Cuando la memoria olvida (36 page)

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Authors: Noelia Amarillo

Tags: #Erótico

BOOK: Cuando la memoria olvida
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¿Y si Ruth se lo había ocultado? Demonios, no sabía qué hacer, no sabía qué hacer.

CAPÍTULO 33

El verdadero amor sólo se presenta una vez en la Vida.

y luego ya no hay quien se lo quite de encima.

GROUCHO MARX

Caía una ligera nevada cuando Marcos y Luisa salieron de la estación de RENFE de El Escorial. El sonido enronquecido de un claxon llamó su atención. Carlos les esperaba aparcado en doble fila dentro de su todo terreno obsoleto. Metieron con premura en el maletero la nevera portátil, las botellas de vino y champan y una mochila con ropa. Recorrieron lentamente los casi treinta kilómetros que les separaban de Hoyo de la Guija, hablando del peligro de las carreteras cubiertas de nieve, del mal estado del firme, de la belleza del paisaje... Al llegar a la finca, Luisa no pudo evitar decir:

—Tienes el terreno de una gran hacienda y vives en la casa del perro.

Carlos se rió con ganas porque no le faltaba razón a la buena mujer. Casi tres mil metros de terreno inundado de árboles, arbustos y piedras, conformaban su finca y una casita pegada a la carretera de apenas setenta metros cuadrados era su hogar. Cerca de la casita, una choza para aperos cumplía la función de casa para las aves.

Con bastante prisa se bajaron del coche y trasladaron las cosas, aunque no lo suficientemente rápido como para que el pelo no se les blanqueara por la nieve, Carlos los guió a un pequeño comedor dominado por una acogedora chimenea, y mientras la encendía, Luisa encontró el aparato de video e introdujo una cinta en él... Llevaban dos horas lejos de casa y tenía mono de telenovela.

—¿Qué serie vas a ver? —preguntó Carlos curioso.


Corazón salvaje
—comentó ella atenta a la canción que comenzaba a sonar en la tele.

Carlos fijó la vista en la pantalla del televisor. La imagen era francamente mala, con mucha nieve y rayas.

—Qué raro, el vídeo suele verse bien —comentó dirigiéndose al aparato para ver por qué reproducía con tan mala calidad.

—No es tu vídeo —comentó Luisa afligida—. Son mis cintas, las he visto tantas veces que se han ido estropeando. Voy grabando las series nuevas que ponen en la tele, pero las antiguas las tengo muy deterioradas.

—Aja...

Carlos se quedó mirando a Luisa. Era una mujer mayor, y en esos momentos parecía normal y corriente, aunque sabía por Marcos que gran parte del día lo pasaba inmersa en fantasías telenovelescas. Se mordió los labios y tomó una decisión.

—¿Has visto
Pasión
?

—¿
Pasión
? No la conozco.

Es sobre un pirata, más o menos, del protagonista de
Pasión de Gavilanes
.

—¿La han echado por la tele?

—Nop, pero sé dónde puedes verla.

—¿Dónde?

—Acompáñame.

Se dirigió al cuarto de los trastos, es decir la habitación que en un principio iba a ser su despacho y que ahora contenía los cachivaches más variopintos. La instó sentarse en un desvencijado pero comodísimo sillón relax frente al monitor de 21 pulgadas. Encendió el ordenador, abrió una página de Internet e hizo
click
en La página tardó unos segundos en cargarse y luego aparecieron las letras y la música de inicio de la telenovela
Pasión
.

Carlos miró a la mujer y la guiñó un ojo. Ella ni se percató. Estaba atenta a la pantalla.

—¿De dónde has sacado eso? —preguntó Marcos desde la puerta.

—Lo encontré cotilleando por Internet.

—¿Qué cotilleabas para encontrarte con una telenovela? —A Marcos jamás se le habría ocurrido pensar que hubiera novelas circulando por la red.

—Bueno... realmente estaba buscando... culebrones —confesó Carlos molesto.

