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Authors: Mikkel Birkegaard

Tags: #Intriga, #Policíaco

Libros de Luca (54 page)

BOOK: Libros de Luca
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—¿Qué ocurre? No hay razón para esto. Dígame por qué.

—No se preocupe, ya se lo diré —prometió Remer, e inclinó la cabeza hacia uno de los guardias.

—¡No! —logró gritar Jon antes de que el guardia le pusiera un trozo de cinta en la boca.

Después de todo, había sido necesario.

Jon se daba cuenta de ello. Debía de haber confiado en el juicio de Remer y no subestimar el poder de Katherina. Aquellos Lectores de Libri di Luca eran hábiles, expertos en generar discordia y desconfianza entre los miembros de la Orden si no estaban atentos. Sin la rápida y astuta intervención de Remer, podrían haber tenido éxito en alterar a Jon de tal manera que él se habría visto privado del futuro que tenía en la Orden. Hasta podría haberse vuelto contra ella.

Al cabo de una hora de lectura, le retiraron a Jon la cinta de la boca y las correas que le sujetaban. Estaba completamente sereno, casi exhausto, y se le permitió dormir hasta que Remer vino a despertarlo. Ya había anochecido, y Poul Holt había regresado. Examinó a Jon con los gestos rutinarios de un médico, iluminándole los ojos, observando su garganta, comprobando sus reflejos.

—Está usted en perfecto estado —dijo por fin, sonriéndole.

Remer, que se había retirado a la parte de atrás, se acercó entonces a la cama.

—Tendrá que perdonarnos por atarlo —dijo con un verdadero tono de arrepentimiento—. Lamentablemente era necesario. Espero que lo comprenda.

Jon asintió.

—Era necesario —admitió—. He estado a punto de ceder a su influencia. No volverá a ocurrir.

—Estoy seguro de ello —dijo Remer, inclinando la cabeza con satisfacción—. Y no se preocupe. Esta noche usted estará entre amigos. Nada podrá detenernos.

Jon se tranquilizó. La nube de confusión que había sentido unas horas antes había sido barrida con tal fuerza que realmente no podía recordar qué la había provocado.

—A propósito de esta noche —dijo Remer, señalando una túnica negra al pie de la cama—. ¿Le molestaría probársela para ver si le queda bien?

Jon se levantó y sostuvo la túnica delante de él. Era negra como el ala de un cuervo con serpientes blancas alrededor de las mangas y el dobladillo.

—¿Vamos a una fiesta de togas? —quiso saber Jon.

Remer se rió.

—Algo así.

Jon se puso la túnica. Era de seda, con un grueso cinturón también de seda. Aun con su ropa normal debajo, era muy amplia, y cuando se colocó la capucha, su cara quedó oculta casi por completo, dándole una maravillosa sensación de seguridad. Se sentía como un monje; sonrió al pensarlo.

—Perfecto —confirmó Remer, asintiendo con satisfacción.

—¿Y ustedes? —preguntó Jon.

—No se preocupe —dijo Remer—. Nosotros llevaremos el mismo tipo de túnica, pero la nuestra será blanca.

—¿Soy el único que va de negro?

—Por supuesto —intervino Holt—. Usted es el invitado de honor.

Capítulo
37

—Malditos bastardos —exclamó Paw desde la silla donde estaba sentado—. Nunca podréis hacer lo que os proponéis.

Henning y Muhammed lo habían atado con la cuerda que llevaban mientras Katherina se había hecho cargo de la pistola de juguete, con la que le seguía apuntando. Él lanzaba veneno en sus miradas de odio.

—¿Vas a una fiesta de disfraces? —preguntó Muhammed, cogiendo la túnica blanca de Paw.

—Mira quién habla.

—¿Y qué es esto? —Muhammed cogió el amuleto de cobre que habían encontrado en el cuello de Paw—. ¿Ésta es tu entrada VIP?

Paw no respondió.

—Supongamos que sí lo es. —Muhammed le entregó el amuleto a Katherina—. La pregunta es: ¿una entrada a qué?

Miró a Paw, esperando una respuesta, pero éste giró la cabeza deliberadamente.

Katherina revisó el amuleto de cobre. Era redondo, aproximadamente del tamaño de una moneda de cinco coronas, v tenía un agujero en el centro a través del cual pasaba un cordón de cuero para poder llevarlo como colgante. Alrededor del borde había grabados cuidadosamente unos caracteres diminutos.

—¿Qué vas a conseguir con todo esto? —preguntó Henning—. Tú ya has sido activado.

Paw sonrió.

—¡Y vaya activación la tuya! —añadió Henning—. ¿Cuál fue tu puntuación en el valor RL? ¿0,7? Eso no es ni siquiera suficiente para encender el faro de una bicicleta.

La sonrisa de Paw desapareció. Katherina pudo ver que apretaba con furia los dientes.

—Así que supongo que es bueno para ti contar con la protección de la Organización —continuó Henning—. Los Lectores débiles como tú necesitan toda la ayuda que puedan conseguir. ¿Y les sirve para algo a ellos?

La furia brilló en los ojos de Paw, y tenía las mejillas enrojecidas.

