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Authors: Miyuki Miyabe

Tags: #Intriga

La Sombra Del KASHA (20 page)

BOOK: La Sombra Del KASHA
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—Gracias.

—Entonces debe de ser de Sakuradamon. —Mm.

—¿Homicidios? Venga, suéltelo. He de decir que parece usted mucho más directo que la mayoría de los chicos de por aquí.

—Sí, Homicidios. —¿Por qué no? Sacó su tarjeta de visita sin título oficial especificado y la dejó encima de la barra.

La mujer la cogió con ambas manos.

—Señor Honma, ¿verdad? Bueno, dígame ¿qué investiga exactamente? ¿Y qué tiene que ver con mis chicas? Él cambió de postura en el taburete.

—Quizás recuerde a una tal Shoko Sekine. Trabajó aquí hasta el mes de marzo, hace dos años.

La
Mama-san
miró a Honma con los ojos entrecerrados antes de volverse hacia el camarero.

—¿Has oído eso, Kikuchi? Se trata de Shoko.

Kikuchi, que estaba secando algunos vasos, asintió con la cabeza.

—Sí, lo he oído.

—¿Recuerda ese nombre por alguna razón en particular? —preguntó Honma, girándose hacia él.

—Se esfumó sin más. ¡Pum! Ni siquiera vino a recoger su paga.

—Así es. —La mujer se inclinó más hacia delante, agazapándose tanto sobre la barra que el tirante del vestido le desapareció bajo el hombro izquierdo—. Tal y como le ha dicho mi chico, se esfumó, y no hemos tenido noticias de ella. Me gusta pensar que no suelo equivocarme con la gente. —Se dio una palmada en el pecho con la mano derecha, como si aún llevara el recuerdo grabado en él. Acto seguido, levantó la mirada y reveló sus brillantes ojos—. Así que, ¿está buscando a Shoko?

—Exacto.

—¿Acaso está… está… ?

—No, no ha ocurrido nada tan grave. Por esa razón no me gustaría enseñar la placa. —Había llegado el momento de sacar a la luz el dramón de Jun—. Estaba prometida a mi sobrino. Pero, al parecer, se echó atrás y salió huyendo. Conociendo a mi sobrino, no me extraña en absoluto. Así que no pretendo presionarla para que vuelva. Pero él le pidió prestado algo de dinero, y pese a que mi sobrino insiste en que no pasa nada, yo me he empeñado en que se lo devuelva. Ya sabe, ese tipo de asuntos no suelen traer nada bueno.

Las miradas de
Mama-san
y el camarero se cruzaron por un momento. Visto desde el frente, el camarero era mucho más agraciado que Isaka.

—¿Shoko estaba prometida? —Casi se atragantó al pronunciar las palabras—. ¿Su sobrino también es policía?

—No, banquero.

—¿Nuestra Shoko iba a convertirse en la mujer de un banquero? —¿Acaso no estaba a la altura?

—No, no es eso. Pero… ¿cómo decirlo? Las tareas domésticas no eran lo suyo.

—¿No había nacido para ser ama de casa, eh?

—No exactamente —confirmó ella con una sonrisa—. No le entusiasmaba mucho limpiar ni fregar.

Aquella no era ni la sombra de la «Shoko Sekine» que huyó del apartamento de Honancho.

Honma llegó a la conclusión de que la
Mama-san
rondaba los cuarenta. Estaba algo rechoncha, y empezaba a caerle una ligera papada, pero aún podía levantar pasiones con aquellos ojos.

—Lo siento —dijo—. Pero no tengo ni idea de dónde puede estar. Desde que nos dejó hace más o menos dos años, no hemos sabido nada de ella, ni siquiera nos ha mandado una tarjeta para felicitar el Año Nuevo. —Había dos maneras de interpretar aquello, literalmente o entre líneas: «De acuerdo, aceptamos tus credenciales, pero no tenemos por qué tragarnos tu historia. Aunque supiéramos donde está, ¿qué te hace pensar que vamos a decírtelo?».

