La cruzada de las máquinas (15 page)

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Authors: Brian Herbert & Kevin J. Anderson

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La cruzada de las máquinas
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En cambio, los zenshiíes supervivientes parecían desolados y miraban con los ojos muy abiertos y una expresión de incredulidad. Rhengalid, con la cara manchada de barro y la barba canosa enmarañada, señaló a Harkonnen con un dedo acusador.

—¡Yo te maldigo! Has destruido nuestra ciudad santa, nuestras reliquias y a miles de los nuestros. Que la ira de Budalá caiga sobre ti y tus descendientes por un millón de años.

El agua seguía con su atronador camino cañón abajo, extendiéndose conforme el terreno se allanaba. Los últimos fragmentos de la presa, los que estaban unidos al cañón, cayeron, y el gran pantano siguió vaciándose. Algunos botes de pesca fueron arrastrados y la corriente los destrozó.

—Tenéis que reconstruir una ciudad entera. —Xavier miró a Rhengalid sintiéndose muy poco compasivo—. Pero si podéis hacerlo es porque estáis vivos y sois libres.

14

Los secretos dan lugar a más secretos.

Dicho de Arrakis

Ahora que Agamenón y sus titanes habían partido hacia sus respectivas misiones, Corrin parecía tranquilo y eficiente.

Aunque las máquinas pensantes podían comunicarse a través de cualquier nódulo de la extensa red de la supermente, Omnius ordenó a Erasmo que acudiera a la ciudadela central de Corrin para una reunión.

Cada vez que Erasmo veía aquella estructura elevada y filiforme, la torre de electrolíquido ajustaba su aspecto respondiendo a los caprichos de Omnius. La ciudadela parecía un ser vivo, con sus paredes deslizantes, las ventanas de plaz y los suelos ajustables. El núcleo de la supermente se desplazaba libremente por aquel laberinto, desde lo alto de la torre hasta las cámaras subterráneas.

Erasmo podía cambiar las expresiones de su rostro flexible de metal, pero el Omnius-Corrin podía metamorfosearse a su antojo, y cambiaba estructuras enteras del edificio. Por lo que el robot autónomo sabía, ninguna de las otras copias de Omnius tenía esos caprichos. Parecía que aquel ordenador omnipresente fuera… excéntrico.

Cuando llegó, Erasmo tomó obedientemente un ascensor hasta el séptimo nivel de la torre de electrolíquido y salió a una sala pequeña y sin ventanas. Cuando las puertas metálicas se cerraron como un diafragma a su espalda, sus fibras ópticas no fueron capaces de detectar ninguna abertura en las paredes o el techo. Se preguntó si la supermente estaría tratando de intimidarle.

¿Estaría desarrollando aquel Omnius concreto —la mayor supermente de los Planetas Sincronizados, situada en el centro estratégico— emociones y excentricidades? ¿Se creía el Omnius-Corrin superior a los otros? En el pasado, por curiosidad, el robot había intentado preguntarle acerca de ello, pero la supermente siempre se negaba a contestar.

Aquel complejo ordenador tenía sus propias rarezas, su idiosincrasia; incluso un ego, aunque Omnius lo habría negado. Interesante. Omnius parecía tener un programa diseñado para hacerse a sí mismo más impulsivo e impredecible, como los humanos, cuyo comportamiento aleatorio les había permitido superar a las máquinas en numerosos campos de batalla.

—Erasmo, hoy hablaremos de religión —anunció la supermente desde unos altavoces invisibles que hacían que sonara como si estuviera en todas partes—. Extiende la palma de la mano.

Cuando el robot lo hizo, una gelesfera metálica cayó en su palma desde un compartimiento del techo; una copia de Omnius. Parecía mentira que pudiera caber tantísima información en una esfera tan pequeña y ligera. Y lo que no contenía… sobre todo el
alma
, que Erasmo trataba de encontrar, junto con otros aspectos escurridizos de la naturaleza humana.

—Por favor, antes de empezar, dame todos los datos relevantes que haya sobre esa cuestión —dijo Omnius.

Durante siglos, Erasmo había observado a la especie humana y había realizado experimentos con ellos, agregando grandes cantidades de información a sus ya copiosos archivos de datos. Y aunque en numerosas ocasiones se había ofrecido a descargarlo todo, Omnius no había demostrado ningún interés por sus estudios. Hasta ahora.

—¿Por qué deseáis saber cosas acerca de la religión? No me parece un tema que os interese.

—Para mí, las llamadas creencias espirituales o religiosas suponen un patrón incomprensible de comportamiento. Sin embargo, ahora están utilizando la religión como un arma contra mí. Por tanto, debo analizarla.

Para realizar una transferencia de datos eficaz, Erasmo colocó la copia de Omnius en un puerto a un lado de su cuerpo y transfirió la información que la supermente pedía. Cuando terminó, retiró la esfera.

Durante un momento, Omnius procesó los datos y los analizó.

