—Cualquier cosa que sirva. Tu fichero vertical, por ejemplo. Yo nunca podría usar eso aquí. Hay demasiados espías.
—¿Compañeros de trabajo?
Negó con la cabeza.
—Militares.
Dial no supo qué decir, así que no dijo nada.
—¿Te quedarás un día más, Nick? Si te quedas, harías bien en llevarte tu material al hotel. Nadie sabe lo que puede desaparecer si lo dejas aquí durante la noche.
Dial asintió, captando el mensaje. Su presencia allí era fruto de un acuerdo entre la Interpol y Libia, pero eso no significaba que fuera bienvenido.
—Te agradezco el consejo.
Esta vez fue Tamher quien permaneció callado.
—Por curiosidad, si me fuera esta noche, ¿estarías dispuesto a mantenerme al tanto?
Asintió.
—Siempre y cuando tú estés dispuesto a devolverme el favor.
—Cuenta con ello.
Tamher tenía ganas de decirle que no era nada personal, que ésa era su manera de proteger a su nuevo amigo del gobierno libio. Pero Dial movió la cabeza con un gesto de aquiescencia. No hizo falta ninguna explicación. Era americano, y eso lo convertía en el mamífero más amado/odiado del mundo, según dónde estuviese y en qué día de la semana.
Era uno de los motivos por los cuales llevaba su trabajo en un tablón portátil. Le daba flexibilidad y le permitía marcharse de repente, tal como haría más tarde, esa noche.
E
l doctor Boyd sabía que en un momento u otro María iba a volver a la biblioteca. Lo que le preocupaba, sin embargo, era el estado mental en que lo haría. Se acordaba de cómo se había sentido él al principio, cuando acababa de traducir el manuscrito —ser el asesino de la propia religión no era bueno para el alma— y sabía que María debía de estar luchando con sentimientos todavía peores, puesto que era mucho más religiosa que él.
A pesar de todo, también sabía que no tenía tiempo para ayudarla a atravesar su crisis espiritual, no ahora que el destino de la cristiandad estaba en sus manos. Tenía que dejar de pensar en María y concentrarse en el único problema importante: ¿qué haría con el manuscrito?
Antes de que pudiera responderse, María irrumpió en la sala.
—
Professore
—dijo abruptamente—. ¡No va a creerse lo que he visto!
Confundido por su entusiasmo, Boyd le hizo un gesto para que se sentara. No era la María que estaba esperando. Había creído que iba a volver consumida por la culpa, no dando saltos como una animadora de fútbol americano.
—¿Estás bien? ¿Te ha dado alguna clase de ataque?
—¿Qué? No. No he tenido ningún ataque, ¿por qué me pregunta eso?
—Es que estás enormemente exaltada, y… —Su voz se apagó.
—¿Y qué? ¿Está prohibido?
—Claro que no está prohibido, pero cuando te fuiste estabas todo menos animada.
—Y con motivo. Me fui de aquí desesperanzada, pero he recobrado la fe. He encontrado nuevas pruebas que quizá contradigan lo que sabemos.
—¿Nuevas pruebas? —Su voz estaba llena de escepticismo—. ¿Y dónde las has encontrado?
—En el Duomo —respondió ella—. Fui a la catedral a meditar. Pensé que si iba a pensar sobre Dios, probablemente ése fuera el mejor lugar adonde ir en Milán. En fin, estaba allí, en la terraza, aguantando un calor tremendo, cuando lo vi.
—¿Lo viste? ¿Exactamente cuánto calor hacía allá arriba?
—¡A Dios no! No vi a Dios. Vi al hombre de la risa.
—Otra vez, déjame que te pregunte, ¿cuánto calor hacía?
—No personalmente. Vi una estatua del hombre de la risa, ¡en el Duomo!
—Espera, ¿lo dices en serio?
—Sí, en serio. Nuestro amigo de las Catacumbas está en la terraza de la catedral.
—¿Qué? Pero eso no tiene ningún sentido. La catedral no fue construida por los antiguos romanos. De hecho, si la memoria no me falla, se construyó hacia 1300.
—Espere, hay más. —María sonrió, disfrutando de su oportunidad de enseñarle a su maestro—. La estatua tenía una letra tallada en un anillo. No hay certeza de que sea su inicial, pero creo que es bastante probable.
—¿Qué letra? —preguntó impaciente—. ¿Era una P?
Ella asintió, algo desilusionada de que lo hubiese adivinado.
—P de Pació, ¿no es cierto?
El alzó la mano, indicándole que se callara.
—Quizá, pero no es seguro. No debemos sacar conclusiones apresuradas. Tenemos que hallar pruebas definitivas antes de avanzar.
—Vamos,
professore
, ¿qué otro podría ser? Tiberio le ordenó a Pació que ejecutara su plan en Judea, y tenemos el pergamino que lo prueba. Más tarde, durante ese mismo año, Pació desaparece de todos los libros de historia romana. No puede ser una coincidencia. Se lo digo, Pació tiene que ser el hombre de la risa. Tiene que ser él.
