—Es orgulloso —dijo Gwindor.
Tal vez Finduilas hablara con verdad, pues veía con los ojos agudos de los Eldar. Y Túrin, que no sabía lo sucedido entre Gwindor y Finduilas, se mostraba cada vez más gentil a medida que ella entristecía.
Pero en una ocasión Finduilas le dijo:
—Thurin Adanedhel, ¿por qué me ocultaste tu nombre? Si hubiera sabido quién eras, no te habría honrado menos, pero habría comprendido mejor tu pena.
—¿Qué quieres decir? —preguntó él—. ¿Por quién me tomas?
—Eres Túrin, hijo de Húrin, capitán del Norte. (
El Silmarillion
).
Otro pasaje, de esta misma parte de la narración, tiene una forma más acabada que la que se ofrece en El Silmarillion (de la batalla de Tumhalad y el saqueo de Nargothrond no hay ningún otro relato; mientras que los diálogos entre Túrin y el Dragón están tan desarrollados en El Silmarillion, que no parece probable que pudieran ampliarse). Este pasaje es relato mucho más extenso de la llegada de los Elfos Gelmir y Arminas a Nargothrond, en el año de su caída (
El Silmarillion
).
En la primavera llegaron dos Elfos, y dijeron llamarse Gelmir y Arminas, del pueblo de Finarfin, y que traían un mensaje al Señor de Nargothrond. Fueron llevados ante Túrin; pero Gelmir dijo:
—Es con Orodreth, hijo de Finarfin, con quien queremos hablar.
Y cuando Orodreth se presentó, Gelmir le dijo:
—Señor, éramos del pueblo de Angrod, y hemos errado mucho desde la Dagor Bragollach; pero últimamente hemos vivido entre los compañeros de Círdan, junto a las Desembocaduras del Sirion. Y nos llamó un día, y nos envió a vos; porque se le apareció Ulmo mismo, el Señor de las Aguas, y le advirtió del gran peligro que acecha a Nargothrond.
Pero Orodreth era precavido y contestó:
—¿Por qué entonces venís aquí desde el norte? ¿O quizá tenéis también otros cometidos entre manos?
Entonces Arminas dijo:
—Señor, siempre desde la Nirnaeth he buscado el reino escondido de Turgon, y no lo he encontrado; y temo que esta búsqueda haya retrasado en exceso el mensaje que os traigo. Porque Círdan nos envió en barco a lo largo de la costa, para ganar en secreto y rapidez, y desembarcamos en Drengist. Pero entre la gente marinera había algunos que habían venido al sur en años pasados, como mensajeros de Turgon, y me pareció por la cautela con que hablaban que quizá Turgon viva todavía en el Norte, y no en el Sur, como muchos creen. Pero no hemos encontrado signo ni rumor de lo que buscábamos.
—¿Por qué buscáis a Turgon? —le preguntó Orodreth.
—Porque se dice que su reino será el que resistirá más tiempo a Morgoth —respondió Arminas. Y esas palabras le parecieron ominosas a Orodreth, y se sintió disgustado.
—Entonces no os demoréis en Nargothrond —dijo— porque aquí no oiréis noticias de Turgon. Y no necesito a nadie para saber que Nargothrond está en peligro.
—No os enfadéis, señor —dijo Gelmir—, si contestamos vuestras preguntas con verdad. Y habernos apartado del camino directo no ha sido sin fruto, porque hemos dejado atrás a vuestros más alejados exploradores; hemos atravesado Dor-lómin, y todas las tierras bajo las estribaciones de Ered Wethrin, y hemos explorado el Paso del Sirion espiando los senderos del Enemigo. Hay una gran concentración de Orcos y criaturas malignas en esas regiones, y un ejército está reuniéndose en la Isla de Sauron.
—Lo sé —dijo Túrin—. Vuestras nuevas huelen a viejo. Si el mensaje de Círdan tenía algún objeto, debió haber llegado antes.
—Cuando menos, señor, escucharéis el mensaje ahora —dijo Gelmir a Orodreth—. ¡Escuchad las palabras del señor de las Aguas! Así le habló a Círdan el Carpintero de Barcos: «El Mal del Norte ha contaminado las fuentes del Sirion, y mi poder se retira de los dedos de las aguas fluyentes. Pero una cosa peor ha de acaecer todavía. Decid, por tanto, al Señor de Nargothrond: Cerrad las puertas de la fortaleza y no salgáis. Arrojad las piedras de vuestro orgullo al río sonoro, para que el mal reptante no encuentre las puertas».
