James Potter y la Encrucijada de los Mayores (43 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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—¿Entonces qué piensas? —preguntó Ralph mientras pasaban junto al cuadro cubierto por cortinas de la vieja señora Black y subían las escaleras—. ¿Todavía crees que hay una gran conspiración Merlín?

James asintió.

—Definitivamente. ¿Recuerdas nuestra primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras? ¿Cuando el profesor Jackson entró para hablar con el profesor Franklyn de algo? Ambos estaban de pie y entonces la reina vudú apareció para decir a Jackson que su clase le estaba esperando. ¿Recuerdas?

—Sí, claro.

—Bueno, ¿sabes ese maletín que Jackson lleva a todas partes? Eché una mirada dentro. Estaba un poco abierto y solo a unos pocos centímetros de mí. Había un gran bulto de tela negra de algún tipo en él. ¡Jackson me vio mirar y me lanzó una mirada que derretiría a cualquiera!

James abrió la puerta de su habitación y Ralph se lanzó sobre su catre.

—¿Y? No lo capto.

—¿Recuerdas lo que os conté sobre la noche en que me oculté bajo la Capa de Invisibilidad de mi padre y le seguí a él y al profesor Franklyn? Franklyn le dijo a mi padre que debía mantener vigilado al profesor Jackson. Dijo que Jackson estaba implicado en todo ese movimiento de la propaganda anti-auror. ¿No lo ves?

Ralph frunció el ceño de nuevo, pensando con fuerza.

—No sé. No puedo creer que el profesor Jackson forme parte de un complot para empezar una guerra contra los muggles. Es duro, pero parece guay.

—Eso es lo que yo creía también, pero Ralph, ¿sabes qué creo que es esa cosa que tiene en su maletín? ¡Creo que es una de las reliquias! ¡Creo que es la túnica de Merlín! La mantiene a salvo hasta que pueda conseguir el resto de las reliquias.

Los ojos de Ralph se abrieron de par en par.

—¡No! —dijo con un susurro bajo—. ¡No puede ser! Quiero decir, ¡el profesor Jackson... !

—Eso no es todo —dijo James, escarbando en su mochila—. Echa un vistazo a esto. Sacó
El Profeta
doblado que Zane le había dado, el que tenía la historia sobre la manifestación contra la visita de Harry Potter—. Ha estado en el fondo de mi mochila todo el rato. Olvidé incluso que lo tenía, pero echa un vistazo al artículo de la parte de atrás. —James dio un golpecito al artículo sobre el allanamiento en el Ministerio de Magia y los ladrones extrañamente malditos que aparentemente había entrado para no llevarse nada. Ralph lo leyó lentamente, después levantó la mirada hacia James, con los ojos abiertos.

—Dice que uno de los lugares en los que forzaron la entrada fue el Departamento de Misterios —dijo—. ¿Crees que estos tipos estaban buscando el trono de Merlín?

—Quizás —admitió James, pensando con fuerza—. Pero no lo creo. Creo que fueron contratados como diversión. Dicen que ninguno de ellos tenía grandes antecedentes, ¿no? No podrían haber entrado en el Ministerio por su cuenta. Quizás eran solo una distracción, alborotando las cosas y armando un poco de jaleo mientras
alguien
más buscaba el trono y lo sacaba de allí.

—Pero dice que no se robó nada —dijo Ralph, volviendo a mirar el artículo.

—Bueno, no iban a admitir que el trono de Merlín había sido robado, ¿no? —replicó James—. Quiero decir, que sería un poco inquietante admitir que un artilugio de magia oscura ha desaparecido, con todas esas historias de magos malvados intentando utilizar las reliquias para traer de vuelta a Merlín durante siglos. Además.... —Pensó en lo que Luna les había contado—. Si ha estado guardado en las cámaras del Departamento de Misterios desde el siglo dieciséis, quizás ni siquiera saben que ya no está allí. ¿Cómo iban a saber que falta un artículo en ese enorme lugar? Luna las llamó las "cámaras interminables", ¿verdad?

—Entonces —dijo Ralph, todavía examinando el artículo—. Alguien contrató a los tres matones para que irrumpieran y revolvieran las cosas, mientras el auténtico ladrón se hacía con el trono de Merlín. Luego el auténtico ladrón maldice a esos tipos para que no puedan hablar, y les tiende una trampa. ¿Correcto? Bastante marrullero. Pero aún así, ¿dónde ocultar algo como el trono de Merlín? ¿Los objetos mágicos, especialmente los oscuros, no dejan una impronta bastante notable? Quiero decir, tu padre y sus aurores lo captarían de algún modo, ¿no?

—Sí —estuvo de acuerdo James dubitativamente—. Tienen que tenerlo en algún lugar que esté o realmente lejos de la civilización, u oculto bajo capas de encantamientos desilusionadores y hechizos de secretismo. Más de los que cualquier bruja o mago podrían erigir por su cuenta. Necesitarían un lugar totalmente protegido y absolutamente secreto, como... —se detuvo, la comprensión florecía en él. Su boca colgó abierta y sus ojos se ampliaron más y más.

