Nacida bajo el signo del Toro (40 page)

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Authors: Florencia Bonelli

BOOK: Nacida bajo el signo del Toro
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—En que Camila Pérez Gaona es mía.

—Sí. ¿De quién otro podría ser? Solo de mi Lautaro.

—Me partís al medio cuando decís esas cosas. Siempre decís cosas que me ponen la piel de gallina. A nadie se le ocurrirían esas frases excepto a vos. Decilo de nuevo.

—Solo de mi Lautaro. No me imagino compartiendo esta intimidad con ningún otro. ¿Por qué no me dijiste que estabas así porque pensabas que a mí no me había gustado? ¿Qué pensaste?

—Eso, que no te había gustado.

—¡Me fascinó!

—Pero te dolió.

—Sabía que me dolería. Lo esperaba. Después de que pasó lo peor, me encantó, Lautaro. Ninguno cumplió la promesa que nos hicimos en las sierras, que nos contaríamos todo.

—Antes de decirte nada, necesito un tiempo para entender lo que me pasa, para digerirlo.

—Sí, entiendo, pero yo percibo tus estados de ánimo como si fuesen míos, y me aterrorizó pensar que no te había gustado.

—Camila, no sé cómo explicarte con palabras lo que esto fue para mí… Saber que me amás…

—¡Con todas las fuerzas de mi ser, Lautaro!

Gómez rio por lo bajo, emocionado por la vehemencia de ella.

—Sé que para vos no fue de lo mejor, la primera vez es difícil para una mujer, ¿no? Pero te prometo que vas a gozar tanto como yo.

—Entonces, ¿por qué te pusiste tan mal?

—Porque quiero que todo sea perfecto para vos.

Sí, convino Camila, él siempre quería complacerla hasta en los mínimos detalles porque era su forma de conservar el control y el poder. ¿Por qué habría sido distinto en esa instancia crucial? “¡Ah, Plutón, Plutón!”, se lamentó.

—¿Así que si no hacés el amor con amor, después sentís rechazo por la chica? —Gómez asintió—. ¿Y el hecho de que estés abrazándome así de fuerte quiere decir que por mí no sentís rechazo? —Gómez ladeó la boca para disimular una sonrisa y volvió a asentir. Camila disparó la siguiente pregunta a sabiendas de que a él lo fastidiaría—: ¿Con quién te acostaste además de con Bárbara? —Lo vio cerrar los ojos y sacudir la cabeza—. Decime, por favor.

—¿Para qué querés saber?

—Porque quiero saber todo de vos. ¿Por qué si no? Si esta no fuese mi primera vez —alegó, en la actitud de una nena consentida—, a vos te gustaría saber con quién me acosté, ¿no?

Gómez hundió la cara en el cuello de Camila y lo mordisqueó antes de emplear un tono feroz para responder:
—Ni siquiera me hagas pensar en eso, Camila. La sola idea de vos en la cama con otro me pone loco.

—Contame, por favor. Al menos decime con cuántas además de con ella.

El silencio se extendió durante largos segundos. Camila pensó que Gómez se había dormido. La tomó por sorpresa cuando él expresó:
—Con otras dos.

“¡Dos más!”, habría vociferado, pero calló a tiempo.

—¿Las conozco?

—Camila —le advirtió.

—Por favor —suplicó ella—. ¿Las conozco?

De nuevo, Gómez dejó pasar un momento antes de contestar:
—A una, no. A la otra, sí.

“¿Sí, a una la conozco? Dios mío”.

—Contame, por fa. Dale. No quiero que haya secretos entre nosotros.

—La primera vez —cedió él— lo hice con una mina que conocí en unas vacaciones en Pinamar.

—¿Cómo se llamaba?

—Jésica.

“Jésica”, ponderó Camila. “Nombre de mujer avezada en las cuestiones sexuales”, concluyó.

—¿Cuántos años tenía?

—Dieciocho.

—¡Dieciocho! —Camila se incorporó para mirarlo a la cara—. ¿Y vos?

—Catorce.

Volvió a su posición inicial, con el ánimo abatido.

—¿Para qué preguntás si después no te vas a bancar la respuesta?

