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Authors: Jasper Fforde

Tags: #Aventuras, #Humor, #Policíaco

El caso Jane Eyre (19 page)

BOOK: El caso Jane Eyre
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Acheron pareció dolorido.

—¿Qué gracia tiene eso? La bondad es debilidad, la amabilidad es venenosa, la serenidad es mediocridad, y la afabilidad es para los perdedores. La mejor razón para cometer actos odiosos y detestables, y admitámoslo, se me considera un experto en ese campo, es puramente por sí mismos. La ganancia monetaria está muy bien, pero diluye el sabor de la maldad a un nivel inferior que puede alcanzar cualquiera con un sentido excesivamente desarrollado de la avaricia. El mal verdadero y sin fundamento es tan raro como el bien puro…

—Me gustaría volver a casa.

—¡Claro que sí! —dijo Acheron, sonriendo—. Hobbes, abre la puerta.

El hombre más cercano a la puerta la abrió y se apartó. La enorme puerta conducía al vestíbulo del viejo hotel.

—No hablo galés —murmuró Mycroft.

Hobbes cerró la puerta y la atrancó.

—Ciertamente es un pequeño problema en Merthyr, amigo —dijo Acheron, sonriendo—. No llegará muy lejos sin galés.

Mycroft miró a Hades con incomodidad.

—¡Pero Polly!

—¡Ah, sí! —respondió Hades—. Su encantadora esposa. —Sacó la copia de «Vagué solitario como una nube» e hizo aparecer un enorme encendedor de oro, que encendió con una floritura.

—¡No…! —gritó Mycroft, dando varios pasos hacia delante. Acheron arqueó una ceja, con la llama casi tocando el papel—. Me quedaré y le ayudaré —añadió Mycroft con cansancio.

Una amplia sonrisa rompió los rasgos de Hades. Se volvió a guardar el poema en el bolsillo.

—¡Un hombre tenaz! No lo lamentará.

Pensó un momento.

—En realidad, probablemente lo lamente.

Mycroft se sentó inseguro sobre una silla a mano.

—Por cierto —siguió diciendo Hades—, ¿le he presentado a todos mis compañeros de fechorías?

Mycroft negó tristemente con la cabeza.

—¿No? Muy negligente por mi parte. El tipo con la pistola de ahí es el señor Delamere. Su obediencia sólo es igualada por su estupidez. Hace todo lo que le digo y moriría por mí si fuese necesario. Una especie de red setter humano, para entendernos. Tiene un cociente intelectual inferior al de un neandertal y sólo cree lo que lee en
The Gad-fly
. Señor Delamere, amigo mío, ¿ha cometido su acto malvado de hoy?

—Sí, señor Hades. Conduje a ciento veinte kilómetros por hora.

Hades frunció el ceño.

—No suena muy malvado.

Delamere rió.

—¿A través del centro de Arndale?

Hades agitó un dedo aprobatorio y esbozó una sonrisa malvada.

—Muy bien.

—Gracias, señor Hades.

—Allí se encuentra el señor Hobbes. Es un actor de cierta distinción cuyo talento la Compañía Inglesa de Shakespeare decidió ignorar tontamente. Intentaremos rectificar ese error, ¿no es así, señor Hobbes?

—Así es, señor —respondió el señor Hobbes, inclinándose con una floritura.

Vestía mallas, un jubón de piel y una coquilla. Durante diez años lo habían dejado atrás en todos los papeles importantes de la compañía, relegándolo a figurante y suplente. Se había vuelto tan peligrosamente inestable que incluso los otros actores se dieron cuenta. Se había unido a Acheron poco después de fugarse de una larga sentencia de prisión; llevando al límite la interpretación dramática, había matado de verdad a Laertes mientras interpretaba a Hamlet.

