La Casa Corrino (50 page)

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Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: La Casa Corrino
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Muy poco después de que las multitudes hubieran quedado quemadas y cegadas por los restos de la explosión, mercaderes de órganos tleilaxu habían descendido sobre Richese con cargamentos de ojos artificiales. Aunque oportunistas, los magos genéticos habían sido bienvenidos, pues ofrecían algo más que esperanza, algo más que consuelo. Traían curas tangibles.

Por pura costumbre, Calimar se caló las gafas doradas sobre la nariz. Ya no necesitaba gafas, pero su presencia le consolaba. Miró hacia la pista de aterrizaje donde tropas Atreides descargaban provisiones. No parpadeó, sino que se limitó a absorber los detalles con sus nuevos ojos metálicos tleilaxu…

77

La vida cotidiana genera muchos escombros. Aun así, es necesario entrever la magnificencia que existía antes.

Lady S
HANDO
V
ERNIUS

Oculto con sus hombres en las grietas de una formación rocosa, Liet-Kynes observaba una depresión salina con los prismáticos. El intenso calor y la luz brillante creaban espejismos. Tendió los prismáticos al fremen tendido a su lado, y después escrutó la distancia sin ayuda de aparatos.

A la hora exacta, un ornitóptero negro apareció en el cielo, a tal altitud que no se oyó el zumbido de las alas articuladas hasta el último momento. La nave aterrizó entre una nube de polvo y arena. Esta vez, el vehículo no llevaba un gusano de arena pintado en el morro.

Liet sonrió.
Ailric ha decidido que la Cofradía no practicará más juegos. Al menos, los más descarados.

Los motores del tóptero se apagaron, y los aguzados ojos de Liet no detectaron nada anormal. Miró a sus compañeros, y todos asintieron.

Después de que la parte delantera del tóptero se abriera y una rampa cayera sobre el suelo, Liet guió a sus hombres fuera del escondite. Avanzaron, mientras sacudían el polvo de sus destiltrajes y se alisaban las ropas de camuflaje. Como la vez anterior, cuatro fremen cargaban una pesada litera de especia, melange que había sido procesada y condensada a partir del
ghanima
, o despojos de guerra, capturados durante el ataque contra la reserva ilegal de Bilar Camp.

Habían satisfecho las extravagantes exigencias de la Cofradía.

Esta vez, cuando el vehículo de ruedas descendió la rampa, el deforme representante llevaba un destiltraje modificado, de deficiente confección y peor entallado.

El hombre de la Cofradía no era consciente de su ridículo aspecto. Rodó hasta los fremen como si fuera un experto hombre del desierto. Ailric abrió su mascarilla con un gesto pretendidamente elegante.

—Me han ordenado que permanezca en Arrakis durante cierto tiempo —dijo con su voz sintética—, puesto que los viajes en crucero son cada vez más… inseguros.

Liet no contestó. Los fremen despreciaban las conversaciones superficiales. Ailric adoptó una postura más tiesa, más oficial.

—No esperaba verte de nuevo, medio fremen. Pensaba que elegiríais a un hombre del desierto más puro para actuar como intermediario en adelante.

Liet sonrió.

—Tal vez debería llevar tu agua a mi tribu, y dejar que la Cofradía envíe a otro representante. Uno que no me agobie con insultos.

La mirada alienígena del hombre de la Cofradía se posó en la litera, que los fremen habían depositado cerca del ornitóptero.

—¿Lo tenéis todo?

—Hasta el último gramo.

Ailric acercó su vehículo.

—Dime, medio fremen, ¿cómo es posible que la sencilla gente del desierto pueda disponer de tanta especia?

Liet-Kynes jamás confesaría a un forastero que los fremen cultivaban melange y robaban a los dominadores Harkonnen.

—Llámalo una bendición de Shai-Hulud.

La carcajada del hombre fue una reverberación metálica desde la caja de voz.
Estos fremen poseen recursos ocultos que nunca habíamos sospechado.

—¿Y cómo pagaréis la próxima vez?

—Shai-Hulud proveerá. Siempre lo hace. —Como sabía que la Cofradía no quería perder su lucrativo negocio, presionó un poco más—. Sé consciente de que no toleraremos más aumentos del soborno.

—Estamos satisfechos con el acuerdo actual, medio fremen.

Liet se frotó la barbilla con aire pensativo.

—Bien. En tal caso, te diré algo de gran importancia para la Cofradía Espacial, y no te costará nada. Utiliza la información como te plazca.

Las pupilas rectangulares de los ojos del hombre brillaron de curiosidad e impaciencia.

Liet dejó pasar unos segundos. En un intento equivocado de castigar a los fremen, la Bestia Rabban había arrasado tres aldeas situadas al borde de la Muralla Escudo. Si bien los fremen despreciaban a la gente de las zonas limítrofes, los hombres de honor no podían tolerar tales ultrajes. Las víctimas no habían sido fremen, pero eran inocentes. Liet-Kynes, Abu Naib de todas las tribus del desierto, pondría en marcha un plan de venganza muy especial contra el barón.

