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Authors: Juan Miguel Aguilera,Javier Redal

Tags: #Ciencia Ficción

Mundos en el abismo (37 page)

BOOK: Mundos en el abismo
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—Ya —asintió Gwalior—. Bien, de todas formas, lo primero es lo primero. No avanzaremos nada mientras no entendamos la lengua de los nativos.

—¿Es ése el plan de trabajo? —preguntó Jonás sorprendido—. ¿Empezar por aprender esa lengua extraña? ¿Cuánto tiempo vamos a dedicarle a eso? Por lo que sé, el equipo de científicos de la Vijaya no incluía lingüistas.

—Emplearemos menos tiempo de lo que crees, y comprobarás que los lingüistas no nos son en absoluto necesarios. —Gwalior utilizó un pequeño dispositivo de los imperiales para llamar a uno de los científicos.

—Ya veo que se ha acostumbrado rápidamente a los artilugios del Imperio —comentó Jonás divertido.

—Lo difícil será acostumbrarme a prescindir de ellos cuando regresemos a la Utsarpini.

—¿Qué están haciendo ahí arriba? —Jonás señaló hacia el cielo.

—Hay un grupo explorando el continente circular, pero es insuficiente; sólo podremos conocer una pequeña parte de él.

Un grupo de infantes llegó arrastrando una mesita con ruedas sobre la cual descansaba una terminal de ordenador.

—¿Para qué es eso? —preguntó Jonás.

—La Vijaya está ahora sobre nuestras cabezas. En órbita geosincrónica, cerca del continente circular. Esa terminal está conectada por radio con el ordenador de la nave. Nos ayudará a descifrar el idioma de los nativos.

—Estupendo, ¿tendremos que comunicarnos mediante una de esas terminales?

—Mejor que eso, mira... —Lilith extrajo un diminuto artilugio semejante a alguno de los aparatos para sordos utilizados en la Utsarpini—. Esto es un traductor simultáneo. No sólo te traducirá las palabras de los nativos, sino que hará lo propio con las tuyas, con lo que podrás mantener una perfecta conversación con ellos donde quiera que te encuentres.

DOS

Los nativos estaban congregados en el interior de una de las tiendas, en torno a la terminal, y a cada objeto señalado por uno de los hombres de la utsarpini, o del Imperio, respondían pronunciándolo en su idioma. La palabra quedaba inmediatamente registrada por el ordenador, y pasaba a engrosar su banco de datos, en el que lentamente empezaba a formarse la estructura de un lenguaje coherente.

Jonás y Lilith participaron en aquello durante varias horas, hasta que, ya cansados, decidieron salir al exterior.

Afuera caía una fina llovizna, casi invisible. Los dos científicos corrieron a guarecerse en el casetón prefabricado en el que habían instalado el laboratorio de biología.

Jonás le alargó a la científico imperial una toalla para que se secara, y preparó té en un matraz que, momentáneamente, había cambiado de función.

—¡Este es el planeta originario de la vida bhutani! —dijo súbitamente Jonás mientras le entregaba a la bióloga la taza humeante.

Lilith soltó una risita, y bebió un sorbo antes de contestar.

—Pareces muy seguro de eso. —Ella sabía que Jonás, ayudado por los científicos Imperiales, había llevado a cabo profundos estudios de la ecología planetaria.

—Lo estoy. Hace tiempo que lo había sospechado, pero ahora tengo pruebas.

—¿Incluyendo a la Humanidad?

—Incluyendo a la Humanidad. Hay demasiados indicios; por ejemplo, está el asunto de la diversidad. Es difícil hacer estimaciones, pero hay millones de especies.

—¿8.400.000, como dicen nuestros santos ulamas?

—No tantas, aunque nuestros imperturbables maestros nunca nos han dado una lista. Pero en Akasa-puspa no hay planeta que se acerque a un número así. Cincuenta mil, cien mil, sí; pero no tres millones...

—¿De veras habéis catalogado tantas?

