Boutin se detuvo un segundo y observó a Jared.
—Pero tú deberías haber sabido lo de la puerta trasera —dijo—. Tal vez no se te habría ocurrido usarla como arma…, yo no lo hice hasta que llegué aquí. Pero si tú eres yo deberías saberlo. ¿Qué es lo que sabes en realidad?
—¿Cómo conoces mi existencia? —preguntó Jared, para desviar la atención de Boutin—. Sabías que se supone que soy tú. ¿Cómo?
—Es una historia interesante —respondió Boutin, picando el anzuelo—. Cuando decidimos convertir la puerta trasera en un arma, hice el código para el arma igual que el código para la puerta trasera, porque era lo más sencillo. Eso significa que tiene la habilidad de comprobar el estado de funcionamiento de los CerebroAmigos a los que afecta. Resulto útil por un montón de motivos, uno de los cuales fue permitirnos saber a cuántos soldados nos enfrentábamos cada vez. También nos proporcionó imágenes de la conciencia de los soldados individuales. También esto resultó útil. Estuviste recientemente en la Estación Covell, ¿verdad?
Jared no dijo nada.
—Oh, venga ya —dijo Boutin, irritado—. Sé que estuviste allí. Deja de actuar como si estuvieras revelando secretos de Estado.
—Sí —dijo Jared—. Estuve en Covell.
—Gracias. Sabemos que hay soldados coloniales en Omagh y que entran en la Estación Covell; hemos colocado aparatos de detección que buscan la puerta trasera. Pero nunca encuentran nada. Los soldados que hay allí deben tener distinta arquitectura en sus CerebroAmigos.
Boutin prestó atención a la reacción de Jared a estas palabras. Jared no mostró ninguna.
—Sin embargo —continuó Boutin—, tú sí disparaste las alarmas porque tienes el CerebroAmigo que yo diseñé. Más tarde examiné la firma de conciencia que me enviaron, y como puedes imaginar me quedé de una pieza. Conozco bastante bien la imagen de mi propia conciencia, ya que uso mi propia pauta para un montón de pruebas. Hice saber a los obin que te estaba buscando. Estábamos capturando soldados de las Fuerzas Especiales de todas formas, así que no les resultó difícil hacerlo. De hecho, deberían de haber tratado de capturarte en Covell.
—Trataron de matarme en Covell —dijo Jared.
—Lo siento. Incluso los obin pueden dejarse llevar por la excitación del momento. Pero tal vez te consuele saber que después de eso se les dijo que escanearan primero y dispararan después.
—Gracias —dijo Jared—. Eso significó mucho para mi compañero de escuadrón hoy, cuando le dispararon en la cabeza.
—¡Sarcasmo! —exclamó Boutin—. Eso es más de lo que puede conseguir la mayoría de los tuyos. Lo tienes gracias a mí. Como decía, pueden volverse muy excitables. Además de decirles que te buscaran, les dije a los obin que podrían esperar un ataque aquí, porque si uno de vosotros iba por ahí con mi conciencia, era sólo cuestión de tiempo que encontraras el camino. Probablemente no os arriesgaríais a un ataque a gran escala, sino que intentaríais algo sibilino, como hicisteis. Estábamos esperando un ataque de este tipo, y te estábamos esperando a ti. En cuanto llegaste a tierra, pulsamos el interruptor para desconectar los CerebroAmigos.
Jared pensó en los miembros de su pelotón cayendo desde el cielo y se sintió asqueado.
—Podrías haberlos dejado tomar tierra a todos, hijo de puta —dijo—. Cuando bloqueaste sus CerebroAmigos, quedaron indefensos. Lo sabes.
—No están indefensos —replicó Boutin—. No pueden usar sus MP, pero sí sus cuchillos de combate y sus habilidades guerreras. Privaros del CerebroAmigo hace que la mayoría os volváis catatónicos, pero algunos siguen luchando. Mírate. Aunque probablemente estás mejor preparado que la mayoría. Si tienes mis recuerdos, sabrás cómo es no estar conectado todo el tiempo. Incluso así, tener a seis de vosotros en tierra era más que suficiente. Sólo te necesitábamos a ti.
