A la sombra de las muchachas en flor
(1919).
Ha pasado algún tiempo, y el narrador, todavía en su primera juventud, ha visto cómo se desvanecía el amor que sentía por Gilberte, al tiempo que han entrando en su vida otros personajes que amplían su visión del mundo, como el escritor Bergotte y la actriz Berna. También se hacen mayores sus referencias espaciales, que en esta segunda entrega le conducen hasta la playa de moda de Balbec, donde conoce al joven Robert de Saint-Loup, un pariente de los misteriosos Guermantes. Su nuevo amigo le introduce en los círculos aristocráticos y le presenta a su tío, el barón de Charlus; sin embargo, el joven protagonista está más impresionado por el grupito de «muchachas en flor» que acaba de conocer (Andrée, Albertine, Rosamonde, etc.).
El mundo de Guermantes
(1920-1921).
La integración, por fin, en el anhelado espacio de los Guermantes tiene lugar en París, donde el narrador logra instalarse en una dependencia de la residencia de los aristócratas. Ahora, su inquieta pasión amorosa le ha llevado a poner los ojos en la duquesa, un ideal inalcanzable al que, pese a todo, sigue hasta su retiro de Doncières, donde se halla prestando su servicio militar el joven Robert de Saint-Loup. A partir de aquí, los acontecimientos se suceden vertiginosamente en la memoria del narrador, que entabla amistad con la actriz Rachel (amante de Robert), pierde a su abuela materna y se enamora de Albertine, una de las «muchachas en flor». Por aquel tiempo (en el que acude con asiduidad al elegante salón de M
me
. de Villeparisis), el protagonista descubre la condición de homosexual del barón de Charlus.
Sodoma y Gomorra
(1922).
De nuevo en la refinada costa de Balbec, el ciclo narrativo continúa demorándose en el análisis de las pasiones amorosas de los personajes, ahora centradas en el amor del barón de Charlus por el violinista Morel, y en la atracción que siente el narrador hacia Albertine. Posteriormente, la trama argumental conduce a los personajes hasta la villa de los Verdurin, donde el narrador siente unas «intermitencias del corazón» que le llevan a interrogarse acerca del amor que profesa hacia Albertine. Es entonces cuando descubre que ésta ha mantenido contactos lésbicos con M
me
. de Villeparisis, por lo que decide llevársela con urgencia hasta París. En esta cuarta entrega aparece por última vez Swann, afectado por una enfermedad incurable.
La prisionera
(1923).
En París, con Albertine retenida por el narrador a la espera de poder casarse con ella, vuelven a asomar los tormentos amorosos de los protagonistas. El barón de Charlus ha sido traicionado por su amado Morel, circunstancia que acentúa los celos, la angustia y los temores del protagonista respecto a la mujer que tiene por prisionera, a la que cree seguir amando. Continúan, por otra parte, las peripecias de los distintos personajes, entre las que destacan el fallecimiento del escritor Bergotte.
La fugitiva
(1925).
El músico Vinteuil, uno de los lejanos moradores del camino de Méséglise, se ha revelado como un auténtico genio, sobre todo a raíz de la composición de su magnífico Septeto. Mientras recuerda a Charlus cada vez más degradado por sus vicisitudes amorosas, el narrador cobra el convencimiento de que todas estas tribulaciones de la vida sólo pueden ser superadas por el ideal de absoluto que encierra en sí el arte, como queda patente en el ejemplo brindado por Vinteuil. Al hilo de estas reflexiones, advierte también que ya no siente amor hacia Albertine, por lo que se dispone a ponerla en libertad; pero la joven se fuga antes de tener noticia de su inminente liberación, circunstancia que vuelve a encender la pasión del narrador. Posteriormente, la muerte accidental de la antigua «muchacha en flor» incrementa esta pasión amorosa —ya definitivamente inútil— del protagonista. La confusión crece —tanto en los lectores como en el propio personaje— cuando el narrador se enamora de nuevo de una joven a la que en un principio no identifica, pero que resulta ser Gilberte, la hija de Swann; pero ésta contrae matrimonio con Robert de Saint-Loup, con lo que a estas alturas del ciclo confluyen, por fin, los caminos de Méséglise y Guermantes. En la línea de tantas otras sorpresas como ha recibido a lo largo de su tortuosa peripecia amorosa, el narrador tendrá pronto ocasión de conocer que Robert es homosexual, como su tío Charlus.
