Read La cruzada de las máquinas Online
Authors: Brian Herbert & Kevin J. Anderson
Tags: #Ciencia Ficción
—Tengo importantes asuntos que discutir contigo —dijo Iblis, yendo directo al grano.
—¿Importantes asuntos? No desearía hablar de nada que no fuera importante —dijo la voz mecánica y resonante de Hécate—. Después de todo, ¿acaso no soy tu arma secreta? —Aquel título parecía complacerla particularmente.
Mientras se explicaba, Iblis caminó con nerviosismo arriba y abajo.
—La Yihad está pasando por una crisis. En este último año, Serena Butler me ha arrebatado el poder. Ni siquiera en sus sueños más disparatados podría esa mujer manejar todas las exigencias políticas, militares, religiosas y sociales de un líder, pero no quiere entenderlo.
—Ah, ¿y quieres que muera? ¿Te ayudaría eso a lograr tu propósito? —Hécate parecía disgustada—. Qué forma de malgastar mis capacidades…
—¡No! —repuso Iblis enseguida, sorprendiéndose a sí mismo. Aunque luego consideró la cuestión con mayor detenimiento—. No, a largo plazo no sería bueno. Las masas adoran a Serena, es demasiado importante para ellos.
—Entonces ¿cómo puedo ayudarte, querido Iblis? —La voz de Hécate tenía un toque musical y misteriosamente seductor—. Encomiéndame una tarea lo bastante importante para que me merezca la pena.
—Necesito victorias más claras contra las máquinas. Auténticas obras de arte. —Se acercó a ella—. Gracias a ti, pudimos reclamar el planeta de Ix con éxito. Ahora necesito incorporar más Planetas Sincronizados a la Liga y liberar a su población humana. No importa el valor estratégico que tengan, solo necesito algo que mostrar. Y poder atribuirme el mérito de las victorias.
Hécate emitió un sonido parecido a una risa, con un deje de desprecio.
—Llevo tantos siglos viviendo como un cimek que había olvidado lo impacientes que son los humanos biológicos. Además de maquiavélicos.
—Durante veintiséis años, mi impaciencia, como lo llamas tú jocosamente, ha sido la fuerza que ha impulsado a la Yihad. Serena y su hijo no eran más que símbolos, en cambio yo he sido el motor…
—¿
Motor
, dices? Parece que estés hablando de
máquinas
.
—Solo es una figura retórica.
—No lo aceptaría si fuera de otro modo. Los planes a largo plazo llevan tanto tiempo… —El brillante contenedor se elevó por encima de la cabeza de Iblis—. De modo que quieres que provoque cierto caos en los Planetas Sincronizados y deje vías libres para que tu Yihad pueda reclamar las conquistas.
—¡Exacto!
—Qué interesante. —Hécate parecía divertida ante aquel nuevo reto—. Muy bien, veré qué puedo hacer.
La lealtad no se puede programar.
S
EURAT
, diarios privados de navegación
Cuando Vorian Atreides volvió a encontrarse con la nave de actualizaciones de Seurat en el espacio, no fue una sorpresa para ninguno de los dos. En su corazón Vor siempre había sabido que volverían a encontrarse; por su parte, el robot había calculado que esa posibilidad, aunque remota, existía.
La burocracia del ejército de la Yihad tenía regulaciones específicas, complejas y molestas que prohibían que un primero hiciera la mitad de las cosas que Vor hacía. Él sabía que su comportamiento molestaba mucho a Xavier, pero nada de lo que su amigo dijera podría cambiar aquella vena impulsiva que tenía. Una y otra vez, Vor se iba solo en pequeñas naves, en misiones que él mismo escogía. Desde que se unió a la lucha contra las máquinas, había sido decididamente independiente… una bala perdida, aunque efectiva.
Cuando terminó su misión en Caladan, Vor partió de aquel mundo acuático, porque no podía seguir justificando su presencia allí junto a Leronica Tergiet. Así pues, se marchó, dejando un destacamento de yihadíes en el puesto de escuchas y una parte de su corazón en la taberna junto al mar. Después de prometer a Leronica que le enviaría mensajes siempre que sus deberes de militar lo permitieran, Vor partió de nuevo hacia la lucha por la aniquilación última de las máquinas pensantes.
En las proximidades de Caladan, en los límites de la esfera de influencia de Omnius, Vor repasó de memoria las rutas que él y Seurat habrían seguido normalmente en sus recorridos de actualización. Desde que soltó a aquel involuntario caballo de Troya, había oído informes dispersos acerca de fallos generalizados en el sistema en diferentes Planetas Sincronizados; ordenando los escenarios del caos, pudo determinar la ruta que Seurat estaba siguiendo.
Ya hacía un tiempo que no tenía noticias de nuevos problemas, y supuso que las máquinas ya habrían descubierto la trampa. ¿Qué debía de haberle pasado a Seurat cuando la supermente descubrió la destructiva programación que llevaba? En teoría, un ordenador no podía ser vengativo, por lo que esperaba que no hubiera destruido a Seurat por despecho.