—No, catalogado no. Pero... Mira, en un kilómetro cuadrado de este terreno que nos rodea, tan sólo en insectos, hay más de mil especies. En los continentes vecinos deberemos encontrar otras tantas o más, ¡y diferentes!

—Un momento, un momento. Haciendo de abogado de Putana por un rato, podríamos decir que este mundo ha sido poblado hace mucho tiempo, lo que explicaría la mayor diversidad. De hecho, en Vaikunthaloka...

—Pero, Lilith, no es sólo eso. Admito que algunos planetas de Akasa-puspa podrían tener muchas especies, aunque no tantas, pero hay algo más.

—¿Más?

—En Akasa-puspa, las especies inferiores de bhutani están muy diversificadas, pero son muy uniformes entre ellas. ¿Alguna vez has clasificado insectos o ácaros?

—Por supuesto. Recuerdo una vez, en la Universidad. Teníamos que clasificar no sé qué bicho. Al final llegué al género. ¡Mil quinientas veintiuna especies donde elegir! Tras cuatro horas de agotador esfuerzo, conseguí ver que la especie se distinguía de otra porque el insecto tenía tres pelos en el tórax en forma de triángulo equilátero. La especie más parecida se diferenciaba en que los tres pelos formaban un triángulo isósceles.

—Tantas y tan parecidas que los zoólogos se pelean en los congresos por cómo distinguir una especie de otra, y si dos especies no pueden ser dos razas... También en la Universidad de Vaikunthaloka pasaba eso. Pues bien, aquí hay especies que se reconocen a simple vista.

—Increíble. ¿Y qué hay de los bhutani superiores?

—Ah. También es interesante. En Akasa-puspa tenemos dos grupos bhutani: Especies aprovechables por el hombre, como trigo, arroz, vacas, etcétera. Y plagas. Ratas, mosquitos, malas hierbas del campo. Todo eso.

—Y las especies ferales.

—Sí, también. Y las especies no domésticas, divididas en superespecies muy semejantes. Esto fue lo que permitió el desarrollo de la teoría de la evolución...

—Conozco la historia.

—¡Y yo también! Eso es lo que puso a los dharmamahamatras tras mis talones.

—Perdona, lo había olvidado.

—No importa. Pues bien, aquí no hay la menor duda de que ha habido evolución. Además de diversidad, aquí hay continuidad. En Akasa-puspa no hay intermedios. Aquí hay especies que rellenan los huecos. Hay herbívoros salvajes parecidos a vacas, caballos, asnos, camellos... Hasta hay un cerdo gigante acuático y con aletas en lugar de patas. ¿Sabes que aquí hay equivalentes salvajes de varias plantas cultivadas en Akasa-puspa? No asilvestradas. Salvajes. Nunca han sido cultivadas; apenas producirían harina o algo así.

—¿Y fósiles?

—¿Crees que hemos tenido tiempo de eso? Pero probablemente existan. Al menos hay fósiles de bacterias en algunas rocas. ¡Fósiles de bacterias! Fue uno de nuestros especialistas quien lo descubrió. Cada día que pasa me asombro más de la ciencia imperial. ¿Sabes qué antigüedad le ha calculado?

—Si tú me lo dices, lo sabré.

—Unos tres mil millones de años estándar.

—¡Tres mil...! ¿Tenéis muestras?

—Claro, luego te las enseñaré. ¿Qué antigüedad le habéis calculado al microfósil de bhutani más antiguo conocido en Akasa-puspa?

—No llega a los diez millones de años.

—Francamente, no me imaginaba que fuéramos tan antiguos. Sospecho que hay fósiles abhutani anteriores.

—Y ganarías la apuesta. Aunque es difícil de decir. Las bacterias fósiles no poseen demasiados rasgos.

—Espera, querías ver los especimenes. Antes quiero enseñarte algo.

Jonás se levantó y se dirigió hacia un punto de la habitación. Allí apartó una cortina de tela roja, y accedió a otro laboratorio contiguo.