Estas palabras le parecieron aciagas a Orodreth y como siempre hacía, se volvió a Túrin para oír su consejo. Pero Túrin desconfiaba de los mensajeros y dijo con desdén:
—¿Qué sabe de nuestras guerras Círdan, que vive Cerca del Enemigo? ¡Que el marinero cuide de sus barcos! Pero si en verdad el Señor de las Aguas nos da su consejo, que hable más claramente. Porque de otro modo nos parecerá más atinado reunir nuestras fuerzas e ir con nuestros cuerpos al encuentro del enemigo, antes que se acerque demasiado.
Entonces Gelmir se inclinó ante Orodreth y dijo:
—Hablé como se me ordenó que lo hiciera, señor —y se apartó. Pero Arminas dijo a Túrin—: ¿Eres en verdad de la casa de Hador, como oí decir?
—Aquí me llamo Agarwaen, la Espada Negra de Nargothrond —dijo Túrin—. Mucho te dedicas a lo que se habla en secreto, según parece, amigo Arminas; y no conviene que el secreto de Turgon te sea revelado; de lo contrario no tardaría en llegar a oídos de Angband. El nombre de un hombre es cosa que le pertenece, y si se entera el hijo de Húrin que lo has traicionado, cuando él prefiere ocultarse, ¡que Morgoth te atrape y te queme la lengua!
Entonces la negra cólera de Túrin consternó a Arminas; pero Gelmir dijo:
—No lo traicionaremos, Agarwaen. ¿No estamos reunidos en consejo, y tras puertas cerradas, donde el lenguaje puede ser más directo? Y Arminas hizo esa pregunta, me parece, porque es sabido de todos los que viven junto al Mar que Ulmo siente gran amor por la Casa de Hador, y algunos dicen que Húrin y Huor, el hermano de Húrin, fueron una vez al Reino Escondido.
—Si fuera así, no habría hablado de eso con nadie, ni con los grandes ni con los pequeños, y menos aún con su hijo que era sólo un niño —respondió Túrin—. Por tanto, no creo que Arminas me haya hecho esa pregunta esperando saber algo de Turgon. Desconfío de los mensajeros de desdicha.
—¡Guárdate la desconfianza! —dijo Arminas con enfado—. Gelmir se equivoca. Te hice esa pregunta porque dudé de lo que aquí se cree; pues no pareces en verdad de la casa de Hador, sea cual fuere tu nombre.
—¿Qué sabes de ellos? —preguntó Túrin.
—A Húrin lo he visto —respondió Arminas—, y a sus padres antes que a él. Y en las ruinas de Dor-lómin me encontré con Tuor, hijo de Huor, hermano de Húrin; y él es como sus padres, pero tú no.
—Quizá sea así —dijo Túrin—, aunque de Tuor nunca oí antes de ahora. Pero si mis cabellos son oscuros y no dorados, de eso no me avergüenzo. Porque no soy el primero de los hijos que se asemeja a su madre; y yo desciendo a través de Morwen Eledhwen de la Casa de Bëor y los parientes de Beren Camlost.
—No me refería a la diferencia entre la oscuridad y el oro —dijo Arminas—. Pero otros de la Casa de Hador se conducen de otra manera, y Tuor entre ellos. Porque tienen maneras corteses, y escuchan los buenos consejos, y reverencian a los Señores del Oeste. Pero tú, según parece, sólo recibes consejo de ti mismo o de tu espada; y hablas con altivez. Y te digo, Agarwaen Mormegil, que si así lo haces, otro será tu destino que el que pueda pretender un descendiente de las Casas de Hador y de Bëor.
—Otro ha sido —respondió Túrin—. Y si, como parece, he de soportar el odio de Morgoth a causa del valor de mi padre, ¿he de soportar también las provocaciones de un agorero fugitivo, aunque pretenda ser pariente de reyes? Te lo aconsejo: vuelve a la seguridad de las costas del Mar. Entonces Gelmir y Arminas partieron, y volvieron al Sur; y a pesar de los dicterios de Túrin, de buen grado habrían aguardado la batalla junto a sus parientes, y sólo partieron porque Círdan les había pedido, por orden de Ulmo, que le llevaran la respuesta de Nargothrond. Y Orodreth se sintió muy perturbado por las palabras de los mensajeros; y el ánimo de Túrin se volvió todavía más fiero y de ningún modo quiso escuchar los consejos de Orodreth, y menos que nada consintió en que se derribara el puente. Porque eso, al menos, de las palabras de Ulmo, había sido leído con verdad.
En ningún sitio se explica por qué Gelmir y Arminas, que tenían un mensaje urgente que llevar a Nargothrond, fueron enviados por Círdan a lo largo de la costa hasta el Estuario de Drengist. Arminas dice que fue para ganar en secreto y rapidez; pero mayor habría sido el secreto sin duda si hubiera llevado el viaje a cabo remontando el Narog desde el sur. Es posible suponer que Círdan lo hizo obedeciendo la orden de Ulmo (para que así pudieran encontrarse con Tuor en Dor-lómin, y guiarlo a través de la puerta de los Noldor), pero no hay sugerencias de esto en ninguna parte.