—¿Qué? —preguntó finalmente Ralph. James le miró, y después le quitó el periódico. Le dio la vuelta, examinando la portada.

—¡Eso es! —dijo con un susurro sin aliento—. ¡Mira! El allanamiento fue la noche antes de nuestra llegada a la escuela! ¿Recuerdas cuando estábamos en los botes cruzando el lago por primera vez? ¡Vi a alguien en un bote al borde del lago!

—Sí —dijo Ralph lentamente, entrecerrando los ojos—. Supongo. Al día siguiente, cuando llegaron los americanos, viste a la vieja Madame Delacroix y creíste que había sido ella. Yo pensé que estabas exagerando un poco.

James le ignoró y siguió.

—Decidí que no podía haber sido ella, porque la mujer que vi en el lago era mucho más joven. Aún así, el parecido era espeluznante. Sabes donde vi ese bote, ¿no? ¡Fue donde Zane y yo encontramos la isla! ¡El Santuario Oculto! ¡Creo que después de todo
era
Madame Delacroix!

—¿Cómo? —preguntó Ralph simplemente—. No llegó hasta el día siguiente.

James explicó a Ralph lo que el profesor Franklyn había revelado sobre Madame Delacroix durante la cena en las habitaciones de los Alma Aleron.

—Era su espectro —concluyó—. Se proyectó a sí misma hacia el lago, en ese lugar de la isla, utilizando la habilidad de la que Franklyn nos habló. ¡No me sorprende que se enfadara tanto cuando él nos explicó que podía proyectar una versión más joven de sí misma en cualquier lugar que quisiera!

Ralph pareció dudar.

—¿Pero por qué? ¿Qué iba a hacer flotando por ahí en un bote en medio del lago?

—¿No lo ves? —exclamó James, intentando mantener la voz baja—. Quienquiera que robara el trono de Merlín necesitaría ocultarlo en un lugar tan seguro y secreto que nadie más pudiera presentirlo. ¿Qué mejor lugar que los terrenos de Hogwarts? ¿Por qué crear un lugar ultra poderosamente oculto cuando ya existe uno, y vas a ir allí de todos modos? Madame Delacroix envió a su espectro a la isla esa noche para entregar el trono robado. Lo ocultó allí mismo en los terrenos de Hogwarts, allí en la isla. El Bosque Prohibido ya está tan lleno de magia que el trono probablemente se pierda entre el ruido de fondo para los magos de la escuela. ¡El Santuario Oculto debe ser su escondite!

Ralph miró a James, mordiéndose los labios y abriendo los ojos. Finalmente dijo:

—Guau, esto es tan espeluznante que tiene sentido. ¿Crees que está compinchada con Jackson entonces?

—De una forma u otra, están juntos —asintió James.

—Esto apesta —dijo Ralph rotundamente—. Realmente estaba empezando a gustarme el profesor Jackson. Pero aún así, ¿de qué sirve todo esto? Quiero decir que Luna dice que es imposible traer de vuelta a Merlín. Parecía pensar que cualquiera que lo intentara estaba directamente chalado. Muerto una vez, muerto para siempre. ¿Por qué no dejar que Delacroix y Jackson disfruten de sus fantasías?

James no podía dejarlo correr. Sacudió la cabeza.

—No sé Delacroix, pero el profesor Jackson es más listo que eso. Enseña Tecnomancia, ¿no? No se uniría a un plan alocado si no pensara que iba a funcionar. Además, todo el mundo sigue hablando como si Merlín hubiera muerto. Pero Austramaddux no dice que muriera, ¿no? Sólo abandonó el mundo de los hombres.

Ralph se encogió de hombros.

—Lo que sea. A mí me parece bastante dudoso. —Se recostó hacia atrás en su catre.

—¡Vamos, Ralph! —dijo James, tirándole el periódico—. ¡Están intentando traer de vuelta a Merlín para comenzar una guerra con los muggles! ¡Tenemos que detenerlos!

Ralph rodó de costado y le frunció el ceño.

—¿Qué quieres decir? Tu padre es jefe de aurores. Si te preocupa esto, cuéntaselo. Su trabajo es detener cosas como ésta, ¿no? ¿Y qué íbamos a hacer nosotros de todos modos?

James estaba exasperado.

—¡Podemos intentar detenerles! Nadie nos creerá si se lo contamos ahora. Intentaremos reunir las reliquias nosotros mismos. ¡Si lo hacemos, al menos tendremos pruebas!

Ralph continuó mirando a James. Después de un minuto habló.

—¿No crees que podrías estar haciendo una montaña de un grano de arena? Es decir, entiendo que quieras seguir los pasos de tu padre y todo eso, intentar salvar el mundo y ser el héroe...