—¡No fastidies! ¿Para qué?

—Para verlos. Qué pasa tío, cada cual ve lo que le apetece, ¿no? —respondió Carlos a la defensiva ante la cara de estupefacción de Marcos.

—Sí, sí claro. Es solo que me ha extrañado.

—Pues que no te extrañe. Estoy todo el día solo, alejado de la gente... Con algo me tengo que entretener, ¿no?

—Sí, sí. No te digo nada.

—Vale. Vamos a ver qué contiene esa nevera que has traído —comentó yendo a la cocina.

—Carabineros.

—¡Carabineros! ¡Has tirado la casa por la ventana! —exclamó abriendo la nevera comprobándolo con sus propios ojos.

—Los vi y me dije, "¡qué narices!, es fin de año".

—Ufff, aun así... Como sigas con ese ritmo no vas a ahorrar en la vida —contestó Carlos flipado. No conocía a nadie menos previsor que Marcos.

—Bueno, bueno, no hay problema. Pasado mañana tendré el sueldo en el banco, y esta noche no creo que vayamos a salir a ningún lado, ¿no?

—Como no sea a pasear entre la nieve, lo veo difícil.

—Pues ya está. Todo solucionado. Al fin y al cabo estoy libre de responsabilidades —comentó Marcos con amargura.

—Aja. Y hablando de responsabilidades, ¿cómo lo llevas con Ruth? — inquirió Carlos.

—Pues... — Marcos salió al pasillo y comprobó que su madre seguía en el cuarto enganchada a la telenovela. Luego cerró la puerta de la cocina—. ¿Te he comentado alguna vez que vi a Ruth hace años, durante unos días que estuvimos en Detroit?

—No. ¿Coincidisteis allí? Carajo, el mundo es un pañuelo.

—Y está lleno de mocos —murmuró Marcos.

—¿Perdona?

—Nada, como te decía coincidimos allí. Estaba tomándose un año sabático y yo estaba en casa de unos amigos... —Poco a poco fue desgranando los sucesos de aquel día... y de aquella noche. Por primera vez en siete años sentía la necesidad de hablar con alguien, de revelar sus pensamientos, y Carlos había resultado elegido para escucharlo.

Luisa miró extasiada el minuto final de
Pasión
. Ricardo de Salamanca y Almonte, se acababa de convertir en su galán preferido de telenovela. Esperó sentada en el sillón a que saltara el siguiente capítulo, pero eso no ocurrió. La pantalla se quedó fija en la última imagen un minuto, dos, cinco... A los diez minutos se cansó de esperar; el extraño vídeo del amigo de Marcos se había quedado parado y no iba a poner más capítulos. Se levantó y miró el teclado del ordenador. Pulsó algunas teclas pero no pasó nada. Decidió irritada ir en busca del dueño de la casa y exigirle más capítulos. No podía dejarla así.

Salió del cuarto apresurada y caminó por el pasillo. No estaban en el salón, ni en ninguna de las dos habitaciones. Se acercó a la cocina, pero la puerta estaba cerrada. Se quedó pensando si llamar o entrar directamente. Por un lado no se debía entrar en los sitios cerrados sin llamar, pero por otro lado, si las puertas estaban cerradas era porque alguien escondía algo tras ellas... O al menos eso solía pasar en las telenovelas. Pegó la oreja a la madera por si acaso.

—¡Joder! Vaya movida que montasteis en un momento —comentó Carlos al oír terminó la discusión.

—Se nos fue un poco de las manos.

—Pero no pasó nada. Es decir, la has vuelto a ver y todo va bien, ¿no? —preguntó.

—Más o menos. Volvimos a discutir el día de Nochebuena.

—Joder. ¿Esta vez cuál fue el motivo?

—Bueno... lo cierto es que fue culpa mía... y de ella... A ver, yo esperaba una cosa y resultó ser otra...

—Marcos —interrumpió su amigo—, no me entero de nada.

