»No sé cuánto tiempo esperé allí. Aunque no estaba impaciente ni nada. Eso lo recuerdo. Era como si estuviese esperando a que me llamaran; y sabía que en algún momento lo harían. Y si tenía que esperar hasta el final sin que me llamaran jamás, pues también me parecía bien. Pero me llamarían, estaba seguro, y entonces conocería mi nombre y mi función.
»Por la ventana veía los chapiteles de plata y en muchos de los otros chapiteles había ventanas; y en ellos veía a otros como yo. Así es como supe qué aspecto tenía.
»No te lo imaginarías de mí, al verme ahora, pero era hermoso. Me he venido bastante a menos desde entonces.
»Era más alto en aquella época, y tenía alas.
»Eran alas enormes y poderosas, con plumas del color de la madreperla. Me salían justo entre los omóplatos. Estaban tan bien, mis alas.
»A veces veía a otros como yo, los que habían dejado sus habitaciones, que ya estaban cumpliendo con su deber. Solía mirar cómo planeaban por el cielo de chapitel en chapitel, realizando misiones que apenas podía imaginar.
»El cielo que había sobre la Ciudad era algo maravilloso. Siempre estaba iluminado, aunque no por el sol, sino, quizá, por la Ciudad misma; sin embargo, la calidad de la luz cambiaba continuamente. De repente era una luz de color de peltre, luego era un latón, luego un dorado suave o un amatista sutil y discreto…
El hombre dejó de hablar. Me miró, inclinando la cabeza a un lado. Había un destello en sus ojos que me asustaba.
—¿Sabes lo que es una amatista? ¿Una especie de piedra violeta?
Asentí con la cabeza.
Me molestaba la entrepierna.
Se me ocurrió entonces que aquel hombre tal vez no estuviera loco; eso me resultaba mucho más inquietante que la alternativa.
El hombre empezó a hablar otra vez.
—No sé cuánto esperé en aquella habitación, pero el tiempo no significaba nada. No en aquella época. Teníamos todo el tiempo del mundo.
»Lo que me sucedió a continuación fue que el ángel Lucifer vino a mi celda. Él era más alto que yo y sus alas eran imponentes, su plumaje perfecto. Tenía la piel del color de la bruma y el pelo rizado y plateado y unos ojos grises maravillosos…
»Digo
él
, pero deberías entender que ninguno de nosotros tenía sexo alguno.
Hizo un gesto hacia su regazo.
—Liso y vacío. Aquí no hay nada, ya sabes.
»Lucifer brillaba. Lo digo en serio, resplandecía desde dentro. Pasa con todos los ángeles. Están iluminados desde dentro y en mi celda el ángel Lucifer ardía como una tormenta de rayos.
»Me miró. Y me dio un nombre.
»“Tú eres Ragüel —dijo—. La Venganza del Señor.”
»Incliné la cabeza, porque sabía que era verdad. Aquel era mi nombre. Aquella era mi función.
»“Ha pasado… una cosa mala —dijo—. La primera de esa clase. Te necesitan.”
»Se giró y se impulsó hacia el espacio, y yo le seguí, crucé volando detrás de él la Ciudad de Plata hasta las afueras, donde la Ciudad se detiene y empieza la Oscuridad; y fue allí, bajo un chapitel plateado e inmenso, donde descendimos a la calle y vi el ángel muerto.
»El cuerpo yacía, arrugado y roto, en la acera plateada. Las alas aplastadas estaban debajo y algunas plumas sueltas ya habían volado hasta la alcantarilla plateada.
»El cuerpo estaba casi negro. De vez en cuando una luz brillaba en su interior, un parpadeo ocasional de fuego frío en el pecho o en los ojos o en la ingle asexuada, mientras el último resplandor de vida lo abandonaba para siempre.
»La sangre formaba charcos de rubíes en su pecho y manchaba de carmesí las plumas de sus alas blancas. Era muy hermoso, incluso en la muerte.
