Alessandro aprieta con fuerza la mano de la mujer.
—Estoy contento de estar aquí contigo, ¿sabes?
—Yo, en cambio, me siento un poco culpable.
Alessandro la mira con curiosidad.
—¿Y eso por qué?
Entonces se oye un ruido extraño. Viene de fuera. La chica es la primera en mirar por la ventana.
—Alex… pero ¿qué está haciendo esa chica…?
—¿Dónde?
—¡Allá fuera! ¡Mira! ¿No es ése tu coche?
Niki la ha emprendido a patadas con las puertas, los neumáticos, los faros. Con todas sus fuerzas, esas que sólo te proporciona la rabia; y da vueltas alrededor del Mercedes tirándose contra él.
—¡Niki! ¡Es Niki!
—¿La conoces?
Alessandro tira su servilleta en la mesa y sale raudo y veloz del restaurante. Mira a derecha y a izquierda y luego atraviesa la calle corriendo.
—¡Niki! ¡Quieta! ¿Qué estás haciendo? ¡Ya vale! ¿Te has vuelto loca?
Niki sigue dando patadas en un lateral. Alessandro casi le salta encima, la estrecha con fuerza para sujetarla, y se la lleva de allí en volandas.
—¡Niki, estáte quieta, ya basta!
Ella patalea en el aire como una loca.
—¡Déjame! ¡Vete de aquí! Conque estabas reunido, ¿eh? ¡No podías venir a buscarme! Nada de comer juntos, esto va para largo… ¡Con los japoneses, ¿no?! ¡Devuélveme mis ideas! ¡Devuélvemelas! ¡Cabrón! —Y sigue gritando y pataleando.
Alessandro la suelta.
—He tenido que salir. Un asunto imprevisto.
Niki se vuelve y resopla, por un lado de la boca, se aparta el pelo que le cae sobre la cara.
—Por supuesto que sí; de hecho, te he visto mano a mano con tu asunto imprevisto…
Justo en ese momento, la mujer que estaba sentada con Alessandro cruza la calle y se les acerca.
—Pero ¿qué ocurre? —Alessandro suelta a Niki, que resopla de nuevo y se arregla el pelo. Pero continúa hecha una furia.
—Nada. Te presento a Niki. Niki, ella es Claudia, mi asunto importante y, sobre todo, mi hermana.
Niki quisiera que se la tragase la tierra. Deja caer sus brazos a lo largo del cuerpo. Luego, con una voz que parece salida de ultratumba, acierta a articular un extraño y sofocado «Encantada».
Las dos chicas se dan la mano. Niki se siente torpe, la mano le suda, el azoramiento la tiene paralizada. Claudia intenta quitar hierro al asunto.
—Alex te ha hecho enfadar, ¿eh? Él es así…
Alessandro sonríe.
—No creas, se trata de un método importado directamente del Japón. Ellos lo hacen así. Se desfogan sobre inútiles objetos caros y lujosos para quitarse el estrés. Niki me ha ayudado mucho en un trabajo, se ha implicado por completo en él y también está cansada… Digamos que ésta es la forma de pago que ha elegido.
Niki sorbe por la nariz y poco a poco empieza a sonreír.
—Sí, pero desgraciadamente éste era el último plazo… Bueno, Alex, me tengo que ir. Mis padres me están esperando. Por la tarde estaré en casa estudiando. Llámame cuando quieras. Si te apetece trabajar en otras ideas… ¿Sabes?, podemos estudiar otras formas de pago.
Alessandro se rasca la cabeza.
—Ok. Casi me da miedo decirte que tal vez esté ocupado. ¡Me parece que voy a estar libre por completo!
Niki levanta la mano y se despide de Claudia. Luego se sube en su ciclomotor y se va. Esta vez más tranquila. Mierda, mierda, mierda. He quedado fatal. Maldita sea Erica y todas sus interpretaciones de Battisti. No puede más. Se echa a reír. Menuda escena ridícula he montado. Luego empieza a canturrear, alegre como nunca. Una cosa es segura: nadie se ha sentido más feliz que ella de haber conocido a la hermana de alguien.
