La incógnita Newton (21 page)

Read La incógnita Newton Online

Authors: Catherine Shaw

BOOK: La incógnita Newton
13.75Mb size Format: txt, pdf, ePub

Señora Wiggins: Por lo que yo sé, así es, señor.

Señor Haversham: Gracias, puede abandonar el estrado.

Juez Penrose: ¿La policía ha hecho gestiones para identificar y localizar a esa persona?

Señor Haversham: Sí, señoría, sin éxito alguno. Ningún tes­tigo vio a dicho visitante en las escaleras de la torre del se­ñor Crawford.

El siguiente testigo fue la señora Beddoes. Cuando vi que la pobre dama ocupaba el estrado, me compadecí de ella y el cora­zón se me encogió de miedo ante el riesgo de que su declara­ción, probablemente llena de resignado convencimiento de la culpabilidad de Arthur, tuviera más peso en el jurado debido a su reciente viudedad y a su amable y dolorido rostro.

Interrogatorio de la señora Beddoes,
por el señor Bexheath

Señor Bexheath: Señora Beddoes, lamento mucho haber te­nido que llamarla a declarar. Le presento mis condolencias e intentaré molestarla lo menos posible.

Señora Beddoes (con voz temblorosa): Gracias, señor.

Señor Bexheath: Me gustaría hacerle sólo unas preguntas so­bre la relación entre el señor Akers, su esposo, el señor Crawford y el inculpado.

Señora Beddoes: ¿Si?

Señor Bexheath: ¿Era su esposo amigo de esos tres hombres?

Señora Beddoes: Sí, mantenía una buena amistad con los tres.

Señor Bexheath: ¿Puede describir la naturaleza de la amistad de su marido y el señor Akers?

Señora Beddoes: Mi esposo no era tan amigo de Akers como de los otros dos. Sin embargo, alguna vez hablaban de ma­temáticas y mi marido lo admiraba. A menudo decía que el señor Akers poseía un talento maravilloso para el cálculo y que sabía valerse de ingeniosos métodos que no se le ocu­rrían a nadie más.

Señor Bexheath: ¿Puede decirme en qué lugar hablaban de matemáticas? El anterior testimonio de la señora Wiggins parece indicar que no lo hacían en las habitaciones del se­ñor Akers.

Señora Beddoes: Pues en nuestra casa, tampoco. No lo sé, se­ñor. Debía de ser en sus despachos de la universidad, o en la biblioteca, o en otros lugares o cuando iban a cenar.

Señor Bexhsath: ¿Colaboraban? ¿Trabajaban juntos en pro­blemas matemáticos o sólo hablaban de ellos?

Señora Beddoes: No lo sé, señor, pero no creo que llegaran nunca a trabajar juntos de manera regular.

Señor Bexheath: Y ahora, ¿podría describirnos la relación de su esposo con el señor Crawford ?

Señora Beddoes: Eran amigos íntimos. El señor Crawford te­nía una personalidad muy fuerte y a mi esposo, a veces, le molestaban sus maneras, pero la amistad entre los dos era profunda. En abril tuvieron sus diferencias, pero el señor Crawford lo olvidó, mi esposo no le guardó rencor y siguie­ron siendo amigos.

Señor Bexheath: ¿Solía su esposo visitar las estancias del se­ñor Crawford?

Señora Beddoes: En realidad no lo sé, pero no recuerdo que nunca me lo mencionara.

Señor Bexheath: ¿Y cenaban juntos, alguna vez?

Señora Beddoes: Sí, de vez en cuando salían a cenar juntos.

Señor Bexheath: ¿Sabe si tenían pensado hacerlo la noche de la muerte de su esposo?

Señora Beddoes; No, ya me lo han preguntado muchas veces. Lo lamento, pero mi esposo no me dijo con quién iba a ce­nar esa noche ni mencionó en absoluto al señor Crawford. Dejó un mensaje diciendo que no cenaría en casa.

Señor Bexheath: Comprendo. Pasemos ahora a las relaciones entre su esposo y el inculpado.

