Read James Potter y la Encrucijada de los Mayores Online
Authors: George Norman Lippert
James se quedó boquiabierto y Zane tragó audiblemente el café que había estado tomando.
—¿Qué? ¿Dónde? —preguntó James en un áspero susurro. Había decidido que después de todo iban a tener que esperar, lo cual lo había hecho sentir preocupado y aliviado al mismo tiempo. En ese momento la adrenalina se disparó en su interior. La palidez y los ojos enormes en el rostro de Ralph indicaban que estaba sintiendo lo mismo.
—¿Conoces a mi amigo Rufus Burton?
James asintió.
—Sí, otro Slytherin de primer año. Un chico con el pelo engominado ¿verdad?
—Sí. Bueno colecciona rocas y cosas así. Se llama a sí mismo sabueso cazador de rocas. Tiene un montón de piedrecitas pulidas dispuestas en un estante junto a su cama; cristales, cuarzos, zafiros con forma de luna y cosas así. Anoche le oí hablar de ello durante casi una hora. En fin, obviamente, trajo a la escuela todas sus herramientas de recolección de piedras. Tiene un pequeño martillo con forma de pico por un lado, un conjunto de pequeños raspadores, cepillos y muchas toallitas y sustancias para pulir…
—Está bien, está bien —dijo Zane—, captamos el panorama. El chico es un experto en herramientas. Estoy embelesado. ¿Cuál es el punto?
—Bueno —dijo Ralph, impertérrito—, transporta todas sus herramientas y equipo en un maletín. Anoche lo había sacado y lo tenía sobre la cama…
—¿Y es del tamaño y forma adecuados? —incitó James.
Ralph asintió, aún con los ojos desorbitados.
—Es casi perfecto. ¡Hasta tiene una pequeña placa en uno de los lados! Tiene el nombre del fabricante en ella, pero está en el mismo lugar que la pequeña placa del maletín de Jackson. Es de distinto color, y las asas son de marfil, pero aparte de eso…
—Entonces ¿cómo lo conseguimos? —preguntó James sin aliento.
—Ya lo conseguí, —respondió Ralph, pareciendo bastante asombrado de sí mismo—. Le dije que quería un bolso para llevar mis libros y pergaminos. Que mi mochila no parecía muy, ya sabéis, Slytherin. Me dijo que sabía exactamente lo que quería decir. También dijo que le habían regalado otro maletín de herramientas por navidad, así que podía quedarme con el viejo. Por eso lo había sacado; estaba quitando todo el contenido del viejo para ponerlo en el nuevo maletín, que es más grande y tiene una dura cubierta de piel de dragón. Me dijo que era hermético. —Ralph estaba empezando a divagar.
—¿Te dijo que podías quedártelo así sin más? —preguntó Zane incrédulo.
—¡Sí! Debo confesar que me puso de los nervios. Quiero decir, no es un poquito demasiada… no sé…
—Un poquito demasiada casualidad —asintió Zane.
Después de pensarlo James se decidió.
—¿Dónde está el maletín en este momento?
Ralph se sobresaltó un poco.
—Lo traje conmigo, pero lo escondí en uno de los armarios que hay debajo de las escaleras. No quería que nadie me viera con eso aquí adentro. Por si acaso.
—Bien pensado. Vamos —dijo James, levantándose.
—¿Todavía queréis hacerlo? —preguntó Ralph, siguiéndolos renuentemente—. Es decir, de todas formas, íbamos a esperar hasta la semana que viene…
—Eso era solo porque no teníamos otra opción.
—Bueno —murmuró Ralph—, siempre hay opciones. Quiero decir, no tenemos porque hacerlo de esta forma, ¿o sí? ¿No podría uno de nosotros esconderse bajo la Capa de Invisibilidad y hacer el intercambio cuando Jackson no esté mirando?
Zane negó con la cabeza:
—De ninguna manera. Hay muy poco espacio ahí dentro. Jackson se toparía contigo en una de sus vueltas. Si vamos a hacerlo, esta es la única forma.