—Ah, es verdad, te infiltraste en Libri di Luca, pero eso fue sólo porque Luca se compadeció de ti. Se dio cuenta a la legua de lo débil que eres.

—¡Cállate!

Paw adelantó su cuerpo con tanta fuerza como se lo permitió la cuerda.

Henning se inclinó hacia él, pero lo justo como para quedar fuera de su alcance.

—¿Y ahora qué? Tu trabajo ya ha terminado. ¿Qué tarea podría encargarle la Organización Sombra a un debilucho como tú?

—Vuelve después de la reactivación y te lo mostraré.

Henning y Katherina intercambiaron una mirada.

—¿La reactivación? —repitió Henning—. ¿Eso es lo que va a ocurrir esta noche? Paw no respondió.

—¿Habéis encontrado una manera de repetir la activación? —preguntó Henning—. ¿Una manera de intensificarla?

Una sonrisita se formó en los labios de Paw.

Katherina pudo darse cuenta de que eso era exactamente lo que iba a ocurrir. Según los documentos de la escuela, casi todas las personas que habían viajado allí ya estaban activadas. Todos los arreglos para esta reunión parecían apuntar a algo más grande que una ceremonia ritual sin significado práctico. Contuvo la respiración. Si una reactivación podía aumentar los poderes de un Lector, entonces ¿qué ocurriría con Jon? Él ya había sobrepasado la escala y era mortalmente peligroso cuando estaba fuera de control. Se dio cuenta de que los demás estaban pensando lo mismo.

—¿Qué grado de fuerza podéis alcanzar? —preguntó Henning finalmente.

—El suficiente como para encender el faro de una bicicleta —respondió Paw, sonriendo misteriosamente.

—Entonces es una lástima que tú no vayas a experimentarlo —le dijo Katherina. Señaló las ligaduras con un movimiento de cabeza—. Va a ser difícil que vayas a la reactivación atado como estás.

Paw la miró. Una sombra de incertidumbre cruzó su rostro.

—Van a venir a recogerme —dijo—. Estarán aquí en cualquier momento.

Muhammed miró su reloj.

—Dentro de media hora, no antes —dijo—. Tiempo más que suficiente para sacarte de aquí.

Paw dejó escapar una risa nerviosa.

—Tenemos amigos en la ciudad —continuó Muhammed—. ¿Cómo crees que te hemos encontrado? Personas que son buenas para encontrar cosas y también para hacerlas desaparecer. Paw deslizó su mirada por cada uno de ellos, sin descubrir la menor señal de apoyo. Finalmente le dirigió una mirada suplicante a Katherina.

—Tienes que dejarme ir, Kat —pidió desesperadamente—. Necesito esto. Es mi recompensa.

—¿Por qué? —preguntó ella.

—Por Libri di Luca —respondió, molesto.

—¿Tú mataste a Luca?

—No, no —respondió el joven, sacudiendo la cabeza—. Es mi recompensa por infiltrarme entre vosotros. —Sus ojos adquirieron una expresión de sufrimiento—. Vamos, Kat. Prometo no decir que estás aquí. Pero déjame ir, así podré conseguir mi reactivación.

—¿Cuándo va a ocurrir? —preguntó Katherina.

Paw agachó la cabeza apesadumbrado para evitar mirarles a los ojos. Permaneció en silencio durante un buen rato antes de responder.

—Esta noche, ya os lo he dicho.

—¿Cómo?

—Como una activación normal —dijo Paw—. Pero Jon va a actuar como una especie de médium. No sé exactamente cómo funciona. Tiene algo que ver con la energía de la biblioteca y los poderes de Jon. Cuando se unan… ¡bum! Entonces todos recibiremos el impulso para sobrepasar la escala.

—¿Y Jon?

Paw sacudió la cabeza.

—Nadie lo sabe. Tal vez no ocurra nada, tal vez logre un impulso también él, o tal vez reviente.

Katherina contuvo su deseo de agarrar a Paw y sacudirlo para hacerlo salir de la indiferencia. Estaban perdiendo el tiempo mientras la Organización Sombra se preparaba para sacrificar a Jon.

—¿Cómo lo haréis todos vosotros para entrar? —quiso saber Muhammed.

Paw inclinó la cabeza hacia la túnica.

—Tenemos que llevar eso y el colgante.

—¿Cuántos seréis?

—Muchos. Vienen de todas partes del mundo.

—¿Y el idioma? —preguntó Henning—. Jon no puede reactivar a gente en diferentes lenguas, ¿no?

—¡No sé! Creo que tiene algo que ver con las descargas eléctricas. Afectarán a todos sin distinción.

—¿Y qué ocurrirá después?

—Después nadie podrá detenernos. —Paw sonrió.

Muhammed hizo un gesto a Henning y Katherina para alejarlos un poco de Paw y que éste no escuchara su conversación.

—¿Qué os parece? —preguntó Muhammed en voz baja.

—Le creo —respondió Henning con un suspiro.

Katherina lanzó una mirada a Paw, que estaba allí sentado con una sonrisa de satisfacción en la cara.