Honma sonrió:

—Naturalmente no he venido aquí buscando ninguna pista. Sólo esperaba que me pudieran poner al día respecto a cómo era cuando trabajaba aquí, o quizás darme el nombre de un amigo o dos. —Antes de que
Mama-san
pudiera responder, añadió—: Mi sobrino sabe que trabajaba en un bar. Hoy en día, hay muchas secretarias a media jornada que también lo hacen, ¿verdad? A él no le molesta. No es eso lo que provocó su ruptura. Pero él está algo malcriado y me temo que se ha encaprichado de la chica.

—De esos también hay muchos —repuso ella, esquiva.

—Shoko no solía malgastar el dinero, ¿verdad? —preguntó él, arriesgándose—. Al parecer, era mucho más práctica que mi sobrino. —Tras la quiebra, claro. Tuvo que arreglárselas para salir adelante con sus limitados recursos.

Mama-san
mordió el anzuelo.

—Quizás se apretaba demasiado el cinturón.

—¿Queda alguien aquí que trabajara con ella por aquel entonces?

—Veamos. Está Maki —dijo, mirando a una de las camareras.

Honma siguió sus ojos hasta que se vio obligado a girar la cabeza para mirar por encima del hombro a la chica más mayor: toda sonrisas y susurros mientras se tragaba el rollo que le soltaba un hombre ya mayor.

—¿Se llevaba bien Shoko con sus compañeros?
Mama-san
levantó sus cejas arqueadas.

—Era una buena chica. —Una respuesta evasiva. Cogió otro vaso y tras llenarlo de hielo, añadió—: Fíjese, su whisky se está aguando.

—Ya que asegura estar al corriente de la vida privada de cada una de sus chicas… —Honma sacó la fotografía en primer plano de la falsa Shoko Sekine y se la enseñó—. ¿Estaba ella entre sus amigas? Al parecer, ahora vive con ella.

La mujer observó con atención la foto. Entonces, con un ligero movimiento de cabeza, indicó al camarero que se acercara a echar un vistazo. Sin apenas pensarlo, cogió una taza llena de palitos salados cubiertos de chocolate y vociferó:

—Maki, ¿quieres llevarte esto? —Al pasárselo a la chica más veterana, le susurró—: ¿Te acuerdas de Shoko Sekine?

Maki llevaba una capa de rímel alarmantemente espesa.

—¿Si me acuerdo de quién?

—Ya sabes, de aquella chica triste.

—Ah, sí la recuerdo —dijo Maki. Honma pudo distinguir la dulce fragancia a naranja que emanaba de su aliento. La chica le lanzó una sonrisa al percatarse de su mirada.

—¿Tenía Shoko una amiga que se pareciera a esta chica? —¿Ha visto alguna vez esta cara? —añadió Honma—. ¿Mencionó Shoko algún detalle sobre sus amistades?

Maki observó la foto y se encogió de hombros.

—Ni idea. Ha pasado mucho tiempo.

—¿No recuerda a ninguna de sus amigas?

Maki negó con la cabeza, dejando fluir una oleada de perfume de su cabello.

—No, lo siento. En realidad, no solía hablar mucho.

—¿Recuerda si vivía en un apartamento en Kawaguchi?

—¿Kawaguchi? Quizás. Pero quedaba dentro de Saitama. Siempre acababa de trabajar antes de que saliera el último tren, porque el taxi salía demasiado caro. ¿Verdad,
mama
?

Mama-san
asintió.

—¿Alguna vez le dijo dónde trabajaba antes de venir aquí? —insistió Honma.

—Mencionó algo sobre una compañía. —Sí. Se llamaba Kasai Trading.

—¿En serio? Ese nombre no me dice nada. Pero recuerdo que mencionó que se encontraba en algún lugar de Edogawa.