Eso habría sido totalmente ineficaz, además de una forma de malgastar recursos.
Vor pasó una semana solo, patrullando, siguiendo las rutas habituales de actualización. Justificó esta tarea como una forma de
reunir información vital para la planificación militar de la Liga
y eso le permitió estar a solas y meditar acerca de sus sentimientos inesperados hacia Leronica.
Vor siempre había sido muy distante, y disfrutaba cuando estaba de permiso o tenía alguna misión temporal en alguno de los dispersos mundos de la Liga, pero de alguna forma aquella mujer de Caladan le había llegado al corazón. Había plantado sus raíces muy adentro de su alma y —como una bomba de relojería— ahora veía hasta qué punto. Vor se sentía confuso y feliz… y terriblemente triste por no poder estar con ella. El amor nunca había sido un concepto extraño para él, aunque no tenía ni idea de que pudiera hacerle sentirse de aquella forma. Ahora entendía lo que Xavier sentía por Octa.
Pero dedicarse a vagar solo por el espacio en los límites del territorio enemigo, concentrado en aquellos pensamientos agridulces, servía de muy poco a la Yihad. La guerra tendría que haber sido su única prioridad.
Cuando la enorme nave negra y plateada de actualización se cruzó en su camino y apareció ante él, la atención de Vor volvió a cuestiones más inmediatas.
Aquella nave tendría que haber huido, haber realizado maniobras evasivas para evitar incluso a un pequeño caza de la Yihad. Si el capitán robot llevaba una actualización de la supermente informática, su programación exigía que protegiera la gelesfera plateada a toda costa.
Pero la nave de actualizaciones se detuvo, y Vor se enfrentó a ella en el espacio abierto.
Vor reconoció la configuración de la nave, aunque su diseño parecía haber sido modificado, reparado y ampliado. Sin duda, se trataba de la misma nave que había encontrado a la deriva en las proximidades del sistema solar de la Tierra.
Conectó el comunicador y transmitió enseguida.
—Vieja Mentemetálica. Suponía que te encontraría por aquí.
Entonces vio que entre las modificaciones de la nave había una batería de armas. Los puertos de proyectiles cinéticos se abrieron y se pusieron de color rojo, listos para disparar.
Vor sintió el picor de un sudor frío en el cuello.
—¿Vas a destruirme sin ni siquiera decir hola?
—Hola, Vorian Atreides. —El rostro cobrizo de Seurat apareció en la pantalla—. Bueno, ya he cumplido con la etiqueta. ¿Puedo destruirte ahora?
—Preferiría que no lo hicieras. —Vor no apartaba los dedos de los controles de las armas de su nave. Quizá podría cogerlo por sorpresa, aunque por lo que veía el armamento de la nave de actualización era muy superior al suyo—. Parece que Omnius ha aumentado mucho tus posibilidades de sobrevivir, con tantas armas. Me preguntaba cuándo iban a hacerlo.
—Sé lo que me hiciste y lo que hiciste a través de mí, Vorian. De acuerdo con mis registros ocho Planetas Sincronizados han resultado gravemente dañados a causa del virus que introdujiste en la esfera de actualización que yo llevaba. Deduzco que tú eres el responsable, ¿no es así?
—No puedo atribuirme todo el mérito, Vieja Mentemetálica. —Vor sonrió—. Después de todo, tú entregaste personalmente cada una de esas bombas de relojería. Y fuiste tú quien me enseñó todas esas cosas acerca de los circuitos gelificados y la programación básica. ¿Lo ves? Ha sido un esfuerzo conjunto.
El rostro de metal líquido de Seurat brilló bajo las luces de la cabina de su nave.
—Entonces siento haber sido tan buen profesor.
Mientras escaneaba la imagen de Vorian Atreides, Seurat utilizó su experiencia y su programación adaptativa para analizar lo que el humano podía pensar en aquellos momentos. El robot Erasmo le habría envidiado.
Tras ser capturado y llevado de vuelta a Corrin, donde la gelesfera corrompida fue confiscada, Seurat había sido sometido a un exhaustivo interrogatorio por parte de Omnius. Enseguida quedó claro lo que había pasado, y el programa saboteado fue retirado, aunque Erasmo recomendó lo más seguro: destruirlo.
—Se trata de hechos acaecidos hace veintiséis años estándar. Si bien puede resultar interesante, no son datos particularmente relevantes, y no vale la pena arriesgarse, Omnius.
Seurat sospechaba que Erasmo tenía sus motivos para que la supermente no accediera a aquella información. Sin embargo, no lo mencionó, porque no deseaba contrariar al otro robot independiente.
Cuando las explicaciones quedaron registradas y archivadas, y antes de que pudieran asignar a Seurat una nueva misión de actualización diseñada específicamente para restaurar la presencia de Omnius en los planetas afectados por el virus, Erasmo pasó un día entero con él, entregado a intensas conversaciones de alta velocidad.
