Desde el primer momento que vi a César Millán trabajar con perros en su programa
Dog Whisperer
supe que entendía este concepto. Es un hombre único que no teme ser políticamente incorrecto, que habla de liderazgo con los perros y no teme dar y mostrar un correctivo cuando un perro lo necesita. No dejo de impresionarme con el modo en que César interactúa tanto con los perros como con sus dueños. César explica qué es lo que está creando el problema de tal forma que cualquier dueño de un perro pueda entenderlo. Su personalidad, su calidez y su humor son irresistibles; ante su encanto hasta el dueño más testarudo escucha y desea cambiar. No sólo puede explicar la situación, también puede solucionar el problema. Con una mínima cantidad de comunicación verbal, el perro obedece, cambiando su actitud y su comportamiento. Los perros responden al enfoque tranquilo y confiado de César. Verdaderamente se trata de un hombre que sabe cómo «hablar el idioma de los perros».
En este libro César nos recuerda que lo más importante del adiestramiento de un perro consiste en crear una relación saludable entre el ser humano y el perro, en la que la frontera entre uno y otro quede claramente trazada. Por mi propia experiencia me consta que esto es algo crítico. Mi primer perro, Kim, jamás se mostró agresivo ni se comportó mal en público ni cuando recibía visitas en casa. Hoy en día la gente diría: «Qué perro más bien adiestrado». Pero no se trataba de adiestramiento; se trataba de compartir una relación basada en los tres elementos clave que César detalla en este libro: ejercicio, disciplina y afecto.
César nos muestra cómo construir este tipo de relación y nos ayuda a entender mejor a nuestros perros. También nos explica cómo un perro puede cambiar su comportamiento y su actitud con el enfoque adecuado. Es una información esencial para todo aquel que quiera vivir de forma más pacífica con nuestros valiosos acompañantes.
¿Su perro lo está volviendo loco? ¿Es agresivo, nervioso, asustadizo o sencillamente demasiado irritable? Tal vez su amigo de cuatro patas esté obsesionado con algo: ya sea saltar sobre el primero que entre por la puerta o chincharlo a usted para que juegue a tirarle una y otra vez esa asquerosa pelota verde de tenis.
O tal vez quizá usted crea que tiene la mascota perfecta pero le gustaría que su relación con ella fuera más satisfactoria. Realmente le gustaría saber qué resortes hacen saltar a su perro. Querría entrar en el cerebro de su perro, forjar una relación más íntima.
Si ha contestado afirmativamente a cualquiera de las preguntas anteriores, ha llegado al lugar adecuado.
Si no me conoce por mi serie de televisión
Dog Whisperer
, que emite el National Geographic Channel, permítame presentarme. Me llamo César Millán y estoy encantado de compartir con usted los conocimientos adquiridos durante toda mi vida por mi experiencia al vivir y trabajar con perros, incluyendo los millares de «causas perdidas» que he rehabilitado a lo largo de los años.
Si quieren saber algo de mí, llegué a Estados Unidos en 1990, procedente de México, sin dinero en los bolsillos y con el sueño y la ambición de convertirme en el mejor adiestrador canino del mundo. Empecé como cuidador, pero menos de tres años después ya estaba trabajando con jaurías de rottweiler realmente agresivos, incluyendo algunos perros que resultaban ser propiedad de una maravillosa pareja de la que quizá haya oído hablar: Will Smith y Jada Pinkett Smith. Will y Jada, muy responsables como dueños de perros, quedaron impresionados por mi talento natural con los perros, y con gran generosidad me recomendaron a sus amigos y colegas, muchos de ellos famosos. No publicaba anuncios: mi negocio se centraba estrictamente en el boca a boca.
Enseguida me encontré con un negocio próspero y pude abrir mi primer Centro de Psicología Canina al sur de Los Ángeles. Allí conservo una manada de entre treinta y cuarenta perros que nadie más quiere acoger. Rescato a la mayoría de estos animales de refugios o de organizaciones de rescate porque son considerados «no adoptables» o han sido abandonados por sus dueños debido a su comportamiento. Desgraciadamente, y dado que no hay suficientes refugios a los que acudir donde no los maten, la mayoría de los animales abandonados se enfrenta a una inevitable eutanasia. Pero los perros que rescato, una vez rehabilitados, se convierten en miembros felices y productivos de la manada. Al final muchos de ellos encuentran una familia adoptiva adorable y responsable. Y durante su estancia en mi manada estos perros que en su día estuvieron condenados a morir suelen actuar como anfitriones y modelos que se pueden imitar para los perros problemáticos de mis clientes.
