James Potter y la Encrucijada de los Mayores (18 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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James sintió su estómago caer en picado. Esperaba pasar algún tiempo observando a los mayores practicar. Ahora que estaba a punto de subir a su primera escoba, deseó haber prestado más atención a cómo las manejaban los jugadores en los partidos que había visto, en vez de centrarse en las hazañas espectaculares y los golpes de las bludger vagabundas. Los demás de primero estaban ya adelantándose, escogiendo escoba y extendiendo la mano para convocarlas. James se obligó a unirse a ellos.

Se detuvo cerca de una escoba y la miró. Por primera vez, la cosa no pareció más que un trozo de madera con un cepillo al final en vez de un preciso aparato volador. La lluvia goteaba de las crines empapadas. James extendió la mano sobre ella.

—¡Arriba! —dijo. Su voz le pareció diminuta y tonta. No pasó nada. Tragó algo que parecía un trozo de mármol acerado en su garganta—. ¡Arriba! —gritó de nuevo. La escoba osciló, y después volvió a caer en la hierba con un golpe apagado. Echó un vistazo alrededor a los demás de primero. Ninguno parecía estar teniendo mucha suerte. Solo uno había conseguido levantar su escoba. Los mayores se reunían alrededor observándoles con diversión, codeándose unos a otros. Noah cruzó la mirada con James y alzó el pulgar en el aire, asintiendo alentadoramente.

—¡Arriba! —gritó James de nuevo, reuniendo tanta autoridad como podía. La escoba osciló hacia arriba de nuevo y James la cogió antes de que volviera a caer.
Que cerca
, pensó. Soltó un enorme suspiro, después pasó una pierna sobre la escoba. Esta flotaba inciertamente bajo él, apenas aguantando su propio peso.

Algo pasó a su lado.

—¡Vaya forma de salir! —gritó Ted sobre la lluvia cuando una chica de primero llamada Baptiste se lanzó hacia adelante, bamboleándose ligeramente. Dos más de primero dieron una patada. Uno de ellos se deslizó de lado y se meció, colgando del extremo de su escoba. Se quedó colgado un segundo o dos, después sus dedos resbalaron de la escoba húmeda y cayó al suelo. Hubo un rugido de risa amigable.

—¡Al menos despegaste, Klein! —gritó alguien.

James apretó los labios. Aferrando la escoba tan fuerte que los nudillos se le quedaron blancos, pateó. La escoba osciló hacia arriba y James vio la hierba deslizarse bajo él, entonces empezó a descender de nuevo. Sus pies patinaron y se tambaleó, intentando subir de nuevo. La escoba se arqueó hacia arriba y ganó velocidad, pero James no parecía poder mantener la altura. Estaba rozando la hierba de nuevo, salpicando tallos y agua embarrada. Aullidos de ánimo estallaron tras él. Se concentró furiosamente, conteniendo el aliento y pateando mientras la escoba se dirigía hacia los Ravenclaw, que se volvieron a mirar.
Arriba
, pensó desesperadamente
¡arriba, arriba, arriba!
Recordó el consejo de Noah en la cena: inclinarse hacia adelante para avanzar, tirar hacia atrás para parar. Comprendió que estaba tirando de la escoba, intentando que se alzara, pero no era así, ¿verdad? Tenía que inclinarse hacia adelante. Pero si se inclinaba hacia adelante, el sentido común le decía que simplemente se enterraría en el suelo. Los Ravenclaw empezaron a apartarse mientras se aproximaba, intentando salir de su camino. Todos estaban gritándole consejos y advertencias. Ninguno tenía sentido para James. Finalmente, desesperado, James abandonó su propia lógica, alzó los pies y se inclinó hacia adelante tanto como pudo.

La sensación de velocidad fue sorprendente cuando la escoba salió despedida. Niebla y lluvia golpearon la cara de James y la hierba bajo él se convirtió en un borrón verde. Pero no estaba subiendo, simplemente estaba volando a ras de suelo. Oyó gritos y exclamaciones cuando pasó entre los Ravenclaw. Se apartaron y saltaron fuera de su camino. Todavía estaba ganando velocidad cuando se inclinó hacia adelante. Ante él, los pilares de la tribuna llenaron su visión, alarmantemente cerca. James intentó inclinarse, virar a un lado. Se sintió girar, pero no lo suficiente.
Arriba
, pensó furiosamente, ¡necesitaba
subir
! Finalmente, a falta de una idea mejor, se inclinó hacia atrás, tirando de la escoba tan fuerte como pudo. La escoba respondió instantáneamente y con una fuerza enfermiza, se inclinó en un ángulo vertical pronunciado. Las gradas pasaron volando. Filas de asientos y estandartes flameando al pasar dieron paso después a un cielo enorme y gris.