Interesante. Era obvio que Shoko había decidido saltarse los años que había pasado ejerciendo la prostitución en el Gold. No parecía guardar muy buenos recuerdos de aquel lugar; fue allí donde acabó trabajando tras declararse en quiebra. O sea que la verdadera Shoko también había mentido, omitiendo deliberadamente detalles sobre su pasado al aceptar un nuevo puesto de trabajo. Como era lógico, también había evitado dar a conocer su estado de bancarrota.

—¿Tuvo algún novio?

Mama-san
se echó a reír, pero su respuesta fue inequívoca.

—No que yo sepa, y créame, suelo enterarme de esas cosas.

—Esa chica era algo rara —añadió Maki—. Vivía en su pequeño mundo. Un tipo le pedía salir y casi tenías que rogarle que aceptara. Incluso con buenos clientes que tan sólo quieren una chica para que les haga compañía para disfrutar de una buena cena.

Inesperadamente, intervino el camarero.

—Bueno, es una opinión personal, pero había algo en la mirada de aquella chica que decía que necesitaba desesperadamente el dinero.

Honma observó a aquel chico con atención mientras éste contemplaba la foto que había sobre la barra.

—¿Qué le hace pensar eso? —preguntó.

—Un sexto sentido, supongo —repuso el chico, volviéndose hacia Honma.

—Entonces, ¿ninguna razón en especial?

—No.

—¿Cree que algún hombre pudo llegar a estafarla? Aquella pregunta captó el interés de Maki. —A ella, no —aseguró. —¿En serio?

Maki cogió los palitos de chocolate y se alejó, lanzando una mirada de aburrimiento que no fue más que un gesto hipócrita.

—¿He de deducir que la señora Sekine no era lo que se dice muy sociable?

—En realidad, no. De todas formas, nunca hacía nada con nosotros. No hicimos ningún viaje juntos, ni nada por el estilo.

Justo antes de que Honma se hubiera marchado de casa, Funaki había llamado para informarle de que Shoko tenía carné de conducir pero no pasaporte. Honma utilizó ese detalle para interrogar a los del bar.

—¿Viajó alguna vez al extranjero?

Mama-san
respondió casi de inmediato.

—No, pero no porque no estuviera integrada en el equipo. Le aterraban los aviones. Ni siquiera había cogido un vuelo nacional.

—¿Nunca?

—No. ¿Ve aquella foto del árbol? ¿Sabe lo que es? —Señaló al poster enmarcado en la pared—. Está en Hawai, en una ciudad llamada Lahaina, en la isla de Maui. Ese viejo y gigantesco árbol es el símbolo de la ciudad. Mi hermana se casó con un estadounidense y vive en Maui. Bueno, cada año viene a visitar a la familia y siempre invita a las chicas a ir… Pero Shoko, nunca vino con nosotras. Era una invitación difícil de rechazar, pero ella no podía soportar la idea de montarse en un avión.

Aquello explicaba lo del pasaporte. ¿Habría ignorado ese dato la falsa Shoko Sekine? Si la verdadera Shoko no tenía pasaporte, no había nada que impidiera a su usurpadora viajar al extranjero con Jun. Ese hecho llevaba a un asunto más delicado. Antes de adoptar la identidad de otra mujer, debía de haber hecho bien sus deberes. Una persona tan astuta, tan cautelosa, no hubiera pasado por alto la existencia de un carné de conducir o un pasaporte, ¿verdad? No, seguro que se había armado de paciencia y recogido toda la información relevante antes de empezar su función. Y por esa razón, tenía que haber mantenido relación con Shoko, una relación estrecha.