»Te habría roto el corazón.
»Lucifer me habló entonces. “Debes descubrir quién fue el responsable de esto y cómo lo hizo; e infligir la Venganza del Nombre a quienquiera que hizo que esto ocurriese”.
»La verdad es que no tenía que decir nada. Yo ya lo sabía. La caza y el castigo: eso era para lo que me habían creado, al Principio; yo
era
eso.
»“Tengo trabajo que hacer”, dijo el ángel Lucifer.
»Batió las alas una vez, con fuerza, y se elevó; la ráfaga del viento hizo volar las plumas sueltas del ángel muerto al otro lado de la calle.
»Me incliné para examinar el cuerpo. Toda la luminiscencia lo había abandonado ya. Era una cosa oscura, la parodia de un ángel. Tenía una cara perfecta y asexuada, enmarcada por el cabello argentado. Uno de los párpados estaba abierto, dejando ver un ojo gris y plácido; el otro estaba cerrado. No tenía pezones en el pecho y sólo tersura entre las piernas.
»Alcé el cuerpo.
»La espalda del ángel estaba hecha un desastre. Las alas estaban rotas y retorcidas, tenía la parte de atrás de la cabeza agujereada; el cadáver estaba tan desmadejado que me hizo pensar que también se le había roto la columna. La espalda del ángel era toda sangre.
»Por delante, el único sitio ensangrentado era la zona del pecho. Lo sondé con el índice y el dedo penetró en el cuerpo sin dificultad.
»
Cayó
, pensé.
Y estaba muerto antes de caer
.
»Y miré arriba a las ventanas que se alineaban en la calle. Miré por la Ciudad de Plata.
Tú lo hiciste
, pensé.
Te encontraré, quienquiera que seas. Y te infligiré la Venganza del Señor
.
El hombre cogió la colilla de detrás de la oreja, la encendió con una cerilla. Por un momento olí el olor a cenicero del cigarrillo apagado, acre y áspero; luego le dio una calada al tabaco apagado y exhaló humo azul al aire nocturno.
—El ángel que había descubierto el cuerpo se llamaba Fanuel.
»Hablé con él en el Salón de la Existencia. Ése era el chapitel junto al que yacía el ángel muerto. En el Salón estaban colgados los… los planos, tal vez, de lo que iba a ser… todo esto —hizo un gesto con la mano que sostenía la colilla, señalando el cielo nocturno y los coches aparcados y el mundo—. Ya sabes. El universo.
»Fanuel era el diseñador superior; una multitud de ángeles estaba a sus órdenes, trabajando en los detalles de la Creación. Le observé desde el suelo del Salón. Flotaba en el aire bajo el Plano, y los ángeles bajaban volando hasta donde él se hallaba y esperaban cortésmente su turno para hacerle preguntas, verificar cosas con él, invitarle a que hiciera comentarios sobre su trabajo. Al final, los dejó y descendió al suelo.
»“Tú eres Ragüel —dijo. Su voz era aguda y quisquillosa—. ¿Para qué me necesitas?”
»“¿Tú encontraste el cuerpo?”
»“¿Al pobre Carasel? Sí, en efecto. Salí del Salón, pues actualmente estamos construyendo unos cuantos conceptos y deseaba reflexionar sobre uno de ellos, de nombre
Arrepentimiento
. Pensaba alejarme un poco de la Ciudad, volar sobre ella, quiero decir, no entrar en la Oscuridad de fuera, eso no lo haría, aunque ha habido alguna indiscreción entre… pero, sí. Iba a elevarme y contemplar.”
»“Salí del Salón y… —se calló. Era bajo, para ser un ángel. Su luz era débil, pero tenía los ojos intensos y muy, muy brillantes—. Pobre Carasel. ¿Cómo pudo
hacerse
eso? ¿Cómo?”
»“¿Crees que él mismo se produjo su destrucción?”