—No, dale, no me lleves el apunte. Seguí contándome.

—No te voy a dar detalles, Camila.

—Está bien. ¿Con quién más lo hiciste?

—Con Mara, una amiga de los scouts.

“¡Mara! ¡Lo sabía, lo sabía!”. Tenía ganas de morder la almohada. Mara era la que, en la fotografía de los scouts, en lugar de mirar a la cámara, clavaba la vista en Lautaro, la chica de cabello negro y largo y ojos rasgados que le había parecido muy atractiva.

—Ah, sí, Mara —susurró—. Es muy linda. —“Y la ves todos los sábados”—. Y con Jésica, ¿seguís en contacto?

—Sí, a través de Facebook.

El alma se le precipitó a los pies; había esperado una negativa como respuesta. ¿Cuántos años tendría ahora la tal Jésica? ¿Veintiuno? “¡Dios mío! Tengo más enemigas de las que había creído ¡y de cuidado!”. Levantó la vista al oír la risa de Gómez, que la besó en la sien antes de hablarle.

—¿Cómo podés ponerte mal por esas minas? No son nada para mí.

—¿No?

—Nada.

—¡Jurame!

—Te lo juro.

El semblante de Gómez se relajó y una sonrisa le curvó las comisuras. Camila aguardó con ansiedad a que le hablase.

—Todavía tenemos que ver si es cierto eso que dicen de Tauro y de Escorpio, que en la cama se sacan chispas.

—¿Por pelear o por hacer el amor? —Gómez profirió una risotada y la besó en la frente—. Estoy segura de que es verdad, Lautaro —añadió, el tono de broma olvidado—. Las taurinas y los escorpianos se sacan chispas al hacer el amor.

—Aunque fueses de otro signo, con vos siempre sería especial.

La besó de nuevo, al principio con mansedumbre, reflejo de que su espíritu se había apaciguado; sin embargo, el deseo de Gómez fue creciendo hasta cobrar un vigor que presagió un único final.

Camila se estremeció cuando él la sorprendió susurrándole:
—Gracias, mi amor, por hacerme tan feliz. Y perdoname por este dolor que te causé. ¿Duele todavía?

—Late un poco. Nada que una taurina no pueda soportar.

 

Epílogo

Marzo de 2012. Primer día de clase.

 

Empezaba el último año de la secundaria, y Camila entró en el aula seguida por Gómez y envuelta en una energía brillante, que hizo despuntar sonrisas a los que posaron sus ojos en ella; a todos, excepto a Bárbara, cuya mueca amarga se profundizó; clavó la vista en el pupitre y se mordió el labio inferior.

—¡Ey, princesa! —la llamó Sebastián Gálvez—. ¿Te sentás conmigo este año?

—No jodas, Gálvez —gruñó Gómez.

—¡Che,
boy
scout! ¿Por qué no me dejas que me siente con tu chica? Si soy un santo.

—Porque me voy a sentar con Bianca —respondió Camila. Pasó junto a Sebastián, lo saludó con un beso en la mejilla y continuó hasta el sitio que Bianca Rocamora le guardaba junto a ella.

A partir de la experiencia compartida en Alta Gracia, habían descubierto que eran dos almas afines. Amaban las novelas, en especial las románticas y las policiales, y, para gran sorpresa de ambas, les fascinaba la astrología.

Gómez se sentó junto a Karen, como desde los tiempos de la primaria, y Benito lo hizo con Lucrecia, su novia. Todo parecía en orden, y Camila respiraba con serenidad, mientras observaba a sus compañeros. Hasta que sus ojos se detuvieron en Bárbara. Estaba sola. Lucía Bertoni no concurriría ese año a la Escuela Pública Número 2. Algunos rumores aseguraban que el padre había conseguido trabajo en San Luis; otros sostenían que se había fugado del país para no rendir cuentas por sus fraudes en la fábrica de los Gómez. Como fuese, Lucía Bertoni no estaba, y Bárbara se sentaba sola. Camila devolvió su atención al profesor de Informática y se olvidó de ella.

