Memorias (16 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Biografía

BOOK: Memorias
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Sin embargo, en los casi tres años que llevaba publicando, no había logrado nada destacado.

Pero el 17 de marzo de 1941, cuando visité el despacho de Campbell, me leyó la siguiente cita de un viejo discurso de Ralph Waldo Emerson titulado
La naturaleza
: "Si las estrellas aparecieran una noche cada mil años, cómo creerían, adorarían y preservarían los hombres durante generaciones el recuerdo de la ciudad de Dios."

Campbell dijo:

—Creo que Emerson está equivocado. Creo que si las estrellas aparecieran una vez cada mil años, la gente se volvería loca. Quiero que escribas una historia sobre esto y que la llames
Nightfall (Anochecer).

Alexei Panshin, un importante historiador de la ciencia ficción, está convencido de que Campbell había decidido que era yo, en concreto, el que tenía que escribir la historia. No lo creo. Pienso que Campbell estaba esperando que apareciera uno cualquiera de los de confianza, y resultó que fui yo. Si es así, vaya suerte la mía. Podía haber sido Lester del Rey o Ted Sturgeon y me hubiera perdido la oportunidad de mi vida.

Trabajé en
Anochecer
como en cualquier otra historia y la vendí a Campbell en abril. Apareció en el número de septiembre de 1941 de
ASF
.

Para mí no era más que otro relato, pero Campbell, mucho mejor juez en estos asuntos, lo trató como algo extraordianrio. Me pagó un extra por primera vez, enviándome un cheque por 1,25 centavos por palabra en vez del penique acostumbrado. (No me explicó que lo hacía, así que tuve que meditar un poco, y después, de acuerdo con el estricto código de ética que mi padre me había inculcado, le llamé para decirle que me había pagado de más. A Campbell le hizo gracia. Estaba acostumbrado a las quejas por pagar demasiado poco; era la primera vez que recibía una queja por haber pagado de más. Por supuesto, me lo aclaró.)

También me dio la portada, la primera vez que la portada de
ASF
era para mí, y el mío fue el principal relato de la revista.

Anochecer
ha sido considerado un clásico desde entonces. Mucha gente piensa que es el mejor que he escrito, y algunos creen incluso que es el mejor relato publicado en una revista de ciencia ficción de todos los tiempos. Con franqueza, creo que esto es ridículo, y siempre lo he creído.

Ante todo, sigue teniendo muchos rasgos folletinescos. Según mis cálculos, no me libré de esta herencia hasta 1946.

Aunque estoy de acuerdo con que el relato posee un argumento interesante que amplía horizontes (sobre un mundo en el que la luz brilla siempre y que experimenta la oscuridad sólo una vez cada muchísimo tiempo), desde entonces ha escrito unos cuantos relatos que me gustan mucho más que
Anochecer
.

En los últimos años, Campbell creó algo a lo que llamó "Laboratorio analítico", que informaba de los votos de los lectores sobre la popularidad alcanzada por los relatos de un determinado número. Si hubiese existido esto en 1941, estoy convencido de que
Adam and No Eve
, de Alfred Bester, que apareció en el mismo número que
Anochecer
, habría sido el más votado porque Bester era mejor escritor que yo (entonces y después) y porque su relato era buenísimo.

En los años posteriores, las organizaciones de ciencia ficción repartieron premios, cada vez más prestigiosos, para las mejores narraciones del año. Los dos más importantes son el Hugo, que se otorga en la Convención Mundial de Ciencia Ficción y el Nébula, que lo entregan los Escritores de Ciencia ficción de América. Si hubiesen existido en 1941, estoy convencido de que Anochecer no habría ganado ningún premio en la categoría de novela corta. Ese año, Robert A. Heinlein y E. van Vogt eran, con diferencia, los escritores más populares de ciencia ficción y los pilares de
ASF
. Seguramente se habrían llevado todos los premios.

Y sin embargo
Anochecer
mantiene su puesto retrospectivo. En varias encuestas realizadas desde entonces sobre el mejor relato de todos los tiempos, siempre termina en primer lugar. Incluso en la actualidad me informan con bastante regularidad de que cuando se incluye entre los relatos estudiados en las clases de ciencia ficción, siempre es el preferido.

Nunca lo entenderé.

De todas maneras, fue un momento decisivo, aunque no puedo comprender la razón. Después de que
Anochecer
fuera publicado, dejaron de rechazar mis historias. Escribía y vendía, y en un año o dos, había llegado al nivel de Heinlein y Van Vogt, o casi.

Cuando, cuarenta años después de que el relato se publicara, decidí crear una sociedad anónima, no tuve elección, la llamé Nightfall, Inc.

34. Empieza la Segunda Guerra Mundial

Casi en el mismo momento en que empecé mis estudios en la facultad, estalló la Segunda Guerra Mundial en Europa.

