James Potter y la Encrucijada de los Mayores (39 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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—¡Sí! Todo el mundo irá al viejo cuartel general para las vacaciones de este año. Los tíos George y Ron, las tías Hermione y Fleur, Ted y su abuela, Victoire, incluso Luna Lovegood, a la que no conoces, pero te caería bien. Es la adulta más rara que he conocido jamás, pero en el buen sentido. Casi siempre. Aunque la abuela y el abuelo no estarán allí. Están visitando a Charlie y a todos los demás en Praga este año. De todas formas, creo que incluso Neville irá. El profesor Longbottom, quiero decir.

Ralph asintió con tristeza, mirando fijamente al interior del baúl de James.

—Suena genial. Sí, bueno, espero que tengas unas felices navidades y todo eso entonces.

James dejó de recoger, recordando que el padre de Ralph estaría en viaje de negocios durante las vacaciones.

—Oh, sí. ¿Y tú que harás, Ralph? ¿Pasarás la Navidad con tus abuelos o algo?

—¿Mmm? —dijo Ralph, levantando la mirada—. Oh. Nah. Me parece que me quedaré rondando por aquí estas vacaciones. Zane no se va hasta la semana que viene, así que por lo menos le tendré a él el fin de semana. Después de eso… bueno, encontraré algo que hacer por mi cuenta —suspiró enormemente.

—Ralph —dijo James, lanzando un par de calcetines desparejados a su baúl—. ¿Quieres venir a pasar la Navidad con mi familia y conmigo?

Ralph intentó mostrarse sorprendido.

—¿Qué? No, no, nunca querría molestar a tu gran familia, que con todo el, ya sabes… no puedo. No…

James frunció el ceño.

—Ralph, ladrillo, si no vienes a casa conmigo por vacaciones, yo personalmente llevaré a cabo una transformación al azar sobre ti con tu propia varita. ¿Qué te parece, entonces?

—Bueno, ¡no tienes que ponerte agresivo! —exclamó Ralph, luego su cara cambió a una sonrisa—. ¿No les importará a tus padres?

—No. A decir la verdad, con toda esa gente entrando y saliendo, ni siquiera estoy seguro de que se den cuenta.

Ralph puso los ojos en blanco.

—Quería decir por haber estado… ya sabes, en el lado equivocado del debate y todo eso.

—Lo oyeron por la radio, Ralph.

—¡Lo sé!

—Y tú no dijiste ni una palabra.

Ralph abrió la boca, luego la cerró. Pensó por un momento. Finalmente sonrió y se dejó caer sobre la cama de Ted.

—Ya veo. Entonces, ¿dices que Victoire estará allí?

—No te hagas ilusiones. Ya sabes que es parte Veela. Vuelve loco a cualquier chico que se acerque a menos de tres metros de ella.

—Sólo quiero intentar reconciliarme con ella de algún modo. Ya sabes, por lo del incidente en D.C.A.O.

James cerró de un golpe el baúl.

—Ralph, compañero, cuanto menos digas al respecto, mejor.

La siguiente mañana, el desayuno en el Gran Comedor estuvo poco concurrido. A primera hora había caído una pesada escarcha, que había dibujado hojas de helecho plateadas en las esquinas de las ventanas y había envuelto la vista de más allá en un blanco fantasmal. James y Ralph llegaron al mismo tiempo y encontraron a Zane en la mesa Ravenclaw.

—Eres un maldito afortunado, Ralph —refunfuñó Zane, encorvándose sobre su taza de café— Yo me muero por ver como es una navidad mágica.

—A decir verdad —dijo James, sirviéndose un zumo de calabaza—, dudo que iguale a tu imaginación.

—Quizás estés en lo cierto. Incluso en los mejores momentos, tengo que admitir, que uno se siente un poco como en Halloween por aquí.

—Eh, Ralph —dijo James, codeando al chico más grande— ¡espera a ver nuestra costumbres tradicionales de Navidad! ¡Tendremos cañas de caramelo rellenos de murciélagos para comer y beberemos chocolate caliente en cráneos de elfos!

Ralph parpadeó. Zane pareció agriarse y puso los ojos en blanco.

—Sí, sí, que risa. No tiene gracia.

—Venga —dijo Ralph, finalmente pillando la broma—, tú pasarás una fantástica navidad con tu familia. Por lo menos podrás ver a tu madre y a tu padre.

—Sí, claro. Un vuelo de ocho horas de vuelta a los Estados Unidas con mi hermana Greer fastidiándome todo el camino sobre la vida en ese loco colegio mágico. Le decepcionará saber que, hasta ahora, la única forma en que puedo afectar a las cosas con mi varita sea golpearlas con ella.

