 26). A todas luces, un método de obtención de cloruro sódico mucho más barato que las costosas salinas contemporáneas. A lo que íbamos, es frecuente leer en la Biblia que comían ésta u otra cosa, pero casi no se menciona la sal y, si se hace, ya hemos visto que es con connotaciones negativas: la sal es un castigo para el cuerpo. Es lo que precisamente repiten una y otra vez en el programa de salud
Saber Vivir
, en Televisión Española, porque dicen que provoca hipertensión; así te endiñan un tensiómetro de cien euros y lo único que hacen es copiar a los cristianos de toda la vida. Esos sí que sabían: en materia de salud y alimentación, con cuatro o cinco elementos y un poco de conocimiento obraban milagros.
Usted habrá escuchado cantidad de veces el milagro de Jesús donde con cinco panes y dos peces da de comer a miles de personas. A la voz de «Traédmelos acá» pide a los discípulos que le acerquen estos alimentos. Entonces se produce la famosa multiplicación. ¿Cómo dio de comer el Maestro
vasco
a tantísima gente con tan poca materia prima? No, eso no fue un milagro, eso fue organización pura y dura: partió los panes y los peces e hizo pintxos con ellos para repartir uno a cada uno; por eso pudieron comer todos. En eso consistió la multiplicación. El verdadero milagro está en que, dos mil años después, en San Sebastián, te comas un pintxo parecido y no repitas de lo bueno que sabe, aunque te estén clavando un dineral.
«Comieron todos y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes doce canastos llenos» (Mateo 14, 20). Los pintxos eran pequeños y los panes y los peces, muy grandes por lo que se ve.
Aquí lo que hizo el hijo de Dios fue convertir el agua en vino porque en pleno banquete se terminó este último. Si de verdad fue así, se puede considerar un verdadero milagro, porque el hecho de que un litro de agua sosa pase en un santiamén a ser un litro de vino del bueno, en fin, no lo hacen ni los mejores científicos del mundo. No vamos a entrar a analizarlo, nos centramos en lo más obvio de este análisis gastronómico que estamos elaborando y esto sí es claro: aquellas gentes eran muy de vino para comer y no mezclaban; tanto la carne como el pescado se tomaban con el mismo tipo de vino. Tampoco había vinos espumosos para los postres ni licores porque en ningún pasaje bíblico se especifica el varietal que utilizaban. Seguramente, se estilaba el clásico caldo del año que estaba bien y era barato.
La única explicación racional posible al milagro, por si alguno todavía la está buscando, sería que Jesús manchara el agua con un poco de vino y así se multiplicaran los garrafones de la rica ambrosía, aunque entonces el milagro pasaría a ser tomarse esta mezcla y Jesús no lo hubiera hecho: era vasco y un vasco jamás mezcla el vino con agua. El vino es algo sagrado, que, por cierto, descubrió un navegante famoso… y no fue Colón.
Conocemos a Noé por la famosa arca, adonde subió a una pareja de cada especie animal y huyó del diluvio universal. Después está lo de la paloma que trajo la ramita de olivo dando señales de tierra firme cercana; pero se nos pasa por alto que, además de marino, Noé fue el primer vinicultor de la Historia: «Se dedicó a la labranza y plantó una viña». ¿Sería tempranillo, garnacha, verdejo…? «Bebió del vino, se embriagó y quedó desnudo en medio de su tienda» (Génesis 9, 20). Sus hijos se lo encontraron así y «cubrieron la desnudez de su padre sin verla». (Génesis 9, 23). Constatamos aquí la primera melopea de la Historia de la humanidad —a tenor de esta última frase, los hijos también bebieron— y la justificamos. Ojo, que aunque ya había bajado del arca seguro que estaba acordándose del zoológico entero que aguantó durante cuarenta días, metiendo ruido sin cesar y cagándose donde le daba la gana. ¿A qué no olería en el barco de la alianza? Dios.
