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Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia ficción

Criopolis (32 page)

BOOK: Criopolis
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Entró en la cabina, preguntándose si parecería amenazador o simplemente extraño. Era difícil decirlo por su mirada severa. Miles se ajustó la mascarilla filtrante y se aclaró la garganta.

—Buenas tardes, señora Sato. Me llamo Miles Vorkosigan. —Sonrió para tranquilizarla, y entonces se dio cuenta de que ella no podía verle la boca—. Lamento la mascarilla. Pero el doctor Durona dice que su sistema inmunológico se recupera rápidamente. Pronto podremos prescindir de las precauciones estériles y sacarla de aquí.

—¿Es usted médico? —Su voz era rasposa pero entendible.

—No, su resurrección corrió a cargo de Raven Durona, un especialista de Escobar. Que trabaja para mí. —Miles advirtió que era mejor añadir eso. Explicarse ante ella iba a ser una carrera cuesta arriba.

—Le he visto antes. —Tragó saliva, en parte por los nervios, en parte porque todavía tenía que acostumbrarse a recuperar el control de su cuerpo, supuso Miles—. ¿Dónde estamos? Dijeron que estaba en Northbridge. —Su tono decía que lo dudaba. Dudaba de todo, ahora mismo.

Miles miró alrededor. La vista desde la cabina sólo mostraba la oscura y desierta sala de reanimación, que no tenía ventanas al exterior, ni siquiera a la pared de otro edificio.

—En Northbridge, así es. Está en una antigua instalación criogénica de la zona sur, que ha sido tomada por unos ocupas bastante listos.

—Alguien dijo que tenía usted a mis hijos… —La tensión de su garganta hizo que la última palabra casi no se oyera.

Miles deseó ahora haberlos traído, aunque todavía estaba molesto por su anterior fracaso.

—Sí, Jin y Mina están a salvo en el consulado de Barrayar.

Tras un momento, como ella no parecía considerar sus palabras como un alivio o una amenaza, añadió:

—Jin tiene todas sus criaturas allí, incluso Gyre el halcón y su vieja gata, así que está contento por ahora. Mina se pasa todo el tiempo con él. —Esta referencia familiar al zoo ambulante la convencería de su veracidad, o al menos eso esperaba.

—¡El consulado de Barrayar! ¿Por qué? —Volvió a tragar saliva—. ¿Quién es usted? ¿Por qué está aquí?

No añadió «¿Por qué estoy yo aquí?», pero Miles pensó que eso iba implícito.

—¿Qué recuerda?

Ella cerró la boca.

Miles lo intentó de nuevo.

—Lo último que Jin y Mina recuerdan de usted es que fue detenida por la policía municipal de Northbridge, hace dieciocho meses. Dos días atrás, mi gente y yo la encontramos congelada en una criocámara portátil en el sótano de la casa del doctor Seiichiro Leiber. Ahora estoy intentando cerrar esos dieciocho meses de lapso de memoria. Para ambos, supongo.

Esto último la sorprendió claramente. Su mirada pasó del miedo y la ira desplazada al asombro absoluto.

—¿Qué?

Miles suspiró, y se encaramó en el taburete situado a los pies de la cama. Se suponía que un auditor debía escuchar, no hablar (era uno de los chistecitos de Gregor, ¿no?), pero esta mujer se merecía su informe. Además, era bastante probable que Lisa Sato no conociera lo suficiente de Barrayar para situarlo en un mapa de agujero de gusano.

—Creo que será mejor que comience por el principio. Soy galáctico. Mi trabajo oficial es el de Auditor Imperial. Es decir, soy un investigador gubernamental de alto nivel del Imperio de Barrayar. Se preguntará sin duda qué estoy haciendo en Kibou-daini. —El propio Miles se lo preguntaba, en ocasiones—. Originalmente me enviaron para comprobar una situación sospechosa con una franquicia en Komarr de la gran compañía CrisBlanco… Komarr es el segundo planeta de nuestro Imperio…

De la manera más sucinta que pudo, explicó el chanchullo de CrisBlanco con las acciones de voto planetario komarresas, incluyendo su intento de soborno. Por primera vez, ella pareció levemente animada.