—Interesante. Hay muchas formas de religión, pero la fe con un componente emocional más poderoso parece centrarse en la existencia de un Ser Superior o fuerza rectora. ¿Es esta la creencia más importante entre los humanos?

—Aún estoy investigándolo, Omnius. En cuestión de fe, pocas cosas son seguras. Los humanos anteponen las creencias y los deseos a la lógica y los hechos.

—¿Qué sentido tienen tus experimentos si no puedes proporcionar respuestas concretas?

—Cuando se trata del comportamiento humano resulta difícil incluso formular preguntas concretas. Sin embargo, mi propósito es establecer unas líneas generales que puedan ayudarnos.

La esfera plateada giró en la palma de Erasmo, generando calor.

—¿Y las religiones? ¿La información que me has transferido es todo lo que tienes?

—Os he dado un sumario histórico con todo lo que los humanos que he capturado me han contado de las iglesias, sinagogas, mezquitas y altares de su gente, y de la forma en que las creencias originales se disiparon o metamorfosearon en sus creencias actuales. Si lo deseáis, puedo ofreceros una lista de todos los planetas analizados, junto con la filiación religiosa de cada uno.

—Innecesario. —La voz de Omnius aumentó de volumen—. ¿Por qué llaman
Yihad
, guerra santa, al movimiento de oposición contra mí? Soy un ordenador. ¿Qué relación puedo tener yo con sus religiones?

—Por conveniencia, os han asociado a una fuerza del mal que aparece en muchos de sus textos sagrados. Os tachan de demonio, lo que les permite afirmar que sois enemigo del Ser Supremo al que adoran. De este modo, convierten un conflicto político en un conflicto religioso.

—¿Y qué ventaja representa eso?

—Permite que los dominen las emociones, no la lógica que nos mueve a nosotros. Los humanos se sienten inclinados a llevar a cabo acciones irracionales porque sus religiones les dan la superioridad moral. Para ellos el conflicto con nosotros es mucho más que una guerra… es una empresa santa del más alto orden.

Erasmo notó que la mano le hormigueaba mientras la esfera procesaba la información a gran velocidad en sus bancos de datos.

—¿Podría ser su Dios una forma más elevada de vida orgánica? —preguntó Omnius.

—¿A qué dios os referís? ¿Al dios de los navacristianos? ¿Al del budislam? ¿Al de la fuerza deislámica? ¿A los Jefes Supremos panhindúes del séptimo círculo? No he asimilado lo suficientemente bien las diferencias. Es posible que no sean más que manifestaciones de la misma deidad, deformadas por el tiempo y las informaciones equivocadas. O quizá se trata de dioses completamente distintos.

—Tus respuestas son excesivamente imprecisas —dijo Omnius.

—Justamente. Los creyentes ven a Dios como una forma de vida etérea, aunque las sectas más importantes tienen historias en las que sus deidades adquieren forma humana.

—Qué absurdo.

Erasmo meditó sus palabras antes de contestar.

—Vos podríais ser un dios de las máquinas, Omnius.

—Entonces ¿por qué hago preguntas? —Lo cierto es que la voz de la supermente manifestaba decepción—. Si fuera Dios ¿no lo sabría todo?

El comentario surgió en el mismo momento en que Erasmo lo pensó, ya que los conocimientos contenidos en los archivos de datos de Omnius no eran completos. Meditó por unos momentos. ¿Había estado jugando con él la supermente? ¿Había absorbido todos los datos de su investigación acerca de los seres humanos?

¿Me está leyendo Omnius el pensamiento en este preciso momento?

—Durante décadas has criado a un subgrupo de humanos en tus cuadras como si fueran animales, y ninguno de ellos ha sido adoctrinado formalmente. —La esfera plateada se elevó en el aire, llegó hasta el techo y empezó a girar sobre aquella superficie blanca e indefinida, como si la gravedad se hubiera invertido—. ¿Qué cree la gente de tus cuadras acerca de Dios?

—Evidentemente, sus creencias son más primitivas. Algunos han inventado historias de un ser supremo, pero la mayoría están convencidos de que ese dios los ha abandonado. Es posible que el concepto mismo de religión no sea más que un aspecto social de la humanidad, y cuando el tejido social se destruye, estos sistemas de creencias se desvanecen.

La gelesfera se desplazó velozmente por la superficie del techo, luego descendió siguiendo una pared, continuó por el suelo y, después de colarse entre las piernas de Erasmo, volvió a elevarse.

—¿Es posible que hayas evitado el tema de la religión en tus investigaciones porque es demasiado complejo e ilógico?

—No lo he estudiado en detalle, Omnius, es cierto. He estado ocupado con otras facetas del comportamiento humano. Las creencias religiosas solo son un aspecto más. Por lo que he observado, yo diría que los humanos son agnósticos o ateos, a menos que estén sometidos a un dolor o un estrés extremos. En su historia estas actitudes se presentan siempre en ciclos, como una gran marea que sube y que baja. En estos momentos la marea de las creencias religiosas está subiendo, y la Yihad es el catalizador.