El tiempo recobrado
(1927).
En la entrega final del ciclo, el narrador aparece ahora en casa de una infeliz Gilberte que sufre por culpa de las infidelidades de su marido (quien, avanzada la novela, pierde la vida). En plena Guerra Mundial, el barón de Charlus continúa buscando amantes bajo el fuego enemigo que cae sobre París, mientras el protagonista y Gilberte rememoran episodios de su infancia. El antiguo esplendor de la aristocracia ha sido desbaratado por la pujanza emergente de la alta burguesía, como queda patente en el triunfo de los Verdurin. Después de la guerra, el narrador reconoce a M
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. Verdurin como la actual princesa de Guermantes, título al que ha ascendido después de haber enviudado y contraído nuevas nupcias. En su mansión, el protagonista tarda en reconocer a sus antiguos compañeros de andadura vital, ya que el tiempo los ha ido desfigurando hasta extremos patéticos. Pero de nuevo los sucesos cotidianos (como el sonido de una cuchara sobre la vajilla) sirven para despertar en su memoria los ecos del pasado, lo que le produce una inefable sensación de bienestar. Estos recuerdos felices le impulsan definitivamente a reconstruir el pasado de todos los personajes que se han ido cruzando en su vida, en un ejercicio de elaboración artística que, como en el caso del músico Vinteuil, le sirve para encontrar un sentido a su existencia.
En apariencia, a tenor de esta apresurada radiografía de su hilo argumental,
En busca del tiempo perdido
podría considerarse como un ciclo de memorias, ya que el protagonista se expresa en primera persona y, en su reconstrucción de una vida, se identifica en numerosas ocasiones con el autor. Además, aparecen a lo largo del extenso texto numerosos personajes que no son sino el trasunto de otros sujetos reales que estuvieron presentes en la vida de Marcel Proust, como Robert de Montesquiou (disfrazado tras el personaje del barón de Charlus), o el ya mencionado prologuista de
Les plaisirs et les jours
Anatole France (fácilmente identificable tras la figura ficticia del escritor Bergotte). Sin embargo, la clara voluntad literaria —y aún filosófica— de Proust, empecinado en elevar la memoria a categoría de conocimiento, y en consagrar la creación artística como actividad suprema del ser humano, dotan a
En busca del tiempo perdido
de una potencia creadora pocas veces alcanzada en las Letras contemporáneas. A ello conviene sumar la patente voluntad estilística del narrador francés, plasmada en un lenguaje sutil y elaborado, así como en unas complejas estructuras sintácticas que reflejan magistralmente, en el plano de la expresión, el flujo irregular (unas veces premioso, y otras desbordado) de las evocaciones y recuerdos.
Cabe incidir, por último, en la dimensión filosófica de la obra monumental de Marcel Proust, directamente relacionada con las ideas de Bergson relativas al tiempo. Según se desprende de su legado literario, sólo la memoria es capaz de ofrecer al hombre una visión compleja de los diferentes estados que el paso del tiempo ha dejado impresos en la realidad, en los acontecimientos, en los sujetos que los protagonizan e, incluso, en los sentimientos de éstos (no en vano se ha identificado también esta concepción de la memoria que postula Marcel Proust con la coetánea teoría de la relatividad lanzada por Albert Einstein).
[1]
La observación tiene sentido únicamente en el original: Francisca dice
avoir d’argent, apporter d’eau,
por
de l’argent, de l'eau.