—Sí, golpéeles donde tienen el corazón, en la cartera —murmuró ella con satisfacción—. Aunque CrisBlanco no es ni de lejos la peor de las corporaciones.

—Recuerde esas palabras, pronto volveremos a ese tema. Ahora tengo que explicarle cómo conocí a su hijo Jin, y encontré este sitio…

Necesariamente, tuvo que retroceder hasta su asistencia a la crioconferencia, y el ataque de los L.L.N.E.

—¡Esos idiotas asesinos! —dijo Lisa Sato, la voz llena de apasionado desprecio por alguien que no era Miles.

—En su defensa, parece que no tuvieron éxito matando a nadie, esta vez. No es por no haberlo intentado. Creo que estoy en deuda con ellos: abrieron el caso para mí en aspectos que habría tenido problemas para descubrir yo solo, aunque supongo que lo del chanchullo en Komarr habría aparecido tarde o temprano. Pues bien, después de escapar de ellos acabé perdido en las Criotumbas…

Esa parte la mantuvo hechizada. Miles tuvo la maestría de salvar la mayor parte de sus adornos para después de que Jin se uniera a su relato, cosa que la atrajo ya del todo. Tuvo menos problemas para seguir la explicación de los planes de Suze que Miles al principio.

—Pero ¿por qué estaba aquí Jin? —preguntó, perdida—. Dejé a los niños con mi hermana Lorna. Pensé que estaría fuera una noche, tal vez un día o dos, hasta que pudiera contratar a un abogado… Pero ¿dieciocho meses?

—¿Recuerda que la llevaran a congelarla? ¿Quién lo hizo?

Ella frunció el ceño, intentando recordar.

—Estaba en lo que creía que era una celda temporal, más bien una habitación, en la comisaría municipal de policía. Entró un hombre. Pensé que podría ser mi abogado. Sacó un hipospray… —Sacudió la cabeza, luego dio un respingo. Dolor de cabeza postresurrección, sin duda. El de Miles había sido terrible.

Droga hipnótica o para dejarla fuera de combate, apenas importaba lo que hubiera recibido. Miles sospechaba que ni siquiera más tiempo para superar los restos de la crioamnesia (de la que mostraba muy pocos signos) le ayudaría a recuperar nada más después de eso.

—Después de que la congelaran ilegalmente, o en cualquier caso extralegalmente, su hermana y su cuñado cuidaron de sus sobrinos. Imagino que Jin se escapó de su hermana debido a los conflictos con sus criaturas en una casa abarrotada. Mina se quedó. Le iba bien en su segundo año de escuela primaria —eso parecía una suposición no muy descabellada—, hasta que inadvertidamente hice que Jin volviera con su tía, y los dos se escaparon luego para, bueno, estar conmigo. —Ante su mirada de «¿Por qué usted?», Miles añadió—: Jin podrá contarle todos los detalles cuando lo vea.

Miles esperó que Jin estuviera ahora lo suficientemente de parte de los barrayareses para comunicar las buenas intenciones del lord Auditor. Por desgracia, las buenas acciones todavía estaban por probarse.

—Pero ya basta de hablar de mí. —«Hablemos de usted.» Había pasado mucho tiempo, afortunadamente, desde la última vez que Miles intentó abordar a una mujer en un bar (e incluso eso fue en cumplimiento de su deber), pero su sentido de la seducción a la desesperada no estaba del todo fuera de lugar. Necesitaba persuadir a Lisa Sato para que confiara en él, y rápido—. ¿Qué hay de su conexión con Seiichiro Leiber, y cómo sé produjo?

Durante un largo instante Miles temió que ella volviera a cerrar la boca, pero tras otra fría mirada, empezó a decir:

—Seiichiro acudió a nosotros, a nuestro consejo de acción política, con un secreto que había descubierto en su trabajo.