Hay una necesidad única en los perros americanos: lo he visto en sus ojos y lo he sentido en sus energías desde el primer día que crucé la frontera hacia Estados Unidos. Los perros domésticos americanos ansían tener lo que la mayoría de los perros en libertad posee de una forma natural: la capacidad de ser simplemente
perros
, vivir en una
manada
estable y equilibrada. Los perros americanos luchan contra algo desconocido para la mayoría de los perros del mundo: la necesidad de «desaprender» los esfuerzos de sus dueños, motivados por el amor pero en definitiva destructivos, por transformarlos en personas peludas de cuatro patas.
De niño, en México, veía
Lassie
y
Rin Tin Tin
y soñaba con convertirme en el «adiestrador» de perros más grande del mundo. Ya no llamo «adiestrar» a lo que hago. Hay muchos grandes adiestradores, gente que puede enseñar a su perro a responder a órdenes como «siéntate», «quieto», «ven» y «sígueme». No es eso lo que yo hago. Yo me dedico a la rehabilitación en profundidad. Manejo la psicología canina; tratar de conectar con el cerebro y los instintos naturales del perro para ayudarlo a corregir un comportamiento no deseado. No empleo palabras ni órdenes. Empleo la energía y el tacto. Cuando llego a la casa de un cliente, el dueño suele pensar que el problema radica en el perro. Siempre me ronda la idea de que es más probable que sea cosa del dueño. A menudo digo a mis clientes: «Rehabilito perros, pero adiestro personas».
La clave de mi método es lo que yo llamo «el poder de la manada». Al haber crecido en una granja con perros que eran perros de trabajo y no mascotas domésticas, tenía años de experiencia interactuando y observando a los perros en sus sociedades «grupales» naturales. El concepto de «manada» está profundamente arraigado en el ADN de su perro. En una manada sólo hay dos papeles: el del líder y el del seguidor. Si no te conviertes en el líder de la manada de tu perro, éste asumirá ese papel y tratará de dominarte. En América la mayoría de los dueños de mascotas miman a sus perros y les ofrecen su constante afecto, pensando que con eso el perro tendrá suficiente y no es así. En el mundo canino, si sólo se obtiene afecto, el equilibrio natural puede verse alterado. Al enseñar a mis clientes a «hablar» el lenguaje de su perro —el lenguaje de la manada— les abro todo un mundo nuevo. Mi objetivo al trabajar con los clientes consiste en asegurarme de que tanto el ser humano como el perro acaban más sanos y felices.
Hay más de sesenta y cinco millones de perros mascota en América
[1]
. En los últimos diez años la industria de las mascotas ha duplicado su tamaño con unos ingresos cercanos a los treinta y cuatro mil millones: ¡sí, miles de millones! Los dueños de perros americanos miman a sus mascotas con cosas como bolsitas de viaje de piel de cocodrilo verde de cinco mil setecientos dólares para minúsculos Yorkshire terriers y pólizas de seguros por treinta mil dólares
[2]
. Como media, el dueño de un perro puede llegar a gastar once mil dólares o más en su mascota durante la vida de su perro: ¡y es una estimación muy a la baja!
[3]
. Está claro que este país tiene los perros más mimados del mundo. Pero ¿son los más felices? Desgraciadamente mi respuesta es no.
Lo que espero que obtenga después de haber leído este libro es algunas técnicas prácticas para ayudar a su perro con sus problemas. Sin embargo, lo más importante es que quiero que comprenda con mayor profundidad cómo ve el mundo su perro y lo que realmente quiere y necesita para llevar una vida pacífica, feliz y equilibrada. Creo que casi todos los perros nacen con un equilibrio perfecto, en armonía con ellos mismos y con la naturaleza. Sólo cuando viven con los seres humanos desarrollan esos problemas de comportamiento que yo llamo «cuestiones». Y hablando de cuestiones, ¿quién de nosotros no tiene unas cuantas? Después de aplicar mis técnicas puede que incluso usted empiece a comprenderse mejor. Observará su propia conducta con una luz diferente y puede que se encuentre alterando las formas con las que interactúa con sus hijos, su pareja o su jefe. ¡Después de todo los seres humanos también somos animales grupales! Más espectadores de los que se podría imaginar me han dicho que mis técnicas han ayudado a tantos seres humanos como perros. Por ejemplo, tomemos un extracto de esta deliciosa carta de un admirador:
Querido César:
Muchas gracias por tu programa
Dog Whisperer
.
Lo curioso es que ha cambiado mi vida y la de mi familia, y ni siquiera tenemos perro.
Tengo 42 años y soy madre de dos hijos (un niño de 5 años y una niña de 6). Lo estaba pasando terriblemente mal al educarlos con un poco de disciplina (me di cuenta de que no tienen fronteras ni límites). Mis críos me trataban fatal, literalmente, en lugares públicos y en casa. Entonces vi su programa.
