James Potter y la Encrucijada de los Mayores (66 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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Observaba el reloj que había sobre el escritorio de Madame Curio mientras los diez minutos pasaban con su tictac. Luchó contra el impulso de ir y abrir la ventana antes de que los diez minutos hubieran pasado. Si Madame Curio volvía y le veía de pie junto a la ventana abierta, sospecharía una traición a pesar de que la ventana estuviera a diez metros del suelo. Finalmente, cuando el minutero estuvo en su lugar, anunciando las ocho y cuarto, James saltó de la cama. Cogió la carta de la mesilla y corrió ágilmente hacia la ventana más alejada de la derecha. El picaporte cedió con facilidad y James abrió la ventana a la fresca y brumosa noche. El cielo finalmente se había despejado, revelando un polvo plateado de estrellas, pero no había señal de Nobby. James se inclinó sobre la ventana, asomándose a lo largo del alféizar, y una monstruosa forma silenciosa surgió amenazadoramente de la oscuridad acercándose a él, apagando las estrellas. Cayó sobre él pesadamente, rodeándole, y sacó su cuerpo por la ventana antes de que tuviera tiempo de gritar pidiendo ayuda. La figura apretó, dejándole sin respiración de forma que el aliento de se le escapó en un silbido. Muy por debajo una voz dijo en un susurro.

—¡No tan fuerte! ¡Vas a machacarle los huesos!

La gigantesca mano soltó un poco y James vio pasar yardas de giganta mientras era bajado al suelo.

—¡Bien hecho, Prechka! —gritó Zane, palmeando a la giganta en la espinilla. Ella gruñó alegremente y abrió la mano, haciendo rodar a James hasta el suelo entre sus enormes pies.

—¡Creía que solo ibais a mandar a Nobby! —jadeó James, levantándose a gatas.

—Esto fue idea de Ted —dijo Ralph, saliendo de la sombras de un arbusto cercano—. Sabía que querrías salir y ocuparte de todo este asunto de Merlín, especialmente ahora. Salió en busca de Grawp en el momento en que vio que Jackson se te llevaba. Grawp encontró a Prechka, que es lo suficientemente alta como para alcanzar la enfermería y nosotros justo estábamos buscando la forma de conseguir que te acercaras a la ventana cuando nos graznaste. Todo ha salido a la perfección, ya ves.

—Yo diría —dijo James, frotándose las costillas con el talón de la palma izquierda—, que es una suerte que sea zurda o probablemente necesitaría otra dosis completa de Crecehuesos para mi brazo. ¡Menudo apretón! ¿Y dónde está Ted, por cierto?

—Arresto domiciliario en su Casa, junto con el resto de los Gremlins —dijo Zane, encogiéndose de hombros—. McGonagall sabe que estaban involucrados en el plan para robar la escoba, aunque no puede probarlo aún. Probablemente lo dejará correr... está mucho más interesada en diseccionar a Recreant y Sacarhina... pero Jackson tuvo la idea de sacar a todos los Gremlins de escena hasta mañana por la mañana, cuando todo este asunto de Prescott esté arreglado. Ted fue enviado a la sala común Gryffindor en el momento en que volvió del bosque con Grawp. Todo el mundo está así excepto Sabrina, que sufrió una maldición bastante desagradable de gigantismo de Corsica. Su nariz es del tamaño de una pelota de fútbol. No se puede hacer nada al respecto excepto dormir, aparentemente. Creo que nosotros también habríamos sido puestos bajo vigilancia, solo que Jackson cree que Ralph es demasiado tonto para estar involucrado en el asunto de la escoba y yo tenía la coartada perfecta, habiendo estado allí mismo en el campo todo el tiempo. Así que aquí estamos. ¿Cuál es el plan, James?

James miró de Zane, a Ralph y a Prechka, y después tomó un profundo aliento.

—El mismo que antes. Tenemos que acudir al Santuario Oculto y detener a Jackson, Delacroix y a cualquier otro que esté involucrado. Tenemos que hacernos con el báculo de Merlín, si podemos, y lo que es más importante, tenemos que escapar para poder testificar sobre quién está involucrado.

—Eso, eso —estuvo de acuerdo Ralph.

—Pero primero —dijo James, sosteniendo en alto la carta que había escrito a su padre—. Tengo que enviar esto. Debería haberlo hecho hace semanas, pero mejor tarde que nunca. Ted tenía razón. Si no hubiéramos pedido ayuda a los Gremlins, todavía estaría atrapado ahí, en la enfermería.