—De todos modos no se nos permite hacer magia fuera de Hogwarts —dijo Ralph instructivamente.

Zane le ignoró.

—Y después, Navidad con los abuelos y todos mis primos en Ohio. No tenéis ni idea de qué tipo de locura es eso siempre.

James no pudo evitar preguntar.

—¿Qué quieres decir?

—Imaginad el tradicional cuadro americano, escena navideña tipo Norman Rockwell, ¿vale? —dijo Zane, levantando las manos como si enmarcara una foto— Abrir regalos, trinchar el pavo y villancicos junto al árbol de Navidad. ¿Lo pilláis? —Ralph y James asintieron con la cabeza, intentando no reírse ante la expresión grave de Zane.

—Bien —continuó Zane— Ahora imaginad hinkypunks en vez de personas. Os haréis una idea.

James estalló en carcajadas. Ralph, como de costumbre, solo parpadeó y miró de uno a otro.

—¡Eso es fantástico! —gritó James.

Zane sonrió con reticencia.

—Sí, bueno, es bastante divertido, supongo. Los chillidos y zarpazos, todos esos trocitos de papel de regalo volando por todo el lugar, aterrizando en la chimenea y casi quemando la casa hasta los cimientos.

—¿Qué es un hinkypunk? —preguntó Ralph, intentado seguirlos.

—Pregunta a Hagrid en la próxima clase de Cuidado de las Criaturas Mágicas —dijo James, todavía riéndose por lo bajo— todo cobrará sentido.

Más tarde esa mañana, Ralph y James se despidieron de Zane, y luego arrastraron sus baúles hasta el patio. Ted y Victoire estaban ya allí, sentados sobre sus equipajes en el escalón superior, enmarcados contra los terrenos extrañamente silenciosos y cargados de escarcha. Madame Curio había hecho crecer el pelo de Victoire tan bien como había podido en la enfermería, pero el nuevo pelo era lo bastante diferente en textura y color como para que se pudiera apreciar. Como resultado, Victoire había empezado a ponerse una variedad bastante sorprendente de sombreros. Los sombreros, si acaso, realzaban su apariencia, pero ella se quejaba de ellos a la menor oportunidad. Ese día se había puesto una pequeña boina de armiño, atrevidamente ladeada sobre su ceja izquierda. Miró fríamente a Ralph cuando éste dejó caer su baúl sobre el escalón. Pocos minutos más tarde, Hagrid llegó a la cabeza de un carruaje. Ralph se quedó boquiabierto cuando vio que nada, aparentemente, tiraba de él.

—Se supone que no tendríais que ver esto hasta el año que viene, no importa —dijo Hagrid a James, Ralph y Victoire. Tiró de la palanca del freno, bajó y empezó a lanzar con facilidad sus baúles a la parte trasera del carruaje— Pero os aseguraréis de parecer sorprendidos cuando los veáis la próxima primavera, ¿verdad?

—Oh, Hagrid —dijo Victoire altaneramente— De todos modos, si esas horribles cosas son tan feas como mama me contó, me alegro de no poder verlas —tendió una mano y Ted se la cogió, ayudándola bastante innecesariamente a entrar en el carruaje.

Algunos otros estudiantes se apiñaban dentro del carruaje, todos partiendo para las vacaciones de forma similar. Hagrid les condujo a la estación de Hogsmeade, donde subieron al Expreso de Hogwarts otra vez. El tren estaba mucho más vacío de lo que había estado en su viaje de llegada. Los cuatro encontraron un compartimiento cerca del final, y se acomodaron para el largo viaje.

—¿Así que Hogsmeade es un pueblo de magos? —preguntó Ralph a Ted.

—Claro. Las Tres Escobas y la Tienda de Golosinas Honeyduke. Las mejores chucherías del mundo. Y muchas otras tiendas, también. Podréis ir a Hogsmeade los fines de semana cuando empecéis el tercer año.

Ralph parecía pensativo, lo que significaba que su frente se fruncía mientras su labio inferior sobresalía, apretando toda su cara contra la nariz.

—¿Y cómo hacen los magos para mantener a los muggles fuera del pueblo mágico? Quiero decir, ¿no llega allí alguna carretera o algo?

—Complicada pregunta, compañero —dijo Ted, sentándose y relajando los hombros en su asiento y quitándose los zapatos de una patada.

Victoire arrugó la nariz.

—Mantenga esas sucias zapatillas lejos de mí, señor Lupin.

Ted la ignoró, estirando las piernas de un lado a otro del compartimento y apoyando los pies en el asiento opuesto.