Alessandro y Claudia vuelven a entrar en el restaurante. Él retoma en seguida la conversación que habían dejado a medias.
—¿Por qué me decías que te sentías culpable conmigo?
—Bueno, porque David era amigo tuyo. Tú me lo presentaste y yo me casé con él. Y si ahora las cosas no funcionan…
—Claudia, no es que las cosas no funcionen, es sólo una etapa. En las parejas sucede. Lo importante es haber decidido construir algo con él… ¿Tú lo has decidido?
—Sí.
—Entonces, estáte tranquila, lo más difícil está hecho. Ahora todo vendrá rodado. Elegir es la cima de la montaña. Verás como todo se arregla por sí solo. Pasará.
Vuelven a sentarse a la mesa. Mientras tanto, han traído el tiramisú y la piña. Siguen comiendo. Claudia lo mira con curiosidad, pero también ligeramente divertida.
—¿Y tú en qué andas?
—¿Yo? Trabajo mucho. Salgo con los amigos… No pienso demasiado en Elena.
Claudia señala con la cucharilla hacia el ventanal.
—¿Y esa especie de ciclón, Niki?
—¿Ella? Una amiga.
Claudia levanta las cejas.
—Una amiga, ¿eh? —Y empieza a imitarla—. Me tengo que ir. Mis padres me están esperando. Esta tarde tengo que estudiar… ¿No es demasiado joven para ser tu amiga?
—Puede ser, pero es muy madura.
—No parece que haya hecho siquiera la Selectividad…
—Precisamente ahora tiene los exámenes. La estoy ayudando a estudiar.
Claudia deja la cucharilla en el plato.
—¿Alex?
—Perdona, Claudia, pero eres tú la que me cuenta que las cosas no marchan bien entre mi amigo, alias tu marido, y tú, ¿no? Y, sin embargo, la diferencia de edad entre vosotros es la adecuada, y cumplís con todos los requisitos para ser un matrimonio exitoso, ¿no es eso? Entonces, ¿qué? Ya ves que en el amor no existe ninguna fórmula mágica.
Claudia niega con la cabeza. Pero al final sonríe.
—Tienes razón. Sólo espero poder estar presente.
—¿Cuándo?
—El día que la presentes en casa.
Última hora de la tarde.
«¿Sigues destrozando cosas por ahí?» Alessandro acaba de escribir el mensaje y le da a la tecla «Enviar».
Un momento después llega la respuesta. Niki, rápida como siempre. Más aún si cabe.
«Para nada. Estoy en casa haciendo cosas todavía peores… pienso en ti.»
Alessandro sonríe. Responde lo más rápido que puede, pero resulta difícil batir al pulgar de Niki.
«¿Quieres que nos veamos?»
Ni diez segundos siquiera. «¡Por supuesto! Eso me hace muy feliz. Así hacemos las paces. ¿Dónde?»
Alessandro pone todo su empeño. Echa el resto. Mejora un poco. «Estoy debajo de tu casa. Primera calle a la derecha.»
«Ok. En seguida bajo.»
Apenas diez minutos después. Niki abre el portal, se reúne con él y se le echa encima, besándolo.
—¡Amor! ¡Perdona, perdona, perdona! —Y sigue besándolo.
Alessandro se ríe sin decir nada. No está habituado. No lo esperaba. Normalmente, con Elena, sobre todo al principio, tenía que esperar horas debajo de su casa a que ella bajase. Pero ese pensamiento se desvanece en un instante.
—¡Madre mía, qué ridículo he hecho esta tarde! ¡Con tu hermana, además! ¡Si al menos hubiese sido una amiga cualquiera!
—Si hubiese sido una amiga cualquiera, hubieses continuado dando patadas a mi coche.
Niki se pone seria.
—Es verdad. Tienes razón, soy así, no lo puedo evitar. Y me parece que no tienes que intentar cambiarme.
