En 1602 un grupo de comerciantes fundaron la Compañía Holandesa de las Indias Orientales para impulsar el comercio con el Lejano Oriente y apoderarse de todos los territorios portugueses que fuera posible. Firmemente se establecieron en las grandes islas del sudeste de Asia. Más tarde se las llamó las Indias Orientales Neerlandesas (y, después de la Segunda Guerra Mundial, esa región conquistó su independencia y es ahora la nación de Indonesia). Ya en 1619 los neerlandeses fundaron en Java una ciudad que llamaron Batavia, por el viejo nombre latino de la región de Europa en que se hallaban los Países Bajos. (Batavia ha sido rebautizada con el nombre de Yakarta y es la capital de Indonesia). Los neerlandeses también arrebataron a los portugueses la isla de Ceilán y se establecieron en África del Sur, donde los portugueses habían estado desde la época de Dias, siglo y medio antes. Con todo esto los comerciantes neerlandeses estaban haciendo fortuna.
En 1609 España, agotada, finalmente aceptó una tregua temporal con los Países Bajos (España no reconocería la independencia de la región durante cuarenta años más), y las energías neerlandesas aumentarían aun más. Mientras sus esfuerzos en el Lejano Oriente estaban teniendo éxito, empezaron a soñar con intentos similares en el Lejano Occidente.
¿Qué pasaba con el paso del Noroeste que había sido buscado desde hacía tanto tiempo y tan vanamente? Frobisher y Davis habían fracasado un cuarto de siglo antes, pero había un navegante inglés que, en la primera década del siglo XVI, aún estaba explorando las aguas árticas en busca de rutas navegables. Era Henry Hudson, quien, en 1607, había explorado las aguas árticas del norte de Europa al servicio de la Compañía de Moscovia inglesa. Hudson se había aventurado hasta Spitzbergen y más allá, y había descubierto la que ahora es llamada isla de Jan Mayen, a mitad de camino entre Spitzbergen e Islandia.
En 1608 los neerlandeses le encargaron que hiciera exploraciones para ellos. El 6 de abril de 1609 zarpó en el barco
La Media Luna
. Empezó dirigiéndose nuevamente al Noreste, hasta pasar Spitzbergen, pero el descontento de la tripulación lo obligó a poner rumbo al Oeste.
Hudson cruzó el Atlántico hasta América del Norte en una época en que la colonización inglesa de la costa estaba apenas en sus comienzos y cuando Jamestown pendía de un pelo.
Hudson recorrió la costa americana y exploró la bahía de Delaware un año antes de que ningún inglés la viera. Luego, el 3 de septiembre de 1609, su barco penetró en el puerto de Nueva York. Otros lo habían precedido allí, en particular Verrazano; pero Hudson, ante la mera posibilidad de que fuese la entrada del paso del Noroeste, fue el primero en entrar en el ancho río que desemboca en la bahía. El 12 de septiembre empezó a navegar aguas arriba.
Remontó el río unos doscientos cincuenta kilómetros, hasta que la gradual disminución de la profundidad del agua lo convenció de que era realmente un río, y no un estrecho, por lo que nuevamente navegó, defraudado, aguas abajo.
Posteriormente, los neerlandeses llamaron a esa corriente río del Norte, y al que desembocaba en la bahía de Delaware, más al Sur, río del Sur. Este luego fue llamado río Delaware, pero el primero recibió justamente el nombre de río Hudson.
Cuando volvía a los Países Bajos con su informe, Hudson fue detenido en Inglaterra y se le impidió seguir trabajando para los neerlandeses.
En 1610 Hudson hizo un nuevo intento, más al Norte esta vez y nuevamente pagado por los ingleses. En junio de ese año navegó al sur de la Isla de Baffin, por el angosto paso marino que hay entre ella y tierra firme, paso ahora llamado Estrecho de Hudson. El 3 de agosto entró en una gran bahía que penetra hacia el sur del continente norteamericano y que hoy es llamada bahía de Hudson.
Parecía que finalmente había bordeado el continente norteamericano y podía navegar derechamente hacia las Indias. Pasó tres meses en la bahía, explorando la costa oriental, y llegó a la parte meridional (una cala llamada bahía de James (Jacobo), por Jacobo I de Inglaterra) en noviembre.
Allí quedó bloqueado por los hielos durante seis deprimentes meses. Cuando los hielos se deshicieron, en junio de 1611, quiso seguir explorando la costa occidental de la bahía, pero su tripulación ya estaba harta. Hudson fue abandonado a la deriva con su hijo y siete miembros leales de su tripulación; presumiblemente, todos murieron de frío y de hambre. Los amotinados, que sobrevivieron a un ataque de los esquimales, lograron volver a Inglaterra.