Dieron la bienvenida al timbre que anunciaba el primer recreo, y, en menos de un minuto, el aula se vació. Gómez esperaba a Camila en la puerta, mientras esta se demoraba buscando en la mochila la novela que estaban leyendo juntos.

—Hola, Camila.

La cabeza de Camila se levantó con un movimiento rápido. Bárbara Degèner, a un paso de distancia, la contemplaba con expresión anhelante. Gómez se había movido en su dirección, en actitud protectora y alerta.

—¿Cómo estás? —Había interés sincero en la pregunta.

Tardó en contestarle:
—Bien.

—Quería… Es que, durante el verano… Estuve pensando… mucho, y… quería decirte que te considero una excelente mina y que me habría gustado… ser tu amiga. Pero todo se arruinó.

—Sí, todo se arruinó.

Se miraron fijamente. Gómez era testigo de la intensidad de ese intercambio de pensamientos y recuerdos.

—Me gustaría ser como vos —afirmó Bárbara—, para que, algún día, alguien me quiera tanto como Lautaro te quiere a vos.

La frase le destruyó la última línea de defensa, y Camila experimentó compasión por la chica que había llegado a convertirse en su enemiga. Meditó la respuesta reflexionando en lo que había aprendido durante el año anterior.

—Para que alguien te quiera de verdad, tenés que ser vos misma.

—A mí no me gusta cómo soy.

—Una persona muy sabia me dijo que todos tenemos luces y sombras en nuestras personalidades. A veces, solo mostramos las sombras; a veces, mostramos las luces. Vos tendrías que descubrir tus luces y ser Bárbara desde ese lugar luminoso.

—¿Y eso cómo se hace?

—Uf, es un trabajo difícil. Todo empieza conociéndose a sí mismo.

—¿Y cómo se hace eso? ¿Conocerse a sí mismo?

—A mí me sirvió la astrología. Una carta natal es una buena manera para empezar.

—Camila, ¿vamos? —la apremió Gómez.

—Sí, ya voy.

—Gracias por el consejo —susurró Bárbara.

—De nada.

 

FIN

Agradecimientos

A mi querida lectora Valeria Catalfo, encargada del Programa de Uso Público del Parque Nacional Quebrada del Condorito, que siempre, de manera tan solícita y desinteresada, contesta a mis preguntas. En el caso de
Nacida bajo el signo del Toro,
tu ayuda para escribir los capítulos XIV y XV, querida Vale, fue inestimable.

A mi querida lectora Anabela Fiorano, cuyo trabajo como docente de la secundaria me sirvió para conocer la cultura de los adolescentes de hoy, tan distinta de la mía. ¡Gracias, querida Ana! Sin tus largos mensajes, llenos de información valiosísima, habría cometido varios anacronismos.

A mi querida amiga Gelly Caballero, también docente y gran admiradora de los adolescentes. Con tu corazón escorpiano, vos los entendés mejor que nadie, Gelly querida. Gracias por tu asesoramiento en materia de vocabulario, música y pensamiento de los jóvenes de hoy. Fue oro en polvo para mí, ya lo sabés.

A mi querida amiga Carlota Lozano, sin cuyo asesoramiento en materia de Facebook habría sido imposible incluir esta herramienta cibernética en la vida de Camila. Gracias, Loti querida, por tenerme paciencia y explicarme cada vez que una duda me asaltaba.

A la querida escritora marplatense Laura Giudici, una persona que desborda poesía, cariño y generosidad. Gracias, Laura, por asesorarme en las cuestiones del karate y su filosofía. El esposo y el hijo de Laura son karatecas, igual que mi Lautaro.

A mi querida lectora adolescente, Milena de Bilbao, una chica excepcional, tan joven y tan madura. Gracias, querida Mile, por contarme cómo son tus pares con esa profundidad y esa seriedad que te caracterizan.

Y, muy especialmente, a mi querida amiga Adriana Brest. Se podría decir que Adri es la madrina de Camila y que me ayudó a “parirla”. Gracias, Adri querida, por transmitirme tu sapiencia en materia astrológica y por tomarte el trabajo de estudiar la carta natal de Cami y contármela.

 

 

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