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Authors: Juan Miguel Aguilera,Javier Redal

Tags: #Ciencia Ficción

Mundos en el abismo (33 page)

BOOK: Mundos en el abismo
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—¿Planetas fabricados en serie? —Hari protestó—. ¿Nos está tomando el pelo, doctor?

—La construcción de esos planetas no representaría demasiados problemas para aquellos que han sido capaces de crear la Esfera —replicó Ivraim—. Bastaría con reunir la suficiente masa en un punto prefijado en una órbita adecuada. Se forzaría a grandes montones de materia a caer uno sobre otro. Para ello bastaría con frenar sus trayectorias. La leyes gravitatorias predicen que cuando esto ocurre, el objeto final creado por las colisiones tendrá que ser esférico, en cuanto alcance la masa suficiente. Incluso el Imperio podría llevar a cabo tareas así con sus naves...

—El resultado del proceso del que usted me está hablando, —dijo Hari— sería un mundo muerto. Una roca agrietada y reseca. En absoluto lo que en estos momentos nos muestran nuestros aparatos.

—Más tarde podrían ser terraformados.

—¿Terraformados? —preguntó Hari—. Sé de lo que me está hablando. Y también sé que el Imperio emprendió múltiples proyectos con ese objetivo sin ningún éxito. No me hable de fantasías; hábleme de realidades. ¿Han detectado ya las babeles?

—Si, aquí parece funcionar el mismo principio que en Akasa-puspa: un planeta habitable, una babel...

—Por supuesto, —añadió Hari satisfecho —, no podía ser de otra forma, puesto que todos son obra de un mismo Creador. Ya tienen sus respuestas, caballeros. La curiosa disposición de los mundos sólo puede obedecer a algún desconocido Plan de Dyaus Pitar...

—No me ha dejado terminar, reverendo. Les estaba diciendo que aquí se sigue el mismo principio en cinco de los seis planetas. El sexto es una notable excepción.

Han se volvió sorprendido hacía la pantalla mural en el que una de las seis secciones que la formaban creció hasta superponerse a todas las demás. En sus labios se formó una exclamación de asombro, pero se contuvo.

Aquel mundo poseía decenas de babeles que surgían de él como los radios de la rueda de una bicicleta, y un delgado anillo unía sus extremos. Parecía insignificante a un millón de kilómetros, apenas un hilo brillante rodeando un mundo. Pero Hari recordó la escala. Su radio era unas seis veces el del planeta, de modo que podía parecer algo etéreo y sutil, pero no lo era en absoluto. Mirando con atención, era posible ver las sombras de las babeles que formaban sus radios, y sólo aquello era capaz de marear a un hombre de Akasa-puspa. Una babel por planeta; siempre era un fenómeno único, sagrado e irrepetible. ¡Y allí había un planeta con un centenar!

Claro que, tras las maravillas que habían encontrado, casi parecía algo insignificante. Un planeta con cien babeles era mucho, pero un anillo que rodeaba un mundo era maravilloso... Y un Sol rodeado de una cáscara, inimaginable.

Sus compañeros no parecían muy afectados. El choque de las novedades era tal, que ya les había privado de la capacidad de asombro. Incluso Jonás tenía que hacer un esfuerzo en adaptar su mente a la escala de cada descubrimiento.

—Si hay un Centro de la Civilización de los esferitas, lo hemos encontrado.

—¿Por qué dice eso, doctor Ivraim? —preguntó Han.

—¿No es evidente? Imagine una civilización asentada sobre un planeta, y en pleno crecimiento. Primero construiría una babel para acceder más fácilmente a las colonias en el espacio.

Acto seguido, y cuando la primera se viera sobrecargada, algunas más. Más tarde tendería puentes entre ellas formando ese anillo, y mandaría a él sus excedentes de población. Cuando incluso el anillo estuviera superpoblado, se verían forzados a emprender la construcción de la Esfera.

—En Akasa-puspa jamás nos hemos visto con esos problemas demográficos.

—Cierto. Hemos tenido demasiadas guerras.

—Comandante, ¿qué piensa hacer?

—¿A qué se refiere exactamente, doctor Yusuf?

—¿Piensa dirigir su nave hacía ese planeta anillado, o hacia el enjambre de juggernauts que hemos detectado?

—¿Qué sugiere?

—Conduzca a la Vijaya hasta los juggernauts. Puede que en esos animales encontremos las respuestas a muchos interrogantes.

Shing negó con un gesto espasmódico.

—Lo siento, doctor, pero no podemos arriesgarnos acercándonos tanto a la cáscara. Si tienen armas, sin duda que ésas están dispuestas en los asteroides que las forman. A la distancia a que se encuentran esas "nubes", la Vijaya sería un blanco perfecto.

—¿Preferiría acercarse al planeta anillado, gramani? —preguntó irónicamente Lilith.

—Preferiría que todos pensáramos las cosas con más calma. Hay mucho en juego.