Lilith le siguió, y contuvo la respiración sorprendida. Aquella sala estaba repleta de jaulas toscamente elaboradas por los infantes de marina para contener una muestra de cada uno de los representantes de la fauna planetaria que los científicos habían conseguido capturar vivos.

—¿Habéis hecho esto en sólo un par de meses?

—Francamente, yo estaba tan sorprendido como tú, pero vuestros científicos, y nuestros infantes de marina dirigidos por Chait Rai, parecen formar un equipo excepcional.

—¿Qué son esos...? —Lilith señalaba un grupo de jaulas que contenían a unos diminutos animales, algunos muy conocidos por todos los hombres del Cúmulo, y otros completamente desconocidos—. ¿Ratas?

—Más o menos. Fíjate, hay unas cuantas centenas de especies de roedores, algunos parecidos a nuestras ratas, otros distintos. Tres voladores. —Jonás le iba mostrando los especimenes mientras hablaba.

—Déjame ver si he entendido bien. Aquí hay muchas más especies, y muchas diferencias de una especia a otra. En Akasa-puspa hay muchas especies, pero muy parecidas. Aquí hay especies que no existen entre nosotros, y que llenan los huecos entre nuestras especies domesticadas y salvajes. Pero, si las formas de vida de este lugar han estado separadas millones de años de las nuestras, unos y otros deberíamos haber evolucionado por nuestro lado. Me figuro que habrán pruebas.

—Otra vez ganas el premio. Unos y otros tienen sus diferencias. Está el caso de las secuencias de aminoácidos en proteínas homólogas. Las sustituciones isomorfas indican que han estado sujetas a mutaciones neutras durante un determinado tiempo... Hemos comparado las secuencias de aminoácidos de algunas proteínas que tienen equivalente en la vida de aquí y en la de Akasa-puspa. Bacterias y algunas otras cosas. Algunas enzimas comunes, hemoglobina, y esas cosas. Por otro lado, la sustitución de un aminoácido por otro similar, uno con carga positiva por otro también con carga positiva, uno apolar, etcétera. No afecta demasiado a la función de la proteína, en este caso. Una mutación que provoque una sustitución isomorfa es muy posible que no cambie nada. Por eso, los aminoácidos pueden variar al azar, siempre que no afecten al centro activo o a la estructura. Y, como la frecuencia de mutaciones depende del tiempo, los aminoácidos sustituidos indican el tiempo que dos especies llevan separadas. Te sorprenderían los resultados... Eh, ¿qué te pasa?

La bióloga le estaba contemplando de una forma muy especial, y parecía no haber escuchado ni una palabra de lo último que había dicho.

—¿Te apetece un poco de sexo? —preguntó Lilith.

Jonás parpadeó completamente desorientado.

—Perdona, ¿cómo has dicho?

—¿Quieres que hagamos el amor ahora?

La sangre afluyó al rostro de Jonás. Rezó porque Lilith no se hubiera dado cuenta de este detalle. Ella era del Imperio, y él no deseaba que lo tomara por un mojigato. Tragó saliva, e intentó actuar con naturalidad.

—¿Aquí?

—¿Por qué no? ¿No puedes cerrar este lugar desde dentro?

—Claro.

Se dirigió a la puerta del laboratorio, y le dio un par de vueltas a la llave. Después buscó una manta eléctrica en un armario, y la extendió sobre el suelo de madera.

—¿Qué tal?

Por toda respuesta, la bióloga lo atrajo hacia sí y empezaron inmediatamente. Hicieron el amor rodeados por los ruidosos y alborotadores animales encerrados en las jaulas. Al principio Jonás no pudo evitar mostrarse tenso y torpe, pero lentamente Lilith fue imponiéndole su propio estilo tranquilo y relajado.

Cuando acabaron, Jonás se tumbó boca arriba, agotado. La manta eléctrica de diseño Imperial detectó el sutil descenso de la temperatura superficial de los dos cuerpos, y se conectó automáticamente. Jonás se sentía muy bien, Lilith era más desinhibida que cualquier mujer que hubiera conocido hasta entonces, pero el suelo no había resultado ser el lugar ideal. Le dolían los codos, las rodillas, y cualquier hueso del cuerpo que sobresaliera demasiado.

