Las sirenas de Titán (14 page)

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Authors: Kurt Vonnegut

BOOK: Las sirenas de Titán
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156)
Unk, viejo compadre,
decía la carta a Unk,
toda vez que tú y Stony encuentren algo
nuevo, añádelo a esta carta. Esconde bien esta carta. Y cada vez que cambies de escondrijo,
toma la precaución de decirle a Stony dónde la has puesto. De esa manera, aunque te
manden al hospital para limpiarte la memoria, Stony podrá decirte dónde tienes que ir para
cargarte la memoria de nuevo.

157)
Unk, ¿sabes por qué te dejan seguir? Te dejan seguir porque tienes mujer y un hijo.

Casi nadie en Marte los tiene. Ella es instructora en la Escuela de Respiración Schliernann,
de Febe. Tu compañera se llama Bee. Tu hijo se llama Crono. Vive en la escuela de Febe.

Según Stony Stevenson, Crono es el mejor jugador de béisbol alemán de la escuela. Como
todos en Marte, Bee y Crono han aprendido a vivir solos. No te echan de menos. Nunca
piensan en ti. Pero tú tienes que probarles que te necesitan de la mejor manera posible.

158)
Unk, chiflado hijo de puta, te quiero. Creo que eres maravilloso. Cuando juntes toda
tu pequeña familia, trépate a una nave espacial y vuela a algún lugar pacífico y hermoso, a
algún lugar donde no tengas que estar tomando globos de aire todo el tiempo para seguir
viviendo. Llévate a Stony contigo. Y cuando te instales, que todos ustedes se pasen, mucho
tiempo tratando de imaginarse por qué quienquiera que sea fue y lo hizo.

Todo lo que le quedaba por leer a Unk era la firma.

La firma estaba en una página aparte.

Antes de volver la página para ver la firma, Unk trató de imaginar el carácter y la apariencia del autor. El autor era intrépido. El autor era tan amante de la verdad que se hubiera expuesto a cualquier dolor con tal de aumentar su acervo de verdades. Era superior a Unk y a Stony. Observaba y registraba sus actividades subversivas con afecto, diversión y desapego.

Unk se imaginó al autor como un viejo maravilloso con una barba blanca y la contextura de un herrero.

Unk volvió la página y leyó la firma.

Con fidelidad y afecto,
eran los sentimientos expresados antes de la firma.

La firma llenaba casi toda la página. Eran tres letras mayúsculas, de unos quince centímetros de alto por casi cinco de ancho. Las letras habían sido dibujadas torpemente, con una exuberancia negra y borroneada de jardín de infantes.

Esta era la firma:

La firma era la de Unk.

Unk era el héroe que había escrito la carta.

Unk se había escrito la carta a sí mismo antes que le hicieran un lavado de memoria. Era literatura en el mejor sentido, pues hacía de Unk un ser valiente, observador y secretamente libre. Lo convertía en su propio héroe en épocas de verdadera prueba.

Unk no sabía que el hombre a quien había matado en la picota era su mejor amigo, Stony Stevenson. De haberlo sabido, quizá se hubiera suicidado. Pero el destino le ahorraría este horrible conocimiento durante muchos años.

Cuando Unk volvió a su barraca, había un bosque de cuchillos y bayonetas que chasqueaban. Cada uno afilaba una hoja.

Y en todas partes había sonrisas de cordero de un tipo peculiar. Las sonrisas hablaban de corderos que, en condiciones adecuadas, podían asesinar alegremente.

Acababa de llegar la orden de que el regimiento se embarcara con la mayor prisa posible en sus naves espaciales.

La guerra con la Tierra había empezado.

Algunas unidades avanzadas de los comandos imperiales marcianos ya habían suprimido las instalaciones terrestres en la luna de la Tierra. Las baterías teleguiadas del Comando, disparadas desde la luna, estaban convirtiendo en un infierno cada ciudad importante.

Y como música para los que apreciaban el infierno, las radios marcianas transmitían este mensaje a la Tierra, como una cancioncita enloquecedora:

Hombre moreno, hombre blanco, hombre

[amarillo: ríndete o muere.

Hombre moreno, hombre blanco, hombre

[amarillo: ríndete o muere.

6 - Un desertor en tiempo de guerra

«No acierto a comprender por qué el béisbol alemán no es un acontecimiento, posiblemente un acontecimiento capital, en los Juegos Olímpicos».

WINSTON NILES RUMFOORD

Había un camino de diez kilómetros de distancia desde el campamento del ejército hasta el llano donde se encontraba la flota de invasión. Y el camino atravesaba el ángulo noroeste de Febe, la única ciudad de Marte.