—Mira, creo que estamos destinados a hacer esto —dijo James, volviéndose para enfrentar a Ralph y a Zane, cuando llegaron a la puerta—. Si existe algo así como el destino, entonces eso fue lo que anoche puso ese maletín en tus manos, Ralph. No podemos perder esta oportunidad. Sería como… como escupirle en la cara al destino.
Ralph parpadeó, tratando de imaginárselo. Zane frunció el ceño pensativamente.
—Suena serio.
—¿Aun estáis conmigo? —preguntó James.
Ambos chicos asintieron.
El maletín todavía estaba en el armario debajo de la escalera principal, y era tan similar al de Jackson como Ralph había descrito. Era de color rojo encendido, y estaba mucho más ajado por haber sido arrastrado por el suelo y las piedras, pero era exactamente del mismo tamaño y forma, con un cierre metálico articulado en el centro.
Ralph ya había metido su capa de vestir dentro de él, y cuando James lo abrió para comprobarlo, tenía casi exactamente el mismo aspecto que había tenido la tela que había en el maletín de Jackson cuando se había abierto aquel día en la clase de Franklyn.
—Llevémoslo al baño de los chicos en los sótanos superiores —dijo James, mientras bajaba la escalera precediendo a los otros dos—. Está justo debajo del aula de Tecnomancia. ¿Necesitas algo en particular, Zane?
—Solo mi varita y mis apuntes —respondió Zane. Horace Birch había estado más que dispuesto a explicarle el encantamiento
visum-ineptio
a Zane, pero este no había tenido oportunidad de practicarlo. Además el encantamiento solo funcionaría —si es que funcionaba— en una persona que no supiera que se había practicado. En consecuencia James, Ralph y Zane no sabrían si el encantamiento estaba funcionando. Solo les restaba tener confianza en la habilidad de Zane hasta que se hubiera llevado a cabo el intercambio y Jackson hubiera recogido el maletín falso. Solo en ese momento, de una forma u otra, la efectividad del encantamiento quedaría probada.
En el baño de los chicos, James apoyó con fuerza el maletín en el borde del lavabo. Zane buscó dentro de su mochila la varita y el trozo de pergamino donde había garabateado el encantamiento
visum-ineptio
. Le entregó el pergamino a Ralph.
—Sostenlo en alto para que lo pueda ver —le instruyó nervioso. Cuando apuntó hacia el maletín con la varita le temblaba visiblemente la mano. Después de un momento dejó caer el brazo nuevamente—. Esto está todo mal. Ralph es el maestro de la varita. ¿No puede intentarlo él?
—Horace te lo enseñó a ti —dijo James con impaciencia—. Es demasiado tarde para enseñarle los movimientos de varita a Ralph. En quince minutos tenemos una clase.
—Sí —protestó Zane—, pero ¿qué pasa si no puedo lograr que funcione? Si a Ralph le sale bien, sabremos que resultará lo suficientemente bueno como para engañar a cualquiera.
—Y si le sale mal —insistió James—, nos pasaremos la próxima hora sacando pedacitos de cuero de las paredes.
—Estoy justo aquí, ¿recordáis? —dijo Ralph.
James lo ignoró.
—Debes hacerlo, Zane. Puedes hacerlo. Solo inténtalo.
Zane respiró hondo, y luego volvió a levantar la varita, apuntando al maletín. Miró el pergamino que estaba sosteniendo Ralph. Después, en voz baja y entonada dijo:
—La luz inmortal acelera el ojo, inutilizando la comprensión. Discordia, la aliada del tonto, hace de la expectativa una garantía.
Zane agitó la varita realizando tres pequeños círculos para luego tocar con ella el maletín. Se produjo un estallido y de la punta de la varita emanó un débil aro de luz. El aro creció deslizándose sobre el maletín. Luego se hizo más débil hasta desaparecer. Zane soltó el aliento.