—¿Para qué? —preguntó Jared.
—Todo a su debido tiempo.
—Si tan sólo me necesitáis a mí, ¿qué vais a hacer con mi escuadrón?
—Podría decírtelo, pero creo que me has desviado ya lo suficiente de mi pregunta inicial, ¿no? —Boutin sonrió—. Quiero saber lo que sabes de mí, y sobre ser yo, y lo que sabes de mis planes.
—Puesto que estoy aquí, ya sabes lo que sabemos de ti —dijo Jared—. Ya no eres un secreto.
—Y déjame decirte que me siento muy impresionado por ello. Creí haber cubierto bien mis huellas. Y me echo la culpa por no haber formateado el aparato de almacenamiento donde guardé aquella impresión de conciencia. Tenía prisa por marcharme, ya ves. Incluso así, no es ninguna excusa. Fue estúpido por mi parte.
—No estoy de acuerdo —dijo Jared.
—Lo imaginaba. Ya que sin eso no estarías aquí, en muchos sentidos de la palabra
aquí.
Sin embargo, me impresiona que pudieran devolver la transferencia a un cerebro. Ni siquiera yo había decidido cómo hacerlo antes de tener que marcharme. ¿Quién lo consiguió?
—Harry Wilson —respondió Jared.
—¡Harry! Buen tipo. No sabía que fuera tan listo. Lo disimulaba bien. Naturalmente, yo había hecho casi todo el trabajo antes de que él lo consiguiera. Volviendo a lo que decías respecto a que la Unión Colonial sabe que estoy aquí, sí, es un problema. Pero también es una oportunidad interesante. Quizá podamos sacar partido de ello. Volvamos a lo que nos interesa, y deja que te advierta que no intentes desviarme del tema, ya que de tus respuestas dependerá que el resto de tu escuadrón viva o muera. ¿Me comprendes?
—Te comprendo.
—Perfecto —dijo Boutin—. Ahora, dime lo que sabéis sobre mí. ¿Qué sabes sobre mi trabajo?
—Líneas generales. Los detalles son difíciles. No tuve suficientes experiencias similares para que esos recuerdos enraizaran.
—Tener experiencias similares cuenta —dijo Boutin—. Interesante. Eso explicaría por qué no conocías la puerta trasera. ¿Y mis ideas políticas? ¿Lo que sentí hacia la Unión Colonial y las FDC?
—Supongo que no te gustan.
—Muy buena suposición. Pero parece que no tienes ningún conocimiento de primera mano de lo que yo pensaba de ellas.
—No —dijo Jared.
—Porque no tienes ninguna experiencia con ese tipo de cosas, ¿no? Eres de las Fuerzas Especiales, después de todo. No enseñan a cuestionar la autoridad en vuestro plan de formación. ¿Y mis experiencias personales?
—Recuerdo la mayoría —dijo Jared—. He tenido las suficientes experiencias para eso.
—Así que sabes lo de Zoe —murmuró Boutin.
Jared sintió un arrebato de emoción ante el nombre de la niña.
—Sé lo de Zoe —dijo, con voz levemente ronca.
—Y también lo
sientes —
dijo Boutin, acercándose a Jared—. ¿Verdad? Lo que yo sentí cuando me dijeron que estaba muerta.
—Lo siento.
—Pobre hombre —susurró Boutin—. Ser creado para sentir eso por una niña que no conociste.
—La conocí. La conocí a través de ti.
—Ya veo —dijo Boutin, y retrocedió hasta la mesa—. De acuerdo, Jared —dijo, recuperando la compostura y la conversación—. Te pareces lo suficiente a mí para ser oficialmente interesante.
—¿Significa eso que dejarás vivir a mi escuadrón?
