—¿Su tripulación está completa?
—Faltan tres. Me gusta contratar buenos miembros de la Iglesia, pero a veces se descarrían. Se supone que nosotros no bebemos alcohol, y la mayoría jamás lo hacemos, pero todo el mundo siente curiosidad…
El capitán tendía a explicar antes de que se le preguntara. Era el tipo de cosas que notaba Bury.
—¿Ha sido usted mormón toda su vida?
—No como usted considera mormón —contestó Fox—. Mis antepasados tenían diferencias fundamentales con la Iglesia de la Tierra. Vinieron a la Compra de Maxroy para establecer la fe verdadera. Eso fue hace unos seiscientos años. Estábamos bastante asentados cuando el CoDominio nos envió a cien mil colonos. Hombres y mujeres malignos con hábitos malignos. Trajeron alcohol y drogas. La Iglesia trató de mantener el control del gobierno, pero había demasiados colonos. Demasiados pata que nuestros misioneros los pudieran convertir. Algunos de los Ancianos se llevaron la verdadera Iglesia al interior. —Fox esbozó una sonrisa triunfal—. Cuando comenzaron las Guerras de Secesión, los falsos templos en las ciudades fueron destruidos, pero el verdadero sobrevivió. Nuestro Templo en el Valle Glaciar es el Templo gobernante para la Compra de Maxroy hasta hoy día.
Bury asintió.
—Fue muy similar a lo que sucedió con los verdaderos servidores del Islam. Huyeron de las ciudades al campo, a menudo de mundo a mundo. ¿No he oído yo hablar de una Nueva Utah?
—Excelencia, yo he leído sobre Nueva Utah en la clase de historia. Es un mundo Exterior, establecido desde la Compra en la misma época en que los Ancianos se trasladaron al Valle Glaciar. Hubo relaciones próximas con Nueva Utah, hasta que las líneas de transporte Alderson se perdieron en algún momento durante las Guerras de Secesión. La geometría estelar cambia despacio, pero con el tiempo suficiente…
—Entonces, ¿su tripulación es toda mormona? interrumpió Bury.
—Sí, Excelencia. Yo soy obispo de la Iglesia. Mi tripulación es obediente y afable. ¿No lo muestra nuestro historial?
—Sí —dijo Bury—. No es infrecuente. ¿Qué hace cuando tiene pasajeros que no son de su Iglesia?
—Conozco a muchos propietarios de restaurantes —repuso el capitán Fox—. Busco miembros de la Iglesia que están acostumbrados a servir a no mormones, que no desearían formar parte permanente de la tripulación. Vienen para un viaje. —Sonrió—. Se muestran deseosos. ¿Qué otra oportunidad tiene un restaurador de ver otro cielo? Quizá sea una práctica inusual, pero funciona.
—De hecho, nada en esta nave o en su práctica es inusual. Si tres de sus tripulantes no hubieran tratado de secuestrarte, quizá para abrirse paso hasta mi dormitorio —comentó Bury—, no habría ningún motivo para sospechar de Reuben Fox.
Cynthia se movía alrededor de Bury como una sastra, vistiéndole. Bury se levantó para que le pusiera los pantalones, luego volvió a sentarse.
Renner ya estaba vestido, con elegancia pero sin su habitual ostentación. Se sentó en la cama.
—Uh, huh. ¿Tal vez esos tres tenían dos empleos? De vuelta en puerto, buscando un poco de diversión, alguien les ofrece dinero para romper una rótula… ¿No? Conozco esa sonrisa, Horace.
—Tiendo a fijarme en los números.
—¿Y bien?