No quería aceptar que mi declive en el rendimiento académico se debiera a causas ajenas a mí, pero la guerra desviaba mi atención de los estudios. Tenía que hacerlo. Ningún joven judío inteligente que hubiera estado siguiendo durante años la situación en Europa con dolorosa atención podía considerar la guerra como algo que no le concernía sólo porque su país no participara en ella y se mantenía neutral. Todos los judíos del mundo estaban en peligro si Hitler ganaba la guerra.

Quería desesperadamente que Hitler perdiera la guerra. ¡Desesperadamente!

El año escolar, durante el cual ocurrió mi pequeño devaneo amoroso, empezó con la destrucción de Polonia y terminó con la ocupación de Francia. Me pasaba las horas escuchando la radio y leyendo los periódicos en busca inútilmente de buenas noticias, de algo que me levantaba la moral. Durante el verano de 1940, al sufrimiento por mi desengaño amoroso se añadió el dolor por algo muy relacionado con la situación en Europa.

Estoy seguro de que mi trabajo académico tenía que sufrir. Era difícil concentrarse en él o considerarlo importante. Me parece extraño que continuara escribiendo. Sólo puedo explicarlo con mi experiencia posterior. Cuando me he sentido deprimido e infeliz, el único antídoto que he tenido (puesto que nunca he fumado, bebido o tomado drogas) ha sido escribir. Eso era lo único que mitigaba mi ansiedad. En una ocasión en que Robyn se había roto el tobillo y yo estaba desesperado, pensando que podía afectar al crecimiento de su pierna y dejarla con una cojera permanente, mi único escape fue sentarme y escribir tres largos artículos uno tras otro.

Pero en esa época tan aciaga ni siquiera eso me bastaba. Escasos meses después de vender
Anochecer
las fuerzas alemanas invadieron la Unión Soviética a gran escala y con enorme fuerza. Cuando
Anochecer
se publicó, parecía que la Unión Soviética estaba al borde de la destrucción.

Estados Unidos seguía manteniendo su neutralidad. Cada victoria de Hitler debilitaba las fuerzas aislacionistas de este país. Cada victoria asustaba a más gente y aumentaba su deseo de que Estados Unidos participara de manera activa para ayudar a los que luchaban contra Hitler. En concreto, la notable resistencia de Gran Bretaña contra Hitler en el otoño de 1940 y su victoria en la Batalla de Inglaterra galvanizó las simpatías estadounidenses hasta el punto de que, menos luchar a tiros, lo hacíamos todo contra Alemania. Incluso los gritos de aquellos (bastantes) que temían a la Unión Soviética más que a Alemania fueron acallados por la gran mayoría, que abominaba de Hitler.

35.
Master of Arts

Al final, tenía que pasar un examen para demostrar que merecía que me otorgaran el título de
Master of Arts
(M.A.) y que, además, podía seguir adelante para obtener el doctorado.

La chica de la que había estado enamorado no había tenido ningún problema, después de un año de estudios, en pasar su examen y conseguir su M.A., y podría haber seguido para obtener un doctorado, si hubiese querido. Mi examen fue una señal del grado de decadencia de mi calidad académica; obtuve mi M.A., pero, a mis ojos, fue estrictamente un premio de consolación, ya que mi puntuación no fue suficiente para permitirme hacer un doctorado.

Esto me colocaba en un dilema, el mismo en el que había estado durante años. Si aceptaba mi M.A. y me quedaba ahí, tendría que abandonar los estudios y encontrar un trabajo. Por otro lado, podía seguir estudiando ya que me permitirían hacer el examen por segunda vez.

Por supuesto, la situación del trabajo había cambiado de forma importante. Estados Unidos se estaba preparando para una probable intervención en la guerra, o si eso no era posible, por lo menos para servir como lo que Franklin Roosevelt llamaba el "arsenal de la democracia".

Por tanto, los expertos buscaban estudiantes brillantes en ciencias que pudieran dedicarse a trabajar para la guerra. Me hubiera gustado tener un trabajo así y sentir que estaba contribuyendo a luchar contra Hitler.

Por desgracia, tenía dos cosas en mi contra. Ya no era un estudiante brillante, al menos no en química. En segundo lugar, seguía con el ya viejo problema de la oposición de mis profesores: no tenían una buena opinión de mí y eran ellos los que recomendaban a un estudiante u otro.

Había encontrado a otro profesor al que le gustaba intimidar a sus alumnos. Me negué a someterme y supongo que pensaba que era irrespetuoso con él; por tanto, no era probable que me recomendara para nada, y su voz tenía mucho poder. Así que allí estaba yo, en la facultad y todavía incapaz de establecer una relación laboral normal con mi profesor.

Después tuve problemas con el profesor Arthur W. Thomas, un grosero de la peor especie, y completamente desesperado pedí una entrevista para poder dar mi versión del problema. (Este profesor había recibido quejas de que yo me dedicaba a cantar en el laboratorio de química y distraía a los demás; algo muy semejante a lo de mis cuchicheos en clase.) Me esforcé por presentar una buena imagen y convencerle y, para asombro de todos, lo logré.