—Por ahora. Te has mostrado cooperador y están rodeados por armas que los convertirán en carne picada si se acercan a tres metros de distancia, así que no hay ningún motivo para matarlos.
—¿Y a mí?
—A ti, amigo mío, te vamos a hacer un escáner cerebral completo —dijo Boutin, mirando la mesa y tecleando—. De hecho, voy a hacer una grabación de tu conciencia. Quiero echarle un buen vistazo. Quiero ver hasta qué punto eres como yo. Parece que te faltan un montón de detalles, y tienes que superar el lavado de cerebro de las Fuerzas Especiales. Pero imagino que en lo tocante a las cosas importantes tenemos mucho en común.
—Somos diferentes en algo —dijo Jared.
—¿De verdad? ¿En qué?
—Yo no traicionaría a todos los seres humanos vivos porque mi hija hubiera muerto.
Boutin miró a Jared, pensativo, durante un minuto.
—¿Crees de verdad que hago esto porque Zoe murió en Covell? —dijo finalmente.
—Sí —respondió Jared—. Y no creo que sea el modo de honrar su memoria.
—Así que no lo crees —dijo Boutin, y se volvió hacia el teclado para pulsar un botón. La cápsula de Jared zumbó, y sintió algo parecido a un pellizco en el cerebro.
—Estoy grabando tu conciencia —informó Boutin—. Relájate.
Salió de la habitación, cerrando la puerta tras él. Jared, sintiendo que el pellizco aumentaba en su cabeza, no se relajó nada. Cerró los ojos.
Varios minutos más tarde oyó la puerta abrirse y cerrarse. Abrió los ojos. Boutin había regresado y estaba de pie junto a la puerta.
—¿Qué te parece esa grabación de conciencia? —le preguntó a Jared.
—Duele horrores.
—Es un desafortunado efecto secundario —dijo Boutin—. No estoy seguro de por qué sucede. Tendré que estudiarlo.
—Lo agradecería —dijo Jared con los dientes apretados.
Boutin sonrió.
—Más sarcasmo. Pero te he traído algo que creo que aliviará tu dolor.
—Sea lo que sea, tráeme dos —dijo Jared.
—Creo que una será suficiente —respondió Boutin, y abrió la puerta para mostrarle a Zoe en el umbral.
Boutin tenía razón. El dolor de Jared desapareció.
—Cariño —le dijo Boutin a Zoe—. Me gustaría presentarte a un amigo mío. Éste es Jared. Dile hola, por favor.
—Hola, señor Jared —dijo Zoe con vocecita insegura.
—Hola —dijo Jared, sin apenas atreverse a decir nada más porque sentía que su voz iba a quebrarse y hacerse añicos. Se controló—. Hola, Zoe. Me alegro de verte.
—Tú no recuerdas a Jared, Zoe —dijo Boutin—. Pero él sí se acuerda de ti. Te conoció cuando estuvimos en Fénix.
—¿Conoce a mami? —preguntó Zoe.
—Creo que sí conoció a mami —respondió Boutin—. Tan bien como cualquiera.
—¿Por qué está en esa caja?
—Está ayudando a papá con un pequeño experimento, eso es todo —dijo Boutin.
—¿Puede venir a jugar cuando haya terminado?
—Ya veremos. ¿Por qué no le dices adiós, cariño? Papá y él tienen mucho trabajo que hacer.
Zoe devolvió su atención a Jared.
—Adiós, señor Jared —dijo, y salió por la puerta, presumiblemente de vuelta al lugar de donde había venido. Jared se esforzó por verla y oír sus pisadas. Entonces Boutin cerró la puerta.
—Comprende que no vas a poder ir a jugar —dijo Boutin—. Es que Zoe se siente sola aquí. Hice que los obin pusieran en órbita un pequeño satélite receptor sobre una de las colonias más pequeñas para piratear las señales de los programas de ocio y que estuviera entretenida, así que no se está perdiendo ninguna de las dichas del programa de educación de la Unión Colonial. Pero aquí no hay nadie con quien pueda jugar. Tiene una niñera obin, pero ésta se dedica principalmente a que no se caiga por las escaleras. Estamos solamente ella y yo.