—Si no hubiéramos pedido ayuda a los Gremlins no habrías acabado allí en primer lugar —masculló Ralph, pero sin mucha convicción.

—Zane —dijo James, girándose hacia él y metiéndose la carta en el bolsillo—. ¿A qué hora se supone que se producirá el alineamiento de los planetas?

—A las nueve y media —respondió Zane—. Solo tenemos una hora y media.

James asintió.

—Reuníos conmigo en el bosque cerca del lago en quince minutos. Traed a Prechka si quiere venir.

Zane levantó la mirada hacia la oscura mole de la giganta.

—No creo que pudiéramos librarnos de ella ni aunque quisiéramos. Al parecer le gusta ayudar.

—Excelente. Ralph, ¿tienes tu varita?

Ralph sacó su varita ridículamente grande del bolsillo de atrás. La punta verde lima brillaba de forma extraña en la oscuridad.

—No salgas de casa sin ella —dijo.

—Bien, mantenla a mano. Tú estás de guardia. Intenta recordar todo lo que hemos aprendido en D.C.A.O. y estate listo para ponerlo en práctica. Ya está entonces. Vamos.

James atravesó a toda prisa las sombras de los pasillos, intentando moverse a la vez rápidamente y sin levantar sospechas, lo que era todo un desafío. Llegó al agujero del retrato justo cuando salía Steven Metzker.

—¡James! —dijo Steven, parpadeando por la sorpresa—. ¿Qué estás haciendo aquí? Se suponía que tenías que estar... —Se detuvo y miró alrededor, a los pasillos oscurecidos—. Entra antes de que alguien te vea.

—Gracias, Steven —dijo James, agachándose para entrar a través del retrato.

—De nada —replicó Steven—. Y lo digo en serio. No te he visto, y tú no me has visto a mí. No hagas que me arrepienta de esto.

—¿Arrepentirte de qué? No ha pasado nada.

Steven salió al pasillo mientras el retrato de la Dama Gorda se cerraba tras James.

Los Gremlins, excepto Sabrina, estaban reunidos alrededor del fuego con aspecto malhumorado y agitado. Noah vio a James y se sentó erguido.

—Ya veo que Prechka encontró a su hombre.

Los demás se giraron y sonrieron maliciosamente.

—¿Qué haces aquí? —dijo Ted, poniéndose serio—. Ralph y Zane acaban de sacarte. Nos llevó la mitad de la noche planearlo todo después del desastre del campo de Quidditch, así que ya es bastante tarde. Deberías ir de camino a la isla. ¿Quieres que vayamos con vosotros?

—No, ya tenéis bastantes problemas. Solo quiero enviar esto —Levantó la carta. Ted asintió con aprobación, presintiendo para quien era—. Me reuniré con Ralph y Zane en el bosque en diez minutos.

—Yo quiero ir —dijo Noah, levantándose—. Corsica maldijo a Sabrina. Quiero devolverle el favor.

James sacudió la cabeza.

—Vosotros tres tenéis un trabajo distinto esta noche, y puede que implique una maldición o dos. Si Ralph, Zane y yo fallamos, Jackson o algún otro aparecerá probablemente por aquí buscando la túnica de Merlín. Vosotros tres tenéis que protegerla. Si alguien viene a buscarla tenéis que detenerle, no importa como. Odio pediros esto pero... ¿lo haréis?

Petra asintió y miró a Noah y Ted.

—No hay problema. Pero por mucho que nos encantaría tener la oportunidad de encargarnos de esos tipos, intenta no fallar, ¿vale?

James asintió, y después se giró y corrió escaleras arriba hacia los dormitorios de los chicos. La habitación estaba oscura y silenciosa, excepto por una vela cerca de la puerta del diminuto baño. Nobby, no le había cogido afición a la Lechucería y continuaba apareciendo en la ventana de James, y durmiendo en su jaula.

—Nobby —susurró James urgentemente—, tengo un mensaje para que se lo entregues a papá. Sé que es tarde, pero es realmente importante.

El enorme pájaro alzó la cabeza de debajo del ala y se lamió el pico, adormilado. James abrió la puerta de la jaula, dejando saltar a Nobby sobre la mesa. Cuando la nota estuvo atada a la pata extendida de Nobby, James abrió la ventana.

—Y esta vez, cuando vuelvas, ve a la Lechucería. Por agradable que sea tenerte alrededor vas a meterme en más problemas aún. ¿Vale?

La lechuza miró a James con sus ojos enormes e inescrutables, después saltó al alféizar de la venta. Con un revoloteo de alas, Nobby se lanzó a la oscuridad.