Los neerlandeses siguieron su avance hacia el Oeste aun sin Hudson. En algunos aspectos, sus más asombrosos éxitos se produjeron en América del Sur, donde, después de expirar la tregua con España, siguieron apoderándose de partes del imperio portugués. En 1623 los neerlandeses tomaron la ciudad de Pernambuco, en la parte más oriental de Brasil. Extendieron sus conquistas y, por un momento, pareció que habría un gran imperio holandés en América del Sur. Sin embargo, en 1640, después de sesenta años de sujeción a España, Portugal recuperó su independencia, y esto tuvo importantes consecuencias. Un levantamiento, que se inició en 1645, de los colonos portugueses terminó con la expulsión de los neerlandeses de Brasil.
Conquistas más permanentes se hicieron en las pequeñas islas que bordean el mar Caribe. Tales islas, como San Martín y Saba, al este de Puerto Rico, y Curacao, inmediatamente al norte de la tierra firme sudamericana, se hicieron neerlandesas y siguieron siéndolo hasta hoy
[31]
.
Pero los neerlandeses no olvidaron la costa de Norteamérica, la extensión que iba del río del Norte al río del Sur. En 1614 Adriaen Block empezó con el río Hudson y exploró en dirección al Este. Navegó alrededor de Manhattan y Long Island (demostrando que ambas eran islas) y exploró la costa de Connecticut, descubrió el río Connecticut y entró en él. En el mismo año Cornelis May exploró la costa al sur del Hudson, y el cabo May, en el extremo meridional de lo que es ahora Nueva Jersey, lleva ese nombre en su honor.
También en 1614 los neerlandeses levantaron un fuerte aguas arriba del Hudson, en el punto en que la exploración de este río había llegado a mayor distancia, y lo usaron para comerciar en pieles con los indios. Lo llamaron primero Fort Nassau, por su gobernante Mauricio de Nassau, y luego Fort Orange, por el apellido de la casa gobernante de los Países Bajos. En 1624 también se fundó una pequeña colonia en una isla situada en la desembocadura del río Hudson, llamada Manhattan, por el nombre de la tribu india que allí vivía.
Por entonces comerciantes neerlandeses habían creado la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales (el 3 de junio de 1621), para organizar las colonias occidentales más eficientemente y asegurar el buen funcionamiento de lo que se estaba empezando a llamar Nueva Holanda. Para tal fin se necesitaba una base fuerte en la desembocadura del río Hudson.
Peter Minuit fue nombrado director general de Nueva Holanda por la Compañía y fue enviado a América para establecer esa base. El 4 de mayo de 1626 desembarcó en Manhattan y realizó lo que, retrospectivamente, es el más asombroso negocio en bienes raíces de la historia. Compró la isla de Manhattan a los indios por baratijas que valían sesenta florines, suma habitualmente traducida a dinero americano como 24 dólares.
En el extremo meridional de la isla, la colonia, que contaba a la sazón con 300 hombres, fue llamada Nueva Amsterdam, en honor a Amsterdam, entonces como ahora la mayor ciudad de los Países Bajos.
Por entonces la colonia inglesa de Virginia había tenido un claro éxito y los ingleses estaban empezando a desembarcar en las costas de Nueva Inglaterra. Los Países Bajos, viendo que su nueva colonia estaba cercada al Norte y al Sur, estaban ansiosos de reforzarla llenándola de colonos. No había suficientes neerlandeses que pareciesen dispuestos a ir espontáneamente, y por ende los Países Bajos aceptaron de buena gana colonos de cualquier otra parte de Europa. En 1643 un sacerdote jesuita que visitó la colonia dijo que había contado dieciocho lenguas que se hablaban en las calles de Nueva Amsterdam, con lo que adquirió un carácter polígloto que nunca ha perdido desde entonces.
Los neerlandeses tomaron medidas para estimular la inmigración. El 7 de junio de 1629 crearon el sistema
patroon
. Los hombres que se comprometían a llevar a más de cincuenta colonos recibían grandes extensiones a lo largo del río Hudson, veintiséis kilómetros a lo largo de una orilla o trece kilómetros a lo largo de ambas orillas. Esos hombres, llamados
patroons
, recibían derechos casi soberanos sobre sus tierras. Así este sistema semifeudal logró abrir el río Hudson a la colonización europea con gran rapidez, pero también mantuvo en Nueva Holanda una cerrada oligarquía gobernante.
El fundador del sistema
patroon
fue Kiliaen Van Rensselaer, un comerciante en diamantes de Amsterdam que había sido uno de los accionistas originales de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. Aunque él no fue a Nueva Holanda, sus hijos sí lo hicieron en 1630. Poseyeron una gran parte del Hudson superior, y todavía hoy un condado de la margen oriental del río, frente a Albany, es llamado Rensselaer.
La colonia se expandió. Un inmigrante danés, Jonas Bronck, se estableció en tierra firme al norte de Manhattan, y aún llamamos a esa zona el Bronx. Un colono neerlandés con el título de
jonker
(el equivalente del
Junker
prusiano, más conocido) se estableció más al Norte, en la zona que llamamos Yonkers.