—La cuestión es que Ruth los sábados va a Credos —comentó pasándose los dedos por el cabello.

—Eso me lo dijiste.

—Pero no va sola —contestó mirándose los pies.

—Lógico. Irá con amigos, como todo el mundo.

—Va a casa de un amigo. Un solo amigo —remarcó mirándolo a los ojos.

—Aps.

—A mí me sienta mal. —Volvió a agachar la cabeza

—Me imagino.

—Verás... —Y procedió a contar la etapa final de lo ocurrido en Nochebuena, sopesándolo con sus dudas, sus recelos, su enfado...

—Joder. ¡Qué mogollón!

—Sí.

—Pero, hay algo que no me queda claro... ¿Tenéis o no tenéis una relación? Porque si la tenéis es para matar a Ruth, pero si solo sois "amigos con derecho a roce" entonces es para matarte a ti.

—No lo sé. Al principio pensaba que cada cual a su bola, pero luego pensé que había algo, y ahora ya no importa —contestó Marcos mirando a Carlos a los ojos.

—¿No has vuelto a verla?

—No. Se pasa el día encerrada en su despacho, así que no ha habido oportunidad de un encuentro casual en los pasillos —comentó Marcos orgulloso.

—A buen entendedor...

—Ajá.

Marcos apoyó la espalda en la pared y se dejó resbalar hasta quedar sentado suelo, con las piernas dobladas y los brazos apoyados en las rodillas. Era la imagen del abatimiento.

—Ayer estuve en el centro.

—Como todos los días, ¿no?

—Presencié cómo Elena se divertía a costa de Ricardo, el padre de Ruth.

—Elena es su jefa, ¿no?, la arpía esa de la que me has hablado.

—Sí. Le decía a Ricardo que no tenía memoria, y él le contestaba que sí. Ella lo acosaba diciéndole que estaban en el año dos mil nueve y Ricardo le respondía que sabía perfectamente que estaba en julio de dos mil uno y que su hija había vuelto para ir a verlo al hospital.

—Joder. —A Carlos no se le escapó la fecha.

—Sí —corroboró Marcos el taco—. Le paré los pies y la advertí que dejara en paz a Ricardo.

—Bien hecho.

—Ella me dijo que Ruth no era trigo limpio, que andaba a la busca y captura de marido.

—Menuda chorrada.

—Porque tiene una hija de cinco o seis años...

Carlos abrió los ojos como platos, cerró la boca, no fuera ser que le entraran moscas, y se dejó caer hasta quedar sentado en el suelo. Marcos tenía la cabeza hundida entre los brazos y sólo el silencio rondaba por la cocina.

—Bueno, lo primero de todo —comentó Carlos al ver que su amigo seguía callado—, lo de la busca y captura de marido es la mentira del siglo.

—Lo sé —respondió Marcos sin levantar la cabeza.

—Lo de la cría de cinco o seis años... pues depende... Un año es importante. Si tiene cinco años —contó con los dedos—, no puede ser tuya; por tanto no tiene por qué contártelo si no se da la ocasión.

—¿Y si tiene seis? —preguntó Marcos levantando la cabeza, y mirándolo fijamente.

—Pues... depende del mes... —volvió a contar con los dedos—. Si cumple años a partir de mayo, tampoco puede ser tuya; por tanto seguimos en las mismas.

—¿Y si los cumple antes? —Marcos tenía la mirada desolada.

—En fin... si los cumple antes puede que sea tuya o que no lo sea...

—¿Qué quieres decir?

—Que solo estuvisteis juntos una noche. No sabes lo que hizo antes ni lo que hizo después de esa noche —comentó intentando hacer ver a su amigo lo que él veía claramente.

—Antes no hizo nada —contestó Marcos con los dientes apretados.

—¿Y después?

—Tampoco. —Marcos se irguió de golpe, imponente, amenazador.

