James Potter y la Encrucijada de los Mayores (23 page)

BOOK: James Potter y la Encrucijada de los Mayores
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Neville miró a Harry y vio la sonrisa contenida. Hardcastle se aclaró la garganta.

—Deberíamos continuar, señora, caballeros.

—Por supuesto —estuvo de acuerdo Harry—. Señor Franklyn.

Franklyn alzó una mano.

—Insisto en que me llames Ben. Tengo trescientos o cuatrocientos años, más o menos, y que me llamen señor sólo me lo recuerda. ¿Querrás complacerme?

Harry sonrió ampliamente.

—Por supuesto, Ben. Espero verte esta noche en la cena. Muchas gracias por mostrarnos vuestro notable Garaje.

—Un placer —dijo Franklyn, sonriendo orgullosamente—. Tengo una imprenta muy interesante allá en casa que me encantaría mostrarte cuando vengas a visitarnos a los Estados Unidos. Incluso te mostraré la campana que ayudé a fundir durante el nacimiento de nuestro país, pero la maldita cosa se rompió y no me dejaron arreglarla.

—No le hagan caso —dijo tras ellos Graham, el mecánico—. O hará que crean que él mismo forjó el cobre para la Estatua de la Libertad.

Hubo risas del resto de la tripulación.

Franklyn hizo una mueca, y luego saludó a Harry y al grupo.

—Hasta esta noche, amigos. Traed vuestro apetito. Y quizás un hechizo de congelación competente. Tengo entendido que Madame Delacroix está supervisando el
gumbo
.

6. La reunión a medianoche de Harry

James se apresuró a volver a la sala común Gryffindor después de las clases, quitándose la túnica escolar mientras subía corriendo las escaleras. Se puso una chaqueta y una capa de noche, aplastando su pelo con agua de la palangana, se miró críticamente en el espejo, y después volvió a bajar corriendo las escaleras de dos en dos para encontrarse con su padre.

Harry estaba esperando con Neville junto al retrato de sir Cadogan.

—Un animado altercado fue aquel —estaba diciendo Cadogan, apoyado despreocupadamente contra el marco de su pintura y ondeando su espada ilustrativamente. Estaba hablando con Neville, que parecía sumamente incómodo—. Yo lo vi todo, por supuesto. Tuvo lugar aquí mismo. Bollox Humphreys era su nombre, y luchó como un poseso. Perdió, por supuesto, pero fue noble como mil reyes. La mayor parte de sus intestinos se desparramaron ahí mismo, donde estás tú y todavía balanceaba su espada con más fuerza que un troll de montaña. Gallardo hombre. ¡Gallardo!

—Ah, James, aquí estas —dijo Neville ruidosamente mientras James se aproximaba. Harry y sir Cadogan levantaron la mirada. Harry sonrió, mirando a su hijo de arriba a abajo.

—Tu madre se alegrará de saber que le estás dando uso a esa capa.

—Para ser honestos, esta es la primera vez que la saco del baúl —admitió James, sonriendo tímidamente.

Harry asintió con la cabeza.

—Y volverá directa al baúl después de esta noche, ¿no?

—Garantizado.

—Bien hecho —reconoció Harry. James empezó a caminar junto a su padre mientras se dirigían a las escaleras.

—¡Esperad! —chilló Cadogan, enfundando su espada y saltando al centro de su marco—. ¿Nunca os he hablado de la batalla de los Magos Rojos? ¡La masacre más sangrienta que han visto nunca estas paredes! ¡Ocurrió justo al pie de esas escaleras! La próxima vez, entonces. ¡Valor!

—¿Quién es ese? —preguntó James, mirando sobre su hombro.

—Acabarás conociéndole —dijo Neville—. Disfruta de tu ignorancia mientras puedas.

Mientras caminaban, James oyó a su padre contar a Neville los recientes acontecimientos que se estaban sucediendo en el Ministerio. Había habido un arresto de varios individuos involucrados en una operación de falsificación de Trasladores. Más trolls habían sido vistos en las estribaciones, y el Ministerio estaba enviando patrullas para evitar que los problemáticos idiotas se aventuraran en territorio muggle. El nuevo Ministro, Loquacious Knapp, se estaba preparando para dar un discurso sobre expandir el comercio con las comunidades mágicas de Asia, lo que incluiría el levantamiento de la prohibición de alfombras voladoras y de algo llamado "sombras".

—En otras palabras —dijo Harry, suspirando—. Las cosas van más o menos como siempre. Unos pocos estallidos aquí y allá, pequeñas conspiraciones y conflictos. Política y papeleo.

—Lo que quieres decir —dijo Neville, sonriendo socarronamente—, es que ese lugar puede ser bastante aburrido para un auror.

Harry sonrió abiertamente.