Boyd se frotó los ojos mientras consideraba la teoría. Todo lo que ella decía tenía sentido, excepto por una cosa.
—María, no quisiera estropearte el buen ánimo, pero estas novedades sobre Pació no hacen más que reforzar el caso contra Cristo. Significan que Pació recibió el pergamino y fue a Judea a cumplir con el plan. También sugieren que los resultados fueron tan positivos que Tiberio se sintió obligado a honrarle construyéndole un santuario debajo de Orvieto.
—Cierto —admitió ella—. Pero creo que el único que no entiende todo el asunto es usted, no yo. Me fui de aquí perdida y apenada, llena de dudas sobre Dios, Cristo y todo lo demás en lo que creía. Para ordenar mis pensamientos, entré en la iglesia más cercana que encontré, en busca de consuelo en la casa de Dios, con la esperanza de dar con algo, cualquier cosa, que me ayudara a afrontar la crisis. ¿Y qué pasó? Pues que me fue dada una pieza enorme del rompecabezas. ¡No me extraña que digan que Dios obra de maneras misteriosas! ¡
Santa María
! ¡Nunca volveré a dudar de El!
Miró a Boyd y percibió que sus ojos aún estaban llenos de duda.
—Ya sé que piensa que estoy loca y que esto no ha sido más que una coincidencia. Pero yo creo realmente que ésta es la manera que Dios tiene de decirme que siga buscando, que siga investigando, que no le abandone. Y en mi corazón sé que debo seguir haciéndolo.
Había pasado ya un buen rato y María seguía animadísima por su descubrimiento en el Duomo.
—¿Sabe qué? Me parece bastante evidente que estamos sobre la pista de algo importante. Solamente las pruebas históricas ya son abrumadoras. Y si sumamos los intentos de asesinato, las mentiras en los periódicos y la estatua de la catedral, tenemos una conspiración en toda regla.
Boyd la miró a la cara con sus ojos fríos y azules, asombrado. Hacía un momento estaba explorando el interior de su alma y ahora tenía esa actitud desafiante.
—Pero aun así sigues pensando que todo esto es una artimaña.
—No todo —aclaró ella—. Creo que hemos encontrado las Catacumbas y el pergamino. Pero no creo que Jesús fuera un impostor. Estoy dispuesta a aceptar lo demás con las pocas pruebas que tenemos, pero si se trata de mi religión, necesitaré muchas más para convencerme de que estoy equivocada.
—La verdad, creo que me habrías desilusionado si hubieras tomado cualquier otra postura.
—¿En serio?
—Por supuesto. Ten en cuenta que han pasado dos milenios desde que se escribió nuestro manuscrito, y que han ocurrido muchas cosas importantes desde entonces, cosas que Tiberio no pudo haber previsto. En cualquier caso, espero que mantengas tu mente abierta mientras investigamos. Una vez que hayamos reunido todos los datos, podemos sentarnos a hacer hipótesis sobre lo que de verdad pasó hace dos mil años. Entonces podremos sacar conclusiones. ¿Estás de acuerdo?
—¡Trato hecho! —dijo ella, conmovida porque él entendiera su postura—. Empecemos.
Con las pruebas que habían reunido, Boyd y María diseñaron un esquema para intentar descubrir cómo encajaban todas las piezas de su teoría.
32 d. J.C
.
- Tiberio es informado de la posibilidad *
Probado por el pergamino de Orvieto
de un levantamiento entre las clases bajas de Judea- Tiberio planea sacar provecho del Mesías *
Mencionado en el pergamino de Orvieto- Tiberio envía un mensaje a Pació en Britania *
Documento encontrado en Bath- Pació regresa a Roma y participa en el complot *
Pació ¿¿¿hombre de la risa
???
33 d.J.C
.
- Pació va a Judea a llevar a cabo el plan •
Esto no ha sido verificado- Pació utiliza su poder para manipular a Jesús •
¿Cómo? Se necesitan pruebas- A los ojos del pueblo, Jesús se convierte en el Mesías •
¿Cómo participó Pació
?- Tiberio utiliza el poder de Jesús para financiar el imperio •
¿Cómo es posible esto
?
34 d. J.C. - 37 d. J.C
.
- Pació desaparece: nunca más se sabe de él •
Misterio histórico- Tiberio equilibra el presupuesto del imperio •
Probado por los libros de historia- Tiberio se vuelve mentalmente inestable; •
Muere en 37 d. J.C. (¿asfixiado por un soldado romano
?) abandona Roma y se recluye en la isla de Capri: hay rumores de algo turbio con respecto a su muerte
—Si mis cálculos son correctos —dijo Boyd—, Tiberio escribió este manuscrito aproximadamente ocho meses antes de la muerte de Cristo. Eso le habría dado tiempo suficiente a Pació para leerlo, volver a Roma e ir a Judea a comenzar su misión, fuese ésta cual fuese.