—¿Cuántas veces los visitó?

—Dos o tres.

—¿A quiénes se lo contó? ¿Se reunió alguna vez con todos ustedes?

—A George y a Eiko y a mí, al principio. Sólo hubo una reunión posterior con todos nosotros, cuando planeamos el mitin: George Suwabi y yo, Seiichiro, Lee Kang, Rumi Khosa y Eiko Tennoji.

Miles conocía bien esos últimos nombres por sus investigaciones.

—Déjeme adivinar. Decidieron hacer un anuncio público del secreto en el mitin, donde las cosas salieron tan mal.

Ella alzó los ojos de su regazo y los dirigió hacia él como un cuchillo.

—No fueron los nuestros los que crearon los problemas. Nos atacó una contramanifestación: un grupo de matones de los L.L.N.E. Se suponía que tendrían que haberse quedado en el otro extremo del parque esa noche. Nosotros no podíamos permitirnos alquilar un local, ni ellos tampoco.

—¿Fueron de verdad los L.L.N.E., o pudo haber sido una banda contratada para hacerse pasar por ellos?

—Eran ellos de verdad: reconocí a un par de tipos implicados. Eran de por aquí.

—Hum, podrían haberlos empleado para la tarea. Para reventarlos.

Ella ladeó la cabeza, pensativa, casi de acuerdo.

—La policía detuvo la lucha. Parecía que había un enorme montón de policías para el tamaño de la refriega, y llegaron muy rápido. Como si ya estuvieran advertidos de antemano. Vi a varias personas con la cabeza sangrando, o empujadas al suelo.

El recuerdo parecía inquietante: para ella, había sucedido literalmente ayer mismo, dedujo Miles.

—No era el tipo de protesta que nosotros hacíamos. Creo que los L.L.N.E. son la otra cara de la moneda, literalmente, de las criocorporaciones. Los L.L.N.E. se preocupan por el dinero que no tienen, las criocorporaciones por el que tienen, y a nadie le importa la vida de nadie más que la suya propia.

Un juicio inteligente, pensó Miles.

—¿Podemos volver al doctor Leiber? —«Y a su secreto», pensó—. Parece que es un hombre clave, en varios sentidos.

Ella lo observó y pareció llegar a una decisión.

—Supongo que si es una especie de extraño espía de las criocorporaciones, ya lo sabe. Y sabe que lo sé.

¿Qué había entonces que perder?, quedó flotando entre ellos.

—Para que conste, ya tengo señalado que el doctor Leiber investigaba las soluciones de conservación química para Neo-Egipto Criogénicos.

Ella asintió a medias y torpemente.

—Lo que Seiichiro había descubierto era que cierta fórmula de crioconservante que llevaba en el mercado una generación se descomponía después de unas cuantas décadas. Debe de haber miles, tal vez millones de personas que fueron tratadas con esa fórmula y están encerradas en los congeladores de las corporaciones y están muertas de verdad, no se las puede revivir. Lo que significa que sus votos carecen de valor y sus acciones deben ser devueltas a sus herederos. Tiene que haber miles de millones de nuyen en juego sólo con eso. Y eso sin mencionar los enormes costes legales, más todos los procedimientos que tendrán que diseñar para descubrir qué patrones son de cada periodo.

Miles silbó sin sonido, mientras las piezas del rompecabezas encajaban en su sitio a la velocidad de la luz. «¡Contratos comodificados, ciertamente!» Oh, quería un analista metaeconómico de Seglmp que acompañara al contable forense de Escobar, y lo quería ya. Con todo el equipo para filtrar datos que pudieran transportar, preparado para las peculiaridades de la red planetaria de Kibou.

Y lo pediría en el momento en que volviera al consulado. Pero durante los siguientes días, estaba atascado con su viejo cerebro orgánico original. Un modelo usado, además, tristemente baqueteado por todo el desgaste y el cansancio.

