—¿Cómo les va a nuestros activos?
—Solo hemos tenido tiempo de posicionar tres vehículos de clase corbeta lo bastante cerca de Brasilia como para que la cosa cambie —dijo Baudry—. Pero, sinceramente, sus armas son prácticamente inútiles frente al número de escarabajos. Aunque lanzásemos un misil, solo destruiría algunos miles de unidades. Es como intentar detener un tsunami con una cuchara.
Aumonier respondió con calma:
—Entonces necesitamos una estrategia alternativa.
—Nuestras corbetas están esperando a que los escarabajos lleguen hasta el hábitat para disparar fuego concentrado. Los robots de guerra necesitarán tiempo para abrirse paso a través de las aberturas de atraque.
—Imaginemos que no los detenemos a todos. ¿Qué pasa si perdemos Brasilia y Flamarión?
—Ambos hábitats tienen fábricas propias —dijo Dreyfus levantando la vista de su compad—. Si Aurora se hace con ellos, tendrá dos nuevas fábricas de producción de escarabajos. Desde allí podrá saltar a nuevos hábitats.
—He preparado una simulación en el Planetario —dijo Baudry—. He introducido muchas suposiciones, obviamente, pero puedo mostrarte cómo se desarrollarían las cosas bajo circunstancias más razonables.
—Adelante —dijo Aumonier.
Baudry redujo la imagen de Carrusel Nueva Brasilia a su tamaño anterior, hasta que se convirtió sencillamente en un punto que se movía en la majestuosa espiral del Anillo Brillante. Con otro gesto, cambió todos los puntos de luz al mismo color verde esmeralda, a excepción de cuatro puntos dispersos de color rubí.
—Estos son los hábitats que Aurora controla en este momento —dijo Baudry antes de que se encendieran dos puntos rojos más, cada uno situado cerca de uno de los otros cuatro puntos—. Estos son Brasilia y Flamarión, asumiendo que Aurora consiga el control. Ahora imagino que estos dos nuevos hábitats se convierten en centros de producción de escarabajos con un flujo de salida similar al que ya hemos visto.
También imagino que cada hábitat concentra su salida de escarabajos en otro hábitat que Aurora todavía no controla, de acuerdo con lo que hemos visto hasta ahora. Además, imagino que dentro de veintiséis horas los escarabajos pueden atacar un hábitat, hacerse con el control y dirigir su flujo de escarabajos contra un objetivo designado, cruzando el espacio hasta que establecen contacto.
—Continúa —dijo Aumonier.
—En un día, habremos pasado de dos hábitats comprometidos a cuatro. Cada uno de esos cuatro hábitats infectará a otro estado vecino, lo que nos dará ocho lugares infectados al final del segundo día. —Mientras hablaba, el número de luces rojas aumentaba de forma geométrica—. Al final del tercer día, dieciséis hábitats. Treinta y dos al final del cuarto día. Sesenta y cuatro al final del quinto. Ciento veintiocho al final del sexto: es más del uno por ciento de todo el Anillo Brillante.
Ahora había tantas luces rojas que no se podían contar. Las luces verdes seguían formando una aplastante mayoría, pero la inevitabilidad del proceso aparecía dolorosamente.
—¿Cuánto tiempo…? —preguntó Aumonier formulando la pregunta que ninguno quería responder.
—Menos de la mitad de los Estados en el Anillo Brillante conservan alguna clase de capacidad de fabricación —dijo Baudry—, pero estamos hablando de más de cuatro mil hábitats. Aurora los habrá tomado en el duodécimo día. Incluso si los demás resisten hasta entonces, los perderemos con rapidez. Aurora tendrá más de cuatro mil fábricas de producción de escarabajos para combatirnos. Dudo que retengamos un solo hábitat al final del decimotercer día. —Tragó saliva—. Eso incluye a Panoplia.
—Y la suposición de las veintiséis horas… —comenzó Dreyfus.
—Es una suposición, una cifra escogida al azar. Puede que tarden más. Pero aunque tardaran cuatro días en saltar de un hábitat a otro, nos habrá derrotado al cabo de dos meses. Quién sabe cuánto tiempo podrá resistir Ciudad Abismo, pero no creo que dure más que el Anillo Brillante.
—Pero seguro que podemos hacer algo —dijo Aumonier.
La expresión de Baudry era la de alguien encargado de dar malas noticias. A Dreyfus le recordó un médico que está a punto de dar el más devastador de los diagnósticos.
—Podemos hacer algo, sí. Ahora, mientras Aurora aún está afianzándose, y antes de que sus esfuerzos hagan mella en nosotros. Retrocedamos la simulación al día cero, hoy.
Ahora solo había cuatro hábitats en rojo.
—Los escarabajos han llegado a Brasilia y entrarán en contacto con Flamarión en cualquier momento. —Baudry miró su brazalete ansiosamente—. Pero durante las próximas horas, quizá incluso un día entero, solo nos enfrentamos a cuatro puntos potenciales de propagación, suponiendo que los nuevos hábitats puedan prepararse para la producción de escarabajos. —Baudry tensó los dedos—. Aurora está en su momento más vulnerable. Se ha mostrado y, por lo tanto, ya ha jugado con el elemento sorpresa. Pero aún no ha consolidado suficiente territorio para aplastarnos.