—No te sulfures colega. Solo estoy intentando decirte que no sabes lo que ocurrió —indicó Carlos levantándose. Se negaba a permanecer en el suelo mientras su amigo mantuviera esa postura—. No quiero que pienses mal. No me estoy metiendo con lo que hizo o dejó de hacer Ruth, solo estoy diciendo que si no te ha contado nada, a lo mejor es porque no tenía nada que contarte. También hay que tener en cuenta que le dejaste bien clarito que no querías saber nada si pasaba algo. Lo mismo ella solo sigue tu "consejo"...

—Joder. —Se volvió a dejar caer hasta sentarse en el suelo—. Pero y si... no se... Y si... ya sabes. —Agitó la mano en el aire y luego dejo caer la cabeza entre las rodillas.

—Mira, tío, es tontería que te comas el coco sin saber nada de cierto. Hay muchos "peros". Elena puede haberte soltado una trola. Puede que si existe, la cría sea demasiado pequeña para ser tuya. O si tiene la edad, puede ser de otra persona... No marees la perdiz. El viernes cuando vuelvas a Alcorcón pregúntale directamente y listo.

—¿Me acerco y le digo que me ha contado un pajarito que tiene una hija y que sospecho que es mía? O directamente la suelto a bocajarro: "¿Quién es el padre de tu hija?". Después de la bronca que tuvimos en Nochebuena, o me toma por crédulo idiota, o por un celoso obsesivo, o directamente me suelta un bofetón y me dice que me meta en mis asuntos.

—Hombre, no tiene por qué tomárselo mal.

—¿No? Quién sabe, lo mismo se lo toma bien y me suelta uno de sus monólogos repletos de palabras rebuscadas que no entiendo y que me hacen parecer imbécil... Además, no quiero preguntar sin tener ninguna base para ello. Imagínatelo: "¿Tienes una hija? Es que si la tienes tenemos que hablar seriamente. Si no la tienes, no he dicho nada". ¡Pareceré idiota! La información es poder, y en este caso, me hace falta todo el poder que pueda conseguir.

—Si tú lo dices... Pero de todas maneras, ¿estás seguro de que quieres tener esa información?

—Absolutamente.

—¿Has parado a reflexionar en dónde te vas a meter? Joder, hablamos de cosas serias.

—¿A qué te refieres?

—A que si quieres seguir con tu vida como hasta ahora, Ruth te lo ha puesto fácil. No sabes nada de nadie, luego no tienes ninguna responsabilidad, ningún cargo de conciencia. Si investigas, y resulta que eres padre, tu forma de vida a cambiar radicalmente.

—Tendré una hija.

—Tendrás responsabilidades. Plantéatelo antes de hacer nada. Ahora haces lo te da la gana, y si no llegas a fin de mes comes bocadillos de mortadela en vez de filetes de ternera. Cuando tienes familia no llegar a fin de mes no es una opción.

—Lo sé, ¿crees que no le he dado vueltas a la cabeza? Llevo desde ayer sin poder pensar en otra cosa. Me he planteado la posibilidad de que la niña sea mía o que no lo sea. He imaginado una y otra vez cómo cambiará todo si lo es, no lo es. ¿Y sabes qué? Me da igual. El resultado es siempre el mismo. Solo cambia el desarrollo.

—¿El desarrollo?

—Es como un reportaje. Tienes un principio, un desarrollo y un final.

—Aja.

—En el principio está Ruth, con sus coletas caídas y su ropa grande, persiguiéndome por el barrio. Ella me mandaba cartas con mierda dentro y yo la sonaba las coletas de barro. Estábamos siempre juntos, nos pertenecíamos uno al otro —comentó—. En el final está Ruth, me despierto todas las mañanas y lo primero que veo es su cara sobre la almohada, a mi lado. Nos veo jugando con nuestra hija, y sé que eso es lo que quiero. Y me da igual si la niña es mía o no, porque lo cierto es que Ruth es mía. Me pertenece. Y su hija también. Y yo las pertenezco a ellas.

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