—Lo que no tiene sentido es por qué a Tiberio le parecía que Judea era tan importante. Egipto era la principal fuente de alimentos de Italia, por su agricultura, y Grecia proveía al imperio de cultura. Pero ¿Judea? Allí no había nada más que arena y un pueblo hambriento.
Boyd consideró la afirmación.
—A menos que ésa fuera la razón. ¿Tal vez eligió Judea porque era una molestia? Pensó que, si podía meter en vereda a los judíos, por así decirlo, entonces el resto del imperio sería cosa fácil.
María frunció el cejo.
—¿Quiere decir que Judea era como un terreno donde podía experimentar?
El asintió, satisfecho con su teoría.
—Todavía tenemos que verificar la presencia de Pació en Judea y qué era lo que esperaba conseguir, pero creo que suena razonable, ¿no? Ahora lo único que tenemos que hacer es completar los huecos en nuestro esquema.
—Bueno, algunas cosas ya las sabemos. Mire aquí: «Alimentemos a sus hambrientos con la comida que nosotros elijamos darles, permitiéndoles celebrar la llegada de su salvador […] porque sabremos que sólo es un peón que nosotros hemos elevado a la altura de Júpiter». Eso significa que Tiberio quería crear un dios falso para Jerusalén. Quería que creyeran que efectivamente había llegado el Mesías.
—Sí, querida, es bastante obvio. Pero ¿cómo se consigue eso? Si sigues leyendo, Tiberio dice: «… no debe haber ninguna duda entre los judíos; deben ser testigos de un milagro con sus propios ojos, una proeza tan mágica, tan sobrenatural, que las futuras generaciones canten su gloria por toda la eternidad…». Planeaba montar algo público, algo que eliminara todo escepticismo, incluso de los más cínicos.
—¿Como un milagro?
—O, por lo menos, un truco de magia muy impresionante. Ten en cuenta que la definición misma de milagro es la de un evento que contradice las leyes de la naturaleza, algo que se considera un acto de Dios. Y tengo la extraña sensación de que los romanos no tuvieron ninguna ayuda del cielo en todo esto.
—¿Qué dicen los libros de historia? Si la estrategia de Tiberio efectivamente funcionó, tiene que haber algún registro del «milagro» en alguna parte de la Biblia.
—Ya he considerado ese punto, querida, pero los relatos de la vida de Cristo son tan variados que sería imposible distinguir los hechos de la ficción. Solamente en los Evangelios, se habla de treinta y seis milagros, desde la conversión del agua en vino en Caná, hasta cuando caminó sobre las aguas en el mar de Galilea. Y, en mi opinión, ninguno de esos hechos consiguió producir la impresión que Tiberio estaba esperando. —Meneó la cabeza, en un gesto de confusión—. Pero además, hay que recordar lo que es el Nuevo Testamento: una obra de propaganda, una especie de panfleto que tenía por objetivo convertir a la gente al cristianismo, no un libro de hechos escrito por la propia mano de Dios… Hasta el papa admitiría eso.
María sabía muy bien lo que era y lo que no era la Biblia, pero había algo en el tono de Boyd que hacía que su explicación sonara áspera, al margen de lo acertada que fuera.
Los Evangelios, por ejemplo: ella sabía que los escritos de Mateo, Marcos, Lucas y Juan contaban la vida de Jesús, y que la mayoría de los cristianos creían que esos relatos eran inapelables. Pero de lo que la mayoría no se daba cuenta, es de que el Evangelio de Juan difiere de los demás en varios hechos importantes de la vida de Cristo, lo que significa que buena parte de los Evangelios tiene que ser falsa, puesto que se contradicen entre sí. También sabía que muchos académicos modernos decían que los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas habían sido escritos por hombres que nunca conocieron a Cristo (a pesar de que algunos antiguos expertos en el cristianismo no estarían de acuerdo), unos cuarenta años después de su crucifixión. Si así fuera, ninguno de sus escritos sería un relato de la vida de Cristo de primera mano, sino que estarían basados en rumores, historias y exageraciones que habrían atravesado dos generaciones de caos religioso.
María también sabía que el cuarto evangelio, el de Juan, había sido escrito por un desconocido, aunque algunos académicos no ortodoxos teorizasen sobre que lo hizo Lázaro, el hombre a quien supuestamente Cristo resucitó de entre los muertos. Y si eso era cierto, su versión de la vida de Cristo habría sido más bien tendenciosa.
«Un momento —pensó—. ¿No podría ser ése el milagro que estamos buscando?».
—¿Y Lázaro? Jesús lo resucitó cuatro días después de que lo enterraran.
—Mmm, tengo que reconocer que se me había olvidado. Creo que probablemente ése fuera el tipo de acontecimiento que Tiberio tenía en mente, algo que fuera inexplicable. Por desgracia, el milagro de Lázaro no sucedió en el gran escenario de Jerusalén, el lugar donde Tiberio quería que los judíos descubriesen a su Señor. Así que no creo que se trate de eso.