James estaba a punto de volver escaleras abajo cuando su mirada captó el bulto oscuro de su baúl. ¿Estaba ligeramente fuera de su posición normal? Sintió un repentino y helado temor. Quizás Jackson ya tenía la túnica. Quizás había comprobado su maletín antes de salir hacia el Santuario Oculto, solo para asegurarse, y había descubierto el cambiazo. Seguramente los Gremlins de abajo habrían visto a Jackson entrar y salir, pero otra vez, quizás no. Como James había comprendido antes, Jackson era astuto. Quizás se había disfrazado, o quizás había pedido a Madame Delacroix que utilizara su habilidad de fisioaparición remota para aparecer sin más en el dormitorio de los chicos y coger directamente la túnica. Una vez más, Ted había mencionado que Zane y Ralph habían estado allí, planeándolo todo tras el desastre del Quidditch. James tenía que saberlo. Se agachó cerca del baúl y sacó la varita. La cerradura se abrió a su orden y revolvió el contenido hasta que encontró el maletín enterrado en el fondo. Todavía estaba allí, pero ligeramente abierto. James jadeó de miedo, entonces tanteó dentro. Sus dedos encontraron los lisos pliegues de tela. Podía incluso oler la fragancia fantasmal de las hojas, la tierra y los vientos vivos. Soltó un gigantesco suspiro de alivio.

Con el baúl abierto, James se preguntó si había algo que pudiera necesitar en su aventura en la isla. Miró alrededor a la pila de ropa desordenada y utensilios que había en el extremo de su cama. Después de considerarlo un momento, agarró el Mapa del Merodeador y la Capa de Invisibilidad. Cerró de golpe el baúl, utilizando su varita para asegurarlo, y después, habiendo dejado su mochila sobre la mesita de la enfermería, metió el mapa y la capa en una bolsa de cuero que su madre le había dado a principios de año. Se giró y bajó las escaleras rápidamente, deteniéndose solo para recordar a Noah, Petra y Ted los poderes de Delacroix.

—No te preocupes —dijo Noah, levantándose de un salto y dirigiéndose hacia las escaleras—. Haremos turnos para mantener vigilado tu baúl. Cambios cada hora, ¿Vale, Ted?

Ted asintió con la cabeza. Satisfecho, James pasó agachado a través del agujero del retrato para ir al encuentro de Ralph y Zane.

Cinco minutos después, cuando salía del patio a los terrenos, los ojos de James estaban demasiado deslumbrados por las luces del interior como para ver claramente en la oscuridad. Tanteó su camino por la cuesta hacia el lago hasta que oyó silbar a Zane, aparentemente intentando imitar a un pájaro. El sonido venía de su izquierda, y cuando James se giró hacia allí, finalmente pudo divisar el bulto de la giganta de pie en la linde del bosque. Zane y Ralph estaba agazapados cerca.

—Eso estuvo bastante bien, ¿eh? —dijo Zane, sonriendo—. Lo vi en una película de James Bond. Creí que lo apreciarías.

—Guay —asintió James. El frío del aire nocturno se había posado sobre él y sentía una descabellada sensación de excitación y miedo. Este era el momento. No había vuelta atrás. Ahora mismo su ausencia de la enfermería probablemente estaba siendo descubierta. Puede que tuvieran problemas mañana, pero si fracasaban ahora aún habría peores problemas por venir. James levantó la mirada hacia Prechka.

—¿Nos dejará montar sobre sus hombros? Es la única forma de llegar allí a tiempo.

Prechka le oyó. En respuesta, se agachó, haciendo que la tierra se estremeciera cuando sus rodillas golpearon la ladera.

—Prechka ayuda —dijo, intentando evitar que su voz retumbara—. Prechka lleva a los hombrecillos. —Sonrió a James y su cabeza, ahora al nivel de James, era casi tan alta como él. Zane, Ralph y James treparon por turnos por su brazo y hasta los grandes hombros caídos de la giganta. James necesitó que Ralph y Zane le ayudaran, ya que su entablillado brazo derecho casi no le servía de nada. Cuando Prechka se puso de pie, fue como montar un elevador hasta la copa de los árboles. Sin una palabra, la giganta comenzó a atravesar el bosque. Las ramas superiores de los árboles gemían ocasionalmente a su paso cuando Prechka las empujaba a un lado como si fueran enredaderas.

—¿Cómo sabe a dónde tiene que ir? —preguntó James en voz baja.

Ralph se encogió de hombros.

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