De hecho, la velocidad de evaporación es inversamente proporcional al cubo de la masa, de tal manera que si, por ejemplo, el agujero negro A tiene diez. veces más masa que el agujero negro B, el agujero negro A tardará mil veces más en evaporarse. Además, a medida que un agujero negro va perdiendo masa al evaporarse, la evaporación es cada vez más rápida, y cuando es bastante pequeño, se evapora con una explosión.
La temperatura de los agujeros negros de tamaño considerable es del orden de una milmillonésima de milmillonésima de grado por encima del cero absoluto, de manera que su evaporación es terriblemente lenta. Incluso después de 10
27
años el proceso no habrá hecho más que empezar. De hecho, la poca evaporación que se produce es sobrepasada con mucho por la absorción de materia al interior de los agujeros negros en sus oscilaciones por el espacio. Pero con el tiempo ya no quedará casi materia que absorber, y poco a poco la evaporación comenzará a imponerse.
Muy lentamente, a lo largo de eones y eones, los agujeros negros se irán reduciendo de tamaño. Los más pequeños disminuyen con más rapidez. Después, uno a uno, en orden inverso de tamaños, se irán consumiendo y disolviéndose en la nada con una explosión. Los agujeros negros verdaderamente grandes tardan l0
100
e incluso 10
110
años en desaparecer.
Al evaporarse, los agujeros negros producen radiaciones electromagnéticas (fotones) y pares de neutrinos y antineutrinos. Estos no poseen masa en reposo, sino sólo energía (que, desde luego, es una especie de masa muy finamente repartida).
Aun cuando estas partículas permanezcan en el espacio, esto no implica necesariamente que sean permanentes.
Los protones y neutrones representan la casi totalidad de la masa del Universo, además de una pequeña porción de electrones. Hasta hace poco se creía que los protones (que representan aproximadamente el 95 por 100 de la masa actual del Universo) eran totalmente estables siempre que se encontraran aislados.
Pero, según la actual teoría, no es así. Parece ser que los protones son capaces de desintegrarse espontáneamente, muy lentamente, formando positrones, fotones y neutrinos. La vida media aproximada de un protón es de 10
31
años, lo que representa un intervalo enorme; pero no lo bastante enorme. Cuando todos los agujeros negros se hayan evaporado, habrá transcurrido mucho más tiempo del necesario para que aproximadamente el 90 por 100 de todos los protones del Universo se haya desintegrado. Cuando hayan transcurrido 10
32
años, se habrán desintegrado más del 99 por 100 de los protones, y es posible que los agujeros negros también hayan desaparecido al aniquilarse aquellos.
Los neutrones, que son estables cuando están asociados a los protones, se liberan cuando éstos se desintegran. Entonces se vuelven inestables y en unos minutos se descomponen en electrones y protones. A su vez, estos protones vuelven a descomponerse en positrones y partículas sin masa.
Por tanto, las únicas partículas que quedarán en número suficiente serán los electrones y los positrones, que con el tiempo chocarán y se aniquilarán mutuamente, desprendiendo una lluvia de fotones.
Por tanto, cuando hayan transcurrido 10
100
años los agujeros negros habrán desaparecido de una manera u otra. El Universo será una inmensa bola de fotones, neutrinos y antineutrinos, y nada más, en perpetua expansión. Todo se irá extendiendo más y más, de manera que el espacio será cada vez más parecido al vacío.
Una de las teorías actuales, conocida como «teoría del Universo inflacionario», afirma que éste comienza por ser un vacío total, no sólo desprovisto de materia, sino también de radiaciones. Según la teoría cuántica, este vacío puede experimentar fluctuaciones al azar que produzcan materia y antimateria en proporciones iguales o casi iguales. Por lo general, estas materia y antimateria se anulan entre sí casi inmediatamente. Pero si se espera el tiempo suficiente, es posible que se produzca una fluctuación en la que se forme una cantidad enorme de materia y antimateria, con un desequilibrio en sus proporciones que baste para crear un Universo de materia en medio de un mar de radiaciones. Una expansión superrápida impediría entonces la aniquilación, y se formaría un Universo lo bastante grande como para alojar a las galaxias.
Es posible que entonces, cuando hayan transcurrido digamos unos 10
500
años, el Universo esté tan próximo al estado de vacío total como para que sea posible que se produzcan otras fluctuaciones a gran escala.
Entonces, de entre las cenizas de un Universo muy, muy viejo, podría surgir otro totalmente nuevo que se lanzara a una rápida expansión, formando galaxias, y comenzando otra larga andadura. Según esta teoría (que tengo que admitir que es de mi propia cosecha y no ha sido avanzada por ningún astrónomo de prestigio del que yo haya oído hablar), el Universo en perpetua expansión no sería necesariamente un Universo «irrepetible».