Con la colaboración de la Cofradía Espacial.

—Los Harkonnen han amasado varias reservas enormes de especia en Arrakis —anunció, sabiendo cómo reaccionaría Ailric—. El emperador no sabe nada de ellas, ni tampoco la Cofradía.

Ailric respiró hondo.

—Muy interesante. ¿Cómo obtiene el barón la especia? Controlamos sus exportaciones con minuciosidad. Sabemos cuánta melange cosechan los Harkonnen, y cuánta se envía fuera del planeta. La CHOAM no ha observado la menor discrepancia.

Kynes le dedicó una sonrisa burlona.

—Entonces, los Harkonnen deben de ser más listos que la Cofradía o la CHOAM.

—¿Dónde están esas reservas? —replicó con brusquedad Ailric—. Hemos de denunciarlas de inmediato.

—Los Harkonnen cambian de lugar con frecuencia, para despistar a los investigadores. Sin embargo, esas reservas podrían localizarse con muy poco esfuerzo.

Bajo el sol abrasador del desierto, el hombre de la Cofradía meditó durante un largo momento. Toda la especia procedía de Arrakis. ¿Y si los Harkonnen eran los culpables de la contaminación que había provocado los accidentes de los dos cruceros, y envenenado a varios funcionarios de la Cofradía en Empalme?

—Investigaremos el asunto.

Aunque nunca había sido afable, Ailric estaba más quisquilloso de lo habitual. Observó a sus hombres mientras cargaban la especia en el ornitóptero negro, consciente de que valía la pena correr riesgos debido al valor del cargamento. Analizaría la melange con todas las precauciones y más, con el fin de certificar su pureza. La comisión que recibía del enorme soborno de los fremen compensaba las incomodidades de permanecer en un lugar tan espantoso.

Liet-Kynes no se molestó en prolongar la conversación. Dio media vuelta y se marchó. Sus hombres le siguieron.

78

Hay quienes envidian a sus señores, quienes anhelan posiciones de poder, miembros del Landsraad, con fácil acceso a la melange. Esa gente no comprende cuánto le cuesta a un gobernante tomar decisiones sencillas.

Emperador S
HADDAM
C
ORRINO
IV,
Autobiografía
(inacabada)

Pocas veces se había mostrado tan preocupado Thufir Hawat, en todos sus años de servicio a la Casa Atreides. El mentat paseaba la vista de un lado a otro, mientras los criados y los cocineros preparaban la cena.

—La situación es muy grave, mi duque. Tal vez deberíamos buscar un lugar más reservado para discutir la estrategia a seguir.

Se encontraban en las cocinas del castillo de Caladan. Leto aspiró el aroma de las especias, el pan que se cocía en el horno, las salsas y otros platos en diversos estados de preparación. El fuego de la chimenea expulsaba el frío con su fulgor anaranjado.

—Thufir, si he de pensar que hay espías Harkonnen en mi propia cocina, no deberíamos ni probar la comida.

Los cocineros y panaderos trabajaban en mangas de camisa, con delantales ceñidos alrededor de sus opulentas cinturas, mientras se concentraban en la cena, indiferentes al consejo de guerra que se celebraba en la cocina.

El mentat asintió, con el ceño fruncido, como si Leto le hubiera hecho una propuesta muy seria.

—Mi duque, siempre he dicho que deberíais utilizar un detector de venenos en cada plato.

Como de costumbre, Leto desechó el consejo con un ademán. Se detuvo ante una mesa metálica larga, rodeada de canalillos de drenaje donde jóvenes pinches limpiaban una docena de pescados llegados de los muelles aquella mañana. Leto dedicó a los pescados una breve inspección, y asintió en señal de aprobación. Observó a una joven mientras elegía hierbas y setas. La joven le dedicó una sonrisa breve y seductora, y cuando él sonrió a su vez, ella enrojeció y prosiguió sus tareas.

Duncan Idaho seguía a los dos hombres.

—Hemos de considerar todas las posibilidades del plan, Leto. Si tomamos la decisión equivocada, condenaremos a nuestra gente a una muerte segura.

Leto miró al mentat y al maestro espadachín.

—Entonces, no podemos tomar la decisión equivocada. ¿Nuestro correo todavía no ha regresado de Empalme? ¿Tenemos más información?

Duncan negó con la cabeza.

—Lo único que sabemos con seguridad es que el crucero en el que viajaban Gurney y el príncipe Rhombur se extravió durante un tiempo, pero luego regresó al cuartel general de la Cofradía. Todos los pasajeros desembarcaron y fueron retenidos para ser interrogados. La Cofradía no ha explicado si han sido enviados a sus lugares de destino.

Hawat emitió un gruñido.

—Por lo tanto, todavía podrían seguir retenidos en Empalme, aunque tendrían que haber llegado a Ix hace más de un mes. Como mínimo, Gurney y Rhombur han sufrido un retraso. El plan no transcurre tal como esperábamos.