—Supongo que tienes razón. Debería estar agradecido de que mi trabajo no sea más interesante, ¿verdad? Al menos paso la mayor parte de las noches en casa con Ginny, Lily y Albus. —Bajó la mirada hacia James—. Y tener una misión de embajador como la de ahora me permite la oportunidad de ver a mi chico durante su primera semana en Hogwarts.

—Tengo entendido que sólo ha estado una vez en la oficina de McGonagall por ahora —comentó Neville suavemente.

—¿Oh? —dijo Harry, todavía mirando a James—. ¿Y eso por qué?

Neville arqueó las cejas hacia James como diciendo
tienes la palabra.

—Yo, er, rompí una ventana.

La sonrisa de Harry se tensó un poco en los bordes.

—Ansío oír la historia completa —dijo pensativamente.

James sintió la mirada de su padre como si fuera un juego de diminutas pesas.

Alcanzaron una puerta doble cuyas dos hojas estaban abiertas de par en par. Olores deliciosos vagaban hasta el pasillo.

—Aquí estamos —dijo Neville, haciéndose a un lado para permitir que Harry y James entraran primero—. El cuartel general de los americanos durante su estancia. Les hemos asignado la mayor parte de la torreta sudoeste. Se la ha acondicionado temporalmente con un área recreativa, una sala común, cocina y demás para sus necesidades.

—Suena bien —dijo Harry, examinando el espacio. La sala común era, de hecho, bastante pequeña, con paredes circulares, altos y redondeados techos, un hogar de piedra y solo dos ventanas muy altas y estrechas.

Los americanos, sin embargo, habían estado muy ocupados. Había alfombras de piel de oso en el suelo y tapices de vibrantes colores colgados de las paredes y colocados sobre la escalera de piedra que rodeaba la habitación. Una estantería de tres pisos estaba repleta de gigantescos volúmenes, la mayor parte accesibles solo por medio de una escalera con ruedas de aspecto desvencijado.

El detalle más asombroso, sin embargo, era un impresionante y complejo armazón de engranajes de latón, juntas y lentes de espejo que colgaba del techo, llenando la parte alta de la habitación y moviéndose muy lentamente.

James levantó la mirada hacia él, deleitado y asombrado. Producía unos chirridos y chasquidos muy leves mientras se movía.

—Has descubierto mi Aparato de Acumulación de Luz Solar, muchacho —dijo Ben Franklyn, saliendo de un gran arco bajo la escalera de caracol—. Una de mis necesidades absolutas siempre que viajo durante largos períodos, a pesar de que es un engorro para empacar, y las calibraciones cuando lo vuelvo a montar son simplemente un espanto.

—Es maravilloso —dijo Neville, también levantando la mirada hacia la red de espejos y ruedas que giraban lentamente—. ¿Qué hace?

—Dejadme demostrarlo —dijo Franklyn ansiosamente—. Funciona mejor a plena luz del día, por supuesto, pero incluso las estrellas y la luna de una noche brillante pueden proporcionar luz adecuada. Una noche como ésta debería resultar satisfactoria. Dejadme ver...

Se movió hasta una maltratada silla de cuero de respaldo alto, colocándose en ella cuidadosamente, y después consultó un gráfico en la pared.

—Tres de septiembre, sí. Luna en la cuarta casa, son, déjame ver... aproximadamente la siete y cuarto. Júpiter se está aproximando al final de la etapa de... mmm—hmm...

Mientras Franklyn murmuraba, sacó su varita y comenzó a señalar con ella trozos del aparato. Empezaron a girar engranajes mientras partes del aparato volvían a la vida. Trozos del armazón se desplegaron mientras otros giraban sobre sí mismos, dejando espacio. Los espejos empezaron a deslizarse, colocándose tras grupos giratorios de lentes, que los magnificaron.

Unas ruedas chasquearon y se pusieron en marcha
.
El aparato entero pareció danzar lentamente sobre sí mismo mientras Franklyn lo dirigía con su varita, aparentemente haciendo cálculos de cabeza mientras proseguía. Y mientras se movía algo empezó a formarse dentro de él. Haces fantasmales de luz rosa comenzaron a aparecer entre los espejos, delgados como lápices, motas de polvo convirtiéndose en diminutos fuegos. Había docenas de haces, brillando, dando vueltas en el lugar, y finalmente formando un complicado trazado geométrico. Y entonces, en el centro del trazado, centellearon formas.

James giró sobre sí mismo, observando embelesado como diminutos planetas coaligados se formaban con la luz coloreada. Giraban y orbitaban, trazando débiles arcos tras ellos. Dos grandes formas se condensaron en el mismo centro, y James los reconoció como el sol y la luna. El sol era una bola de luz rosa, su corona se extendía hasta varios pies de distancia. La luna, más pequeña pero más sólida, era como una
quaffle
plateada, igualmente dividida entre sus lados luminoso y oscuro, girando lentamente. La constelación entera se entrelazaba y giraba majestuosamente, iluminando dramáticamente el aparato de latón y desplegando maravillosos patrones de luz por toda la habitación.