—Mundo Pequeño Pequeño, Transportistas de Montañas, Cortadores de Piedra, y otros: éstos son los intereses mineros de los grandes asteroides en el sistema de la Compra. Todos antiguos. Transportistas de Montañas tiene más de quinientos años. Emplearon técnicas bien establecidas desarrolladas por el primer CoDominio, y se mostraron cautos en su mejora y actualización. —Los dedos de Bury bailaban mientras hablaba. Los datos centellearon en la pantalla y desaparecieron antes de que Renner fuera del todo capaz de integrarlos—. Pero ¿qué hay de éstos? Minas Hannefin, Metales Generales, Unión de Planetoides, Metales Tanner… esta secuencia, siete en total. ¿Qué ves?
—Nombres sin imaginación.
—Yo no me fijé en eso.
—De breve duración. Cada uno de unos pocos años. Hmm… están en secuencia. Uno desaparece antes de que se registre el siguiente. Hasta con veinte años de separación. Bury, no veo que ninguno cayera en la bancarrota.
—Ésa sería la suposición obvia, ¿verdad? Un fraude. Muchos nombres, un hombre. Pero ¿durante ciento diez años? Y es evidente que pagaron sus facturas de manera puntual. Por lo menos le han pagado sumas respetables a la Nauvoo Vision por cargamentos entregados por todo el sistema.
—¿Impuestos?
—Pagaron sus impuestos.
—Todas las oficinas estuvieron aquí en la ciudad del Río Pitchfork. Comprueba las direcciones. —Renner observó los dedos de Bury. A veces las manos del viejo temblaban; sus criados aprendieron a llenarle las tazas a medias para que no se derramaran. Pero las manos de Bury se tornaban maravillosamente ágiles sobre el teclado de una computadora—. ¿Qué significa eso?
—No hay direcciones actuales… ninguna. Haré que Nabil investigue en registros más antiguos. Significa que me han pagado por nada.
—¿Eh?
—Bromeaba. El lanzador de la Nauvoo Vision ha tenido un uso duro. Se han lanzado cargamentos por todo este sistema, pero sus objetivos no eran las minas de los asteroides, ni estas minas. Entonces, ¿adónde iban?
—Había amplias civilizaciones en los asteroides del sistema de la Paja —Renner vio que las manos de Bury empezaron a temblar y dijo—: Sólo fue una ocurrencia. La mejor apuesta son los Exteriores. Los rebeldes han vuelto.
—No apuesto el futuro de la humanidad ni con ventaja, Kevin —Bury se echó hacia atrás, respiró hondo—. Bueno. Llegaremos unos minutos antes a la cena si nos vamos ahora.
—Tengo entendido que ésa es la costumbre aquí.
—Sí. Veamos qué podemos averiguar en el Palacio del Gobernador.
El primer aventurero fue un estorbo. Estoy seguro de que obró en contra de las estrictas órdenes de su madre, de su esposa y del concilio de ancianos cuando lo hizo; pero fue él quien descubrió dónde mueren los mamuts y dónde, después de mil años de uso, había aún suficiente marfil para equipar a toda la tribu con armas. Ése es el último perfil del aventurero; benefactor de la sociedad y también su plaga
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W
ILLIAM
B
OLITHO
Doce contra los dioses
La fila de recepción fue misericordiosamente corta. El Gobernador sir Lawrence Jackson, antiguo hombre de la Marina que se había metido en política. Lady Marissa Jackson. Renner pensó que tenía aspecto eurasiático. Norvell White Muller, el presidente de la sucursal local de la Asociación Imperial de Comerciantes. Media docena de otros funcionarios locales.
—Sir Kevin Renner —anunció el oficial de protocolo.
—Bienvenido a la Compra de Maxroy, sir Kevin —dijo el Gobernador.
—En realidad, no uso mucho el título, Gobernador. Gracias por la recepción. Encantado de estar aquí.
—Imagino que esto es un poco aburrido para alguien que ha estado en Paja Uno —comentó Lady Jackson.
Había algo familiar en la voz del Gobernador, pero antes de que Renner pudiera estudiar su cara con más atención, la gente que había detrás de él había avanzado, y se vio arrastrado hacia el salón principal.