—El tercer hombre por ahí es Müller, un doctor del que me hice amigo después de que le inhabilitasen. Los detalles son un poco sórdidos. Lo comentaremos en alguna ocasión durante la cena, siempre que no comamos bistec tártaro. El cuarto hombre es Felix7, que resulta ser uno de mis compañeros de mayor confianza. No puede recordar más de una semana en el pasado, y no tiene aspiraciones de cara al futuro. Sólo piensa en el trabajo que se le ha asignado ejecutar. Carece de consciencia, misericordia o piedad. Un buen hombre. Deberíamos tener más como él.

Hades entrechocó las manos con alegría.

—¿Volvemos al trabajo? Hace casi una hora que no cometo ningún acto singularmente perverso.

Mycroft renuentemente fue hasta el Portal de Prosa y empezó a prepararlo. Había alimentado, dado agua y limpiado a los gusalibros, había suministro de energía, y se habían seguido con exactitud todos los detalles de su libreta infantil de ejercicios. Mientras Mycroft trabajaba, Acheron se sentó y hojeó un viejo manuscrito lleno de una letra florida, repleto de correcciones garabateadas y unido por una cinta roja que perdía el color. Se saltó varias secciones hasta encontrar lo que buscaba.

—¡Perfecto! —rió con ganas.

Mycroft terminó con el procedimiento de comprobación y se echó atrás.

—Listo —dijo con un suspiro.

—¡Excelente! —Acheron sonreía al entregar el antiguo manuscrito—. Abra el portal justo aquí.

Señaló la página y sonrió. Mycroft lentamente tomó el manuscrito y miró el título.

—¡Martin Chuzzlewit!
¡Monstruo!

—Los halagos no le llevarán a ningún sitio, mi querido profesor.

—Pero —siguió diciendo Mycroft—, ¡si altera cualquier cosa en el manuscrito original…!

—Pero para
eso
estamos aquí, ¿no es así, mi querido Mycroft? —dijo Hades, agarrando una de las mejillas de Mycroft, agitándola suavemente—. Para… eso… estamos… aquí. ¿De qué vale la extorsión si no puedes demostrar a todos los grandes daños que puedes causar si quieres? Y en cualquier caso, ¿qué gracia tiene robar bancos? ¿Bang, bang, dame todo el dinero? Además, matar civiles nunca es
verdaderamente
divertido. Es un poco como dispararle a conejos atados al suelo. Prefiero lidiar con un pelotón del cuerpo de intervenciones especiales.

—¡Pero el daño…! —siguió diciendo Mycroft—. ¿¡Está loco!?

Los ojos de Acheron manifestaron una furia súbita mientras agarraba a Mycroft con fuerza por el cuello.

—¿Qué? ¿Qué ha dicho? Loco, ¿ha dicho? ¿Sí? ¿Eh?
¿Qué?

Apretó los dedos sobre la laringe de Mycroft; el profesor pudo sentir cómo empezaba a sudar debido al miedo frío de la asfixia. Acheron esperaba una respuesta que Mycroft no podía dar.

—¿Qué? ¿Qué ha dicho?

Las pupilas de Acheron empezaron a dilatarse mientras Mycroft sentía que sobre su mente caía un velo oscuro.

—¿Cree que es
divertido
tener un nombre como el mío? ¿Tener que vivir con lo que esperan de ti? ¿Nacer con un intelecto tan vasto que los demás humanos son cretinos en comparación?

Mycroft se las arregló para emitir un gemido y Acheron le soltó. Mycroft cayó al suelo, intentando respirar. Acheron se alzó sobre él y agitó un dedo de reproche.


Jamás
vuelvas a llamarme loco, Mycroft. No estoy loco, simplemente… bien, soy
moralmente diferente
, eso es todo.

Hades volvió a entregarle el
Chuzzlewit
y a Mycroft no le hizo falta una segunda orden. Colocó los gusanos con el manuscrito en el interior del viejo libro pesado; tras media hora de febril actividad, el dispositivo estaba dispuesto y preparado.