—Yo también le creo —susurró—. Lamentablemente. Las cosas no tienen buen cariz. Esto es peor de lo que había imaginado. Vamos a tener que detenerlos.

—¿Cómo? Nosotros somos tres y no sabemos cuántos son ellos.

—Pero hay solamente un Jon —señaló Muhammed.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Katherina.

—Tenemos que impedir que participe en la fiesta —dijo Muhammed bruscamente—. Sin Jon, no hay fiesta.

Katherina no quiso saber lo que realmente iban a tener que hacer para detener a Jon, pero era consciente de que Muhammed tenía razón. Jon era la clave de todo el asunto, y mientras él estuviera del lado de la Organización Sombra, como parecía estar en ese momento, era peligroso.

—¿Y cómo vamos a detenerlo? —inquirió Henning.

—Tenemos que ir a la fiesta —contestó Muhammed. Movió la cabeza hacia Paw—. Uno de nosotros tendrá una entrada gratis.

—Ésa seré yo —se apresuró a decir Katherina.

Los otros dos la miraron.

—Yo lo conozco mejor —señaló tercamente—. Nos hemos entrenado juntos, por eso sé lo que es capaz de hacer.

Muhammed asintió.

—Está bien. Tú llevas el amuleto. Henning y yo encontraremos otro camino.

Henning se mostró de acuerdo.

—Eh —gritó Paw detrás de ellos—, creo que ya es hora de que me dejéis libre.

Los tres intercambiaron sonrisas de complicidad antes de volverse para mirar de frente a su prisionero.

Capítulo
38

Dentro de unas horas todo habría terminado.

Jon apenas podía comprenderlo. Durante la mayor parte de su vida se había privado de seguir su propio destino, y hasta hacía muy poco la gente había tratado de llevarlo por el mal camino, pero esta vez tendría la oportunidad de ocupar el lugar que le correspondía. Se habían presentado numerosos obstáculos a lo largo del proceso que habían provocado extraordinarios retrasos. Le habría gustado haber tenido más tiempo para prepararse. Después de todo, hacía apenas un par de días que había sido iniciado en la verdadera naturaleza de la Orden. Le molestaba no sentirse del todo listo, aunque Remer le aseguraba que sí lo estaba. Por supuesto, se daba cuenta de que era importante para la Orden llevar a cabo la activación. Cuanto más tiempo esperaran, mayor era el riesgo de perder su influencia, pero de todos modos se sentía inseguro. Su encuentro con Katherina hacía sólo unas pocas horas lo había alterado, y si no hubiera sido por la intervención de Remer las cosas podrían haber salido muy mal.

No podía permitir que eso ocurriera otra vez.

Así pues, un Jon concentrado y silencioso iba sentado en el asiento trasero del Land Rover junto al pelirrojo Patrick Vedel rumbo a la Bibliotheca Alexandrina. Llevaba en sus manos el libro cuyo texto se suponía que iba a leer. No tenía ni título ni nombre del autor, y el cuero negro no presentaba ninguna marca visible que revelara su contenido. Se trataba del libro que se utilizaba para todas las activaciones de la Orden, especialmente escrito para la ocasión y cargado con tanta energía que a Jon casi se le había caído de las manos la primera vez que lo tocó. Las pulsaciones del libro le producían un hormigueo en los dedos, pero de una manera agradable y tranquilizadora que lo ayudaba a concentrarse en lugar de distraerlo. El contenido era igualmente sorprendente. Cuando Jon tuvo la oportunidad de leer algunas de sus páginas, descubrió que las descripciones y las imágenes que evocaban resultaban extrañamente irresistibles. No era cuestión de seguir un argumento coherente. El libro había sido escrito con el propósito de sostener los poderes de la mejor manera posible, y estaba lleno de escenas que podían ser interpretadas y cargadas por el transmisor para producir un gran efecto. Remer le había explicado que su ejemplar era sólo uno de los innumerables libros idénticos que iban a ser utilizados en la reactivación. Todos ellos habían sido cargados por una serie de rituales.

El tiempo que se apreciaba a través de las ventanillas del coche iba cambiando a medida que se acercaban a la ciudad alejándose de la casa de campo. El viento se intensificaba y nubes oscuras atravesaban el cielo de la tarde. Cuando llegaron a La Corniche, el paseo marítimo, pudieron ver que el agua golpeaba contra el muro que bordeaba la playa y la espuma caía hacia la calzada formando grandes manchas blancas.

Aunque ya habían pasado cerca de la biblioteca aquel día, producía una impresión diferente y mucho más espectacular al contrastar con el telón de fondo de un cielo sombrío. El disco del techo de la biblioteca estaba iluminado por reflectores, que hacían que toda la superficie de cristal brillara con un color blanco sobrenatural. El edificio esférico en la plaza delantera, que albergaba al planetario, estaba rodeado de bandas de color azul brillante. Más allá de la biblioteca se veía la escuela de bibliotecarios en forma de pirámide; en la oscuridad emitía verdes destellos iluminada por poderosos focos.

Los resplandecientes edificios producían una sorprendente imagen, y desde el mar parecían un digno sustituto del faro de la Antigüedad.

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