JOHN RONALD REUEL TOLKIEN, nació el 3 de Enero de 1892 en la ciudad de Bloemfestein de "Orange Free State", África. Hijo del banquero Arthr Reuel Tolkien y de la misionera Mabel Suffield. Se mudaron a Sarehole, pueblo rural a las afueras de Birmingham donde Tolkien vivió hasta 1903. Su madre le enseñó las bases académicas (Latín, Griego, Matemáticas y Literatura Romántica). Fue un estudiante perezoso. Su madre también lo introdujo en la fantasía o Faery-stories, cuya favorita era el informe sobre la búsqueda del Rey Arturo de Mallory. Cuando tenía cuatro años perdió a su padre, que no pudo sobrevivir a un ataque de fiebre, y a los 12 a su madre, enferma de diabetes. Al quedar huérfano, él y su hermano, dos años menor, quedaron bajo la tutela de un sacerdote medio español y medio galés llamado Francis Morgan. A los 16 años conoció a la que sería la mujer de su vida, Edith Bratt, tres años mayor que él y también huérfana de padre y madre. El sacerdote prohibió la relación hasta que fuera mayor de edad. Esperó y, poco después de cumplir los 21 años, se prometió con ella. Cuando tenía 24 años se casó con Edith, tuvieron cuatro hijos y su matrimonio duró 55 años. Nada más casarse partió hacia el frente de la Primera Guerra Mundial, donde cayó enfermo y fue repatriado. Se especializó en historia medieval y dio clases de literatura inglesa medieval en la Universidad de Oxford. Sus conocimientos resultan evidentes en sus obras de carácter épico, que se desarrollan en un mundo fantástico creado por él mismo y llamado Middle Earth. Escribió El Hobbit (1937) para sus hijos. A principios de los años 30, cuando estaba corrigiendo exámenes de sus alumnos apareció uno totalmente en blanco. Años después diría: "Uno de los estudiantes fue compasivo y me dejó uno de los exámenes en blanco, una de las mejores cosas que pueden sucederle a un profesor". La página inmaculada parecía invitarle a escribir y garabateó: "En un agujero en la tierra vive un hobbit". Esta sería la semilla de su primera obra, que terminó en 1937. Su continuación, la trilogía titulada El señor de los anillos es un cuento acerca de la lucha por la posesión de un anillo mágico en un mundo de elfos, hadas y dragones. Empezó a escribirse poco después de la publicación de El Hobbit, tal como se lo sugirieron los editores Allen y Unwin. Tolkien empleó 12 años en escribir su ambiciosa obra sobre la búsqueda del anillo del poder y de la eterna lucha entre el bien y el mal. La publicación de los dos primeros volúmenes no se llevó a cabo hasta el 1954. Es una larga historia que se divide en tres volúmenes: La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno de rey. El Silmarillion (1977), que relata los comienzos mitológicos de Middle Earth, y Relatos incompletos (1980), que contiene cuentos que no se incluyeron en sus otros libros, fue recopilado y publicado por su hijo, Christopher Tolkien. Llevó a cabo estudios de crítica literaria y fue profesor en Oxford entre 1945 y 1959, donde coincidió con C.S. Lewis que cultivaba el mismo género y hasta los mismos temas, aunque la amistad decayó por los celos que sentía Lewis del éxito literario de Tolkien. En 1954, recibió el honorario de Doctor en Letras por el University College en Dublín y la Universidad de Lieja en Bélgica, elegido vicepresidente de la Sociedad Filológica de gran Bretaña y galardonado como miembro honorario en la Sociedad Islándica. En 1957, las Universidades de Harvard y Marquette le otorgaron grados honorarios. También en ese año, ganó el premio a la mejor novela fantástica de 1956 en la Convención Mundial de Ciencia Ficción y en 1958 ganó el puesto honorario del Merton College. Por el tiempo de El Señor de los Anillos alcanzó la cima de la popularidad, durante esa época fue algo bueno, pero en su vejez, Tolkien odiaba las llamadas telefónicas a altas horas de la noche, la multitud de visitantes no invitados, las toneladas de correo y la pérdida de su privacidad que empezaron a ser una plaga para él y su familia. En 1968, él y su mujer se trasladaron a Bournemouth, usando un alias para proteger su privacidad. Su mujer Edith Mary murió el 2 de Noviembre de 1971. John R. R. Tolkien se mudó a un apartamento propiedad de la Universidad de Oxford y allí vivió hasta su fallecimiento el 2 de Septiembre de 1973 a la edad de 81 años. Sin embargo, justo antes de morir, fue premiado miembro de la Orden del Imperio Británico por la Reina Isabel, uno de los premios más prestigiosos de Inglaterra.