—Nada hay tan saludable como la luz natural —dijo Franklyn—. Capturada aquí, a través de las ventanas, y después condensada dentro de una red cuidadosamente calibrada de espejos y lentes, como podéis ver aquí. Excelente para la vista, la sangre, y la salud de uno en general, obviamente.

—¿Este es el secreto de tu longevidad? —preguntó Harry, casi sin aliento.

—Oh, ciertamente es una pequeña parte de él —dijo Franklyn sin darle importancia—. Principalmente, es solo que prefiero leer por la noche. Indudablemente esto es mucho más divertido que una antorcha. —Captó la mirada de James y le guiñó el ojo.

El profesor Jackson apareció en el arco. James le vio mirar fijamente de Franklyn al despliegue de luz en lo alto, con una mirada de cansado desdén en la cara.

—La cena, como ya he dicho, está servida. ¿Trasladamos la reunión al comedor o debo traerla aquí?

Junto con Harry, James, Neville, y los representantes del Ministerio, la mayor parte de la plantilla de profesores de Hogwarts estaba presente, incluyendo a la profesora Curry. Para consternación de James, Curry contó a Harry todo sobre las habilidades de James en el campo de fútbol, asegurándole que se ocuparía de ver que esas habilidades se desarrollaran en toda su amplitud.

Contrariamente a las sospechas de su padre, la comida fue notablemente diversa y apetitosa. El
gumbo
de Madame Delacroix fue el primer plato. Lo llevó a la mesa ella misma, de algún modo sin derramar una gota a pesar de su ceguera. Incluso más curioso, dirigió el cucharón con su varita, una informe y larga varita de mal aspecto, sirviendo una porción en cada cuenco de la mesa mientras ella miraba al techo y canturreaba de forma bastante desconcertante. El
gumbo
estaba ciertamente sazonado, con grandes trozos de camarón y embutido, pero a James le gustó.

A continuación llegaron rollos de carne y cierta variedad de mantequillas, incluyendo una sustancia marrón y pegajosa que Jackson identificó como mantequilla de manzana. James la probó cautelosamente sobre un trozo de pan, y después extendió un gigantesco pegote sobre lo que quedaba de su rollo.

El plato principal fue costillas de cordero con jalea de menta. James no consideraba esto comida típicamente americana, y lo comentó.

—No existe la comida americana, James —dijo Jackson—. Nuestra cocina, como nuestra gente, es simplemente la suma total de las variadas culturas de los países de los que procedemos.

—Eso no es enteramente cierto —intervino Franklyn—. Estoy bastante seguro de que podemos reclamar incontestablemente las alitas de pollo picantes con queso roquefort.

—¿Tendremos de eso esta noche? —preguntó James esperanzado.

—Mis disculpas —dijo Franklyn—. Es bastante difícil conseguir los ingredientes para tales cosas a menos que poseas las capacidades vudú únicas de Madame Delacroix.

—¿Y cómo es eso? —inquirió Neville, sirviéndose más jalea de menta—. ¿Qué habilidades son esas, madame?

Madame Delacroix se recompuso, tras haber dedicado al profesor Franklyn una ciega mirada fatigada y fría.

—Es un viejo, no sabe de qué habla. Solo resulta que conozco fuentes con las que él no está familiarizado, está más interesado en sus máquinas y cachivaches.

Franklyn sonrió, por primera vez, parecía frío.

—Madame Delacroix está siendo modesta. Ella es, como puede que ya sepan, una de las más importantes expertas de nuestro país en fisioapariciones remotas. ¿Sabes lo que es eso, James?

James no tenía la más ligera idea, aunque algo en la mirada lechosa de Madame Delacroix hacía que se sintiera renuente a admitirlo. Franklyn le estaba observando ansiosamente, esperando una respuesta. Finalmente, James negó con la cabeza. Antes de que Franklyn pudiera explicarlo, sin embargo, Harry habló.

—Significa que madame tiene, digamos, diferentes formas de ir por ahí.

—"Diferentes formas" es una forma de decirlo —rió ahogadamente Franklyn. James se sintió intranquilo oyendo esa risita. Había algo malicioso en ella. Notó que Franklyn estaba vaciando lo que probablemente fuera su tercera copa de vino—. Piensa en ello, James. Fisioaparición remota. ¿Puedes imaginarlo? Quiere decir que esta pobre vieja ciega de Madame Delacroix puede proyectarse a sí misma, enviar una versión de sí misma al amplio mundo, recoger cosas, e incluso traerlas de vuelta. Y la belleza del hecho, es que la versión de sí misma que puede proyectar no es pobre, ni vieja,
ni
ciega. ¿No es así, madame?

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