—¿Y quién lo intenta? Odio los fracasos…
—¡Idiota! Si me lo propongo, puedo cambiar… Lo que pasa es que si cambiase por ti, cometería un error. Quería decir que no soy la persona que buscas, que no soy la adecuada para ti. O sea, estaría fingiendo ser otra. Porque entonces en tu cabeza habría otra que a lo mejor sólo tiene en común conmigo el nombre, ¿conoces a otra Niki…?
Alessandro sonríe.
—Oye, ¿podemos dejarnos de filosofías? Esa asignatura me iba fatal. En mi opinión, sólo tenemos que aclarar dos puntos.
Niki cruza los brazos a la altura del pecho. Alessandro intenta abrírselos.
—Eso es que estás cerrada a lo que voy a decirte, una falta de apertura, un rechazo del mundo.
—Oye, yo me pongo como quiero. Oigamos lo que tienes que decirme. De todos modos ya sabía que me esperaba una filípica.
Alessandro la mira con sorpresa.
—¡Vaya palabra!
—Una reprimenda, una comida de coco, un rapapolvo, un chorreo, una reprensión, un sermón, una bronca, una reconvención, un repaso, una regañina. ¿Está bien? Da igual como lo diga, ¿no?
—Pero ¿tú qué eres? ¿Un diccionario de sinónimos andante?
—Dime lo que tengas que decirme y no te quedes conmigo. —Alessandro respira profundamente—. Espera, espera —Niki lo detiene. Cierra los ojos y abre los brazos. Luego levanta las manos con las palmas hacia arriba frente a su pecho, en plan yoga—. Sólo dime una cosa… ¿se ha acabado?
Alessandro la mira. Está guapísima, así, con las manos abiertas, suspendidas en el vacío, con el pelo suelto que le cae sobre los hombros, a lo largo de ese cuello que todavía sabe a niña, con esas mejillas lisas, con los ojos cerrados, sin rastro de maquillaje, y toda una vida y un montón de sueños por delante. Alessandro deja caer las manos sobre sus piernas.
—No, no se ha acabado, al menos para mí.
Niki abre los ojos y sonríe. Ya no tiene los brazos cruzados. Sonríe y se muerde el labio superior; los ojos le brillan, soñadores, ligeramente empañados. Puede que incluso se eche a llorar.
—Ok, perdona, Alex, dime lo que me querías decir.
—Bien. —Se restriega las manos en los pantalones—. Digamos que no sé por dónde empezar.
—Empieza por donde quieras, lo que importa es adónde quieres ir a parar.
—Vale… no es por las patadas que le has dado hoy al coche…
—Bueno… puede decirse que también eso entra en los daños de nuestro famoso accidente, ¿no?
—Déjate de bromas. De acuerdo, ahí voy. Yo estoy muy bien contigo, me gusta escucharte, me gusta hablarte de mi trabajo y me gusta todo lo que hacemos juntos…
Niki se vuelve hacia él y lo mira con una leve sonrisa maliciosa.
—Sí, Niki, sí, sobre todo eso o, mejor dicho, también eso… Lo que pasa es que tú a lo mejor tienes muchas expectativas. Piensas que durará, y en cambio yo no sé lo que ocurrirá. Nadie puede saberlo. Y justo por eso quiero poder sentirme tranquilo con todas mis elecciones, sin hipotecar nada. No quisiera tener, aunque se trate de una historia simple y bella, responsabilidades.
Niki lo mira.
—Entiendo. —Enarca las cejas—. Quieres volver a sentirte joven y yo soy la persona adecuada, ¿no es eso?
—No, no veo qué tiene que ver eso.
—Tiene que ver. Has dicho que no quieres tener responsabilidades. De lo contrario, te limitarías simplemente a empezar una historia conmigo y lo que sea será. A lo mejor va de lo más bien, y un día decidimos formar una familia, tener hijos.
—Sí, Niki, pero no podemos estar seguros de eso.
Niki sonríe y se pone a jugar con las puntas de su cabello.
—Oye, Alex, siempre me pones aquellos CD que te compila tu amigo Enrico.
