Espectros y experimentos (25 page)

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Authors: Marcus Sedgwick

Tags: #Infantil y juvenil

BOOK: Espectros y experimentos
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—¿Está completamente seguro, capitán Espectrini?

Todos se volvieron. Entonces nos hicimos a un lado y una alta figura blanca bajó las escaleras flotando y entró en el salón. Era transparente y llevaba un sombrero de copa en la cabeza.

Espectrini pareció inquietarse, pero enseguida se recobró.

—No van a asustarme con este truco —dijo—. No es más que su mayordomo embadurnado de harina.

—¿Ah, sí? —dijo Solsticio—. Bueno, para empezar, Fermín está allí. —Lo señaló con el dedo y Fermín hizo una reverencia—. Y para continuar, Fermín no es transparente. Y lo más importante de todo: Fermín es incapaz de hacer esto…

Solsticio le dio la señal a la aparición, que sonrió ampliamente, alzó los brazos y se quitó la cabeza de los hombros. Luego flotó lentamente hacia Espectrini, sujetando ante sí su propia cabeza y rechinando los dientes de un modo espantoso.

Cuando ya solo estaba a unos centímetros de él, el fantasma de Lord Arthur Berbitude de la Fachada Otramano juntó los labios y dijo:


¡Buuu!

Y ahí nos despedimos de Espectrini y sus cómplices, porque en el acto pusieron pies en polvorosa. O en «harinosa» habría que decir, ya que dejaron una estela de polvillo blanco mientras salían disparados del castillo.

Todos observaron boquiabiertos cómo volvía el fantasma a ponerse la cabeza y se retiraba flotando hacia el Ala Sur.

Al pasar junto a Solsticio esta se agachó graciosamente, con una reverencia digna de una duquesa.

—Gracias, Arthur —dijo.

El antiguo Lord Otramano le guiñó un ojo.

—Ha sido un placer —respondió con tono espectral.

—¡Vaya por Dios! —dijo Pantalín, sujetando el artilugio, que se había puesto a zumbar y a arrastrarlo directamente hacia su fantasmagórico antepasado—. ¡El maldito trasto funciona! ¡Uno de mis inventos funciona de verdad!

Mentolina le dio un beso.

—Ya sabía yo que había algo extraño en ese tal Espectrini —le susurró con un tonillo poco convincente. Pero Pantalín estaba demasiado contento para detenerse en menudencias.

Entonces Colegui asomó la cabeza desde la barandilla de la segunda planta, farfullando y chillando como… pues como un mono, y todo el mundo —salvo yo— se alegró al verlo recuperado y en plena forma.

Miré a Solsticio, maravillado. Incluso yo, el noble y valeroso cuervo, me había echado a temblar ante la sola idea de volver a aquella habitación que habíamos visto en el Ala Sur para llamar a su dueño y pedirle ayuda.

Pero Solsticio… es una chica increíble.

Me subí a su hombro de un salto.

—Bueno, Edgar —me dijo, plantando un leve beso en la punta de mi pico—, quizá todavía seamos pobres de solemnidad, pero siempre nos tendremos el uno al otro.

—¡ur k! —grité, con mi corazoncito henchido de orgullo—. ¡Urk!

—Por cierto, tienes el pico más recto que ninguno de los cuervos que he visto en mi vida.

¡u rk!

Posdata

Unos días después de que Espectrini y su banda

hubieran huido del castillo, mientras los chicos

tomaban el té, Solsticio cayó en la cuenta

de un detalle importante.

—¿Sabes, Silvestre? —dijo—, a lo mejor

resulta que no eres tan miedica como tú crees.

Todos los criados se murieron del susto

al ver a unos fantasmas de mentirijillas.

¡Pero tú viste al auténtico y saliste vivo!

Quizás eres valiente, en realidad.

A Silvestre le gustó bastante la idea, y se infló

un poquito de orgullo. Lo mismo hizo su mono,

el cual, lamento mucho decirlo, ya era el mismo

de siempre: irritante, ruidoso,

estúpido, grosero… y muy, pero que muy apestoso.

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