Staten Island fue colonizada (y se la llamó así por los Estados Generales, la legislatura de los Países Bajos). Lo mismo Long Island y lugares como Brooklyn y Harlem fueron así llamados en honor a ciudades neerlandesas. Los neerlandeses también se expandieron a lo largo de la costa de Connecticut y Nueva Jersey. En 1633 construyeron Fort Good Hope (Fuerte de Buena Esperanza), en el actual sitio de Hartford, antes de que llegasen los colonos de Nueva Inglaterra. Más tarde, cuando los ingleses se establecieron a lo largo del río Connecticut y en New Haven, los neerlandeses protestaron vigorosamente y lo consideraron una invasión de su tierra.
En todo este proceso los neerlandeses habían tenido que entrar en tratos con los indios. Peter Minuit y los Rensselaer trataron con justicia a los indios, y lo mismo Wouter Van Twiller, un sobrino de Van Rensselaer que se convirtió en gobernador de Nueva Holanda en 1633. No tuvieron problemas.
Pero luego, en 1637, fue nombrado gobernador Wiliem Kief, quien era de los que tenían la firme opinión de que no era menester tener en cuenta para nada a los indios y de que matar a unos pocos de ellos tendría un buen efecto sobre los restantes. Así, mató a algunos, y pronto se halló en guerra con los indios.
Kief tuvo que construir una empalizada a través del extremo meridional de Manhattan (el origen de Wall Street, Calle de la Muralla) para proteger a Nueva Amsterdam. En 1644 hubo batallas en Westchester, en una de las cuales fue muerta Anne Hutchinson, y los neerlandeses apenas pudieron mantenerse.
Naturalmente los colonos trataron de librarse del incompetente Kief y, en 1647, Nueva Holanda recibió un nuevo gobernador, Peter Stuyvesant. Este fue, sin duda alguna, el hombre más capaz de la historia de la América neerlandesa. Había sido herido, en 1644, en una batalla en el Caribe y fue necesario amputarle una pierna. En lo sucesivo usó una pata de palo que decoró con cintas plateadas.
No era un hombre amable y gobernó duramente, pero también con eficiencia. Las cosas no fueron fáciles para él. Al Norte y al Este estaban los eternos intrusos, los colonos de Nueva Inglaterra, y al Sur apareció una amenaza inesperada: un pequeño grupo de suecos, los menos recordados de todos los grupos nacionales que establecieron las primeras colonias en la costa norteamericana.
Nueva Suecia
Suecia no entró realmente en el escenario de la historia europea hasta después del descubrimiento de América. Durante gran parte de la Edad Media había estado bajo la dominación de Dinamarca, pero en 1523 conquistó su independencia bajo Gustavo Vasa, quien reinó como Gustavo I. Luego se expandió por la región báltica y llegó al apogeo de su poder bajo un notable monarca guerrero, Gustavo II Adolfo.
En 1630 Gustavo Adolfo intervino en la ruinosa Guerra de los Treinta Años que por entonces convulsionaba a Alemania y, en el curso de los dos años siguientes, ganó brillantes victorias que elevaron a Suecia al rango de gran potencia, rango que iba a mantener por un siglo. No es sorprendente que Gustavo Adolfo, ansioso de colocar a Suecia a la par las potencias más viejas de Europa, diese oídos a proyectos de colonización de la costa oriental de América. En esto fue estimulado por neerlandeses que habían sido expulsados (injustamente, según ellos) de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales.
Gustavo Adolfo murió en batalla en 1632, pero los planes suecos siguieron adelante. Se organizó en 1637 la Compañía de la Nueva Suecia, para que hiciese por Suecia lo que la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales había hecho por los Países Bajos. De hecho fue Peter Minuit, el comprador de Manhattan, uno de los promotores de la nueva aventura. Y en 1638, cuando partió para América el primer grupo de colonos suecos, Minuit estaba a su frente.
La expedición se detuvo en Jamestown por diez días, luego navegó hacia el Norte, a la bahía de Delaware, y el 29 de marzo de 1638 fundó una colonia cerca del sitio donde está hoy la ciudad de Wilmington. La llamaron Fuerte Cristina, por la hija de Gustavo Adolfo, Cristina, quien, a la muerte de su padre, sucedió a éste en el trono.
Los colonos suecos se extendieron aguas arriba del Delaware, hasta la vecindad de lo que es hoy Filadelfia, donde establecieron su capital. Pero aún aguas más arriba estaban los hostiles neerlandeses, que consideraban a Delaware territorio suyo. Nueva Suecia, como fue llamada, mantuvo la paz con los indios; y bajo Johan Bjornsson Printz, un hombre enormemente gordo que había combatido bajo Gustavo Adolfo, la colonia floreció, aunque siempre fue pequeña. Un par de cientos de suecos y finlandeses fueron el núcleo de su población, que nunca creció mucho más.
Los suecos llevaron a América algo que luego sería inseparable de las leyendas sobre los pioneros americanos. Era la cabaña de troncos, inventada en el norte de Escandinavia, la cual, por la facilidad de su construcción y por el calor que conservaba en los inviernos duros, era muy superior a cualquier otro tipo de construcción de las colonias. Ciertamente era superior a las casas de madera inglesas que construían los colonos de Nueva Inglaterra.