El Santuario y otras historias de fantasmas (30 page)

BOOK: El Santuario y otras historias de fantasmas
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El coñac le había otorgado al condenado un valor momentáneo.

—Una sarta de mentiras, señor Elton —dijo—. Ese muchacho tiene una mente corrupta. Me contó cosas que ningún chico de su edad debería saber: y se divirtió a su costa y se rió con ellas. Quizá debería habérselo dicho a su madre.

—Es demasiado tarde para pensar en eso ahora —dijo Francis—. El diario del que le acabo de hablar estará mañana a las diez en punto en manos de la policía. También inspeccionarán la habitación de arriba en la que usted ha vestido el hábito para celebrar sus Misas Negras.

—¡No, no! —gritó—. ¡No haga eso! ¡Se lo suplico y se lo imploro! Le confesaré la verdad. No ocultaré nada. Mi vida ha sido una blasfemia. Pero lo siento: me arrepiento. De ahora en adelante abjuro de todas esas abominaciones: renuncio a todas ellas en nombre de Dios Todopoderoso.

—Demasiado tarde —dijo Francis.

Y entonces, el horror que aún me atormenta empezó a manifestarse. Aquel desdichado se echó hacia atrás en la silla, y de su frente surgió un gusano que fue a caer sobre su blanca camisa, donde se quedó retorciéndose. En aquel momento, sobre nuestras cabezas, se oyó el sonido de una campana, y Barton se puso rápidamente en pie.

—¡No! —gritó de nuevo—. Me retracto de todo lo dicho. No abjuro de nada. Y mi Señor está esperándome en el santuario. Debo darme prisa y ofrecerle mi humilde confesión.

Con los movimientos de un animal sigiloso se escurrió de la habitación y oímos sus pasos subiendo ligeramente las escaleras.

—¿Has visto eso? —susurré—. ¿Y qué hacemos ahora? ¿Está ese hombre en su sano juicio?

—Ya no está en nuestras manos —dijo Francis.

Se oyó un golpe en el techo, como si alguien se hubiera caído, y sin mediar palabras subimos corriendo al dormitorio de Francis. La puerta del armario en el que estaban guardadas las vestimentas estaba abierta, y algunas yacían en el suelo. El panel también estaba abierto, pero en su interior sólo había oscuridad. Aterrorizado por lo que pudieran encontrar nuestros ojos, tanteé en busca del interruptor y encendí la luz.

La campana que había sonado hacía un par de minutos seguía moviéndose, aunque ya no repicaba. Barton, vestido con su capa vestal bordada de oro, yacía frente al altar, derrumbado, con la cara agitándose, crispada. Entonces cesó todo movimiento, un estertor surgió de su garganta, y su boca se abrió. Enjambres de enormes moscas que llegaban de ninguna parte se posaron sobre él.

Notas

[1]
Paralelismo algo críptico con la tórrida relación entre el Dios Zeus, no en vano dueño del Sol y del Universo, y la humana Dánae a la que sedujo en forma de lluvia de oro y con la que engendró al heroico Perseo. (
N. del T.
)

[2]
Los
cottages
son las típicas casas de campo británicas, construidas con materiales modestos y tradicionalmente con el techo de paja; al no disponer de una correspondencia directa con ningún tipo de construcción arquitectónica castellana, se ha preferido mantener la denominación original. (
N. del T.
)

[3]
Terrace:
en inglés, hilera o conjunto de hileras de casas de estilo uniforme. En este caso, Benson utiliza la denominación para referirse a la calle en la que viven los protagonistas.
(N. del T.)

[4]
Según La Biblia, Nabot era un judío de Israel que poseía una viña codiciada por el Rey Acab. Fue apedreado por no querer vendérsela, y además se le profetizó que su casa sería arrasada y él mismo devorado por los perros.
(N. del T.)

[5]
También conocido en castellano como
ciclamor,
árbol bastante común en España, caracterizado por sus hojas en forma de corazón y sus flores carmesíes.
(N. del T.)

[6]
Típico juego de cartas británico que se juega con dos mazos de cartas. (
N. del T.
)

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