El movimiento pareció detenerse, a pesar del aire y la lluvia que pasaban zumbando a su lado
.
James se arriesgó a mirar atrás. El campo de Quiddich parecía un sello de correos, encogiéndose y haciéndose más borroso tras una balsa de nubes y niebla. James jadeó, inhalando viento y lluvia, el pánico le aferró con sus gigantescas garras. Todavía estaba subiendo. Grandes cúmulos grises de nubes pasaban zumbando, abofeteándole con sorprendente oscuridad y frío. Empujó de nuevo la escoba hacia abajo, apretando los dientes y gritando de terror.

Sintió la escoba caer enfermizamente, casi arrojándole fuera. No parecía haber conseguido más que un cambio drástico de altitud. Había perdido todo sentido de la dirección. Estaba rodeado de lluvia y densas nubes. Por primera vez, entrar en el equipo de Quidditch de Gryffindor parecía mucho menos importante que simplemente volver a posar ambos pies en tierra, dondequiera que fuera. No podía calcular como de rápido iba o en qué dirección. El viento y la niebla le arañaban la cara, haciendo que sus ojos lloraran.

De repente, había formas cerca. Se abalanzaban hacia él saliendo de las nubes. Oyó llamadas distantes, gritando su nombre. Una de las formas se inclinó hacia él y James se sorprendió al ver a Zane sobre una escoba, con la cara blanca como la tiza y el pelo rubio azotado salvajemente alrededor de su cara. Hacía señas hacia James mientras se acercaba, pero James no podía dar sentido a sus gestos.

—¡Sígueme! —gritó Zane sobre el viento mientras pasaba a su lado.

Las demás figuras se enfocaron cuando se centraron sobre James. Vio a Ted y Gennifer, la Ravenclaw.

Se movían en formación a su alrededor. Ted le gritaba instrucciones, pero no podía discernirlas. Se concentró en inclinar la escoba en la dirección en la que Zane estaba volando. Las nubes pasaron zumbando de nuevo como trenes de mercancías, y James perdió de vista a los demás. Hubo un golpe de aire frío, y entonces la tierra se precipitó bajo James, tambaleándose con enorme finalidad. El campo de Quidditch se estaba alzando para encontrarle, su hierba bien cortada parecía muy dura e inclemente. Zane todavía estaba delante de James, pero tiraba hacia atrás de su escoba, ralentizando la velocidad, gesticulando salvajemente con una mano. James tiró hacia atrás de su propia escoba, intentando emular a Zane, pero la fuerza del viento al pasar se oponía a él. Luchó contra ella, girando, forcejeando con la escoba para que subiera, hasta que pensó que iba romperse bajo él. Y entonces sus manos mojadas por la lluvia resbalaron, tanteando a ciegas, y cayó hacia atrás, aferrando la escoba desesperadamente solo con las piernas. Estaba girando salvajemente, y se acercaba el fin. James sintió la fuerza de Zane al pasarle, sus gritos disminuyendo con horrenda velocidad. La tierra giraba alrededor de su cabeza, extendiéndose para abrazarle, y James oyó su sonido, un enorme y bajo rugido, haciéndose más y más alto hasta que...

Hubo un horrible salto. James cerró los ojos con fuerza, intentando no oír el sonido de su cuerpo golpeando el suelo. No hubo sonido. Se arriesgó a abrir los ojos solo un poco y entonces miró alrededor con alivio y sorpresa. Estaba colgando a metro y medio sobre el centro del campo de Quidditch, todavía montado en su escoba, pero no sostenido por ella. Zane, Ted y Gennifer volaban a su alrededor, mirándole estúpidamente. Entonces Ted se giró. James siguió su mirada.

Ralph estaba de pie en el borde del campo, con la túnica empapada y pegada al cuerpo, un paraguas abandonado yacía al borde de las gradas. Cada músculo del cuerpo de Ralph parecía tenso, cansado, mientras sostenía su ridícula y enorme varita, apuntando a James. Temblaba visiblemente. La lluvia caía por su cara, pegándole el pelo a la frente.

—¿Tengo que mantenerlo arriba? —dijo entre los dientes apretados— ¿O puedo soltar ya?

5. El libro de Austramaddux

—No pienses en ello como un lamentable fracaso con la escoba —dijo Zane más tarde, mientras todos estaban sentados en la sala común Ravenclaw—. ¡Considéralo una oportunidad para dar a Ralphie aquí presente la posibilidad de mostrarse absolutamente brillante!

James no dijo nada. Estaba derrumbado en un extremo del sofá, con la cabeza apoyada míseramente en una mano.

—Por otro lado, si no hubiera saltado sobre mi escoba he ido tras de ti, no creo que hubiera sido capaz de averiguar cómo hacerlo. Era solo cuestión de no pensar en ello, en realidad.

—Espectacular ahí afuera, Walker —dijo un estudiante mayor al pasar junto al sofá, revolviendo el pelo húmedo de Zane.

—Sí —dijo otro desde el otro lado de la habitación—. Normalmente las pruebas de primero son solo risas. Contigo hemos tenido risas
y
habilidad.