—Estoy listo —anunció Mycroft con tristeza—. No tengo más que apretar este botón y la puerta se abrirá. Como mucho permanecerá abierta diez segundos.

Suspiró con toda el alma y agitó la cabeza.

—¡Que dios me perdone…!


Yo
te perdono —respondió Acheron—. ¡Es lo más cerca que vas a estar!

Hades se acercó a Hobbes, que ahora iba vestido con un uniforme negro de combate. Llevaba una redecilla alrededor de la cintura de la que colgaban todo tipo de artilugios que podrían venir bien en un robo armado no planificado: una linterna grande, un corta cerrojos, cuerda, esposas y una automática.

—¿Sabes a quién buscamos?

—Señor Quaverley, señor.

—Espléndido. Siento que me viene un discurso.

Se subió a una mesa tallada de roble.

—¡Amigos míos! —empezó—. Éste es un
gran
día para la ciencia y un
pésimo
día para la literatura de Dickens.

Hizo una pausa dramática.

—Camaradas, nos encontramos en la antesala de un acto de barbarismo artístico tan monstruoso que casi me avergüenzo de mí mismo. Todos vosotros habéis sido fieles servidores a lo largo de muchos años, y a pesar de que ninguno de vosotros posee un alma tan miserable como la mía, y los rostros que veo frente a mí son simultáneamente estúpidos y desagradables, os profeso a todos un razonable cariño.

Sus cuatro camaradas le dieron las gracias.

—¡Silencio! Creo que es justo decir que yo soy el individuo más abyecto sobre este planeta y sin duda la mente criminal más brillante de este siglo. El plan en el que nos embarcamos ahora es fácilmente el más diabólico jamás concebido por un hombre, y no sólo os llevará a lo más alto de la lista de los más buscados, sino que además os hará ricos por encima de vuestros mayores sueños de avaricia. —Entrechocó las manos—. Por tanto, que comience la aventura, ¡y brindo por el éxito de esta estupenda empresa criminal!

—¿Señor?

—¿Qué pasa, doctor Müller?

—Todo ese dinero. No lo tengo claro. Yo me conformaría con un Gainsborough. Ya sabe… el del niño con el traje azul.

Acheron le miró fijamente durante un momento, con una sonrisa abriéndose lentamente en su cara.

—¿Por qué no? ¡Detestable amante del arte! ¡Qué dicotomía tan divina! ¡Tendrá su Gainsborough! Y ahora, nosotros… ¿Qué pasa, Hobbes?

—¿No olvidará obligar a la compañía a representar mi versión mejorada de la obra escocesa…
Macbeth: se acabó el «señor Simpatía»?

—Claro que no.

—¿Durante ocho semanas completas?

—Sí, sí, y
El sueño de una noche de verano
con sierras mecánicas. Señor Delamere, ¿quiere
usted
algo?

—Bien —dijo el hombre con el cerebro de un perro, frotándose pensativamente la parte posterior de la cabeza—, ¿podría tener un área de servicio de la autopista con el nombre de mi mamá?

—Insufriblemente obtuso —comentó Acheron—. No creo que resulte muy difícil. ¿Felix7?

—No me hace falta ningún pago —dijo estoicamente Felix7—. No soy más que su dedicado servidor. Ningún ser consciente puede desear más que servir a un amo bueno y sabio.

—¡Me
encanta
ese hombre! —le dijo Hades a los otros. Rió para sí y luego se volvió hacia Hobbes, quien esperaba para dar el salto—. ¿Comprende lo que tiene que hacer?

—Perfectamente.

—Entonces, Mycroft, abre el portal y mi querido Hobbes: ¡vaya con Dios!