Señora Beddoes: Mi esposo apreciaba muchísimo al señor Weatherburn. Hablaba muy bien de él y decía que llegaría muy lejos. Se veían regularmente. El señor Weatherburn también era muy amable conmigo y yo lo consideraba un joven muy agradable. No sabía que...

La testigo rompe en sollozos.

Señor Bexheath: Tranquilícese, señora Beddoes. Cálmese, por favor. No le haré más preguntas.

Señor Haversham: No tengo preguntas para la testigo.

El alguacil acompañó a la testigo que, con el rostro hundi­do en el pañuelo, se retiró entre sollozos, levantando murmu­llos de compasión en la grada pública. Después, el defensor continuó:

Señor Haversham: Me gustaría señalar a los miembros del jurado que las pruebas que nos ha ofrecido esta testigo respecto a que se produjo una discusión entre el señor Beddoes y el señor Crawford resultan de fundamental impor­tancia. Y están relacionadas con el misterioso visitante que bebió vino tinto en las habitaciones del señor Crawford; pudo tratarse del señor Beddoes, y tal vez fue en esa oca­sión cuando discutieron. O la desavenencia tuvo lugar en otro momento; pero, en cualquier caso, lo que sabemos es que existió. No olviden, por favor, este importante detalle.

Oh, Dora. ¡Pobre señora Beddoes! Me pregunto si de veras cree que Arthur es culpable. Ha dicho... Pero no. Si yo estuvie­ra en su lugar, después de una pérdida tan trágica, lo que ocu­rre a mi alrededor apenas me preocuparía. Debería ir a visitar­la. Sigo escuchando con la máxima atención lo que dicen los testigos porque en ello se oculta la verdad. Leo y releo mis no­tas, pero no veo nada. ¿Y tú? ¡Tenemos que descubrir algo!

Siempre tuya,

Vanesa

25

Cambridge, martes, 22 de mayo de 1888

Queridísima Dora:

Esta mañana, mientras los testigos entraban y ocupaban sus lugares, le pregunté en un susurro al señor Morrison qué había ocurrido ayer por la tarde. Me dijo que habían sido inte­rrogados todos los vecinos del señor Crawford y que dos de ellos han declarado conocer a Arthur y haberlo visto entrar en las estancias del señor Crawford al menos en una ocasión, aun­que no se aclaró la fecha.

Esta mañana, el señor Bexheath ha llamado al señor Withers como testigo. Yo ya había notado que se trataba de una persona hosca y cortante pero, durante su declaración, demos­tró ser un hombre repugnante. ¡Es un traidor con cara de co­madreja! Su corazón debe de ser como una avellana reseca. No cambiaría el mío por el suyo ni por todo el oro del mundo.

Interrogatorio del señor Withers,
por el señor Bexheath

Señor Bexheath: Diga, por favor, su nombre, edad y profesión.

Señor Withers: Edward Withers, treinta y dos años, profesor de Matemática Pura de la Universidad de Cambridge.

Señor Bexheath: ¿Usted conocía a las tres víctimas de asesi­nato, el señor Akers, el señor Beddoes y el señor Crawford, y conoce también al inculpado?

Señor Withers: Bueno, apenas. Hablaba con ellos, pero no puedo decir que los conociera a fondo. En realidad, no ten­go nada que ver con esta historia.

Señor Bexheath: Señor Withers, ¿conocía usted los hábitos de bebedor del señor Crawford?

Señor Withers: No conocía al señor Crawford lo suficiente como para saber cuáles eran sus costumbres regulares, pe­ro debo decir que, en ocasiones en que estaba extremada­mente excitado, bebía gran cantidad de whisky sin perder en absoluto las facultades.

Señor Bexheath: ¿Y lo veía en tal situación con frecuencia?

Señor Withers: En realidad, sólo lo vi así un par de veces. No creo que lo hiciera con frecuencia, sino sólo en ocasiones en que sentía una alegría o una emoción especiales; entonces parecía perder la noción de la cantidad que consumía.