Sencillamente, el fiel vasco acude a su parroquia movido por la fe, por la fe de que algún día después del sermón le darán las recetas que aparecen en el mismo. Cada vez que entra en el santo recinto sueña con que en el banco de madera, junto al librillo de los cánticos, haya uno con las recetas de la Biblia.
Esto es para que usted no termine perdiendo su fe (y también por si no quiere tragarse cuatro misas al mes o para que vaya con alegría a la iglesia). Hemos recogido un breve recetario tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo, donde le explicamos cómo preparaban sus predecesores las comidas, de las que usted tanto ha oído hablar a los evangelistas, a Dios, a Jesús… Las recetas no traen ilustraciones: se ve la pinta una vez hechas.
Ingredientes
para 4 personas:
Dificultad
: Media. Hay que saber darle el punto al asado sin utilizar sal, que es pecado.
Elaboración
: Se coge el cordero y se cuartea. Se prepara en el monte un fuego de rama de acacia y se hacen brasas. Se echa mano de la fe para creer con todas nuestras fuerzas que no va a llover y se nos apagará la lumbre. Encima se coloca la carne, se rezan tres avemarías y ya está casi hecha. Entonces se espolvorea el aceite con la harina para que quede churruscadito. El vino sirve de acompañamiento al asado.
Ingredientes
para 5000 personas:
Dificultad
: Alta. Hay que ser un maestro para conseguir cortar el pan tan fino que dé para 5000 personas.
Elaboración
: Se coge un cuchillo muy afilado y se cortan 5000 rebanadas microscópicas. Cuando se ha hecho este milagro, se pasa a hacer otro aún mayor: cortar cada trucha en 2500 porciones. Echar mano de algún rezo que tengamos a mano y es coser y cantar. Se coloca la trucha sobre el pan y se presenta a la mesa.
Esta receta se ha extraído del pasaje del Génesis donde Esaú (hijo de Isaac, a su vez hijo de Abraham) pide a su hermano Jacob que le dé su plato de lentejas. A cambio, Jacob le dice que, de cara a su padre, él pasará a ser el primogénito. Esaú accede.
Ingredientes
(para 2 personas):
Dificultad
: Baja. No hay que hacer este plato con mucho mimo porque es el objeto de un chantaje.
Elaboración
: Se coge la lenteja y se echa en una cazuela de garro de Guerar. El tiempo de cocción será lo que duren dos avemarías y un rosario y ya estará. Se acompaña de pan ázimo o pan cenceño, que son dos variedades de hogaza; las dos sin levadura.
Advertencia
: si se quiere que la persona (
el chantajista
) no disfrute del guiso, se añade medio kilo de pimentón picante del Sinaí y se mezcla bien.
No siempre las comidas bíblicas terminaban en postre, pero encontramos alguna ocasión excepcional en que al becerro le meten al final un poco de dulce para empujarlo. Nos hallamos ante la primera huella de
vasquitud
en materia de postres: la primera cuajada de la historia de la humanidad; era de leche de vaca y la hizo Abraham.
Ingredientes
:
Dificultad
: Alta. El cuajo tiene que estar en su punto para que Yahvé le dé el visto bueno.
Elaboración
: Se mezcla el cuajo con la leche en el vaso y se hace el rezo hasta que cuaje.
«Abraham, por su parte, acudió a la vacada y apartó un becerro tierno y hermoso… Luego tomó cuajada y leche» (Génesis 18, 7).