—¿Funciona? —preguntó Ralph.
—Debe haber funcionado —dijo James—. A nosotros nos parece el mismo, por supuesto, pero algo ha ocurrido, ¿no es así? El encantamiento debe estar funcionando.
—Eso espero —dijo Zane—. Vamos, debemos llegar al aula antes que los demás.
Corrieron por el pasillo, Zane y James en estado de alerta por si veían al profesor Jackson y Ralph llevando el maletín falso envuelto en su capa de invierno.
—Esto es una estupidez —dijo Ralph rechinando los dientes—. Tengo un aspecto tan casual como Grawp vestido con tutú.
James lo hizo callar:
—No importa, ya casi llegamos.
Se detuvieron ante la puerta de la clase de Tecnomancia. Zane se asomó dentro, luego se volvió hacia James y Ralph.
—Plan B —dijo en voz baja—. Hay alguien adentro. Un Hufflepuff. No puedo recordar su nombre.
James se inclinó por el hueco de la puerta. Era un chico que reconoció vagamente de la clase de Estudios Muggle. Su nombre era Terrence y ante el escrutinio de James levantó la vista.
—Eh, Terrence —llamó James, sonriendo. Entró en la habitación con paso tranquilo. Detrás de él, oyó los susurros de Ralph y Zane. Trató de ahogar el sonido de sus voces—. ¿Qué tal tus vacaciones? ¿Viajaste mucho?
—Supongo que sí —murmuró Terrence.
Esto va a ser más difícil de lo que había esperado
, pensó James.
—¿Adónde fuiste? Yo fui a Londres en tren. Vi a la familia y a todo el mundo. Me divertí mucho. ¿Tú fuiste a algún sitio divertido?
Terrence se revolvió en su asiento.
—Fui a York con mi madre. Llovió durante la mayor parte del viaje. Asistí a un concierto de flauta.
James asintió alentándolo. Afortunadamente, Terrence, que estaba sentado a medio camino del frente de la clase, se giró hacia James. Por el rabillo del ojo, James vio a Zane cerca del escritorio de Jackson, colocando el falso maletín. Terrence comenzó a volverse hacia el frente de la habitación.
—¡Un concierto de flauta! —dijo rápidamente James en voz muy alta—, ¡Genial!
Terrence se volvió hacia él.
—No —dijo—, no lo fue.
Zane se puso de pie, dándole a James la señal de vía libre.
James lo vio y suspiró aliviado.
—Oh. Bueno. Siento oírlo —dijo, alejándose de Terrence—. Como sea. Nos vemos.
Zane y James tomaron asiento en la primera fila como habían planeado. Era una clase pequeña y el escritorio de Jackson estaba a solo unos pocos centímetros de distancia. James examinó el frente de la habitación, contento de ver que nada parecía haber sido alterado. Esperó hasta que entraron algunos estudiantes más, riendo y hablando, y luego le susurró a Zane:
—¿Dónde está?
—Está en ese pequeño rincón junto al pizarrón. Dejé la capa un poco doblada para que no colgara sobre el suelo. Solo espero que el viejo Cara de Piedra no tropiece con ella cuando vaya a colocarse detrás de su escritorio.
James miró hacia el rincón que le había señalado Zane. Era solo un nicho superficial que se formaba donde el armario de la habitación contigua se embutía en la pared. Era improbable que Jackson se aventurara hasta allí, pero no imposible.
—A veces ni siquiera se pone detrás de su escritorio en toda la clase —susurró James.
Zane levantó y dejó caer los hombros, como diciéndole que debían tener esperanzas.
Unos minutos más tarde, el profesor Jackson entró en la habitación dando zancadas y llevando su onmipresente maletín de cuero. James y Zane no pudieron evitar observarlo intensamente mientras dejaba caer la capa sobre el escritorio y ponía el maletín en el acostumbrado espacio en el suelo cerca del escritorio.