—No tenemos tiempo —dijo Gwalior—. les recuerdo que mí nave sigue esperándonos a medio camino entre Vaikunthaloka y Martyaloka..., y la Vajra no dispone de una autonomía similar a la Vijaya. No podemos alargar indefinidamente esta expedición.

—En ese caso —añadió Jonás —, lo mejor sería que nos dirigiéramos directamente hacía el planeta anillado. Sí en algún sitio podemos encontrar rápidamente las respuestas a todos nuestros interrogantes, sin duda es allí.

A Yusuf parecieron amontonársele las palabras en la boca.

—P-pero... Nadie ha visto nunca tantos juggernauts juntos... Podemos aprender mucho a cambio.

Shing se revolvió en su asiento; por otro lado, el Comandante Prhuna no parecía nada convencido.

—Comandante —intervino Lilith —, no olvide los motivos originales que nos han llevado hasta aquí. Todavía tenemos pendiente la solución al problema de los cintamanis... Ahora por fin tenemos al alcance de nuestros aparatos a suficientes individuos como para llevar a cabo una investigación seria.

—Por supuesto, no me estoy negando a que investiguen ese rebaño de juggernauts —aclaró Prhuna—. Simplemente les digo que no llevaré la Vijaya hasta ahí. Aparte del hipotético peligro de un ataque al que hacía referencia el gramani Jai Shing, les recuerdo que nuestro deber principal sigue siendo el de establecer contacto con la civilización constructora de la Esfera.

—Me temo que ninguno de los presentes ha comprendido la situación —dijo Hari muy lentamente. Todos se volvieron hacia él. Durante los últimos minutos había permanecido en una silenciosa introspección, pero ahora volvía a ser el centro de atención de la sala. Había algo en su tono de voz que provocó un estremecimiento incluso en Jonás.

Han se acercó a la pantalla mural que ofrecía la imagen del planeta anillado.

—Esta imagen —dijo, señalando la pantalla —, no es desconocida para mí, y tal vez tampoco lo sea para aquellos que hayan leído las Sastras. Fijaos bien, porque tenéis ante vosotros a Meru, la Montaña del Mundo, centro del continente circular de la Rosa, llamado Jambudvipa por nosotros los bhaktas. A éste lo rodea un mar circular (el vacío esférico encerrado por el cascarrón), rodeado a su vez por otro continente anular (el cascarón de rocas en sí). Y así hasta siete. ¿Puede estar más claro? Dios en persona reside en Meru, sobre esta montaña reside la región divina de las formas; sobre ellas, la región suprema del vacío. Así lo afirman las Sastras... Tal vez aún estemos a tiempo de dar media vuelta y alejarnos. Sí no lo hacemos así... hay algo más que nuestras envolturas carnales en juego, tal vez incluso nuestras atmans estén en peligro...

»¡Las Sastras también nos hablan de siete infiernos...!

Una voz que Jonás no pudo identificar, dijo:

—¡Mierda...! Es lo único que nos faltaba.

Durante años recordó luego la voz anónima en aquel silencio sepulcral expresando en una sola frase lo que él pensaba de la Hermandad, el Imperio y la Utsarpini juntos.

X. EL CONTINENTE DE LA ROSA

Dios creó los Siete Cielos y los Siete Infiernos

KORAN (4.3)

CERO

(ACTA DE LA CONFERENCIA DE KRISHNALOKA, ENTRE EL IMPERIO Y LA BANJARA, SOBRE EL USO DEL "SISTEMA CADENA". 2217 DFI)

El Imperio, a través de la Banjara, su varna representante; deseando establecer las condiciones más favorables al comercio y la civilización en todos los planetas que forman parte del circulo de rickshaws del Sistema Cadena; deseoso, por otra parte, de prevenir los malentendidos y disputas entre los gobiernos coloniales usuarios, y preocupado por el bienestar material y moral de las poblaciones emigrantes, y las civilizaciones sub-técnicas a las que afecta, o pueda afectar en un futuro, ha resuelto aprobar los siguientes puntos:

Capítulo Primero: Declaración relativa a la libertad de comercio a través del Sistema Cadena.

Artículo 1: El comercio de todos los sistemas planetarios gozará de una completa libertad en todos los soles de Akasa-puspa.

Artículo 2: Toda mercancía importada a través del Sistema Cadena, cualquiera que sea su procedencia, no habrá de pagar otros impuestos que los necesarios para sufragar los gastos de las oficinas de tráfico de la Banjara.

Artículo 3: Los emigrantes se considerarán legalmente "mercancías" desde el punto de vista legal.

Artículo 4: No se podrán conceder monopolios o privilegios de ninguna clase, exceptuando los previstos en el artículo 6.

Capitulo Segundo: Disposiciones relativas a la protección de los emigrantes forzados o voluntarios, y de los viajeros y misioneros.