—Llevo siglos estudiando a los humanos. He realizado experimentos, he reunido información y he hecho extrapolaciones para explicar su comportamiento errático. Aprendí mucho de Serena Butler, y el nuevo experimento que estoy realizando con Gilbertus Albans me está proporcionando una nueva perspectiva.
»Sin embargo, tú también tuviste una oportunidad única. Pasaste años en compañía de Vorian Atreides, un humano de confianza, hijo del titán Agamenón. Ahora te pido que compartas conmigo tus observaciones y cualquier detalle relevante que pueda ayudarme en mi intento de comprender la naturaleza humana.
Seurat no podía negarse. En un intercambio de información similar al de la sincronización de una gelesfera de actualización, aunque mucho más breve, el robot verificó, resumió y transfirió todas las conversaciones y recuerdos que tenía de Vorian Atreides.
Eso le obligó a revisar todos aquellos recuerdos y despertó en él algo parecido al afecto. Ahora que volvía a estar solo en una nueva nave de actualización —una nave que, tristemente, no tenía nombre, solo una designación numérica— se dio cuenta de lo agradable que era tener compañía…
Las dos naves estaban frente a frente en el espacio, cada una con suficiente armamento para destruir a la otra. Pero Seurat se dio cuenta de que no deseaba aniquilar a su antiguo compañero.
—¿Recuerdas nuestra séptima misión a Walgis, Vorian Atreides? Hace veintiocho años. Tuvimos muchos problemas al abandonar el sistema.
Vor rió entre dientes.
—¿Problemas? Problemas es poco. Nos metimos en un campo de meteoritos que desgarró uno de los lados de la nave. Hubo una fuga de atmósfera que casi me arrastró al espacio.
Seurat siguió mirando a su amigo y verdugo.
—Sí, pero yo te cogí y no te solté. No quise dejarte ir.
—¿En serio? No recuerdo los detalles —dijo Vor—. Estaba demasiado ocupado tratando de respirar. La descompresión explosiva es bastante desagradable para un humano.
—Lo sé. Te llevé a un pequeño cubículo de almacenamiento y te sellé en el interior, donde podía mantener la presión atmosférica.
—No me dejaste salir durante casi dos días —dijo Vor—. Cuando volviste a abrir me estaba muriendo de hambre. No se te ocurrió darme ni una miserable ración.
—Mi prioridad era salvarte la vida, y tardé esos dos días en reparar los desperfectos en el casco de la nave y restablecer los sistemas de soporte vital.
Vor lo miró con expresión soñadora, y luego frunció el ceño algo desconcertado.
—No recuerdo haberte dado las gracias.
—Los robots no necesitamos gratitud, Vorian Atreides. Sin embargo, he dedicado una cantidad considerable de esfuerzo para mantenerte sano y salvo en numerosas ocasiones. Por tanto, sería una estupidez por mi parte destruirte ahora.
Seurat desactivó sus sistemas armamentísticos y cerró los puertos lanzamisiles. En aquel momento, si Vorian Atreides hubiera querido disparar, el robot era vulnerable. Pero la máquina aceleró motores, giró sobre su eje y se alejó a gran velocidad antes de que Vor tuviera tiempo de reaccionar. Cuando Vor consiguió transmitirle unas preguntas de sorpresa, Seurat ya estaba fuera de su alcance.
Desconcertado y sonriente, Vor estuvo un rato yendo a la deriva en su nave de reconocimiento. Luego se echó a reír.
El liderazgo se oculta detrás de muchos disfraces.
I
BLIS
G
INJO
,
Opciones para la liberación total
Cuando volvió de su reunión precipitada y secreta con Hécate, Iblis se enteró de que Serena había convocado una reunión del Consejo de la Yihad a sabiendas de que no se esperaba su presencia. Fue directamente a la cámara del Consejo desde el puerto espacial, totalmente decidido a no dejar que lo apartaran del proceso de la toma de decisiones. Habían pasado varias semanas y tenía que ponerse al día.
Llegó a la entrada de la cámara justo en el momento en que Serena daba inicio a la sesión, y se encontró a la jefa de serafinas protegiendo la puerta. Niriem vaciló, como si se debatiera con su sentido de la lealtad, y, tras un instante, lo dejó pasar.
La sacerdotisa de la Yihad, cómodamente instalada a la cabeza de la mesa, pareció sorprendida al verle. Iblis encontró enseguida un asiento lo más cerca que pudo de Serena, aunque no era su sitio habitual. Sin hacer ningún comentario, Serena pronunció un discurso que obviamente llevaba muy bien ensayado, mientras los demás escuchaban con atención.
—No podemos seguir con esta Yihad solos. La pasión humana es poderosa, pero los recursos de la Liga no se pueden equiparar a las fuerzas que Omnius puede enviar contra nosotros. Las máquinas pensantes pueden crear montones de robots nuevos por cada uno que nosotros destruimos. Pero cada vez que muere un yihadí, una vida se pierde para siempre. Debemos preservar tantas de esas preciosas vidas como podamos.