¿Y si se trataba de una compañera del Gold o de Kasai Trading? La probabilidad era remota. ¿Por qué? Porque si se había enterado de detalles como si Shoko tenía o no pasaporte, carné de conducir, o cuál era el domicilio permanente de su familia, también sabría lo de su bancarrota. Era difícil que los empleados del Kasai Trading estuvieran al tanto de todos los detalles de esta situación (a no ser que las chicas se conocieran después, en el Gold), ya que Shoko abandonó su puesto antes de declararse en quiebra. Aunque detectar que estaba metida en problemas, y tirarle de la lengua hasta hacerla soltar lo de sus deudas… Bueno, cualquiera con la inteligencia suficiente como para planear todo aquello podría haberlo logrado. ¿Cómo hubiera respondido Shoko? Quizás diciendo que tuvo que pedirle dinero a su madre; que había encontrado un «mecenas» que la sacara del apuro. Pero incluso así, la falsa Shoko lo hubiera comprobado todo. Probablemente había llegado a enterarse, sin mucho esfuerzo, de lo de la quiebra. Bastaba con hacer la pregunta correcta para que la propia Shoko se viniera abajo y acabara confesándolo todo. Con lo cual, no cuadraba que a la mujer de Jun la pillaran tan desprevenida con el tema de la solicitud de la tarjeta de crédito.

Tenía que ser alguien lo suficientemente cercano como para tener acceso a sus datos personales, pero no lo suficiente como para tener constancia de la bancarrota, ¿qué tipo de amiga podía ser esa?

Una vez más, Honma mostró la fotografía de la falsa Shoko a
Mama-san
.

—¿No le suena de nada esta mujer? ¿Ni siquiera como cliente? Ella negó con la cabeza, sin la menor duda.

—No. Y yo nunca olvido una cara. —Al parecer, tampoco lo hacía el camarero.

—Supongo que no tendrá una foto de la señora Sekine por aquí, ¿verdad?

Mama-san
se encogió de hombros.

—Las fotos no son especialmente bien recibidas por aquí.

—¿La vio muy afectada cuando murió su madre?

Esta vez,
Mama-san
se reincorporó con brusquedad.

—¡Dios mío, qué historia tan trágica! Caerse por la escalera, borracha.

—¿Escalera? ¿Dónde? No conozco los detalles.

—¿Fue en el templo? ¿O en el parque?

—A mí no me pregunte —dijo Maki, después de acompañar a un cliente a la puerta. Entonces, mientras se encontraba retirando los vasos de una mesa cercana, exclamó de repente—: ¡No, espera! —Sus ojos empapados en rímel se abrieron de golpe—. Shoko mencionó algo. ¿Recuerdas,
mama
?

No,
mama
no se acordaba. Ni tampoco el camarero.

—¿Qué? —preguntó Honma.

Maki se acercó y se aferró a su brazo. Tenía las uñas afiladas.

—Cuando la madre de Shoko murió, la persona que la encontró y llamó a una ambulancia era una mujer joven. Shoko me dijo que había hablado con ella. Para darle las gracias y todo eso.

—¿Mencionó un nombre?

Maki bajó la cabeza, en un gesto coqueto.

—No. O quizás sí… Ya no me acuerdo.

Al parecer, había llegado la hora de pasarse por Utsunomiya.

Capítulo 14

El nuevo tren bala
[6]
de la línea Tohoku cubría el trayecto entre la estación de Tokio y Utsunomiya en menos de una hora. Se tardaba prácticamente lo mismo en llegar al centro de Tokio desde el extrarradio en el que vivía Honma, siempre y cuando no fuera la hora punta porque los enlaces eran más lentos todavía. No era de extrañar que cada vez más gente se mudara al campo y se desplazara a la ciudad en aquellos trenes de alta velocidad.

Eran más de las doce. Honma encontró un asiento vacío en un vagón de no fumadores y dejó su maletín en el suelo, junto a sus pies. El tren arrancó a la hora prevista. Los pasajeros parecían, en su mayoría, hombres de negocios, de mediana edad y otros algo más mayores, rondando la edad de Honma. La sangre fluía y refluía por esta arteria, hacia y desde el corazón de Tokio, la capital financiera.

Un hombre joven, sentado en diagonal en el pasillo, vociferaba órdenes por su teléfono móvil. Puede que estuviera en una posición de autoridad, ¿pero tenía que alzar tanto la voz, sin consideración alguna por los demás?

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