Es posible que fuera de nuestro Universo (si pudiéramos alcanzar sus limites para observar qué es lo que hay) se encuentren los sedimentos de otro universo tremendamente tenue y muchísimo más antiguo, rodeándonos como un débil halo, y que en el exterior de éste haya otro aún más tenue y todavía mucho más antiguo que abarque a los otros dos, y que más allá de ese… y así por siempre jamás, interminablemente.
Pero, ¿y si resulta que vivimos en un «Universo cerrado», con una materia lo bastante densa como para producir la atracción gravitatoria necesaria para que algún día la expansión toque a su fin y el Universo comience a contraerse, a reunirse?
La opinión generalizada entre los astrónomos es que la densidad de la materia en el Universo sólo representa una centésima parte del mínimo necesario para cerrar el Universo, pero ¿y si los astrónomos están equivocados? ¿Y si la densidad total de la materia del Universo es, en realidad, el doble de este valor critico?
En ese caso se calcula que el Universo seguirá en expansión hasta que tenga 60 eones de antigüedad (cuatro veces su edad actual), en cuyo momento la velocidad decreciente de expansión habrá llegado al mínimo y se detendrá. En ese momento el Universo habrá alcanzado su diámetro máximo, de unos 40 mil millones de años-luz.
Después el Universo empezará a contraerse lentamente, aumentando progresivamente la velocidad. Transcurridos otros 60 eones, se apretujará en un gran apretón y, por último, desaparecerá en el vacío del que surgió.
Después, tras un intervalo intemporal, otro Universo similar se formará a partir del vacío, entrará en expansión, se contraerá… y así una y otra vez, indefinidamente. O quizá los universos se forman en sucesión, y algunos son abiertos y otros cerrados siguiendo un orden aleatorio.
Pero no importa cómo lo analicemos: si nos proyectamos lo bastante en el futuro, podemos acabar con una teoría según la cual hay un Universo detrás de otro, en número infinito y durante toda la eternidad… Y eso es todo lo que alcanza a divisar el ojo del hombre.
NOTA
Siempre existe la posibilidad de que cometa un error científico al escribir estos artículos, que lo pase por alto y que aparezca publicado en
Fantasy and Science Fiction
. Entonces, si tengo suerte —por lo general la tengo—, algunos de mis lectores se dará cuenta y me lo hará saber, y así podré arreglarlo antes de que aparezca publicado en alguno de mis libros de recopilaciones de artículos.
En una ocasión, quien me llamó la atención sobre uno de estos errores, aparecido en un articulo que no forma parte de esta recopilación, fue nada menos que el famoso químico Linus Pauling. Me escribió muy satisfecho para decirme que había cometido un error de 23 órdenes de magnitud (con lo que obtenía una cifra cien mil trillones de veces demasiado grande, o demasiado pequeña). No me decía dónde estaba el error, y tuve que encontrarlo yo solo, absolutamente aterrorizado. (Lo encontré.)
Creí que nunca en mi vida volvería a cometer un error tan egregio, pero estaba equivocado. Cuando este articulo fue publicado por primera vez en la revista, cometí un error de más de 100 órdenes de magnitud. No intentaré siquiera expresarlo en palabras. En esta ocasión fue mi amigo Harry C. Stubbs (que escribe historias de ciencia ficción bajo el seudónimo de Hal Clement) el que me lo señaló, y me dijo dónde estaba. Y yo lo corregí.
El otro día recibí una carta de un lector. Estaba escrita con una letra indescifrable, así que era muy difícil de leer. No obstante, intenté descifrarla por si acaso era algo importante.
En la primera frase me decía que se estaba especializando en literatura inglesa, pero que se sentía en la obligación de enseñarme algo sobre la ciencia. (Suspiré levemente, porque no conozco a muchos especialistas en literatura inglesa que sepan lo suficiente como para enseñarme algo sobre la ciencia, pero soy muy consciente de mi inmensa ignorancia y estoy dispuesto a aprender todo lo que pueda de cualquiera, por muy bajo que sea el lugar que ocupe en la escala social; así que seguí leyendo.)
Al parecer, en uno de los incontables artículos que publico aquí y en otros lugares, había expresado una cierta alegría por el hecho de vivir en un siglo en el que, por fin, hemos comprendido los principios básicos del Universo.
No entraba en detalles, pero lo que quería decir es que ahora conocemos las reglas básicas que regulan el Universo, además de las interrelaciones gravitatorias de sus elementos constituyentes, tal como vienen expresadas por la teoría de la relatividad desarrollada entre 1905 y 1916. También conocemos las reglas básicas a las que se atienen las partículas subatómicas y sus interrelaciones, que fueron elegantemente formuladas en la teoría cuántica, desarrollada entre 1900 y 1930. Además, hemos observado que las galaxias y los cúmulos galácticos son las unidades básicas del Universo Físico, como se descubrió entre 1920 y 1930.