Señor Bexheath: Gracias. La segunda cuestión que querría plantear es la de las relaciones entre el acusado y cada uno de los asesinados. ¿Tuvo ocasión de observarlas?

Señor Withers: Sí, los vi en diversas reuniones públicas y en algunos almuerzos que compartimos en la universidad.

Señor Bexheath: ¿Cómo describiría esos encuentros?

Señor Withers: Bueno, Weatherburn siempre se mostraba muy amable con los otros tres.

Señor Bexheath: ¿Diría usted que buscaba su amistad?

Señor Withers: Sí, ciertamente. Hacía cuanto podía por con­seguir su atención.

Señor Bexheath: ¿Con qué propósito?

Señor Withers: No lo sé, pero supongo que si se comportaba así, era porque tenía alguno.

Señor Bexheath: Sí, desde luego, yo también lo supongo. ¿Di­ría, pues, que el acusado se desvivía por cultivar la amistad de esos tres caballeros y por mantener encuentros regula­res con ellos?

Señor Withers: Sí, eso hacía.

Señor Bexheath: ¿Estaba usted al corriente de su costumbre, que se imputaba con mucha frecuencia al señor Akcers y en menor medida al señor Crawford, de hacer comentarios públicos insultantes, sarcásticos y ofensivos, acerca de sus colegas?

Señor Withers: Sí.

Señor Bexheath: ¿Podría describir algún episodio de ese tipo?

Señor Withers: Sí, recuerdo una vez en que Wentworth ha­blaba con un grupo de colegas y se acercó Akers; se detuvo a escuchar y luego, dirigiéndose a Wentworth, le dijo: «Un hombre muy presuntuoso, para tratarse de alguien que nunca ha demostrado un teorema que valga algo, ¿no? Yo, en su lugar, no tendría tantos humos».

Señor Bexheath: ¿Puede describirla reacción del señor Went­worth?

Señor Withers: Le dijo a Akers que se fuera a freír espárragos.

Señor Bexheath: Y después de ese episodio, ¿volvió a relacio­narse en términos normales con el señor Akers?

Señor Withers: No, no lo hizo.

Señor Bexheath: ¿Diría usted que fue una reacción normal?

Señor Withers: Por supuesto. Un hombre ha de tener su or­gullo.

Señor Bexheath: ¿Alguna vez el acusado fue objeto de esos comentarios en presencia de usted?

Señor Withers: Oh, sí.

Señor Bexheath; ¿Podría describir su reacción?

Señor Withers: Se limitó a sonreír.

Señor Bexheath: En otras palabras, soportó los insultos sin ofenderse. ¿Diría usted que esta actitud deliberada de no ofenderse puede considerarse adulación?

Señor Withers: Servilismo, diría yo.

Señor Bexheath: Cierto. Ahora, señor Withers, me gustaría pasar a los aspectos matemáticos del caso. ¿Sabe en qué pro­blemas matemáticos trabajaban los caballeros fallecidos?

Señor Withers: Cuentan los rumores que estaban interesados en el problema de los
n
cuerpos. Una vez que Crawford es­taba achispado, oí que lo mencionaba.

Señor Bexheath: ¿Sabe si el acusado trabajaba en el mismo problema?

Señor Withers: No, no lo sé, pero sí que le oí hablar de él en la mesa.

Señor Bexheath: ¿Con el interés que un matemático puede sentir normalmente por un problema difícil, o con un inte­rés personal?

Señor Witiiers: Parecía muy entusiasmado. Yo diría que se trataba de lo segundo.

Señor Haversham: Señoría, me opongo a esta pregunta y a su respuesta, por no hablar de las anteriores, y le pido que no consten en acta. La opinión del testigo no tiene ningún valor.

Juez Penrose: Miembros del jurado, tendrán presente que la última respuesta que ha aportado el testigo expresa su opi­nión personal y no ha de considerarse un hecho probado.

Señor Haversham: ¡Es que acabará preguntándole si cree que el acusado es culpable!

Juez Penrose: No es lo mismo, seamos razonables.