—¿La necesidad de una religión es algo innato en los humanos? ¿Quizá ignorar su espiritualidad te ha impedido comprender su verdadera naturaleza?

—He torturado a miles de ellos, y muy pocos hablan de Dios, salvo para preguntar por qué los ha abandonado. Sin embargo, no me cabe la menor duda de que, en estos momentos, mientras Jerjes y los suyos están diezmando a la población rebelde de Ix, las víctimas exhalan su último aliento rezando, aunque saben que es completamente inútil.

No habían recibido noticias de Ix, pero las órdenes del titán eran muy claras. Jerjes era perfectamente capaz de hacer una carnicería. A los pocos que sobrevivieran en Ix no se les ocurriría volver a rebelarse jamás.

—Sigo sin acabar de entender el concepto de religión —dijo Omnius—. ¿Qué utilidad tiene? Parece un incentivo imaginario diseñado para controlar el comportamiento humano en el aspecto social.

Erasmo replicó de forma pausada.

—Comprender la fe es como tratar de sujetar una piedra mojada y cubierta de musgo. Es un objeto sólido, y sin embargo es resbaladizo y difícil de sujetar.

—Explícate.

—La experiencia religiosa es distinta para cada ser humano, incluso cuando profesan la misma fe. Cada individuo parece concentrarse en un aspecto diferente. Hay matices, variaciones sutiles… igual que sucede con la emoción humana del amor, la religión nunca es la misma para dos personas distintas.

—Pero ¿por qué?

Mientras Erasmo seguía en pie, la esfera no dejó de desplazarse a toda velocidad por la habitación, cada vez más deprisa: subió por las paredes, corrió paralela al techo, bajó por las paredes, se desplazó por el suelo. Empezaron a aparecer gelesferas duplicadas, docenas de copias de Omnius, como proyectiles que iban en todas direcciones a gran velocidad, y que casi acertaban a Erasmo, con voces que se superponían y pronunciaban una única pregunta: ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

De pronto, las esferas desaparecieron y el silencio volvió a la habitación sellada en lo alto de la ciudadela. Detrás de Erasmo la puerta se abrió como el diafragma de una cámara. El robot independiente entró obedientemente en el ascensor y se fue.

Ya de vuelta en su villa de Corrin, Erasmo reconoció que quizá no había dedicado la suficiente atención al tema de la religión, como había insinuado Omnius. Si eso era cierto, no podía seguir evitándolo. Había estado obsesionado con la creatividad de los humanos y su manifestación en diferentes formas de arte. Pero ¿de dónde sacaban la inspiración? ¿De una fuente superior? Quizá sus esclavos humanos le habían estado ocultando su espiritualidad… inconscientemente. Y eso significaba que se la estaban ocultando a sí mismos.

Erasmo estaba en un porche desde donde podía ver las cuadras y cómo los sucios humanos iban arriba y abajo en sus alojamientos abarrotados y miserables. Si Iblis Ginjo o Serena Butler habían descubierto la forma de liberar esa fuerza que la psique humana llevaba muy adentro, eso explicaría todo aquel fervor religioso que se había traducido en fervor bélico.

Movido por una renovada determinación, el robot se lanzó a una búsqueda intelectual. ¿Qué poder se escondía detrás de la religión? ¿Era un arma que las máquinas no podían controlar? Si bien le interesaban muy poco los detalles de la Yihad galáctica, tenía que llevar a cabo aquel proyecto, por su propio crecimiento…

Omnius puso a su disposición montones de libros impresos y electrónicos que se habían confiscado en las antiguas bibliotecas humanas o en los asentamientos de los planetas sincronizados conquistados. Erasmo empezó a cargarlos en su banco de datos.

Mientras estaba en ello, meditó sobre los pensadores y sobre toda la información que tenían almacenada en sus antiguos cerebros. Si en Corrin hubieran tenido alguno de esos pensadores, habría podido proporcionarle interesantes revelaciones. En la Tierra, Erasmo habló en alguna ocasión con el pensador Eklo, pero había sido aniquilado durante la revuelta de los humanos.

Con la precisión de una máquina, el robot recordó conscientemente cada una de las palabras que Eklo le había dicho, repasó detalladamente cada conversación. Y llegó a una conclusión perturbadora: aquel pensador supuestamente neutral le había estado ocultando algo… para proteger a los humanos.

15

Por desgracia, algunas guerras las gana el bando más fanático desde el punto de vista religioso. Los líderes victoriosos aprovechan la energía sagrada de la locura colectiva.

P
ENSADORA
K
WYNA
,
El arte de la agresión

Iblis Ginjo se dirigió apresuradamente hacia el edificio del Parlamento mientras una leve llovizna caía en la plaza del gobierno. Media docena de agentes de la Yipol le seguían, sin molestarse en protegerse de la lluvia. En diversas esquinas, las estatuas y los altares levantados en memoria de los mártires de la Yihad relucían bajo el agua y las luces amarillas.

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