La población de Febe en su momento culminante, según la
Breve Historia de Marte,
de Winston Niles Rumfoord, era de ochenta y siete mil habitantes. En Febe cada alma y cada estructura estaba directamente relacionada con el esfuerzo bélico. La masa de los trabajadores de Febe era controlada como los soldados, por medio de una antena en el cráneo.

La compañía de Unk atravesaba el extremo noroeste de Febe, encaminándose hacia la flota, en el centro de su regimiento. En ese momento se consideraba innecesario mantener a los soldados en movimiento y en filas por medio de señales dolorosas recibidas por las antenas. La fiebre guerrera se había adueñado de ellos.

Marchaban cantando y pisando fuerte la calle de hierro con los talones metálicos de las botas. El canto era sangriento:

¡Terror, duelo y desolación!

¡Jat, tap, zrap, fon!

¡Vayamos a todas las naciones de la Tierra!

¡Jat, tap, zrap, fou!

¡Tierra, come fuego! ¡Tierra, ponte cadenas!

¡Jat, tap, zrap, fou!

¡Quebranta el espíritu de la Tierra, haz

[saltar los sesos de la Tierra!

¡Jat, tap, zrap, fou! ¡Chilla!

¡Tap, zrap, fou! ¡Sangra!

¡Tap, zrap, fou! ¡Muere!

¡Tap, zrap, fou!

¡Perdicióoooooonnnnnnnnn!

Las fábricas de Febe seguían trabajando a todo vapor. Nadie vagabundeaba por las calles para ver pasar cantando a los héroes. Las ventanas hacían guiños cuando en el interior las lámparas incandescentes se acercaban y alejaban. Una puerta abierta vomitaba una luz amarilla y humeante de metal fundido. Los chirridos de las ruedas pasaban entre los cantos.

Tres platos voladores, naves de exploración, flotaban a baja altura sobre la ciudad, produciendo un arrullo suave como peonzas. Cantaban rozando en un recorrido parejo la superficie de Marte que se curvaba debajo. Titilaban en el espacio eterno.

«Terror, duelo y desolación
»
,
cantaban las tropas.

Pero había un soldado que movía los labios sin producir ningún sonido. El soldado era Unk.

Unk estaba en la primera fila de la penúltima sección de su compañía.

Boaz estaba justo detrás de él, con los ojos clavados en la base del cuello de Unk. Además, Boaz y Unk se habían convertido en hermanos siameses por obra del largo tubo de una pieza de artillería de catorce centímetros que llevaban entre los dos.

«¡Sangra! ¡Tap, zrap, fou!
» cantaban las tropas.
«¡Muere! ¡Tap, zrap, fou!

Perdicióooonnnn
»
.

—Unk, viejo compadre... —dijo Boaz.

—¿Sí, viejo compadre? —repitió Unk ausente. Llevaba, entre la confusión de sus arneses de guerra, una granada de mano, ya preparada. Para hacerla estallar en tres segundos, Unk no tenía más que tirarla al aire.

—Conseguí que nos dieran un buen destino, viejo compadre —dijo Boaz—. El viejo Boaz se hace cargo de su compadre, ¿no es cierto?

—Es cierto, compadre —dijo Unk.

Boaz había arreglado las cosas para que él y Unk estuvieran en la nave abastecedora de la invasión. La nave abastecedora de la compañía, aunque transportaría el tubo de la pieza de artillería mediante un sistema logístico, no era en esencia una nave de combate. Debía llevar sólo dos hombres, y el resto del espacio lo ocuparían dulces, artículos deportivos, música grabada, hamburguesas enlatadas, juegos de salón, globos de aire, bebidas sin alcohol, biblias, papel de esquelas, afeitadoras, tablas de planchar y otros elementos moralizadores.

—Es un buen comienzo, ¿no es cierto, viejo compadre?, ir en la nave maestra.

—Es un buen comienzo, viejo compadre —dijo Unk. Acababa de tirar la granada a una cloaca.

Un chorro y un estallido salieron de la cloaca.

Los soldados se precipitaron por la calle.

Boaz, como verdadero comandante de la compañía, fue el primero en alzar la cabeza. Vio el humo que salía de la alcantarilla, supuso que eran emanaciones de las cloacas que habían explotado.

Boaz deslizó la mano en el bolsillo, apretó un botón, envió a su compañía la señal de recobrarse.

Cuando recobraron la compostura, Boaz también la recobró.

—Carajo compadre —dijo—, me parece que hemos tenido nuestro bautismo de fuego.

Atrapó la punta del tubo de la pieza de artillería.

No había nadie que tomara la otra.

Unk se había ido en busca de su mujer, su hijo y su mejor amigo.

Unk había cruzado la colina para irse por la chatura, chata, chata, chata, de Marte.