»Parecía desconcertado, sorprendido de que pudiera haber alguna otra explicación. “Por supuesto que sí. Carasel trabajaba a mis órdenes, estaba desarrollando un número de conceptos que serán esenciales para el universo cuando se Pronuncie su Nombre. Su grupo hizo un trabajo extraordinario sobre algunos de los conceptos realmente básicos:
Dimensión
era uno y
Dormir
era otro. Había más”.
»“Un trabajo maravilloso. Algunas de sus sugerencias respecto al uso de puntos de vista individuales para definir las dimensiones eran verdaderamente ingeniosas”.
»“En fin, Carasel había empezado a trabajar en un proyecto nuevo. Es uno de los más importantes, de los que suelo ocuparme yo o incluso Zefquiel”. Miró hacia arriba. “Pero Carasel había hecho un trabajo tan excelente y su último proyecto era
tan
extraordinario. Algo que parecía ser bastante trivial y que él y Saracael elevaron a…” —se encogió de hombros—. “Pero eso no tiene importancia. Fue
este
proyecto el que le obligó a dejar de existir. Ninguno de nosotros podría haber previsto jamás…”
»“¿Cuál era su proyecto actual?”
»Fanuel me miró fijamente. “No estoy seguro de que deba decírtelo. Todos los conceptos nuevos se consideran confidenciales hasta que les damos la forma definitiva en la que serán Pronunciados”.
»Sentí cómo me transformaba. No estoy seguro de cómo explicártelo, pero de pronto ya no era yo: era algo más grande. Me había transfigurado: yo era mi función.
»Fanuel era incapaz de cruzar su mirada con la mía.
»“Yo soy Ragüel, la Venganza del Señor —le dije—. Sirvo al Nombre directamente. Es mi misión descubrir la naturaleza de este hecho e infligir la Venganza del Nombre a aquellos que sean responsables. Mis preguntas deben ser respondidas.”
»El pequeño ángel tembló, y habló muy deprisa.
»“Carasel y su compañero estaban investigando
Muerte
. El cese de la vida. El fin de la existencia física y animada. Estaban reuniendo todos los datos. Pero Carasel siempre iba demasiado lejos en su trabajo… lo pasamos fatal con él cuando estaba diseñando
Inquietud
. Eso fue cuando trabajaba en las
Emociones
…”
»“¿Crees que Carasel murió para… para investigar el fenómeno?”
»“O porque le tenía intrigado. O porque llegó demasiado lejos en sus investigaciones. Sí —Fanuel dobló los dedos y se me quedó mirando con aquellos ojos que brillaban con tanta intensidad—. Espero que no le repitas nada de lo que te he dicho a ninguna persona no autorizada, Ragüel.”
»“¿Qué hiciste cuando encontraste el cuerpo?”
»“Salía del Salón, como ya te he dicho, y allí estaba Carasel en la acera, mirando hacia arriba. Le pregunté qué estaba haciendo y no me contestó. Entonces, advertí el fluido interno y me di cuenta de que Carasel parecía que no podía, más que no quería, hablar conmigo.”
»“Me asusté. No sabía qué hacer.”
»“El ángel Lucifer se me acercó por detrás. Me preguntó si había algún problema. Se lo dije. Le enseñé el cuerpo. Y entonces… entonces su Aspecto se apoderó de él y estuvo en íntima comunión con el Nombre. Se iluminó con tanta fuerza…”
»“Luego dijo que tenía que ir a buscar a aquel cuya función abarcaba acontecimientos como éste y se marchó, me imagino que a buscarte.”
»“Y como ya se estaban ocupando de la muerte de Carasel, y su destino no era de mi incumbencia, volví al trabajo, habiendo ganado una perspectiva nueva —y sospecho que bastante valiosa— sobre los aspectos prácticos de
Arrepentimiento
”.