Primero hay que decir que muchas de las referencias a la comida que hemos visto nacen por boca de Yahvé, que pide a los distintos personajes que le preparen estos guisos. Como buen vasco, era un chef extraordinario que supervisaba todos los platos, pudiendo ser cruel al punto de dejar sin descendencia al aludido si no se cumplían sus peticiones (ocurre en cualquier cocina de prestigio en Euskadi). Les señalaba los alimentos que podían comer y los que no. Así habla de alimentos puros e impuros. «De entre todos los alimentos terrestres podréis comer éstos: cualquier animal de pezuña partida… y que rumia… pero… no comeréis camello…» (Levítico 11, 2). Y de los animales acuáticos, podían comer los que «tienen aletas y escamas, sean de mar o río» (Levítico 11,9). Obviamente, excluía a los batracios. Desde luego ningún vasco abusa de estos «manjares». En cuanto a las aves, «Tendréis por inmundas y no podréis comer por ser abominación: el águila, el quebrantahuesos, el buitre, el avestruz…» (Levítico 11,13). Posteriormente Jesús toma el relevo de su padre y también hace su incursión en el mundo gastronómico. Está plagado el texto del culto a la comida y de la consideración de la cocina como algo sagrado, idea que les anticipamos en
Todos nacemos vascos
.
La Biblia nos muestra unas enseñanzas en materia dietética con las que muchos dietistas se están forrando en la actualidad. Insistimos en la buena salud de aquellas gentes. Mientras tanto, en nuestro siglo cada cierto tiempo salta algún entendido diciendo que tal o cual alimento es malo para el organismo, pero se desmiente años después. No se deje marear. Cójase una Biblia, siga las pautas de los primeros vascos de la Historia y saque sus conclusiones. A nosotros nos han quedado claros estos puntos.
Casi toda la base de la alimentación bíblica se basa en el trigo, comen pan a todas horas, a veces hasta sólo eso, como los ángeles de Lot. Y no hemos escuchado mencionar la palabra
obeso
en ninguna ocasión. Si se resalta algo en el físico de las personas es por ser tullidos, velludos, fuertes… Los vascos estamos de acuerdo en esto: donde hay un plato con salsa debe haber pan para untar.
De ello dio gran constancia primero Noé y luego Jesús. Beber un poco de vino en la comida es bueno para la salud. Sólo un poco, Noé…
El agua en la Biblia no la beben para acompañar las comidas; se usa para bautizar a la gente, para lavarles los pies y para guisar. Como debe ser. Cualquier vasco apoya esta teoría. Ah, y para que naden las ranas, que ésas no se comen.
El aceite de oliva es estupendo para cocinar y constituye un elemento necesario para nuestro organismo. En aquellos tiempos también usaban el aceite para las lámparas. Hoy en día, al precio que está, no nos lo podríamos permitir.
Cuidado con ella.
Los mensajes secretos que Leonardo quiso transmitir a la sociedad del futuro se recogen en un solo cuadro del famoso pintor. Se trata del famosísimo lienzo titulado
La última cena
. En él, efectivamente, Leonardo se despachó a gusto y dejó dicho lo que tenía que decir. Lógicamente, el mensaje está escrito en clave y el significado unas veces es más claro que otras, pero siempre inquietante. Para que usted tenga presente el maravilloso cuadro al que nos referimos, hemos incluido una reproducción del mismo.
Si miramos el cuadro, a simple vista descubriremos que se trata de un bodegón. Y no nos referimos al género o al tema del cuadro. Nos referimos al espacio en el que se desarrolla la acción: una mesa como ésa, en la que caben trece comensales por banda, no entra en una bodega normal. Tiene que ser una bodega con una capacidad y una amplitud suficientes como para que se dieran banquetes, bodas, bautizos, despedidas de soltero y despedidas de la Tierra, como en este caso. Vamos, que el garito parece un sitio como muy profesional. Lo que sugiere que esta reunión de amigos no tuvo nada de improvisado. Para conseguir esa mesa un jueves, seguro que había que reservar. ¿Quién lo hizo? A la luz de las lecturas recientes del Evangelio según San Judas parece que Jesús y el propio Judas organizaron el asunto a medias, pero fue Judas quien se encargó de todas las cuestiones prácticas que tanto importunaban a Cristo. Por otra parte, era el único que tenía dinero —las treinta monedas que ya había cobrado— y siempre cabía la posibilidad de que le pidieran una cantidad como señal. Por eso Jesús lo mandó a él a hacer la reserva. De la investigación se desprende que
la última cena no se improvisó y fue en un bodegón
.