—Dime —dijo Jared—. Dime cómo puede estar viva. Los obin mataron a todo el mundo en Covell.
—Los obin
salvaron
a Zoe —dijo Boutin—. Fueron los raey quienes atacaron Covell y Omagh, no los obin. Los raey lo hicieron para vengarse de la Unión Colonial por su derrota en Coral. Ni siquiera querían Omagh. Sólo eligieron un blanco fácil y atacaron. Los obin descubrieron sus planes y decidieron aparecer después de la primera fase del ataque, cuando los raey todavía estuviera débiles tras su lucha con los humanos. Tras expulsar a los raey de Covell, recorrieron la estación y encontraron a los civiles en una sala de reuniones. Los habían reunido allí. Los raey mataron a todos los científicos y militares porque sus cuerpos están demasiado mejorados para ser buena comida. Pero los colonos…, bueno, eran perfectos. Si los obin no hubieran atacado cuando lo hicieron, los raey los habrían masacrado y devorado a todos.
—¿Dónde está el resto de los civiles? —preguntó Jared.
—Los obin los mataron, naturalmente. Ya sabes que no suelen hacer prisioneros.
—Pero dices que salvaron a Zoe.
Boutin sonrió.
—Cuando recorrían la estación, los obin se pasaron por los laboratorios científicos para ver si había alguna idea que mereciera la pena robar —dijo—. Son excelentes científicos, pero no son muy creativos. Pueden mejorar las ideas y la tecnología que encuentran, pero no son muy buenos realizando innovaciones tecnológicas por sí mismos. La estación científica es uno de los principales motivos por los que les interesaba Omagh. Encontraron mi trabajo sobre la conciencia, y les interesó. Descubrieron que yo no me encontraba en la estación, pero Zoe sí. Así que se la quedaron mientras me buscaban.
—La usaron para chantajearte.
—No —dijo Boutin—. Más bien como un gesto de buena voluntad. Y fui yo quien les exigió cosas.
—Ellos se quedaron con Zoe, y tú les exigiste cosas a ellos —dijo Jared.
—Eso es.
—¿Como qué? —preguntó Jared.
—Como esta guerra —dijo Boutin.
* * *
Jane Sagan se acercó al octavo y último emplazamiento de las armas. Como las demás, la siguió y luego advirtió hasta dónde podía aproximarse. Por lo que pudo deducir, si se acercaba a unos tres metros, dispararía. Sagan cogió una piedra y la lanzó directamente contra el arma; la piedra chocó y rebotó sin causar ningún daño, pues los sistemas de alarma siguieron al proyectil, pero la ignoraron. El arma podía diferenciar entre una piedra y un humano. «Para conseguir eso hay que ser muy buenos ingenieros», pensó Sagan, no muy caritativamente.
Encontró una piedra más grande, se encaminó hasta el límite de la zona segura, y la lanzó a la derecha del arma. El sistema siguió a la piedra; más a la derecha, otra arma la apuntó a ella. Las armas compartían información sobre sus objetivos: no iba a lograr pasar distrayendo a una.
La hondonada era poco profunda, así que Sagan podía ver más allá de ella. Por lo que podía apreciar, no había ningún soldado obin en la zona. O bien estaban ocultos o bien confiaban en que los humanos no iban a ir a ninguna parte.
—¡Sí!
Sagan se volvió y vio que Daniel Harvey se dirigía hacia ella con algo revolviéndose en su mano.
—Mire qué tenemos para cenar.
—¿Qué es eso? —preguntó Sagan.
—Que me maten si lo sé —respondió Harvey—. Lo vi saliendo de un agujero en el suelo y lo capturé antes de que volviera a meterse. Se puso gallito. Tuve que agarrarle la cabeza para impedir que me mordiera. Supongo que podremos comérnoslo.