Mycroft pulsó el botón verde de Apertura y se produjo un destello brillante y un pulso electromagnético fuerte que hizo girar como locas todas las brújulas en dos kilómetros a la redonda. El portal se abrió con rapidez y Hobbes respiró profundamente y entró; al hacerlo, Mycroft pulsó el botón rojo de Cerrado, el portal se selló y sobre la sala descendió el silencio. Acheron miró a Mycroft, quien miraba al temporizador en el libro grande. El doctor Müller leía un ejemplar de bolsillo de
Martin Chuzzlewit
para comprobar los progresos de Hobbes, Felix7 vigilaba a Mycroft y Delamere miraba algo pegajoso que se había encontrado dentro de la oreja.

Dos minutos más tarde Mycroft pulsó una vez más el botón verde de Apertura y Hobbes regresó, arrastrando a un hombre de mediana edad vestido con un traje mal cortado con cuello alto y corbata gruesa. Hobbes estaba sin aliento y se sentó para jadear en una silla cercana. El hombre de mediana edad miró a su alrededor con confusión.

—Amigo —empezó a decir, mirando sus rostros curiosos—, me encuentro en desventaja. Por favor, explíquenme el sentido de lo que sólo puedo describir como un apuro desconcertante…

Acheron se le acercó y le colocó un brazo amistoso sobre los hombros.

—Ah, el dulce, dulce olor del éxito. Bienvenido al siglo veinte y a la realidad. Me llamo Hades.

Acheron extendió la mano. El hombre se inclinó y la aceptó agradecido, creyendo erróneamente que se encontraba entre amigos.

—A su servicio, señor Hades. Me llamo señor Quaverley, residente en el establecimiento de la señora Todger y supervisor de profesión. Debo confesar que no tengo demasiada idea de la gran maravilla a la que se me ha sometido, pero por favor, ya que es usted el amo de esta paradoja, ¿qué ha sucedido y cómo puedo ayudar?

Acheron sonrió y palmeó con afecto el hombro del señor Quaverley.

—¡Mi querido señor Quaverley! Podría pasar muchas horas de feliz discusión con usted sobre la esencia de la narrativa de Dickens, pero realmente sería malgastar mi precioso tiempo. Felix7, regresa a Swindon y abandona el cuerpo del señor Quaverley allí donde lo encuentren por la mañana.

Felix7 agarró al señor Quaverley por el brazo.

—Sí, señor.

—Oh, y Felix7…

—¿Sí, señor?

—Ya que sales, ¿por qué no silencias a ese tipo Sturmey Archer? Ya no nos sirve de nada.

Felix7 arrastró al señor Quaverley de puertas afuera. —Mycroft lloraba.

15

Sturmey Archer y Felix7

«… la mejor mente criminal requiere el acompañamiento de los mejores cómplices. En caso contrario, ¿qué sentido tiene? Siempre descubro que no puedo aplicar mis planes más desquiciados sin alguien que los comparta y los aprecie. Así soy yo. Muy
generoso
…»

A
CHERON
H
ADES

Depravación por placer y beneficio

—Bien, ¿a quién vamos a ver?

—A un tipo llamado Sturmey Archer —respondió Bowden mientras yo acercaba el coche al bordillo. Nos encontramos frente a una pequeña fábrica que emitía una suave luz brillante a través de las ventanas.

—Hace unos años, Crometty y yo tuvimos la gran fortuna de arrestar a varios miembros de una banda que había estado intentando colar una continuación bastante mal falsificada de «La rima del viejo marinero» de Coleridge. Se titulaba «Rima II el retorno del marinero», pero nadie se había dejado engañar. Sturmey evitó la prisión testificando contra los demás. Tengo algunos trapos sucios sobre él relativos a una estafa de
Cardenio.
No quiero usarlos, pero lo haré si no me queda más remedio.

—¿Qué te hace pensar que tiene algo que ver con la muerte de Crometty?

—Nada —dijo Bowden simplemente—, no es más que el siguiente en la lista.

Atravesamos la noche que caía. Las farolas se iban encendiendo y las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo crepuscular. Dentro de media hora ya sería de noche.

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