—Bienvenidos, clase —dijo Jackson vivamente—. Confío en que todos hayan tenido unas instructivas vacaciones. A uno solo le cabe esperar que no hayan olvidado todo lo que he trabajado tanto por grabar en sus mentes antes del período de descanso. Lo que me recuerda. Por favor pasen sus ensayos hacia la izquierda y luego hacia delante. Señor Walker, cuando los tenga todos yo los recogeré.
Zane asintió, con los ojos un poco desorbitados. Tanto James como Zane tenían las varitas metidas dentro de las mangas. Si Jackson lo notaba, simplemente le dirían que las llevaban de esa forma en honor a su maestro preferido de Tecnomancia, ya que el mismo Jackson llevaba la suya en una funda cosida dentro de la manga. Por suerte Jackson parecía un poco distraído.
—Corregiré sus ensayos esta noche, como siempre. Mientras tanto, echémosle un furtivo vistazo a la comprensión que han acumulado con respecto de la materia. Señor Hollis, hágame el favor de obsequiarnos con una breve definición de la Ley de Inercia Desplazada de Hechtor.
Hollis, un Ravenclaw de mejillas sonrojadas de primer año, se aclaró la garganta y comenzó a brindar su explicación. James apenas lo oía. Bajó la vista hasta el maletín de Jackson, situado tentadoramente a solo unos centímetros de distancia. James pensó que probablemente podría propinarle una patada si lo deseaba. Le palpitaba el corazón con fuerza y lo embargó la horrible y helada certeza de que no existía ni la más mínima posibilidad de que el plan funcionara. Había sido ridículamente tonto y temerario por su parte pensar que podrían llevar a cabo semejante travesura bajo las narices del profesor Jackson. Y aún así, sabía que tenían que intentarlo. Se sentía vagamente enfermo debido a la ansiedad. Jackson comenzó a pasearse.
—Demasiada palabrería innecesaria, señor Hollis, pero relativamente correcto. Señorita Morganstern, ¿podría explicarnos un poco la transferencia de inercia entre objetos de diferentes densidades?
—Bueno, las diferentes densidades responden a la inercia de diferente forma, basándose en la proximidad de sus átomos —respondió Petra—. Una pelota de plomo sería lanzada en una única dirección. Una pelota de digamos, malvavisco, sencillamente explotaría.
Jackson asintió.
—¿Hay algún rodeo tecnomántico para este hecho? ¿Alguien lo sabe? ¿Señorita Goyle?
Philia Goyle bajó la mano.
—Un hechizo de sujeción ligado al hechizo de transferencia de inercia mantendría intactas incluso las sustancias de más baja densidad, señor. Esto conlleva la ventaja añadida de que los proyectiles de baja densidad viajarán mucho más lejos y más rápido en un factor dado de inercia que un proyectil de mayor densidad, como la pelota de plomo de la señorita Morganstern.
—Es cierto, señorita Goyle, aunque no sea algo necesariamente ventajoso —dijo Jackson con una sonrisa carente de humor—. Una pluma seguirá siendo inofensiva, aunque sea disparada por un cañón.
Ante esa observación la clase rió un poco. Jackson comenzó su segundo recorrido por la habitación. Entonces, repentinamente apareció Ralph en la puerta.
—Disculgen —dijo con un tono de voz extrañamente gorgoteante. Toda la clase se volvió hacia él a excepción de James y Zane.
—Lo siendo, padece que dengo una hemodagia nasal. —La nariz de Ralph estaba, ciertamente burbujeando sangre en una proporción alarmante. Tenía un dedo debajo de ella, que se veía cubierto y resbaladizo por la sangre. Hubo un coro de oohs y aahhs proveniente de la clase, algunos divertidos y otros asqueados. Zane no perdió el tiempo. En cuanto oyó a Ralph y vio que Jackson se había girado, encaminándose hacia el lado derecho de la clase, sacó la varita de la manga.