—Suele pasar, Thufir —dijo Leto—, pero si desistimos cada vez que algo sale mal, no lograríamos nada.

Duncan sonrió.

—Un maestro espadachín me dijo algo muy parecido en Ginaz.

Thufir se humedeció sus labios manchados de safo.

—Es cierto, pero no podemos confiar en tópicos. Hay demasiadas vidas en juego. Hemos de tomar la decisión correcta.

Los panaderos dieron forma de trenza a la masa recién hecha, la untaron de mantequilla y añadieron semillas de una en una, como si depositaran joyas sobre una corona real. Leto dudaba de que los cocineros prestaran una atención especial a sus tareas porque él estuviera presente. Siempre eran muy meticulosos.

Teniendo en cuenta que Jessica, Rhombur y Gurney estaban ausentes, Leto consideraba necesario fingir que llevaba una vida normal. Se había dedicado a pasar más horas de la cuenta en el patio con sus subditos, a concentrarse en sus deberes ducales, incluso había enviado ayuda para las víctimas de Richese. Pese a los planes secretos que se extendían como un nudo alrededor del Imperio, intentaba convencer a su personal del castillo de que la vida en Caladan continuaría como de costumbre.

—Repasemos las posibilidades, mi duque —dijo el mentat. No adelantó su opinión en aquel momento. Lo haría más tarde, cuando se iniciaran las discusiones—. Supongamos que Rhombur y Gurney no llegan a Ix, y son incapaces de atizar la rebelión interna que habíamos esperado. En tal caso, si las tropas Atreides lanzan de forma prematura un ataque frontal, sin que las defensas tleilaxu hayan sido debilitadas, se podría producir una matanza entre nuestros hombres.

Leto asintió.

—¿Crees que no lo sé, Thufir?

—Por otra parte, ¿qué pasará si aplazamos nuestro ataque? Es posible que, en este momento, Rhombur y Gurney estén soliviantando al pueblo oprimido. Como saben el momento exacto de nuestra llegada, suponed que los ixianos se alzan en armas e intentan acabar con los invasores, a la espera de nuestros refuerzos…, pero las tropas de la Casa Atreides no llegan como estaba previsto.

Duncan parecía nervioso.

—Serán masacrados, y también Rhombur y Gurney. No podemos abandonarlos, Leto.

El duque, absorto en sus pensamientos, estudió a sus dos asesores. Sus hombres leales le seguirían en cualquier circunstancia. Pero ¿qué decisión debía tomar? Vio que una oronda cocinera preparaba un pastel, uno de los postres favoritos de Rhombur, cuando su cuerpo funcionaba con normalidad. Leto sintió que las lágrimas se agolpaban en sus ojos, y dio media vuelta, sabiendo cuál era la respuesta.

—Mi padre me enseñó esto: siempre que me enfrente a una decisión difícil, he de seguir el camino del honor, dejando de lado toda otra consideración.

Permaneció inmóvil, mientras observaba a los diligentes trabajadores de la cocina. Muchas cosas dependían de su decisión. Pero para un duque Atreides no existía otra alternativa.

—Me he comprometido con el príncipe Rhombur, y por tanto, con el pueblo de Ix. He de seguir con el plan. Hemos de hacer todo lo posible por conseguir el éxito.

Se volvió y salió de la cocina, seguido del mentat y el maestro espadachín, en dirección a un lugar donde pudieran continuar su trabajo.

79

La supervivencia exige vigor y buenas condiciones físicas, además de tener conciencia de las limitaciones. Has de averiguar lo que tu mundo te pide, lo que necesita de ti. Cada organismo tiene su papel en la conservación del ecosistema. Cada uno tiene su nicho.

Planetólogo Imperial L
IET
-K
YNES

Si bien era el cuartel general de la Cofradía, Empalme no era un planeta muy apetecible para vivir.

—No sé cuánto más podré esperar —gruñó Rhombur—. ¡Quiero estar en Ix!

Restringidos a una zona para esparcimiento de pasajeros, alejada de los talleres de cruceros y muelles de mantenimiento, Gurney Halleck y él paseaban por un campo de hierbanegra. Rhombur pensaba que debía ser el emplazamiento de una escuela de Navegantes abandonada, pero nadie respondía a sus preguntas. El sol del mediodía arrojaba una luz apagada y brumosa.

Pese a las repetidas súplicas e intentos de soborno, no habían podido enviar un mensaje a Caladan. La Cofradía había aislado por completo a todos los pasajeros del crucero extraviado, les mantenía prisioneros en Empalme, como si intentara ocultar las noticias del crucero accidentado y el Navegante muerto. El duque Leto no sabía nada al respecto. A estas alturas, debía suponer que sus dos agentes habían llegado a Ix, y ya estaban soliviantando a la población oprimida. La Casa Atreides contaba con ellos.

Pero a menos que Rhombur lograra algo pronto, esa suposición se convertiría en un grave peligro para las fuerzas Atreides.

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