Con gran sorpresa por mi parte, se volvió pro-Asimov y poco después fue nombrado jefe suplente del Departamento de química. Sospecho que una razón para su cambio de actitud fue que había dado instrucciones a los ayudantes de laboratorio (me lo dijeron un año después) para que me dieran problemas analíticos muy difíciles y así hacerme fracasar y librarse de mí. Pero logré resolverlos con gran tenacidad y lo hice sin quejarme porque era demasiado estúpido como para sospechar una conspiración.

A menudo he pensado en mi charla con Thomas y me he preguntado qué rumbo habría tomado mi vida si me hubiese deshecho en amabilidades cuando pensaba que era necesario en vez de adoptar la actitud de "Tengo razón —y tú estás equivocado— y no pienso llegar a un acuerdo". Pero nunca hice lo primero. Hasta que empecé a trabajar por cuenta propia, seguí teniendo problemas con cualquiera que pudiera considerarse mi superior jerárquico.

Cuando pasé el examen por segunda vez, recibí por fin autorización para seguir con mis estudios de doctorado el 13 de febrero de 1942, quizá por intercesión del profesor Thomas, que se había vuelto amable. Pero esto tampoco terminó con mis problemas. Tenía que encontrar un profesor que estuviera dispuesto a aceptarme, darme un tema para trabajar, y supervisar este trabajo de manera competente y amistosa. Por desgracia, ninguno de los profesores que yo conocía en el departamento me aceptarían bajo ningún concepto, y Thomas estaba inmerso en tareas administrativas y no hacía investigación.

Otro estudiante me dijo que su profesor, Charles Reginald Dawson, era un individuo bondadoso que aceptaba a todos los "perros cojos" que otros no querían. No me ofendí por el apelativo porque tuve que reconocer que era acertado.

Me apresuré a hablar con Dawson y me aceptó. Era un hombre de mediana altura, voz suave y temperamento tranquilo. Nunca perdía la paciencia ni se enfadaba. (Puede que eso tuviera un precio, ya que padecía de graves úlceras duodenales.) Tenía una paciencia infinita y yo le divertía. Esto me agradaba. No me importa que piensen que soy un bicho raro si la alternativa es ser considerado un estudiante problemático.

Dawson me sirvió de inspiración y siempre fue un caballero de una amabilidad intachable. A pesar de mi irremediable falta de habilidad para el trabajo de laboratorio, Dawson me supervisaba concienzuda e incansablemente y se aseguró de que me las pudiera arreglar. Creo que en cierto modo tenía la sensación de que yo era un inventor de ideas entusiasta y una persona notable. (Al menos en una o dos ocasiones cuando le oí hablar de mí por casualidad a otro profesor, me resultó difícil reconocerme en su descripción.)

¿El resultado? Vivió para ver en lo que me había convertido. Le he dedicado libros y en varias ocasiones lo he elogiado en mis obras impresas. (Puedo tener muchos defectos, pero nunca he sido un ingrato.)

De hecho, me dijo (estoy seguro de que era una exageración cariñosa) que al final lo que le dio mayor fama fue el hecho de que yo hubiera sido su alumno. No puedo creerlo, pero ¡cómo me gustaría que fuese verdad!, porque no puedo pensar en una mejor forma de pagarle por todo lo que hizo por mí.

36. Pearl Harbor

Dos meses antes de que lograra aprobar mi examen para hacer el doctorado, los japoneses bombardearon Pearl Harbor, así que el 7 de diciembre de 1941 entramos en guerra.

Supongo que sería magnífico si pudiese decir que lo dejé todo inmediatamente, fui a apuntarme como voluntario a las fuerzas armadas y después luché en la guerra y gané medallas y me hirieron.

Si el mundo fuera ideal y yo perfecto, lo habría hecho, pero no lo es y yo tampoco, de modo que no lo hice. Siempre he admitido que no soy en absoluto heroico en el aspecto físico.

Si me hubiesen llamado a filas, habría ido, por supuesto, aunque me habría muerto de miedo en cada etapa del camino. No puedo imaginarme el tipo de soldado que habría sido, y me paraliza pensar que bajo el fuego enemigo me podría haber convertido en un cobarde que huye gritando o haber hecho alguna otra cosa igual de terrible. Me consuelo a mí mismo pensando que los seres humanos saben ponerse a la altura de las circunstancias, que incluso los cobardes encuentran algo de valor en su interior cuando las circunstancias lo requieren.

Bueno, es posible, pero estaba seguro de que podía utilizar mi cerebro para servir a mi país con mejores resultados que si utilizaba mi esmirriado cuerpo.

Por supuesto que me siento avergonzado por no haber corrido a alistarme como voluntario, pero hubiera sido mucho peor si hubiese pretendido demostrar un valor del que carecía. De todas maneras, no me llamaron a filas, al menos no durante bastante tiempo, así que seguí escribiendo y empecé a trabajar en mi tesis doctoral.

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