Como verán, todos estos descubrimientos han sido realizados en el siglo XX.
Después de citarme, el joven especialista en literatura inglesa proseguía aleccionándome severamente, pues según él en
todas
las épocas la gente ha creído comprender al fin el Universo, y
siempre
se ha demostrado que estaban equivocados. Según esto, lo único que podemos decir de nuestros conocimientos modernos es que están
equivocados
.
Después, el joven manifestaba su aprobación ante las palabras que pronunció Sócrates al enterarse de que el oráculo de Delfos le había calificado como el hombre más sabio de Grecia. «Si yo soy el hombre más sabio», dijo Sócrates, «es porque soy el único en saber que no sé nada». Con lo que daba a entender que yo era muy tonto porque tenía la impresión de saber un montón de cosas.
Por desgracia, todo esto no era ninguna novedad para mí. (Hay muy pocas cosas que me parezcan una novedad; me gustaría que mis corresponsales se dieran cuenta de ello.) Esta misma teoría me fue propuesta hace un cuarto de siglo por John Campbell, que se había especializado en irritarme. También me dijo que con el tiempo todas las teorías resultan ser falsas.
Esto fue lo que le respondí:
—John, la gente estaba equivocada al creer que la Tierra era plana. También se equivocaba al creer que la Tierra era una esfera. Pero si
crees
que creer que la Tierra es esférica es
tan erróneo
como creer que la Tierra es plana, entonces tu teoría es aún más errónea que las dos juntas.
Verán: el principal problema es que la gente piensa que «correcto» e «incorrecto» son categorías absolutas, que todo lo que no sea perfecta y completamente correcto es total y absolutamente incorrecto.
Pero yo no lo creo así. En mi opinión correcto y equivocado son conceptos borrosos, y en este artículo voy a explicar mis razones para creerlo así.
En primer lugar, permítanme despachar a Sócrates, porque estoy harto y aburrido de esa afectación de que saber que no se sabe nada es un signo de sabiduría.
Nadie sabe
nada
. En cuestión de días, los bebés aprenden a reconocer a sus madres.
Por supuesto, Sócrates estaría de acuerdo y explicaría que él no se refiere al conocimiento de trivialidades. Se refiere a que hay que abordar las grandes abstracciones sobre las que discuten los seres humanos sin ideas preconcebidas y no contrastadas, y que esto es lo único que sabemos. (¡Qué afirmación tan increíblemente arrogante!)
Al discutir temas tales como «¿Qué es la justicia?» o «¿Qué es la virtud?», su actitud era la del que no sabe nada y tiene que ser aleccionado por los demás. (Es la llamada «ironía socrática», ya que Sócrates sabia de sobra que él sabía mucho más que los pobres infelices en los que se cebaba.) Al fingir ignorancia, Sócrates conseguía que los demás expusieran sus puntos de vista sobre estos conceptos abstractos. Entonces planteaba una serie de preguntas, aparentemente propias de un ignorante, con las que conseguía que los otros se perdieran en un fárrago tal de contradicciones que acababan por echarse a llorar y por admitir que no sabían de qué estaban hablando.
El hecho de que los atenientes permitieran que este juego continuara durante décadas y que le aguantaran hasta los setenta años, momento en el cual le obligaron a beberse el veneno, nos da una idea de su maravillosa tolerancia.
Ahora bien, ¿de dónde sacamos la idea de que «correcto» e «incorrecto» son conceptos absolutos? Tengo la impresión de que viene de los primeros años de colegio, cuando los niños, que saben muy pocas cosas, caen en manos de maestros que saben muy poco más que ellos.
Los niños pequeños aprenden ortografía y aritmética, por ejemplo, donde tropezamos con valores aparentemente absolutos.
¿Cómo se escribe «azúcar»? Respuesta: a-z-ú-c-a-r. Eso es lo
correcto
. Cualquier otra cosa es
incorrecta
.
¿Cuánto es 2 + 2? La respuesta es 4. Cualquier otra respuesta es
incorrecta
.
El disponer de respuestas exactas y cosas absolutamente correctas e incorrectas minimiza la necesidad de pensar, lo que agrada tanto a los profesores como a los alumnos.
Esa es la razón de que tanto los profesores como los alumnos prefieran los
tests
de respuestas cortas a los exámenes tipo ensayo, los
tests
en que hay que elegir una respuesta entre varias a los
tests de
respuestas cortas, y los
tests
de verdadero / falso a los
tests
con varias respuestas posibles.