Se produjo una ronda de risas y algún que otro aplauso. Zane sonrió ampliamente, empapándose en ello.

—En serio —dijo Ralph desde donde estaba sentado en el suelo, de espaldas al fuego—. ¿Cómo lo hiciste? Se supone que volar a de ser bastante difícil de controlar.

—Honestamente, no lo sé —dijo Zane—. Vi a James dirigiéndose a la estratosfera y simplemente le seguí. Apenas sabía siquiera qué estaba haciendo hasta el mismo final, cuando comprendí que iba a estamparme de narices con el campo. Tiré hacia arriba en el último segundo, justo cuando el torpedo humano aquí presente pasó a mi lado, y pensé, "¡miradme, estoy volando! ¡Estoy volando!" Quizás hayan sido todos esos juegos de carreras y simulaciones de vuelos con los que crecí jugando con mi padre. Simplemente la sensación tenía sentido para mí. —Zane comprendió de repente que esta conversación no estaba mejorando mucho el humor de James—. Pero ya basta de mí y de mi escoba. ¿Qué hay de ti, Ralphie?

Ralph parpadeó pensativamente, y después recogió su varita de donde yacía sobre su capa húmeda. Era igual de grande y ridícula que siempre, todavía con la punta roma y pintada de verde lima, pero nadie se reiría más de ella.

—No sé. Fue como dices, ¿no? Simplemente no pensé en ello. Vi a James caer y pensé en la pluma de la clase de Flitwick. Lo siguiente que supe es que estaba apuntándole con mi varita y gritando...

Varios estudiantes, incluyendo a Zane, se agacharon y gritaron cuando Ralph ondeó la varita ante él.

Ralph sonrió tímidamente.

—Tranquilos todos. No iba a decirlo.

—Ralph, eres realmente la caña, colega —dijo Zane, recuperándose—. Has pasado de hacer flotar una pluma a un cuerpo humano en una sola clase, ¿sabes? Mi chico tiene talento.

James se removió.

—Si habéis dejado de felicitaros a vosotros mismos, yo voy a encontrar un agujero y a vivir en él el resto del año.

—Oye, apuesto a que la novia de Grawp tiene sitio en su cueva —dijo Ralph. Zane se quedó mirando a Ralph, con la boca abierta.

—¿Qué? —dijo Ralph—. ¡Le ahorrará tiempo!

—Está bromeando —dijo Zane, mirando a James—. No me di cuenta al principio.

—Felicidades por entrar en el equipo —dijo James tranquilamente, poniéndose de pie y recogiendo su capa de un gancho junto al fuego.

—Oye, de verdad —dijo Zane torpemente—. Lamento como han salido las cosas. No sabía que era tan importante para ti, de veras.

James se quedó de pie todavía varios segundos, mirando al fuego. La expresión de arrepentimiento de Zane le golpeó profundamente. Le dolía el corazón. Su cara se calentó y sus ojos ardieron. Parpadeó y apartó la mirada.

—Esto no era importante para mí, en realidad —dijo—. Solo realmente, realmente importante.

Cuando la puerta se cerraba tras James, oyó a Ralph decir:

—¿Entonces para quién era importante?

James caminaba lentamente, con la cabeza gacha. Su ropa todavía estaba empapada, y el cuerpo le dolía por la sacudida de la levitación de Ralph al final de su larga caída, pero apenas notaba esas cosas. Había fracasado. Después de la victoria de convertirse en un Gryffindor, se había sentido cautelosamente confiado en que el Quidditch también funcionaría. En vez de eso había terminado quedando como un completo imbécil delante de los Gryffindors y los Ravenclaws. Lejos de las espectaculares acrobacias desplegadas por su padre en esa legendaria ocasión, James había sido rescatado de matarse a sí mismo. No había forma de sobrevivir a este tipo de fracaso. Nunca lo superaría. Nadie se burlaba de él ahora, al menos en su cara, ¿pero qué dirían el año siguiente cuando se volviera a presentar a las pruebas? No podía soportar pensar en ello.

¿Cómo se lo contaría a su padre? Su padre, que vendría al inicio de la semana que viene para verle y oír sus noticias. Lo entendería, por supuesto. Le diría que el Quidditch no tenía importancia, que lo importante era que fuera él mismo y que se divirtiera. Y hasta lo diría en serio. Y aún así, saberlo no hacía que James se sintiera mejor.

Sin embargo, Zane había entrado en el equipo Ravenclaw. James sintió una puñalada de amargos celos ante eso. Lo lamentó inmediatamente, pero eso no hizo que los celos desaparecieran. Zane era un muggle por nacimiento. ¡Y americano, además! Se suponía que el Quidditch debía ser un misterio desconcertante para él, y se suponía que James debía ser un volador instintivo, el héroe rescatador. No todo lo contrario. ¿Cómo habían acabado las cosas yendo tan absolutamente mal tan rápido?

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