—¿Hacía mucho que...?

—Cuatro años... No, cinco ya.

—¿Cinco años? —Lilith se incorporó un poco, apoyándose sobre su brazo izquierdo—. ¿Me estás tomando el pelo?

—He estado muy ocupado, en Vaikunthaloka... Los últimos cinco años, desde que abandonamos Martyaloka, fueron terribles...

—De todas formas...

Jonás se señaló sus piernas, flacas y retorcidas como sarmientos.

—Eso no me hace precisamente irresistible a los ojos de las mujeres.

—¡Qué estupidez!

—¿A ti no te importa?

—No. Pero si te preocupa a ti... ¿Por qué no vienes conmigo? En el Imperio podrían regenerarte esas piernas.

—Pensaba... eh... pensaba que te unía alguna especie de relación con ese ayudante de laboratorio... No recuerdo su nombre.

—¿Coroes...? Sí, pero en estos momentos él está ahí arriba —señaló con un dedo hacia lo alto —, y yo aquí abajo... contigo. ¿Qué importancia tiene? En el Imperio intentamos desdramatizar todos estos temas. ¿Por qué abandonaste Martyaloka?

—Tenía problemas con la Hermandad. ¿Recuerdas?

—¿Por tu trabajo?

Jonás cerró los ojos con fuerza. Ahora que había llamado a la puerta de sus recuerdos, ya no podía alejar los fantasmas del pasado. Quizás hablar de ello con Lilith le aliviaría el dolor en parte.

—Por algo más... Había una joven...

—Entiendo. Escucha, Jonás, si prefieres no hablar de esto... Yo no tengo ningún derecho a...

—No, no. Antes de ahora jamás había contado esto a nadie. Las heridas a las que no les da el aire tardan más en cicatrizar. Ya lo sabes. De todas formas, no se trata de nada extraordinario. Diariamente suceden cosas como ésta en todos y cada uno de los planetas del Límite. La historia no se preocupa de la gente vulgar...

—Tú no eres vulgar. Y si ella te importaba, imagino que tampoco lo sería.

—No lo era.

—¿Murió?

Jonás la miró, sorprendido.

—¿Eh? Oh no, no. Nada de eso. Imagino que aún vive... aunque no me preguntes por dónde andará.

—¿Qué sucedió, entonces?

—Trabajaba en la escuela de la Hermandad... Algo que a mí nunca me había gustado, pero a fin de cuentas era lo que ella deseaba hacer. Además, por aquel entonces yo andaba muy ocupado con mi cátedra, así que apenas le presté atención, aunque debería de haberme imaginado lo que estaba pasando... —Jonás se detuvo un instante mientras los recuerdos le invadían—. Un día vino transfigurada, cambiada. Me dijo que Dios la había llamado a su servicio... ¡Dios en persona! Hizo votos para ingresar en las radharanis, y luego le perdí la pista. No sé a qué planeta la destinaron. —Jonás pasó una mano por su cara intentando contener sus emociones—. Qué más da. De todas formas ya no era la misma, su mente había sido cambiada. Intenté rescatarla, ¿sabes? Fui tan estúpido que incluso en contra de su voluntad intenté rescatarla, como un héroe a una princesa cautiva... La Hermandad me acusó de intento de rapto de uno de sus bhaktas, y tuve que huir del planeta.

Lilith apoyó una mano en su hombro, confortándolo.

—No sirve de nada vivir siempre en el pasado...

—No. Tienes razón. Sobre todo ahora que tenemos algo tan importante entre manos. —Jonás sonrió con tristeza y se echó hacia atrás apoyando su cabeza en la manta—. Ahora podemos demostrar que la vida bhutani se originó aquí. Que la evolución es una realidad... Pronto podremos demostrar incluso que las babeles fueron construidas por hombres como nosotros. Mucho más avanzados tecnológicamente, pero hombres al fin y al cabo... no dioses.

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