—Este semestre estoy en la clase Aplicada de Tecnomancia Avanzada del viejo Cara de Piedra, y todo lo que puedo decirte es que lugares como Hogsmeade no están solo ocultos porque los muggles no puedan encontrar una carretera. Es todo cuestión de quantum. Si Petra estuviera aquí, podría explicarlo mejor.

James sentía curiosidad.

—¿Qué es el quantum?

Ted se encogió de hombros.

—Es una broma en A.T.A. Cuando tengas dudas, sólo di “quantum”. —Suspiró resignadamente, reuniendo sus pensamientos— Bien, imaginad que hay lugares en la tierra que son como un agujero en el espacio remendado con goma, ¿lo veis? No puedes decir que alguna parte sea diferente de la parte superior, pero quizás está un poco mullida o algo. Entonces, digamos, que aparece un mago que realmente conoce su quantum. Dice, "oh, aquí hay un sitio donde podemos levantar un estruendoso pueblo de magos". Así que lo que hace es conjurar una especie de gran peso mágico, pero es realmente, realmente diminuto, ¿vale? Y el peso se deja caer en un trozo de la realidad de goma y se baja y baja y baja. Bien. Así el peso agujerea esa realidad de goma hasta pasar a otra dimensión, haciendo un embudo en la forma del espacio-tiempo.

—Espera —dijo Ralph, frunciendo el ceño con concentración— ¿Qué es el espacio-tiempo?

—Olvídalo —dijo Ted, agitando la mano con desdén— No importa. Es todo quantum. Nadie lo pilla excepto las crujientes viejas cabezas apergaminadas como la del profesor Jackson. Sea como sea, está ese embudo en el espacio-tiempo donde el peso empuja hacia abajo la realidad de la goma. Los muggles, fijaos, sólo pueden operar en la superficie de la realidad. Ellos no ven donde el embudo se mete hacia abajo en el nuevo espacio dimensional. Para ellos, simplemente nunca ha estado ahí. Nosotros, la gente mágica, sin embargo, podemos seguir el embudo por debajo del espacio principal, si sabemos qué buscar y compartimos el secreto. Así construimos lugares como Hogsmeade.

—Así que Hogsmeade está bajo algún tipo de valle con forma de embudo —dijo Ralph experimentalmente.

—No —dijo Ted, incorporándose otra vez—. Es sólo, ya sabes, una metáfora. El paisaje se ve exactamente igual, pero dimensionalmente, atravesamos el espacio-tiempo, donde los muggles no pueden ir. Muchos pueblos de magos han sido construidos de esta forma. Criamos criaturas mágicas en reservas quantum. Todas las cordilleras montañosas donde viven los gigantes, todo enterrado en quantum, fuera de los mapas muggles. Se parece mucho a como funciona lo de la intrazabilidad. Tan simple como eso.

—¿Simple como qué? —dijo Ralph, frustrado.

Ted suspiró.

—Mira, compañero, es como las chucherías de Honeyduke. No tienes que entender como las hacen. Sólo tienes que comértelas.

Ralph se desplomó.

—No estoy seguro de que pueda hacer eso tampoco.

—Este tipo es un verdadero barril de risas, ¿no? —preguntó Ted a James.

—Si los muggles no pueden entrar —replicó James— ¿Cómo consiguió ese muggle entrar en los terrenos del colegio?

—Oh, sí —dijo Ted, recostándose hacia atrás otra vez— El misterioso intruso del Quidditch. ¿Es eso lo que dice la gente ahora? ¿Que era un muggle?

James había olvidado que no todo lo que sabía sobre el intruso era de conocimiento común. Recordó en ese momento lo que Neville Longbottom había dicho sobre los disparatados rumores que rodeaban al misterioso hombre del campo de Quidditch.

—Sí —dijo, intentando parecer despreocupado— Oí que podía haber sido un muggle. Sólo me estaba preguntando como un muggle podría entrar, con todo este rollo del, ya sabes, quantum.

—En realidad —dijo Ted, entrecerrando los ojos para mirar por la ventana hacia el luminoso día—, supongo que incluso un muggle podría entrar si va acompañado de un mago, o si es dirigido de algún modo. No es que
no puedan
entrar, exactamente. Es sólo que, mientras sus sentidos estén afectados, para ellos estos espacios ni siquiera existen. Aunque si una persona mágica le guiara, y el muggle pasara a través, a pesar de lo que le dicen sus sentidos… claro, sería posible, supongo. ¿Pero quién sería lo suficientemente estúpido como para hacer algo así?

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