—Creí que habías dicho que los escarabajos ya nos habían aplastado —dijo el prefecto sénior Michael Clearmountain.
—No estoy hablando de enfrentarnos a los escarabajos —respondió Baudry—. Estoy hablando de eliminar los centros de producción.
Clearmountain permaneció impasible.
—Esto no es cirugía —dijo mirando a los otros alrededor de la mesa—. No puedes eliminar una fábrica y dejar el resto del hábitat intacto.
—Soy consciente de ello —dijo Baudry con un gélido control.
Clearmountain parpadeó.
—Entonces estás hablando de…
—Eutanasia masiva, sí. Destruimos los hábitats infectados. Si fuera la opción sencilla, ¿crees que habría esperado hasta ahora para plantearla?
—Es asesinato.
—Sacrificaríamos cierto número de vidas para asegurar la supervivencia de muchas más. Acabas de ver la simulación que he hecho, sénior. Dentro de dos meses habremos perdido todo. Podría estar encima de nosotros dentro de trece días si mi valoración anterior es correcta. Quizá ni siquiera tengamos tanto tiempo. Son cien millones de vidas. Si destruimos Brasilia y Flamarión ahora, solo perderemos seiscientas cincuenta mil personas. Incluye Szlumper Oneill y Casa Aubusson y estaremos hablando de menos del dos por ciento del número total de ciudadanos a nuestro cuidado.
—Hablas como si el dos por ciento fuera una menudencia —dijo Clearmountain con incredulidad.
—Con todos mis respetos —respondió Baudry—, esto es la guerra. No hay ningún general en la historia que dejara pasar la posibilidad de la victoria si estaba garantizada con menos de una víctima por cada cincuenta combatientes.
—Pero ellos no son combatientes —dijo Dreyfus malhumorado—. Son ciudadanos y no pidieron formar parte de la guerra de nadie.
—Las cifras siguen siendo las mismas —dijo Baudry—. Ataquemos ahora y salvaremos decenas de millones de vidas. Tenemos que considerarlo, señoras y señores. Estamos incumpliendo nuestro deber si no lo hacemos.
—Es monstruoso —dijo Clearmountain.
—También lo es la posibilidad de perder los diez mil —respondió Baudry.
—¿Pero necesariamente perderíamos cien millones de vidas? —preguntó Aumonier—. Gaffney dijo a Dreyfus que Aurora estaba interesada en un golpe de Estado benigno. Los sistemas de soporte vital en Aubusson y en los otros tres hábitats siguen funcionando, de lo contrario, habríamos visto señales. Eso sugiere que Aurora tiene al menos la intención de mantener a sus sujetos vivos y en buen estado de salud.
—Los escudos humanos no sirven de gran cosa a menos que estén vivos —dijo Baudry.
—Pero tenemos que considerar la posibilidad de que pretenda mantener a sus sujetos vivos para siempre. Si su objetivo es garantizar la supervivencia del Anillo Brillante a largo plazo, no va a empezar a asesinar gente. —Los ojos de Aumonier se tornaron vidriosos, como si estuviera mirando algo más allá de la sala—. Oh, esperen —dijo su cabeza flotante—. Está llegando algo de Flamarión. Han establecido contacto.
Los brazaletes comenzaron a sonar. Los prefectos los silenciaron y examinaron el Planetario mientras ampliaba una representación en forma de dedal de Casa Flamarión.
—¿Estatus de Brasilia? —preguntó Dreyfus.
Aumonier apartó la vista, luego volvió a mirarlo.
—Los sistemas anticolisión han eliminado a un escarabajo de cada diez. El resto está entrando más o menos sin daño. Han establecido seis cabezas de puente en la piel exterior de la rueda. Nuestros activos han concentrado el fuego, pero algunos escarabajos están accediendo a la estructura subyacente.
—¿Contención de presión?
—Sigue aguantando. Parece como si las máquinas estuvieran programadas para entrar sin comprometer la integridad de la biosfera.
Dreyfus sabía que ocurriría lo mismo con Flamarión. Puede que la concentración de escarabajos no fuera exactamente la misma, los sistemas anticolisión podían tener más o menos éxito en interceptar las fuerzas que llegaran, pero no supondría ninguna diferencia práctica a largo plazo. Solo sería necesario un puñado de esos robots de guerra para abrirse paso entre la ciudadanía y abrir un sangriento camino hasta el núcleo de voto. Y luego abrirían una puerta para que Aurora, o alguna faceta de Aurora, pudiera entrar.
—¿A cuántos hemos sacado de Brasilia?
—Once mil en las lanzaderas comerciales que ya estaban atracadas. Tres de Flamarión.
—Aurora depende de las redes de datos para saltar entre esos hábitats —dijo Dreyfus—. Antes de que comencemos a aniquilar a nuestros propios ciudadanos, ¿podemos bloquear su avance destruyendo parte de la red?
Baudry hizo una mueca.
—Es todo o nada, Tom.
—Entonces lo destruimos todo.