—Sí, ¿qué pasa, no te gustan?
—¿Bromeas? Battisti me mola un montón. De hecho, tiene una canción que me parece que se puede aplicar a nuestro caso. Dice así… desafino un poco, ¿eh?, pero no hagas caso, escucha la letra.
Niki empieza a cantar y, mientras lo hace, sonríe. Lo hace con extrema dulzura. Y no desafina en absoluto.
—«No sé, no sé quién eres. No sé qué serás. No sé qué será de nosotros. Lo sabremos sólo viviendo…»
Niki se detiene y lo mira.
—Vale, lo entiendo, si alguna vez haces un anuncio cantado, no me contratarás a mí, pero ¿te ha quedado clara la idea?
—Sí, perfectamente. Pero es posible que no recuerdes toda la letra, porque esa canción después dice…
También Alessandro se pone a cantar.
—«He regresado con mi compra a mi casa, tengo miedo de romper la cinta rosa; no es lo mismo equivocarse en una cosa que en una esposa.»
—¡Eres un exagerado! ¡Ya has llegado al final! Ya te preocupa ese momento… ¡Es aún muy pronto para hablar de eso!
Alessandro coge un CD. Lo mete en el lector. Pista seis. Tecla de avance rápido. Encuentra lo que quiere hacerle escuchar. «Por eso temo esta ternura, ahora que nuestra aventura es una historia ya verdadera, ¡deseo tanto que seas sincera!»
Niki le coge la mano y le da un beso en la palma.
—¿Qué intentas decirme, Alex, que tienes miedo? Nunca sabemos nada de nosotros, del amor, del futuro. Tiene razón Lucio: sólo viviendo lo sabremos. ¿Qué puede haber más hermoso?
Alessandro mueve ligeramente la cabeza.
—Uno de los dos se hará daño. La diferencia de edad es demasiado grande.
—¿Y tienes miedo de ser tú el que se haga daño? ¿Crees que para mí es sólo una aventura? Es más fácil que sea así para ti… Lo dicen todas mis amigas…
Alessandro extiende los brazos.
—¡Eh! ¡No sabía que les gustase tanto! Si es por eso, también mis amigos me lo dicen.
—¿Qué te dicen?
—Diviértete lo que puedas, antes de que ella se canse.
—Por supuesto, todos están casados, tienen mujer, alguno hasta hijos, y llevan mal este momento tuyo, porque también a ellos les gustaría vivirlo. Alex, el que tiene que decidir eres tú. En mi opinión, es sólo una cuestión de miedo.
—¿Miedo?
—Miedo a amar. Repito, ¿qué puede haber más hermoso? ¿Qué riesgo mayor vale la pena correr? Con lo bonito que es entregarse a la otra persona, confiar en ella y no pensar en nada más que en verla sonreír.
—Sí, es muy hermoso. Pero entre nosotros hay veinte años de diferencia.
Niki se saca del bolsillo un folio.
—Vale, ya sabía que antes o después acabaría saliendo el tema. Por eso estoy preparada. Aquí está… Tom Cruise y Katie Holmes, Luca Cordero di Montezemolo y Ludovica Andreoli, Woody Allen y Soon-Yi, Pierce Brosnan y Keely Shaye Smith… Están también todos los que tienen la misma edad o casi, que se llevan uno o dos años, e igualmente se han separado. Pero ¡esa lista no cabía ni en un camión! —Niki coge el papel y lo tira en el asiento de atrás—. Ya sabía que algún día me serviría, pero esperaba que no fuese así. El amor más hermoso es un cálculo equivocado, una excepción que confirma la regla, aquello para lo que siempre habías utilizado la palabra «nunca». Qué tengo que ver yo con tu pasado, yo soy una variable enloquecida de tu vida. Pero no voy a convencerte de ello. El amor no es sabiduría, es locura… Hasta hicieron un anuncio… ¿Lo hiciste tú?
—No.
—¿Lo ves? A lo mejor te lo ofrecieron y tuviste miedo. Alex, cómo me gustaría que fueses más atrevido.