—Sí, seguro que eso lo explica todo —dijo en cambio. Incluyendo, tal vez, a la pobre Alice Chen, a la que Sato había dejado en lugar de Leiber… ¿Como señuelo o como pista? ¿O como bomba de tiempo?

—Creíamos que era una revelación que podría sacudir verdaderamente el poder de las criocorporaciones en Kibou —repuso Lisa Sato—. Incluso romper su tenaza. —Contempló su cubículo, y luego sus manos recién descongeladas—. Supongo que hacíamos lo correcto. —Frunció el ceño—. Espere. ¿Quiere decir que han seguido manteniendo esto en silencio durante un año y medio?

»No era un secreto que las corporaciones pudieran guardar eternamente: a medida que fueran apareciendo más y más redivivos de esa generación, desproporcionadamente, la gente tendría que advertir la pauta. Por eso George quería actuar rápidamente, para conseguir el máximo impacto entre el público. ¿Por qué…? Oh. —Volvió sus ojos de párpados hinchados hacia Miles, que dio un respingo previendo lo que vendría a continuación—. ¿Qué sucedió a los seis de nosotros? ¿Por qué nadie transmitió la noticia, después de que me detuvieran? ¿Los detuvieron a todos?

—Lamento ser portador de malas noticias, señora Sato, pero eso es lo que parece. Kang, Khosla y usted fueron todos congelados alegando diagnósticos cuestionables pocos días después del mitin. George Suwabi se estrelló supuestamente en un lago con su volador, y la señora Tennoji se cayó desde el balcón de su apartamento, después de haber bebido en exceso. No hace falta decir que considero que alguien de su departamento de homicidios debería reabrir esos dos casos. Esto… ¿bebía en exceso?

Ella frunció el ceño, todavía más pálida en torno a la boca de lo que la había dejado su resurrección.

—Bueno, sí. Sufría mucho por el deterioro de sus articulaciones. Pero no iba por ahí cayéndose. Oh, no, pobre George…

—El que no encaja en todo esto es el doctor Leiber. Simplemente volvió a trabajar durante estos dieciocho últimos meses.

—Eso no tiene sentido.

—Afortunadamente, podré interrogarlo al respecto. Cuando despierte.

—¿También lo han congelado?

—Ah, no. Ha tenido un encuentro con un simple sedante esta mañana, según mi hombre de armas, Roic. Raven… es decir, el doctor Durona, lo confirma. Lo tenemos retenido aquí en el refugio de Suze mientras se le pasan los efectos. Intentaba salir del planeta cuando Roic lo encontró. Parece que alguien más intentaba impedírselo. Va a ser un interrogatorio interesante.

Miles vaciló. Esta mujer era, después de todo, la madre de Jin y Mina. Los dos niños tenían que haber heredado, o quizás aprendido, parte de su admirable inteligencia y determinación. Y no podía pedir confianza sin darle algo a cambio.

—¿Le gustaría asistir?

15

Miles ansiaba interrogar a Leiber, pero Roic lo distrajo para que se encargara antes de sus otros cautivos. Gracias a una de las pociones de Raven, ambos dormían ahora pacíficamente en el suelo de una oficina vacía (o posiblemente un trastero abandonado), junto al garaje subterráneo del antiguo edificio de recepción de pacientes. Roic había pasado el rato inspeccionando carteras, documentos de identidad y la aero-furgoneta.

—Esto no era precisamente una operación encubierta —dijo Roic, mostrando las carteras—. La furgoneta pertenece a NeoEgipto, y los pijamas médicos que llevaban son los de la compañía. Todos llevaban sus propias identificaciones. Hans Witta y Okiya Cermak. Johannes ha hecho algunas comprobaciones más. Éste es uno de los jefes de seguridad, y el otro era un guardia regular hasta hace dieciocho meses, cuando recibió un aumento de sueldo y un ascenso a ayudante personal de su jefe.

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