<<
[2]
El femenino francés de
Antoine
es
Antoinette.
Francisca forma el femenino de
Antoine
—«Antoneisse»— por analogía con
chanoine
(canónigo) y
chanoinesse
(canonesa).
<<
[3]
Por
L’Intransigeant,
diario parisiense.
<<
[4]
El señor de Guermantes dice de su tía que «elle tenait un
bureau d’esprit
»;
bureau,
en el sentido de
despacho, tienda
u
oficina.
A1 final del párrafo, «bureau» aparece en el sentido de
bufetillo (buró). (N. de los T.)
<<
[5]
La frase incluida entre paréntesis sólo tiene sentido en el texto francés, en que la duquesa de Guermantes dice:
avec un bouquet de lis dans la main et d’autres lis su sa robe…
(por
sur sa robe
), como hubiera dicho una campesina francesa.—
(N. de los T.)
<<
[6]
La señora de Guermantes hace un juego de palabras —
loup
y
Saint-Loup
— a base del proverbio francés: «quand on parle du loup…», equivalente a nuestro: «en nombrando al ruin de Roma…»—
(N. de los T.)
<<
[7]
Intelligente
en francés. En la pronunciación corriente suena tan sólo una ele, mientras que una pronunciación afectada subraya la duplicación de la letra.—
(N. de los T.)
<<
[8]
«Adiós, voces extrañas — te llaman lejos de mí, celeste hermana de los ángeles».
<<
[9]
«Rodeado de tumultosos cuidados, un príncipe se ve arrastrado de continuo hacia nuevos objetos».
<<
[10]
En la edición original,
Sodome et Gomorrhe I
estaba incluida en el mismo volumen que esta 2ª parte de
Le cotê de Guermantes,
lo que explica la frase y el paréntesis. Pero (\pN)(º|ª|°|
)en esta edición, el título de
Sodome
pasa al volumen siguiente.
(N. de las nuevas ediciones de Gallimard).
<<
[11]
«Bac», balsa o lanchón para pasar un río.
<<
[12]
«Aile de poulet, très bien un peu de champagne, mais pas trop sec». «J’aimerai mieux de la glycerine. Oui, chaude, très bien».
<<
[13]
Je
por
moi.
<<
[14]
Título que se daba antiguamente en Francia al hermano menor del rey.
<<
[15]
«Y si no queda más que uno de ellos, ése seré yo».
<<
[16]
«Mi desventura, gracias a los dioses, supera a mi esperanza».
<<
[17]
«C’est qu’il est si taquin, Charlus»,
en el original. La señora de Guermantes juega con el adjetivo
taquin
(el que contraría, hostiga o pincha, por broma),
en entendant ce mot de taquin appliqué à Charlus,
y el nombre de
Tarquino el Soberbio,
al que escamotea la
r.
Charlus
est si taquin,
pero por la envergadura de sus bromazos
c’est Taquin le Superbe.
El retruécano, como se ve, es intraducible.
<<
[18]
«Cuando aparece el hijo, el círculo familiar aplaude con grandes gritos».
<<
[19]
El dolor es un fruto, Dios no lo hace crecer en la rama demasiado débil aún para sostenerlo.
<<
[20]
Bien poco duran los muertos, ¡Ay, en el ataúd se vuelven polvo con menos rapidez que en nuestros corazones!
<<
[21]
Ces reliques du coeur ont aussi leur poussière!
<<
[22]
Archéologue, en francés.
<<
[23]
«Hace ya largo tiempo que aquella con quien he dormido, —¡oh, Señor!, ha dejado mi lecho por el vuestro.»
<<
[24]
La fábula de La Fontaine es la titulada «Le meunier, son fils el lâne» (El molinero, su hijo y el asno).—
(N. de los T.)
<<
[25]
«Estoy viudo y solo, y el ocaso cae sobre mí.»
<<