»“Estoy pensando en quitarle
Muerte
a la pareja de Carasel y Saracael. Tal vez se lo vuelva a asignar a Zefquiel, mi superior, si está dispuesto a encargarse de ello. Suele distinguirse en proyectos contemplativos.”
»Para entonces, había una cola de ángeles que esperaban para hablar con Fanuel. Me daba la sensación de que tenía casi todo lo que iba a conseguir de él.
»“¿Con quién trabajaba Carasel? ¿Quién habría sido el último en verle con vida?”
»“Podrías hablar con Saracael, supongo. Después de todo, él era su compañero. Ahora, si me disculpas…”
»Volvió a su multitud de ayudantes: para aconsejar, corregir, sugerir, prohibir.
El hombre hizo una pausa.
La calle estaba silenciosa; recuerdo el susurro bajo de su voz, el canto de un grillo en algún sitio. Un animal pequeño, un gato tal vez, o algo más exótico, un mapache o incluso un chacal, corría de sombra en sombra entre los coches aparcados al otro lado de la calle.
—Saracael estaba en la más alta de las galerías del entresuelo que rodeaban el Salón de la Existencia. Como he dicho, el universo estaba en medio del Salón y destellaba y centelleaba y brillaba. Y se erguía hasta muy alto…
—El universo que has mencionado, ¿qué era, un diagrama? —pregunté, interrumpiendo por primera vez.
—No exactamente. Algo así. Más o menos. Era un plano; pero era de tamaño natural y estaba colgado en el Salón, y todos los ángeles daban vueltas a su alrededor y no dejaban de toquetearlo. Hacían cosas con la
Gravedad
y
Música
y
Klar
y todo eso. En realidad no era el universo, aún no. Lo sería, cuando estuviera terminado y llegase la hora de que le pusieran un Nombre como es debido.
—Pero… —traté de encontrar las palabras para expresar mi confusión. El hombre me interrumpió.
—Déjalo. Imagínatelo como un modelo si eso te resulta más fácil. O un mapa. O un… ¿cuál es la palabra? Prototipo. Sí. Un universo Ford modelo T —sonrió—. Tienes que comprender que mucho de lo que te estoy contando ya lo estoy traduciendo; lo estoy diciendo de modo que lo entiendas. De lo contrario, ni siquiera podría contarte la historia. ¿Quieres oírla?
—Sí —no me importaba si era verídica o no; era una historia que necesitaba oír hasta el final.
—Bien. Entonces calla y escucha.
»Así que me encontré con Saracael en la galería más alta. No había nadie más por allí, sólo él y algunos papeles y algunos modelos pequeños y brillantes.
»“He venido por lo de Carasel”, le dije.
»Me miró. “Carasel no está aquí en estos momentos —dijo—. Supongo que no tardará en volver”.
»Moví la cabeza para negar.
»“Carasel no volverá. Ha dejado de existir como entidad espiritual”, dije.
»Su luz palideció y abrió mucho los ojos. “¿Está muerto?”
»“Eso es lo que he dicho. ¿Tienes alguna idea de cómo ocurrió?”
»“Yo… esto es tan repentino. Había hablado de… pero no tenía ni idea de que haría…”
»“Tómatelo con calma.”
»Saracael asintió con la cabeza.
»Se puso en pie y se dirigió a la ventana. Su ventana no tenía ninguna vista de la Ciudad de Plata, sólo un reflejo del resplandor de la Ciudad, el cielo que había detrás de nosotros, flotando en el aire, y, más allá, la Oscuridad. El viento de la Oscuridad acarició suavemente el cabello de Saracael mientras él hablaba. Le miré la espalda.
»“Carasel es… no, era. Es así, ¿verdad?
Era
. Era siempre tan entregado. Y tan creativo. Pero nunca le bastaba. Siempre quería entenderlo todo, experimentar aquello en lo que estaba trabajando. Nunca se conformaba con sólo crearlo, con entenderlo por medio de la inteligencia. Lo quería
todo
de aquello que había creado.”