—No sabemos con seguridad si eso va a detener a Aurora, pero sin duda nos dañaría a nosotros. Necesitamos el aparato para rastrear el despliegue de Aurora, para coordinar las operaciones de evacuación y el despliegue de nuestros activos.
—Sin embargo —dijo Aumonier—, Tom tiene razón. Destruir la abstracción en todo el ancho de banda es algo que debemos considerar. De hecho, lo he estado pensando desde que me enteré de la crisis. Aunque no debemos subestimar los riesgos. Puede que frenemos a Aurora, pero es más que probable que nos ceguemos a nosotros mismos en el proceso.
—Usa las armas nucleares y acabamos con esto ahora —dijo Baudry—. Puede que Aurora no tenga pensado matar a la gente, pero no hay duda de que quiere arrebatarles su libertad.
Dreyfus apretó su aguja tan fuerte que el plumín se le clavó en la palma de la mano y le hizo sangre.
—Hay otra opción, mientras tengamos el aparato. Puede que un hábitat no sea capaz de combatir a los escarabajos, pero en este momento seguimos teniendo los recursos de todo el Anillo Brillante.
—No te sigo, Tom —dijo Baudry.
—Propongo que hagamos una votación de emergencia con la gente. Les pedimos permiso para reclutar y movilizar una milicia temporal de todo el Anillo Brillante.
—Define «milicia».
—Me refiero a millones de ciudadanos, armados y equipados con las armas que sus fábricas puedan producir en las próximas trece horas. Ya disponen de las naves, así que el desplazamiento no será un problema. Si podemos suministrarles los planos de las armas, luego colocar la cantidad suficiente en los hábitats comprometidos, y en los hábitats a los que creemos que Aurora irá después, junto con sirvientes de grado militar bajo nuestro control, tal vez podamos desvertebrarla sin recurrir a las armas nucleares.
Baudry parecía apesadumbrada.
—Estás hablando de ciudadanos, Tom, no de soldados.
—Tú fuiste quien los llamó combatientes, no yo.
—No tienen formación, ni equipamiento…
—Las fábricas les darán el equipamiento. La eidética les dará la formación. Los prefectos pueden dirigir pequeñas unidades de ciudadanos reclutados.
—Hay cien millones de ciudadanos ahí fuera, Tom, y el noventa por ciento de ellos no se enfrentan a una amenaza inmediata de Aurora. ¿De verdad crees que van a correr a lanzarse contra esos escarabajos?
—Creo que al menos deberíamos darles la posibilidad de elegir. No propondremos reclutar a toda la ciudadanía. Diez millones nos dará una ventaja arrolladora, en especial si estamos respaldados por sirvientes. Eso significa uno de cada diez ciudadanos, Lillian. La mayoría estará de acuerdo si sabe que no es probable que los llamemos a filas.
—¿Quieres hacer un cálculo aproximado sobre el número de víctimas? —preguntó Baudry—. ¿Una de cada diez, dos de cada diez? ¿Peor aún?
Dreyfus golpeó ligeramente la mesa con su aguja.
—No lo sé.
—Pierde a dos millones y habrás matado a más gente que si lanzamos esas armas nucleares.
—Pero serían dos millones de personas que eligen ponerse en la línea de fuego por el bien del Anillo Brillante, en lugar de dos millones sobre los que apretamos un botón solo porque lo dice una simulación.
—Quizá podríamos llegar a alguna clase de compromiso —dijo Aumonier, y su nítida voz disolvió la tensión entre Dreyfus y Baudry—. A todos nos parece repugnante la idea de destruir esos hábitats, aunque difiramos en la necesidad de hacerlo.
—De acuerdo —dijo Baudry con cautela.
—¿Qué criterio hemos usado para identificar los próximos objetivos de Aurora? —preguntó Aumonier.
—Proximidad y utilidad, teniendo en cuenta las distintas distancias debido a velocidades orbitales diferenciales. Deduje que Aurora concentraría sus esfuerzos en los hábitats con capacidad productora más cercanos.
—Me parece razonable —dijo Aumonier—. La pregunta es: ¿podemos sacar a la gente de esos hábitats antes de que lleguen los escarabajos desde los hábitats que están asaltando ahora?
—¿Quieres decir evacuar y luego lanzar armas nucleares? —preguntó Dreyfus.
—Si podemos hacerlo, estaremos despejando un camino en un bosque. Puede que los escarabajos de Aurora sean capaces de cruzar esa línea y saltar a otros hábitats, pero al menos habremos ganado tiempo, sin coste de vidas humanas.
—Si los sacamos a tiempo —dijo Clearmountain.
—No podemos estar seguros de los hábitats a los que irá —dijo Baudry señalando el Planetario—. He seleccionado candidatos probables, pero no podía ser precisa.
—Entonces tendremos que cubrir más frentes —dijo Aumonier—. Voy a iniciar una orden de evacuación de emergencia para diez objetivos probables.
—Sugiero que concentremos cualquier actividad de ejecución y sanción en un solo hábitat, para demostrar que vamos en serio. Seguramente los otros asumirán que somos capaces de hacer lo mismo con ellos —dijo Dreyfus.