El salón de recepción era grande y espacioso. Entre los grandes ventanales que daban a la ciudad y al río Pitclifork había «ventanas»: hologramas de escenas de otras partes del planeta.
Ahí, media docena de cascadas espectaculares se precipitaban desde riscos anaranjados. Formas plateadas saltaban y danzaban en los estanques bajo las cataratas.
Ahí, una serpiente marina perseguía a un cardumen de formas de delfines en miniatura; luego los delfines se volvieron y la atacaron con dientes feroces. La serpiente se sumergió para escapar. El punto de vista la siguió abajo… la siguió y se acercó, hasta que la cola de la serpiente pareció a punto de salirse de la pared. La vista cambió: la serpiente fue sacada por la cola y lanzada a la cubierta de un barco, aprisionada por un collar.
Renner se encontró cerca de una muchacha bonita vestida con el uniforme de la Marina Imperial. Parecía joven para ser capitán de fragata.
—Espectacular —comentó.
—Claro que los hologramas para decoración de palacios pasaron de moda en Esparta hace diez años —dijo ella—. Hola, sir Kevin. Soy Ruth Cohen.
Una de las «ventanas» daba a un bosque ralo tapizado de nieve. Algo parecido a una serpiente de pelaje espeso alzó una cabeza grande, achatada… no, ¡era un cuello! La criatura yacía sobre la nieve, como una gigantesca alfombra de oso blanco. La cabeza estrecha y puntiaguda se elevó alto y giro para mirar casi hacia atrás, con suspicacia, directamente al salón de recepción. Sobresalían unos ojos de pupilas negras. La cabeza descendió; de nuevo el animal fue invisible en la gruesa nieve.
—¿Qué nave, capitán? —preguntó Renner.
Ella sacudió la cabeza.
—Oficina del Gobernador. Enlace del Servicio de Inteligencia. —Miró alrededor para cerciorarse de que estaban solos—. De cualquier modo, nos habríamos conocido bastante pronto. Arreglé para sentarme junto a usted en la cena.
—Bien. —¿Sólo negocios?—. Tendremos tiempo de… ¡Dios!
La cabeza puntiaguda se alzó de forma brusca, las achatadas piernas cortas de oso salieron disparadas hacia atrás, y emprendió la carrera. Era rápido. Podía haber estado deslizándose, usando el torso aplanado como una superficie de sustentación. Tres cazadores embozados dispararon casi en el mismo momento, luego dieron media vuelta y corrieron, dividiéndose, esquivando entre los árboles. La criatura chocó contra un árbol joven, rebotó y se derrumbó. También el árbol.
—¡Vaya! —exclamó Renner—. ¿Qué era eso?
—Un fantasma de la nieve —indicó Ruth Cohen.
—Peligroso.
—Oh, sí. Sin embargo, la piel es bastante valiosa. La mudan en verano, pero siguen siendo igual de peligrosos.
—Usted no tiene acento de la Compra —dijo Renner.
Ella rió en voz baja.
—No creería cuánto les costó a mis padres… —Sonrió—. En realidad, si tengo un planeta natal, es Nueva Washington. Mi padre se retiró allí. Éste es mi primer servicio en la Compra de Maxroy. Llevo aquí un año.
—Parece un lugar bonito.
—Me alegra que alguien lo piense —dijo Ruth.
—El Gobernador Jackson. Hay algo familiar en él —comentó Renner.
—¿Quizá le conoció? Fue Reserva de la Marina durante mucho tiempo. Creo que se retiró como comandante.
—¿Cómo llegó a Gobernador?
—Es una historia interesante —dijo ella—. Tráigame una copa y se la contaré.
—Oh… lo siento —Renner le silbó a uno de los robots circulantes—. Parece que tenemos Pasado de Moda, Martini y algo verde.
—Tomaré el verde. Será licor de hoja de agua. Es dulce, pero con un sabor agradable.
Renner cogió dos de las copas verdes y sorbió con cautela. Sabía a jengibre y a algo indefinible.