Artículo 5. Los signatarios del presente documento se comprometen a: Velar por la conservación de las poblaciones emigrantes o indígenas, y por la mejora de sus condiciones materiales y morales de vida, así como la supresión de la esclavitud y la trata de esclavos, exceptuando los casos previstos en el Artículo 6. Asimismo, los gobiernos signatarios protegerán a los tirthamkara de la Hermandad, científicos y exploradores, así como a sus escoltas, astronaves, bienes y colecciones, pudiendo recabar, de ser preciso, protección armada a cargo de los guardias de la Banjara.

Capitulo Tercero: Declaración referente a la trata de esclavos.

Artículo 6. La trata de esclavos está prohibida. No obstante, el imperio se reserva el derecho de transportar emigrantes forzados a las colonias, a cambio de una remuneración en materias primas.

Capítulo Cuarto: Declaración relativa a la Dastak.

Artículo 7.. Con objeto de mantener la seguridad del comercio y el desarrollo de las colonias, la Banjara se compromete a garantizar la libertad de navegación espacial entre los diferentes soles de Akasa-puspa. Y, en caso de necesidad, a intervenir militarmente para salvaguardar la integridad, y neutralidad, del Sistema Cadena.

(Tomado de HISTORIA DE Akasa-puspa de M. Kriahna. Editorial Sutra, 2740-dfi.)

UNO

El pequeño transbordador del Imperio era una nave originalmente concebida para transporte en órbita alta, capaz incluso de descender en un planeta sin atmósfera. Su forma recordaba a un largo y delgado lagarto con cuatro patas. Cada una de estas "patas" terminaba en un patín de aterrizaje, dispuesto bajo sendos motores iónicos. El "abdomen del lagarto" era un contenedor intercambiable de acuerdo con las necesidades de la emisión. En aquella en particular había sido seleccionado un modelo diseñado para el transporte de personal.

Jonás se sentaba en una de las hamacas de aceleración, rodeado por un heterogéneo grupo, compuesto por científicos imperiales e infantes de marina de la Utsarpini.

Aquella hamaca era increíblemente confortable en la escasa gravedad producida por la aceleración del transbordador. Los imperiales siempre conseguían dotar a sus enseres de una asombrosa comodidad, ya Jonás poco a poco se le fueron cerrando los ojos.

—¿Doctor Chandragupta? —le despertó el técnico de radio del transbordador, inclinándose sobre su hamaca.

Jonás levantó la vista. El técnico le pidió que le siguiera hasta la cabina de control. En el camino, Jonás consiguió enterarse de lo que se trataba: una llamada desde la Vijaya destinada para él.

Penetró en la angosta cabina, iluminada por una tenue luz roja que facilitaba la lectura de los instrumentos, y durante un instante quedó extasiado por el asombroso espectáculo que se podía contemplar a través del "hocico" transparente de la nave.

A menos de un millar de kilómetros, Jambudvipa llenaba todo el firmamento. Sólo era posible contemplar una pequeña sección del mismo, una inmensa estructura de metal gris que parecía cernirse sobre el brillante remolino azul y blanco de la superficie del planeta. Nubes blancas y mares azules, los colores siempre presentes en un mundo vivo. Debido a su tamaño, parecía casi recto, excepto cuando se lo seguía con la mirada. Entonces la vista lo perdía entre el resplandor de la "cáscara". El continente circular se curvaba en la distancia como una cinta que envolviera el planeta entero.

Desde donde estaba podía ver algunas de las babeles que formaban los radios de Jambudvipa. Pero, al no apreciarse la curvatura, el efecto recordaba el de un enorme dolmen, o quizás los arcos que soportaban un acueducto.

El continente circular tenía sección transversal rectangular, con el lado mayor yaciendo en el plano ecuatorial del planeta, pero era tan delgado, que visto de perfil casi desaparecía. Los lados medían, según el telémetro que manejaba uno de los científicos imperiales, doscientos kilómetros el mayor, por un kilómetro el menor. Jambudvipa parecía un delgado disco gramofónico con un agujero de ochenta mil kilómetros de diámetro en su centro. Uno de los científicos del Imperio había dado una rápida explicación a la forma aplastada de la estructura: en las zonas más alejadas de la órbita geosincrónica se tendría gravedad gracias a la fuerza de marea.

Chait Rai se volvió para saludarle desde el asiento del piloto. Su antigua experiencia con naves del Imperio le resultaba ahora muy útil.

—Lilith está en el comunicador —dijo, señalando la diminuta pantalla de vídeo situada en un extremo de la cabina. Jonás se sentó frente a ella, y el rostro de Lilith le saludó desde la pantalla.

—Kalyanam, Jonás. Espero que estés disfrutando del viaje. En estos momentos quisiera estar en tu lugar. Fuiste muy valiente al presentarte voluntario.

Lilith bromeaba, el valor no había tenido nada que ver con aquello. Había un número limitado de plazas en el transbordador, y él iba como representante científico de la Utsarpini, y como biólogo. Aunque Lilith se había presentado como voluntaria, Prhuna había considerado innecesario enviar a dos científicos con especialidades semejantes. ¿Advertía ahora en ella un cierto aire de reproche?

—Es lo mismo, vosotros estaréis aquí en un par de meses —dijo conciliador.

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