—Cállate, Ralph —dijo James, de repente enfadado—. No sabes de lo que estás hablando.

Ralph rodó sobre su espalda.

—Sí, tienes razón. Lo siento —James lo sabía, desde su anterior pelea Ralph ponía mucho cuidado en no decir nada demasiado controvertido.

—Está bien —admitió James—. Sé porque dices eso. Pero esto es diferente. De verdad que no solo estoy intentando ser papá, ¿vale? Quizás no haya forma de traer de vuelta a Merlín. Pero aún así, estos tipos del Elemento Progresivo no son trigo limpio. Si podemos probar que están intentando empezar una guerra, al menos podremos acallarlos, ¿no? Si podemos hacerlo, creo que deberíamos. ¿Estás conmigo?

Ralph sonrió a James.

—Por supuesto. ¿De qué sirve ser un mago si no hay una misión para salvar el mundo?

James puso los ojos en blanco.

—Calla y duérmete, Ralphinator.

Pero James no pudo dormir, no durante mucho tiempo. Pensaba y pensaba en todo lo que había aprendido esa noche, en las conexiones que Ralph y él habían hecho. Tenía demasiado sentido. Tenía que ser cierto. Y por mucho que confiara en Luna, no podía aceptar del todo que fuera imposible traer a Merlín al mundo de algún modo. Había sido el mayor mago de todos los tiempos, ¿no? Estaba seguro de que había sido capaz de cosas que incluso los magos más poderosos encontrarían imposibles. James no estaba dispuesto a dejarlo correr. Aún así, parte de él se había sentido picada por la sugerencia de Ralph de que simplemente buscaba una forma de hacerse el héroe, como su padre. No porque supiera que fuera cierto, sino porque temía que pudiera serlo. Finalmente, varias horas después de que la casa quedara en silencio, sintiéndose confuso y exhausto, James se quedó dormido.

El día antes del viaje de vuelta a la escuela, James estaba vagando por las habitaciones superiores de Grimmauld Place, aburrido e intranquilo. Los últimos invitados se habían marchado el día anterior, y Ralph había ido con Ted y Victoire a ver la oficina de Harry en el Ministerio. James ya había estado allí un montón de veces, pero la razón principal para no acompañarles había sido que quería tiempo para pensar. Después de una hora de estar tendido sobre la cama garabateando notas sin sentido y dibujando en hojas de pergamino, se levantó y subió las escaleras hasta el cuarto piso. Los pisos superiores estaban en silencio y somnolientos, con motas de polvo nadando perezosamente en los rayos de sol que se colaban a través de las ventanas cubiertas de escarcha. Todas las camas estaban hechas, los baúles casi preparados. Todo el mundo abandonaría Grimmauld Place en los próximos días, reduciéndolo de nuevo al vacío temporal. Incluso Kreacher había sido convencido para acompañar a la familia de vuelta a la residencia principal en Marble Arch durante un par de meses. La edad y la quietud de la casa parecían llenar los cuartos, como una neblina. James se sentía como un fantasma.

Estaba pasando junto a la puerta del dormitorio de sus padres cuando se detuvo. Dio un paso atrás y se asomó dentro. Las cortinas habían sido abiertas y un duro rayo de sol atravesaba el aire como una lanza, dibujando la silueta de la ventana sobre el baúl de Harry Potter. James miró hacia las escaleras para asegurarse de que no venía nadie, y luego entró de puntillas en la habitación. El baúl no estaba cerrado del todo. Ni siquiera tenía candado. James alzó la tapa lentamente, asomándose dentro. Allí, en el mismo lugar de la última vez, estaba la Capa de Invisibilidad de su padre. Estaba firmemente doblada, encajada en una esquina, casi cubierta por una pila de calcetines. Miró de nuevo hacia la puerta, ya sintiéndose culpable. No debía, por supuesto. Absolutamente no. Cuando su padre lo averiguara, se vería metido en un buen problema. Pero una vez más, quizás su padre no lo notara. Harry Potter parecía llevar la legendaria capa con él simplemente por hábito. James no podía recordar la última vez que su padre la había usado en realidad. Parecía estar mal, en cierto modo, que un tesoro tan útil no fuera utilizado por nadie. James metió la mano en el baúl y la tocó, después, sin permitirse a sí mismo pensar en ello, sacó la capa de un tirón.

Estaba a punto de girarse y huir a su habitación cuando algo dentro del baúl captó su atención. Había estado bajo la Capa de Invisibilidad, sólo revelado porque James la había sacado. Poca gente reconocería siquiera lo que era. A primera vista, parecía solo un viejo pergamino, doblado muchas veces. Como un mapa. James lo consideró. Lo que finalmente le decidió fue pensar en lo que Ted Lupin podría decir si averiguaba que James había vuelto la espalda a tan dorada oportunidad.

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