—No está mal. Me pregunto si Bury lo conoce.
—Me sorprendería que no lo conociera —dijo la capitán de fragata Cohen—. Es un gran artículo de exportación. Ahora bien, usted quería saber del Gobernador. Creció aquí, estuvo aquí antes de que la Compra fuera devuelta al Imperio. Se inscribió en la escuela de la Marina, y cuando se licenció, trajo a un amigo, otro hombre retirado de la Marina, Randall Weiss, e iniciaron un servicio de transporte para proveer de suministros a los mineros de los asteroides.
—Suena razonable —comentó Renner. Había habido un tiempo en que ésa habría sido su carrera: terminar el servicio en la Reserva de la Marina, luego pasarse a una línea de embarque civil, quizá a la larga comprar una nave.
—Sólo que los Exteriores no dejaban de atacar su nave —indicó Ruth—. Cogieron dos cargamentos, y la empresa estuvo a punto de quebrar.
—¿Dónde estaba la Marina?
—Eso fue hace dieciséis años.
—Ah. Aún se hallaban fortaleciendo la flota de bloqueo.
—De nuevo el sistema de la Paja.
—Exacto —Ruth dio un sorbo a su bebida—. De verdad es buena, ¿sabe? En cualquier caso, sir Lawrence… por ese entonces no era sir Lawrence, desde luego…, y Weiss decidieron hacer algo al respecto. Armaron su nave y reclutaron a nativos y mineros de los asteroides y a todos los demás que pudieron, y salieron en busca de los piratas, o más bien dejaron que los Exteriores los encontraran. Supongo que tuvieron suerte, porque capturaron una nave Exterior, y eso les proporcionó una nave mayor y mejor armada, y la usaron para perseguir a más Exteriores.
—Creo que leí sobre ello —dijo Renner—. No me di cuenta de que fuera aqui. Terminaron con cuatro naves, y una buena batalla.
—Sí. Randall Weiss resultó muerto, pero casi aplastaron la amenaza Exterior. A Weiss le levantaron una estatua, sir Lawrence recibió el rango de caballero y el consejo local le envió a la capital del sector para que representara a la Compra. En poco tiempo el Virrey le mandó de vuelta como Gobernador.
—Buena historia. —Renner frunció el ceño—. Por Dios, le he conocido, pero no puedo recordar dónde.
Un gong suave sonó por todo el salón de recepción.
—La cena —dijo Ruth.
Renner le ofreció el brazo.
El primer plato era una variedad de sashimi. Renner miró a Ruth Cohen en busca de consejo.
—Ése es aleta amarilla —indicó ella—. El atún terrestre crece bien aquí. Y el gris claro es un pescado de agua dulce llamado plata danzante. ¡Oh!
—¿Qué?
—El rojo oscuro es cecilia. Es caro. No exactamente escaso, pero no se coge uno todos los días.
Renner probó un poco de cada uno.
—¿Qué es la cecilia?
—Una serpiente marina grande. Creo que vio cómo la atrapaban. En los hologramas. Hmm. ¡Kevin, me parece que hemos estado mirando nuestra cena! Me pregunto si eso significa que nos servirán fantasma de la nieve.
—Sí —dijo Lady Jackson desde un extremo de la mesa. Era una mujer entrada en carnes a la que resultaba claro que le agradaba comer—. ¿Le gusta?
—Nunca lo probé —reconoció Ruth—. Aunque en una ocasión tomamos cecilia. Kevin, se supone que debe meterlo en esa salsa.
Renner empleó los palillos para mojar la carne oscura, luego masticó pensativo.
—Salsa de cacahuete.
—Y jengibre —añadió Lady Jackson—. La influencia Thaí. La cocina de la Compra tiende a ser sencilla. El planeta fue colonizado por mormones, pero hubo una fuerte influencia oriental. La mano que aprieta es que mantuvimos la sencillez de ambos casi para todas las cosas.