Señor Bexheath: Bueno, señor Withers, ¿podría decirnos exactamente qué detectó, en la manera de hablar del señor Weatherburn acerca del problema de los
n
cuerpos, que lo llevó a formarse esta opinión? Entonces estaremos hablan­do de hechos.

Señor Withers: Permítame pensarlo. Recuerdo un día de la primera quincena de abril, justo antes de Pascua, en un almuerzo con colegas de la universidad; un buen número de ellos, entre los cuales estaba Weatherburn, discutía acerca del problema de los
n
cuerpos. Yo me limitaba a es­cuchar puesto que no sé nada sobre ese problema e igno­raba lo que Akers y Crawford pudieran estar elaborando al respecto. Desde luego, no llegué a preguntárselo. Me gustaría subrayar de nuevo que no tengo nada que ver con todo esto. No obstante, un par de días después me crucé con Weatherburn por la ciudad y estaba muy emo­cionado por un resultado maravilloso que decía que aca­baba de demostrar. Lo vi sumamente satisfecho consigo mismo. No le pedí detalles pero, después de la conversa­ción del día anterior, supuse que su euforia estaba rela­cionada con el problema de los
n
cuerpos. Ésta debe de ser la causa que me llevó a formarme la impresión antes men­cionada.

Señor Bexheath: Muchas gracias, señor Withers. Este punto resulta de gran interés. ¿Podría recordar con exactitud la fecha en que el acusado le contó que había hecho un descu­brimiento matemático ?

Señor Withers: Déjeme pensar... Después de Pascua, me marché de Cambridge unos días. Regresé un jueves. El al­muerzo debió de ser viernes, por lo que me encontré a Weatherburn... Sí, era un domingo; por lo tanto, tuvo que ser el 8 de abril.

Señor Bexheath: Un dato muy útil. Muchísimas gracias por su válido testimonio, señor Withers.

Señor Withers: Ha sido un placer.

Contrainterrogatorio del señor Winters >br /> por el señor Haversham

Señor Haversham: Señor Withers, ha dicho que no se relacio­naba demasiado con los señores Akers, Beddoes y Crawford.

Señor Withers: En efecto, no me relacionaba especialmente con ellos.

Señor Haversham: ¿Asistió al funeral del señor Beddoes?

Señor Withers: Sí, naturalmente.

Señor Haversham: ¿Se ocupó usted de acompañar a la señora Beddoes a su carruaje cuando concluyó la ceremonia?

Señor Withers: Sí, lo hice.

Señor Haversham: ¿Lo habían invitado a la casa, alguna vez?

Señor Withers: Sí.

Señor Haversham: ¿Cuántas veces?

Señor Withers: Nunca las he contado.

Señor Haversham: Por lo tanto, tuvieron que ser suficientes como para que perdiera la cuenta de ellas. ¿No fueron dos o tres, solamente?

Señor Withers: No, unas cuantas más.

Señor Haversham: Entonces, su relación con el señor Bed­does y su esposa no era tan superficial.

Señor Withers: Bueno, conocía a Beddoes un poco mejor que a los otros dos.

Señor Haversham: ¿Utilizaría usted las palabras «relación su­perficial» para calificar su trato con un hombre que lo ha invitado a su casa en numerosas ocasiones?

Señor Withers: Diría que era un poco más que superficial.

Señor Haversham: Gracias por su rectificación. Y ahora, señor Withers, me gustaría volver a una cuestión que, interesan­temente, ha planteado mi docto colega, la de la actitud insul­tante que con frecuencia adoptaba en público el señor Akers y también, aunque en menor medida, el señor Crawford.

Señor Withers: Sí, ¿qué quiere que le diga al respecto?

Señor Haversham: ¿Fue usted alguna vez objeto de esos co­mentarios insultantes?

Other books

Falling for Italy by De Ross, Melinda
Physical by Gabriella Luciano
Eagle’s Song by Rosanne Bittner
Tom Swift and His Flying Lab by Victor Appleton II
The Language of Flowers by Vanessa Diffenbaugh
Do-Overs by Jarmola, Christine
The Narrow Corner by W. Somerset Maugham
Seducing Chase by Cassandra Carr