El hijo que Unk estaba buscando se llamaba Crono. Crono tenía, de acuerdo con los cálculos de la Tierra, ocho años. Su nombre venía del mes en que había nacido. El año marciano estaba dividido en veintiún meses, doce de treinta días y nueve de treinta y uno.

Esos meses se llamaban: enero, febrero, marzo, abril, mayo, junio, julio, agosto, septiembre, octubre, noviembre, diciembre, Winston, Niles, Rumfoord, Kazak, Newport, Crano, Sinclástico, Infundibulum y Salo. Mnemotécnicamente:

Treinta días traen Salo, Niles, junio y septiembre, Winston, Crono, Kazak y noviembre, abril, Rumfoord, Newport e Infundibulum;

Y los demás traen treinta y uno.

El mes de Salo llevaba el nombre de una criatura que Winston Niles Rumfoord conocía en Titán. Titán, desde luego, es una luna de Saturno extremadamente agradable.

Salo, el amigote de Rumfoord en Titán, era un mensajero de otra galaxia que se había visto obligado a bajar en Titán debido a un desperfecto en la planta energética de su nave espacial.

Estaba esperando que le llegara una pieza de repuesto.

Había estado esperando pacientemente doscientos mil años.

Su nave estaba impulsada, como toda la maquinaria bélica de Marte, por un fenómeno conocido con el nombre de VULLS, Voluntad Universal del Llegar a Ser. La VULLS es la que saca a los universos de la nada, la que hace que la nada insista en llegar a ser algo.

Muchos habitantes de la Tierra se alegran de que este planeta no tenga vulls.

Como dice la cancioncita popular:

Willy encontró un poco de fuerza universal

[para llegar a ser,

la mezcló con la goma de mascar.

Las mescolanzas cósmicas rara vez resultan bien:

El pobre Willy se ha convertido en seis

[nuevas Vías Lácteas.

Crono, el hijo de Unk, era a los ocho años de edad un maravilloso jugador de béisbol alemán. El béisbol alemán era lo único que le interesaba. El béisbol alemán era el principal deporte de Marte, en la escuela primaria, en el ejército, y en los campos de recreación de los obreros.

Como en Marte hay sólo cincuenta y dos niños, se las arreglaban con una sola escuela primaria, situada justo en el centro de Febe. Ninguno de los cincuenta y dos niños había sido concebido en Marte. Todos habían sido concebidos o bien en la Tierra o, como en el caso de Crono, en una nave espacial que llevaba nuevos reclutas a Marte.

En la escuela los niños estudiaban muy poco, pues la sociedad de Marte no tenía un uso particular que darles. Se pasaban la mayor parte del tiempo jugando al béisbol alemán.

El juego se practica con una pelota blanda del tamaño de un melón. La pelota no es más saltarina que un sombrero lleno de agua de lluvia. El juego es algo parecido al béisbol común con un
batter
que lanza la pelota al campo enemigo y corre alrededor de las bases mientras los jugadores tratan de atrapar la pelota y hacer fracasar al que corre. Hay, sin embargo, sólo tres bases en el béisbol alemán: la primera, la segunda y casa. Pero nadie se arroja sobre el
batter.

Este toma la pelota en un puño y le pega con el otro. Y si uno de los jugadores consigue dar con la pelota al que corre mientras éste se halla entre las bases, el que corre queda afuera, y debe dejar la cancha en seguida.

La persona responsable de la gran importancia dada al béisbol alemán en Marte era, desde luego, Winston Niles Rumfoord, responsable de todo en Marte.

Howard W. Sams prueba en su
Winston Niles Rumfoord, Benjamín Franklin
y
Leonardo
da Vinci,
que el béisbol alemán era el único deporte de equipo que Rumfoord practicaba de niño. Sams demuestra que a Rumfoord se lo enseñó su gobernanta, una tal Miss Joyce MacKenzie.

Durante la infancia de Rumfoord, en Newport, un equipo formado por Rumfoord, Miss MacKenzie y Earl Moncrief, el mayordomo, solía jugar al béisbol alemán regularmente contra un equipo compuesto por Watanabe Wataru, el jardinero japonés, Beverly June Wataru, la hija del jardinero, y Edward Seward Darlington, el caballerizo tonto. El equipo de Rumfoord ganaba invariablemente.

Unk, el único desertor en la historia del ejército de Marte, agachado y jadeando detrás de una roca de turquesa, observaba a los escolares que jugaban al béisbol alemán en la cancha de hierro. Detrás de la roca, junto a Unk, había una bicicleta robada del depósito de bicicletas de una fábrica de máscaras contra gases. Unk no sabía cuál de los niños era su hijo, cuál de los niños era Crono.

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