Desde entonces me he adiestrado a mí misma para ser una madre más firme, siendo más enérgica, exigiendo mi espacio como figura materna. También me he adiestrado para no pedirles ni rogarles que hagan algo, sino para decirles que lo hagan (cosas como recoger su habitación, limpiar su zona del comedor y llevarse la ropa lavada y planchada). Mi vida ha cambiado, y ellos también. Para mi asombro, mis hijos se han vuelto más disciplinados (y hay menos peleas) y he descubierto que realmente les gustan la responsabilidad y las tareas del hogar. Están orgullosos cuando terminan una tarea y yo estoy emocionada.
No sólo ha enseñado a los seres humanos cosas sobre sus perros, también ha enseñado a los seres humanos cosas sobre ellos mismos. ¡Muchísimas gracias!
Familia Capino
Debo mucho a los perros. Obviamente les debo mi sustento, pero mi gratitud es mucho más profunda. Mi equilibrio se lo debo a los perros. Haber experimentado el amor incondicional se lo debo a los perros, así como, de niño, mi capacidad para superar la soledad. El hecho de entender a la familia se lo debo a los perros, y ellos me han ayudado a aprender a ser un mejor y más equilibrado «líder de la manada» con mi mujer y con nuestros hijos. Los perros nos dan mucho, pero realmente ¿qué les damos nosotros a cambio? Un sitio donde dormir, comida, afecto… pero ¿es suficiente para ellos? Son puros y generosos al compartir su vida con nosotros. ¿No podríamos echar una mirada más profunda dentro de su cerebro y corazón para descubrir lo que realmente desean?
He llegado a la conclusión de que algunos dueños de perros realmente no quieren hacer cuanto sea necesario para que su perro lleve una vida plena por temor a que ello altere el equilibrio en la forma en que su perro llena la
suya
. Pero en una relación ideal ¿no deberían ambas partes ver que sus necesidades quedan satisfechas?
Lo que espero lograr con este libro es tratar de ayudar a todos mis lectores a devolver a sus perros tan sólo una parte de los muchos regalos que sus perros les dan a ellos.
Crecí en México, en una cultura que podría llamar «machista». Otros en América podrían llamarla «sexista». La llame como la llame, es una cultura que no valora a la mujer del modo en que se valora en Estados Unidos. La mujer es respetada como madre, pero su valía personal no recibe ni de lejos la importancia que debería. No se anima a la mujer a tener una alta autoestima ni a sentir su importancia en la sociedad.
Desde que llegué a Norteamérica y me casé con una norteamericana, he sido «rehabilitado» hasta el punto de creer que una cultura no puede ser realmente saludable a menos que conceda a la mujer el valor que merece. Cómo enfrentarse al tema del género es muy importante para mí. Por tanto, mi coautora y yo hemos afrontado la cuestión del género de la siguiente manera: en un capítulo nos referiremos a los animales en masculino y a los seres humanos en femenino. En el siguiente capítulo los animales serán nombrados en femenino y los seres humanos en masculino. Y así sucesivamente iremos alternando los géneros hasta el final del libro.
He de agradecer a mi brillante y preciosa esposa, Ilusión Wilson Millán, que me abriera los ojos al vital papel que la mujer desempeña en nuestra existencia humana. Realmente son el pegamento que mantiene unidos nuestros «grupos» humanos.
Son las siete menos cuarto de la mañana y el sol empieza a asomarse por la cumbre de los Montes de Santa Mónica. Nos dirigimos al este, y el sendero está tranquilo y desierto. Aún no he visto indicio alguno de vida humana, lo cual es buena señal. Cuando corro por la colina —seguido por unos treinta y cinco perros sin collar—, siempre lo hago por las rutas menos transitadas. Los perros no suponen peligro alguno, pero pueden resultar imponentes para alguien que jamás haya visto a un hombre correr seguido por una manada de perros.
Ya llevamos una media hora corriendo y Geovani, mi ayudante, sigue al último perro, guardando la retaguardia de la manada y vigilando que no haya rezagados. Casi nunca los hay. En cuanto cogemos un ritmo, la manada y yo levantamos el polvo del sendero como si fuéramos una unidad, como si fuéramos un solo animal. Yo guío, ellos siguen. Los oigo respirar fuerte y los suaves arañazos que sus patas hacen en el sendero. Están tranquilos y felices, y trotan ligeramente con la cabeza baja, meneando el rabo.
Los perros me siguen ordenados según su categoría, pero, como esta manada es mucho más numerosa de lo que sería una de lobos sin adiestrar, los perros se dividen en grupos de acuerdo con su energía: alta, media y baja. (Los perros más pequeños tienen que correr más para llevar el mismo paso.)
Los perros están en actitud migratoria y sus instintos mandan. A veces pienso que también los míos. Respiro hondo: el aire está limpio y transparente y ni siquiera me llega el olor de la contaminación de Los Ángeles. Es una sensación de total arrebato, vigorizadora. Me siento en armonía con el aire libre, el amanecer y los perros. Pienso en lo privilegiado que soy por pasar así mis días, por habérseme permitido disfrutar de este día como parte de mi trabajo, de mi misión en la vida.